¿Por qué en el país con la natalidad más baja del mundo las mujeres no quieren tener hijos?
Un número cada vez mayor de mujeres en Corea del Sur elige no casarse, no tener hijos e incluso no tener relaciones sentimentales con hombres. Con el índice de fertilidad más bajo del mundo, la población del país comenzará a declinar, a menos que algo cambie.
"No tengo planes de tener hijos, nunca", me dice la joven de 24 años Jang Yun-hwa, cuando conversamos en un café de moda en pleno centro de Seúl.
"No quiero sentir el dolor físico del parto. Y perjudicaría mi carrera".
Al igual que muchos otros adultos jóvenes en el extremadamente competitivo mercado laboral surcoreano, Yun-hwa, caricaturista en internet, trabajó muy duro para llegar a la posición en que está, y no quiere ahora tirar a la basura todo el esfuerzo invertido.
"Más que ser parte de una familia, me gustaría ser independiente, vivir sola y alcanzar mis sueños", dice.
Yun-hwa no es la única mujer coreana joven que creen que carrera o familia son dos opciones mutuamente excluyentes.
Leyes que no se ponen práctica
Corea del Sur tiene leyes diseñadas para evitar que se discrimine a las mujeres por quedar embarazadas o por sencillamente tener una edad en la que esto es una posibilidad, pero, en la práctica, dicen los sindicatos, no se implementan.
La historia de Choi Moon-jeong, una mujer que vive en los suburbios de Seúl, es una poderosa ilustración de este problema.
Cuando le dijo a su jefe que iba a tener un hijo, se sorprendió con su reacción.
"Mi jefe me dijo: 'Cuando tengas un hijo, tu hijo será tu prioridad y la empresa pasará a un segundo plano, ¿podrás trabajar entonces?", cuenta.
"Y él seguía repitiéndome la misma pregunta".
En ese momento, Moon-jeong trabajaba como contadora especialista en impuestos. Cuando llegó la época del año con más trabajo, su jefe le dio aún más cosas para hacer, y cuando ella se quejó, le dijo que le faltaba dedicación.
Eventualmente, la tensión alcanzó un límite.
"Me empezó a gritar, yo estaba sentada en mi silla y, con todo el estrés, empecé a sufrir convulsiones y no podía abrir los ojos", recuerda.
"Mi colega llamó a un paramédico y me llevaron al hospital".
Allí le dijeron que el estrés le estaba provocando síntomas de un aborto espontáneo.
Cuando la mujer regresó a la oficina después de una semana en el hospital, ya a salvo, sintió que su jefe estaba haciendo todo lo posible para que se fuera del trabajo.
Según Moon-jeong, este tipo de experiencia es común para muchas mujeres en el país.
"Creo que hay muchos casos en los que las mujeres se preocupan cuando quedan embarazadas y tienen que pensar con mucho cuidado antes de dar la noticia", dice.
"Mucha gente que conozco no tiene hijos y no planea tenerlos".
Roles
A la cultura de trabajar duro, muchas horas y mucha dedicación se le atribuye la increíble transformación que vivió Corea del Sur en los últimos 50 años, en los que pasó de ser un país en desarrollo a una de las más grandes economías del mundo.
Pero Yun-hwa dice que el rol que jugaron las mujeres en esta transformación es, con frecuencia, pasado por alto.
"El éxito económico de Corea también dependió mucho de los bajos salarios que se le pagaron a los operarios de las fábricas, que eran mayormente mujeres", dice.
"Y también del cuidado que las mujeres le brindaban a su familia para que los hombres pudiesen salir a trabajar y concentrarse únicamente en el trabajo".
Ahora las mujeres están haciendo cada vez más trabajos que antes hacían los hombres.
Pero a pesar de estos rápidos cambios sociales y económicos, las actitudes hacia las diferencias de género están cambiando muy lentamente.
"En este país, se espera que las mujeres sean las animadoras de los hombres", señala Yun-hwa.
Más que eso, dice, hay una tendencia entre las mujeres casadas de asumir el rol de cuidadora-proveedora de las familias de las que pasan a formar parte.
"Hay muchas instancias en las que incluso aunque la mujer tenga trabajo, cuando se casa y tiene hijos, su crianza depende completamente de ella", explica. "Y también se le pide que se ocupe de sus suegros si es que están enfermos".
El hombre surcoreano promedio pasa 45 minutos al día en trabajo no remunerado como el cuidado de los niños, según cifras de la OCDE, mientras que las mujeres el quíntuple.
"Mi personalidad no es la adecuada para ese rol de apoyo", dice Yun-hwa. "Estoy ocupada con mi propia vida".
Ni marido ni novio
No es solo que no le interese el matrimonio: Yun-hwa tampoco quiere tener novios.
Una de sus razones es que no quiere correr el riesgo de convertirse en una víctima del porno de la venganza, que según ella en un gran tema en Corea.
Pero también le preocupa la violencia doméstica.
El Instituto Coreano de Criminología publicó los resultados de una encuesta realizada el año pasado en la que el 80% de los hombres consultados admitieron haber sido abusivos con sus parejas.
Cuando le pregunté a Yun-hwa sobre la visión de los hombres respecto a las mujeres surcoreanas, ella me responde con una palabra: esclavas.
Es obvio entonces cómo esto influye en la natalidad en el país. El índice de matrimonios en Corea del Sur está en su punto más bajo desde que empezaron a llevarse registros (5,5 cada 1.000 personas, comparado con 9,2 en 1970), y nacen muy pocos niños fuera del matrimonio.
Solo Singapur, Hong Kong y Moldavia tienen un índice de fertilidad tan bajo como Corea del Sur.
Costo económico
Otro factor que influye en que las mujeres no quieran formar una familia es el costo. Mientras que la educación estatal es gratuita, la naturaleza competitiva de la escuela hace que los padres paguen por maestros particulares para que sus hijos tengan un nivel educativo elevado.
Todos estos ingredientes combinados contribuyen a un nuevo fenómeno social en Corea del Sur: la llamada Generación Sampo. "Sampo" significa dejar tres cosas: relaciones sentimentales, casamiento e hijos.
Yun-hwa dice que no ha dejado estas tres cosas, si no que ha elegido no optar por ellas. No dice si intentará mantenerse célibe o si buscará relaciones con mujeres.
Si hablas con surcoreanos de generaciones anteriores sobre la fertilidad, su actitud es muy distinta. Consideran a gente como Yun-hwa muy individualista y egoísta.
Una mujer de unos 60 años con la que conversé me cuenta que tienen tres hijas que rondan los 40 años. Ninguna quiere tener niños, me dice.
"Debería haber un sentido de deber para con el país", dice otra. "Estamos muy preocupados por el bajo índice de fertilidad".
Yun-hwa y sus contemporáneas, hijas de un mundo globalizado, no están convencidas.
Cuando les digo que si ella y las mujeres de su generación no tienen hijos, la cultura de su país se morirá, me dice que es hora de que la cultura dominada por los hombres también desaparezca.
"Debe morir", me dice enfática, en inglés. "Debe morir".
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