sábado, 31 de agosto de 2019

Educar para la paz

La apuesta para que haya más mujeres en la política para construir paz

Curso mujeres candidatas.
Las mujeres reciben capacitación sobre temas como construcción de su agenda política y organización de su campaña electoral.
Foto:
Twitter: @MAPPOEA
"La resolución de conflictos no es sólo acerca de quién puede parar la guerra, pero sobre aquellos que pueden construir la paz".
Bajo esa premisa varias entidades, entre esas la Misión de Apoyo al Proceso de Paz de la OEA y la Embajada de Noruega en Colombia, le apostaron a un curso de capacitación para mujeres candidatas en las regiones. 


En este curso, llamado 'Policarpa Salavarrieta', participan 50 mujeres de distintas regiones, quienes durante esta semana están recibiendo en Bogotá capacitaciones con docentes y expertos a nivel nacional e internacional.
Lo que se busca es brindarles herramientas para la construcción de su agenda política, la organización de su campaña electoral y la administración adecuada del presupuesto electoral, esto de cara a las elecciones locales de octubre próximo.


La iniciativa también tiene el apoyo de la Comisión Interamericana de la Mujer, la Escuela de Gobierno de la OEA, la Vicepresidencia de la República, la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer y la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, la Legalidad y la Convivencia.


Curso de Candidatas "Policarpa Salavarrieta" | Las candidatas se preparan hoy en cómo incorporar herramientas clave para el debate político, con el fin de manejar adecuadamente sus mensajes electorales.

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Roberto Menendez, jefe de misión de la MAPP/OEA explicó que se promovió la vinculación de candidatas de municipios  que han sido históricamente golpeados por el conflicto, así como mujeres víctimas, indígenas, afro y jóvenes, "queremos también involucrar a las participantes en la promoción de la agenda de derechos de las mujeres en las Américas y la construcción de paz territorial", dijo.


El jefe de misión agregó que el curso está diseñado así debido a que es en esas zonas en donde históricamente ha habido más barreras para la participación política de las mujeres. "Las mujeres de la Colombia profunda han liderado las agendas de paz y es momento de que hagan parte de la transformación de sus territorios ocupando cargos de poder político. Creemos que más mujeres electas en zonas de alta conflictividad representa mayores posibilidades de una paz sostenible para Colombia", dijo Menéndez.

Las mujeres de la Colombia profunda han liderado las agendas de paz y es momento de que hagan parte de la transformación de sus territorios ocupando cargos de poder político
Por su parte, John Petter Opdahl, embajador de Noruega en Colombia,  dijo que su  país apoya esta iniciativa porque consideran que la inclusión de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad "es clave para lograr una democracia más incluyente y representativa". 


"En Noruega, la alta participación de mujeres, tanto en el sector público como en el sector privado, ha fortalecido nuestra democracia y ha abonado el camino para una sociedad más inclusiva. La inclusión de mujeres en todos los ámbitos profesionales ha contribuido al desarrollo económico y la normalización de tener mujeres en la política", indicó el embajador.



El diplomático añadió que para la construcción de paz y la reconciliación es necesario que las mujeres puedan participar en todos los ámbitos "esto incluye su derecho a participación política y a aspirar posiciones donde puedan incidir directamente no solo en la transformación a nivel de sus familias y comunidades sino también sus municipios, sus ciudades o sus regiones".

JUSTICIA
En Twitter: @JusticiaET

viernes, 30 de agosto de 2019

Igualdad de genero

ALMUDENA HERNANDO / INVESTIGADORA FEMINISTA

“Cuanto más avanzan las mujeres, más reacción violenta habrá desde el orden patriarcal”

ANDREA ANA GÁLVEZ
<p>Almudena Hernando.</p>
Almudena Hernando.
A. A. G.
Almudena Hernando (Madrid, 1959) es profesora de Prehistoria y pertenece al Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid. Dirigió importantes investigaciones con grupos indígenas como los Q’echí en Guatemala o los Awá del Amazonas brasileño. Actualmente trabaja con los Gumuz y los Dats’in en Etiopía. Su perspectiva arqueológica crítica se centra en entender la construcción socio-histórica de la identidad. Presenta La Fantasía de la individualidad (Traficantes de Sueños)un libro que ahonda en la organización identitaria de hombres y mujeres desde un enfoque que “mira largo y muy adentro”.
¿Qué aportan las tesis defendidas en su libro La Fantasía de la individualidad a los estudios de género y a la lucha feminista?
Por un lado creo que aporta una mirada que parte desde el origen, de cómo hemos llegado hasta aquí. Generalmente el feminismo mira al presente y lucha por la igualdad de derechos ahora y no se pregunta tanto por qué estamos en esta situación. El libro aporta una mirada histórica, pero también una mirada a cómo nos construimos subjetivamente los seres humanos. Me pregunté qué es lo que nosotras, aunque seamos feministas, tendríamos que modificar para que cambiara el orden social y desde luego qué es lo que que tendrían que cambiar los hombres. El libro no plantea una lucha por la igualdad igualándonos a los hombres, sino que sostiene que el modelo para la igualdad es el modelo que desarrollamos las mujeres. O sea, que los hombres tendrían que ser como somos las mujeres de la Modernidad para poder construir una sociedad de iguales. Plantea la necesidad de un cambio de paradigma. No se puede luchar en las condiciones del discurso social que tenemos ahora por la igualdad sin cuestionar el paradigma más profundo: la organización identitaria.
Al comienzo del libro sugiere que sería más útil sustituir el término orden patriarcal por el orden disociado razón-emoción ¿por qué? 
El patriarcado parece que es el orden social en que los hombres, por el hecho de ser hombres, dominan a las mujeres, por el hecho de ser mujeres. Yo sostengo que esto no es así. El orden patriarcal también ha sido reproducido por mujeres. Lo importante es que es un orden lógico, un orden mental. Para mí la clave está en que se valora socialmente todo lo que tiene que ver con lo individual y lo racional, al mismo tiempo que se oculta y se desvaloriza lo que tiene que ver con la emoción y con los vínculos. Si esto lo reproducen los hombres o las mujeres me da igual, están reproduciendo orden patriarcal. Para conseguir que se revierta hay que dar importancia al ámbito relacional y a las emociones vinculares.
El libro se llama La fantasía de la individualidad, el orden patriarcal se mantiene por una ficción. ¿Cuál sería esta fantasía?
La fantasía es la fantasía de la Ilustración, la fantasía es que la individualidad se puede sostener a sí misma. Que las personas que construyen su seguridad ontológica a través de vínculos y de comunidad –como son todas las sociedades cazadoras-recolectoras actuales– son más atrasadas y menos evolucionadas que los que construyen identidad individualizadamente. Digamos que el proceso histórico, según la fantasía, se ha construido de forma que se ha ido pasando de dar importancia a la comunidad, a dar importancia al individuo. Yo digo que esto es una fantasía porque no se puede sostener sin un sentido de pertenencia a una comunidad, es decir, sin la identidad relacional. Si este proceso hubiera sido, como pretende esta fantasía, se hubiera hecho evidente la impotencia del ser humano aislado frente al universo.
Vincula un determinado modelo de desarrollo que se consolida en la Ilustración y que está estrechamente ligado a la dominación sobre las mujeres. ¿Se puede acabar con el orden patriarcal sin acabar con el modelo de desarrollo económico capitalista? 
No. El orden neoliberal es resultado de una construcción identitaria y socio-económica patriarcal. El mundo occidental se ha ido construyendo de forma que los hombres se iban especializando en el control del mundo a través de la razón (ciencia y tecnología) para producir seguridad, e iban desvalorizando socialmente lo que hacían las mujeres. La propia idealización de la ciencia y de la tecnología está asociada históricamente al orden patriarcal. Precisamente esto se pudo construir porque las mujeres garantizaron los vínculos. El orden económico neoliberal que está basado en la individualidad y en la idealización del conocimiento a través de la ciencia, no se puede separar de su construcción a través de la dominación de las mujeres, porque al irse especializando, los hombres dejaron de atender el lado relacional, que es imprescindible, y por eso necesitaban a las mujeres. El orden neoliberal es en sí mismo patriarcal.
Entonces llega un momento en el que este orden capitalista necesita que las mujeres se individualicen.
Sí, ellas se individualizan pero no pueden individualizarse del mismo modo en que lo han hecho los hombres. El lado relacional de los hombres lo han garantizado las mujeres. Pero las mujeres no pueden ni quieren dejar de dar importancia, tiempo y energía a la identidad relacional porque no hay nadie que se la garantice y porque saben que aquello que da sentido a la vida es sentirla. Lo que da sensación de bienestar tiene que ver con lo relacional: con los vínculos bien construidos. Las mujeres tienen que ocuparse de lo relacional para construir su propia identidad además de la individualizada. 
¿Es en ese momento cuando se producen las contradicciones?
Sí, exactamente. Además en la Modernidad, los hombres patriarcales van a pedir a las mujeres dos cosas contradictorias: que se individualicen para que entren al mercado de trabajo de producción/consumo y, a la vez, que no se individualicen para que les sigan atendiendo a ellos. Esto es otro aspecto de la conflictiva situación en la que se mueven las mujeres. Ellas tienen que construir identidad relacional no sólo para satisfacer la de los hombres, sino para satisfacer también la propia. Escapar un poco del orden patriarcal consistiría en seguir construyendo una identidad relacional porque es esencial para sostener los vínculos propios, no para sostener a los hombres. 
Hoy en día las mujeres están intentando avanzar hacia esta individualidad independiente. ¿Por qué sería deseable para los hombres? 
Los hombres también están muy demandados por el orden patriarcal. El patriarcado, que en este momento se concreta en el neoliberalismo, está enloqueciendo a todos y también a los hombres. Al hombre se le pide que sea el más productivo, el que llega más alto, el que tiene más poder, se les demanda una individualidad constante. Los hombres ganarían mucha más estabilidad emocional, y ganarían un tipo de identidad que es la más potente que existe: la identidad de las mujeres en la Modernidad. Permite desarrollar todo lo que es verdad: desarrollamos nuestros proyectos vitales porque conocemos nuestros deseos, pero al mismo tiempo sabemos cuidar a los otros, y esto mismo hace que tengamos bienestar. Es una identidad que da independencia en tanto que no se depende de nadie que marque el destino ni se depende de nadie subordinado que garantice el vínculo. Ganarían la potencia de entender lo que les pasa, de saber cuidar al otro a la vez que tienen su propio proyecto vital. Es una relación de igualdad muy enriquecedora. 
Cada vez son más mujeres las que están consiguiendo tener este tipo de identidad que como dice es la más potente que existe, pero, según algunas autoras, tanto la violencia como la crueldad contra las mujeres están en aumento. ¿Cómo entiende la situación actual y este tipo de violencias?
Me parece que hay una reacción patriarcal. Mira lo que ha pasado en España con Vox, por ejemplo. Cuanto más avanzan las mujeres, más reacción va a haber desde el orden patriarcal, y esa reacción va a ser violenta. Porque además los hombres no pueden racionalizar lo que les pasa contra las mujeres. No pueden racionalizar la rabia, no saben por qué les pasa. Es una ausencia total de empatía. Cuando las mujeres se independizan y dejan de garantizar los vínculos de los hombres, estos se desorientan y reaccionan sin ninguna lógica. Sale una especie de bestia, porque proviene del agujero negro que las emociones representan para esos hombres patriarcales. No pueden expresar ese agujero negro de una forma racional.
El caso de Vox es particular porque se habilitan discursos y prácticas patriarcales en esa vuelta a modelos identitarios hegemónicos.
Exacto. La prostitución por ejemplo está aumentando también en un momento en el que es más fácil tener relaciones sexuales que nunca. Los que trabajan estos temas hablan de que la masculinidad hegemónica se construye a través de la dominación de las mujeres; como eso se está perdiendo –porque cada vez las relaciones dentro de la pareja son más igualitarias– ese plus de dominación se busca fuera, por ejemplo en la prostitución. Cuando aparecen este tipo de partidos políticos se legitiman este tipo de dinámicas. 
¿Cómo se enfrentan estas violencias en aumento? 
Es completamente necesario hacerle frente. Hay que ir consiguiendo que haya un clamor social y que las luchas feministas sigan actuando. Una cosa es que Vox, en una propaganda política, diga que está en contra de la "ideología de género”, y otra es que a la hora de aprobar medidas concretas contra las mujeres no haya una reacción. Yo no creo que esto sea mayoritario. El triunfo del orden patriarcal y neoliberal pasa por otros lados, por cosas mucho más profundas, sutiles y perversas que por esta gente que hace propuestas tan burdas. Por ejemplo pasa –yo lo estoy viendo en la universidad– por la neutralización de la crítica social. Se está reproduciendo el orden patriarcal y lo están haciendo mujeres también. Esto es mucho más peligroso porque es menos visible que lo que hace Vox. Por eso insisto en que es un orden lógico: a qué le das importancia como mecanismo de seguridad ontológica de tu grupo. Y en el mundo occidental se está dando importancia únicamente a la razón, al dato, al ser más, a la desconexión emocional, a la irreflexión sobre nuestra sociedad y sobre el futuro que queremos. 
Anuncios como los de Avène y Gilette promueven otro tipo de masculinidades. ¿Cómo pueden los feminismos contribuir a estos nuevos modelos? ¿Es el papel de las mujeres?  
Es el papel del feminismo, lo desarrollen hombres o mujeres. Me parece que hay una responsabilidad última que desgraciadamente sigue recayendo en las mujeres, pero que cada vez hay más hombres que ya son conscientes de esto. Aunque a los hombres les es difícil reconocer todos los privilegios de los que gozan. Yo digo siempre: no soy negra, soy completamente antirracista y, sin embargo, sé que no puedo percibir todos los vectores de dominación que ha tenido una persona negra, porque yo no soy negra y estoy en el lado privilegiado de esa relación. Es lo mismo que pasa con los hombres. Me parece maravilloso que aparezcan estos anuncios y que los hombres participen. Ellos tienen que sentirse también responsables de la necesidad del cambio histórico.
¿Cómo se imagina la sociedad del futuro respecto a la igualdad de género y a los lazos comunitarios? 
Es una pregunta difícil, porque en este momento hay tendencias muy contradictorias en la sociedad y no sé cuál va a ganar. Por un lado están todos los movimientos de mujeres y por otra parte están apareciendo movimientos de extrema derecha muy xenófobos. No va a ser fácil romper la tendencia ultraneoliberal mundial, dinámica que es patriarcal. No sé qué lado va a triunfar. Lo que sí creo es que hay que seguir luchando.

AUTOR

  • Andrea Ana Gálvez

jueves, 29 de agosto de 2019

STOP NEUROSEXISMO

Ni de Marte ni de Venus: 

el cerebro es unisex

  • La ciencia refuta el machismo: no tiene base biológica

Quiénes dirían que en general tienen más empatía, los hombres o las mujeres? ¿Quiénes creen que son más competitivos? ¿Quiénes suelen tener más facilidad para hacer varias cosas a la vez? ¿Quiénes tienen más propensión a la promiscuidad?
Y, ahora, la pregunta realmente importante: si han contestado “los hombres” o “las mujeres” a cualquiera de las preguntas anteriores, ¿dirían que las diferencias son innatas o que se deben a la educación que reciben niños y niñas desde la infancia?
Si creen que las diferencias son innatas, no son los únicos. Numerosos estudios han registrado diferencias anatómicas entre cerebros masculinos femeninos. A partir de estas diferencias anatómicas se han intentado explicar las diferencias de aptitudes y comportamientos observadas entre hombres y mujeres.
Quiénes dirían que en general tienen más empatía, los hombres o las mujeres? ¿Quiénes creen que son más competitivos? ¿Quiénes suelen tener más facilidad para hacer varias cosas a la vez? ¿Quiénes tienen más propensión a la promiscuidad?
Y, ahora, la pregunta realmente importante: si han contestado “los hombres” o “las mujeres” a cualquiera de las preguntas anteriores, ¿dirían que las diferencias son innatas o que se deben a la educación que reciben niños y niñas desde la infancia?
Si creen que las diferencias son innatas, no son los únicos. Numerosos estudios han registrado diferencias anatómicas entre cerebros masculinos femeninos. A partir de estas diferencias anatómicas se han intentado explicar las diferencias de aptitudes y comportamientos observadas entre hombres y mujeres.
El problema es que los estudios sobre presuntas diferencias cerebrales entre hombres y mujeres se basan en muestras pequeñas, metodologías inconsistentes y análisis estadísticos deficientes, según revela Gina Rippon, neurocientífica de la Universidad Aston de Birminghan (Reino Unido), en su nuevo libro, The Gendered Brain.
Tomen el ejemplo de la investigación de la Universidad de California en Irvine que concluyó en 2005 que los hombres tienen más materia gris y las mujeres más materia blanca en el cerebro. Ostentosamente titulado La neuroanatomía de la inteligencia general: el sexo importa, los resultados de aquel estudio publicado en Neuroimage se han utilizado para explicar el talento masculino para las matemáticas y el talento femenino para la multitarea.
Quiénes dirían que en general tienen más empatía, los hombres o las mujeres? ¿Quiénes creen que son más competitivos? ¿Quiénes suelen tener más facilidad para hacer varias cosas a la vez? ¿Quiénes tienen más propensión a la promiscuidad?
Y, ahora, la pregunta realmente importante: si han contestado “los hombres” o “las mujeres” a cualquiera de las preguntas anteriores, ¿dirían que las diferencias son innatas o que se deben a la educación que reciben niños y niñas desde la infancia?
Si creen que las diferencias son innatas, no son los únicos. Numerosos estudios han registrado diferencias anatómicas entre cerebros masculinos femeninos. A partir de estas diferencias anatómicas se han intentado explicar las diferencias de aptitudes y comportamientos observadas entre hombres y mujeres.
Este tipo de estudios han proliferado desde los años 90 gracias a las imágenes de la resonancia magnética funcional, que permiten ver qué regiones del cerebro se activan cuando una persona realiza una tarea. Y han alimentado un sinfín de libros y artículos de divulgación que, como El cerebro femenino de Louann Brizendine, traducido a más de veinte idiomas, argumentan que los cerebros de hombres y mujeres son efectivamente diferentes, sobre todo por los efectos de la testosterona durante el desarrollo.
El problema es que los estudios sobre presuntas diferencias cerebrales entre hombres y mujeres se basan en muestras pequeñas, metodologías inconsistentes y análisis estadísticos deficientes, según revela Gina Rippon, neurocientífica de la Universidad Aston de Birminghan (Reino Unido), en su nuevo libro, The Gendered Brain.
Tomen el ejemplo de la investigación de la Universidad de California en Irvine que concluyó en 2005 que los hombres tienen más materia gris y las mujeres más materia blanca en el cerebro. Ostentosamente titulado La neuroanatomía de la inteligencia general: el sexo importa, los resultados de aquel estudio publicado en Neuroimage se han utilizado para explicar el talento masculino para las matemáticas y el talento femenino para la multitarea.

Sin fundamento

Los estudios que han encontrado diferencias cerebrales entre sexos se basan en muestras pequeñas y análisis erróneos

Sin embargo, Rippon recuerda que el estudio se basó en una muestra de sólo 21 hombres y 27 mujeres, que no comparó el volumen de los cerebros entre los dos grupos y que, si las conclusiones fueran ciertas, el cerebro femenino debería ser un 50% mayor de lo que es en realidad.
Otro ejemplo: una investigación de la Universidad Yale concluyó en 1995 que el cerebro femenino y el masculino procesan el lenguaje de manera diferente. Aunque se basaba en una muestra de sólo 19 hombres y 19 mujeres, la investigación se publicó en Nature y reforzó la idea preconcebida de que el género influye en las aptitudes lingüísticas. Trece años después, un metaanálisis que revisó todos los datos publicados sobre la cuestión demostró que la conclusión de los investigadores de Yale era incorrecta.
¿Y la promiscuidad? La popular idea de que los hombres están programados para tener cuantas más parejas mejor, mientras que las mujeres buscan una pareja estable que se comprometa en el cuidado de los hijos, se deriva de un estudio del genetista británico Angus Bateman realizado con... ¡moscas! Los resultados de aquel estudio, publicado en 1948, se dieron por buenos durante 65 años y alimentaron una abundante literatura que perpetuó la idea de los hombres como copuladores oportunistas y de las mujeres como guardianas de las esencias del hogar.
Quiénes dirían que en general tienen más empatía, los hombres o las mujeres? ¿Quiénes creen que son más competitivos? ¿Quiénes suelen tener más facilidad para hacer varias cosas a la vez? ¿Quiénes tienen más propensión a la promiscuidad?
Y, ahora, la pregunta realmente importante: si han contestado “los hombres” o “las mujeres” a cualquiera de las preguntas anteriores, ¿dirían que las diferencias son innatas o que se deben a la educación que reciben niños y niñas desde la infancia?
Si creen que las diferencias son innatas, no son los únicos. Numerosos estudios han registrado diferencias anatómicas entre cerebros masculinos femeninos. A partir de estas diferencias anatómicas se han intentado explicar las diferencias de aptitudes y comportamientos observadas entre hombres y mujeres.
Este tipo de estudios han proliferado desde los años 90 gracias a las imágenes de la resonancia magnética funcional, que permiten ver qué regiones del cerebro se activan cuando una persona realiza una tarea. Y han alimentado un sinfín de libros y artículos de divulgación que, como El cerebro femenino de Louann Brizendine, traducido a más de veinte idiomas, argumentan que los cerebros de hombres y mujeres son efectivamente diferentes, sobre todo por los efectos de la testosterona durante el desarrollo.
El problema es que los estudios sobre presuntas diferencias cerebrales entre hombres y mujeres se basan en muestras pequeñas, metodologías inconsistentes y análisis estadísticos deficientes, según revela Gina Rippon, neurocientífica de la Universidad Aston de Birminghan (Reino Unido), en su nuevo libro, The Gendered Brain.
Tomen el ejemplo de la investigación de la Universidad de California en Irvine que concluyó en 2005 que los hombres tienen más materia gris y las mujeres más materia blanca en el cerebro. Ostentosamente titulado La neuroanatomía de la inteligencia general: el sexo importa, los resultados de aquel estudio publicado en Neuroimage se han utilizado para explicar el talento masculino para las matemáticas y el talento femenino para la multitarea.

Sin fundamento

Los estudios que han encontrado diferencias cerebrales entre sexos se basan en muestras pequeñas y análisis erróneos

Sin embargo, Rippon recuerda que el estudio se basó en una muestra de sólo 21 hombres y 27 mujeres, que no comparó el volumen de los cerebros entre los dos grupos y que, si las conclusiones fueran ciertas, el cerebro femenino debería ser un 50% mayor de lo que es en realidad.
Otro ejemplo: una investigación de la Universidad Yale concluyó en 1995 que el cerebro femenino y el masculino procesan el lenguaje de manera diferente. Aunque se basaba en una muestra de sólo 19 hombres y 19 mujeres, la investigación se publicó en Nature y reforzó la idea preconcebida de que el género influye en las aptitudes lingüísticas. Trece años después, un metaanálisis que revisó todos los datos publicados sobre la cuestión demostró que la conclusión de los investigadores de Yale era incorrecta.
¿Y la promiscuidad? La popular idea de que los hombres están programados para tener cuantas más parejas mejor, mientras que las mujeres buscan una pareja estable que se comprometa en el cuidado de los hijos, se deriva de un estudio del genetista británico Angus Bateman realizado con... ¡moscas! Los resultados de aquel estudio, publicado en 1948, se dieron por buenos durante 65 años y alimentaron una abundante literatura que perpetuó la idea de los hombres como copuladores oportunistas y de las mujeres como guardianas de las esencias del hogar.

Pero, cuando se intentaron repetir los experimentos de Bateman en 2012 y 2013, los resultados obtenidos fueron diferentes. Y, cuando se revisaron sus resultados originales, se descubrió que sólo había presentado los datos favorables a sus conclusiones y había desechado los contrarios. Un reanálisis del conjunto de sus datos reveló que, si hubiera hecho bien su investigación, no hubiera encontrado una dicotomía entre machos promiscuos y hembras fieles.
Esta dicotomía no se da ni en moscas ni en personas, donde los estudios sobre conductas sexuales revelan que tanto hombres como mujeres pueden sentirse a gusto en relaciones monógamas y que pueden tener por igual relaciones esporádicas. Pero la tesis de Bateman, que parecía legitimar la infidelidad masculina y deslegitimar la femenina, ya había cuajado, ataviada con un aura de respetabilidad científica.
“La idea de que hombres y mujeres tienen aptitudes y actitudes diferentes porque sus cerebros son distintos es errónea y contraproducente”, advierte Mara Dierssen, neurocientífica de la Universitat Pompeu Fabra.
Errónea porque “las diferencias anatómicas entre cerebros masculinos y femeninos son mínimas y, además, no son de categoría sino de grado”, señala Dierssen. En esta misma línea, Lise Eliot, neurocientífica de la Universidad Rosalind Franklin de North Chicago (EE.UU.), ha argumentado en la revista Nature que “no hay más diferencias de género en el cerebro que en los riñones, el hígado o el corazón”.

Patrones de comportamiento

Los estereoripos inculcados desde la infancia explican las diferencias de comportamiento más comunes entre hombres y mujeres

Y la idea es contraproducente porque, “si los sexos son esencialmente diferentes, entonces la igualdad de oportunidades nunca conducirá a la igualdad de resultados”, argumenta Cordelia Fine, de la Universidad de Melbourne (Australia), en su reciente libro Testoterona Rex.
Todo lo contrario: las presuntas diferencias anatómicas entre hombres y mujeres emergen como argumento perfecto para legitimar la desigualdad. Con el agravante de que pocos ciudadanos tienen la formación necesaria para cuestionar mensajes ideológicos que se les presentan como verdades científicas. Ya saben, “no es machismo, es el hipotálamo”. De ahí que Cordelia Fine acuñara el término neurosexismo para desenmascarar ideas sexistas basadas en datos erróneos sobre presuntas diferencias cerebrales entre hombres y mujeres.
Nada menos que la patronal CEOE ha caído en la trampa del neurosexismo al argumentar, en su reciente informe Análisis de la brecha salarial de género en España, que una de las causas de las diferencias de sueldos es que las mujeres son menos competitivas, asumen menos riesgos y negocian peor. “Este tipo de afirmaciones son indignantes. No tienen ninguna base científica y perpetúan un modelo de desigualdad”, denuncia Dierssen.
Quiénes dirían que en general tienen más empatía, los hombres o las mujeres? ¿Quiénes creen que son más competitivos? ¿Quiénes suelen tener más facilidad para hacer varias cosas a la vez? ¿Quiénes tienen más propensión a la promiscuidad?
Y, ahora, la pregunta realmente importante: si han contestado “los hombres” o “las mujeres” a cualquiera de las preguntas anteriores, ¿dirían que las diferencias son innatas o que se deben a la educación que reciben niños y niñas desde la infancia?
Si creen que las diferencias son innatas, no son los únicos. Numerosos estudios han registrado diferencias anatómicas entre cerebros masculinos femeninos. A partir de estas diferencias anatómicas se han intentado explicar las diferencias de aptitudes y comportamientos observadas entre hombres y mujeres.
El problema es que los estudios sobre presuntas diferencias cerebrales entre hombres y mujeres se basan en muestras pequeñas, metodologías inconsistentes y análisis estadísticos deficientes, según revela Gina Rippon, neurocientífica de la Universidad Aston de Birminghan (Reino Unido), en su nuevo libro, The Gendered Brain.
Tomen el ejemplo de la investigación de la Universidad de California en Irvine que concluyó en 2005 que los hombres tienen más materia gris y las mujeres más materia blanca en el cerebro. Ostentosamente titulado La neuroanatomía de la inteligencia general: el sexo importa, los resultados de aquel estudio publicado en Neuroimage se han utilizado para explicar el talento masculino para las matemáticas y el talento femenino para la multitarea.

Los estudios que han encontrado diferencias cerebrales entre sexos se basan en muestras pequeñas y análisis erróneos

Sin embargo, Rippon recuerda que el estudio se basó en una muestra de sólo 21 hombres y 27 mujeres, que no comparó el volumen de los cerebros entre los dos grupos y que, si las conclusiones fueran ciertas, el cerebro femenino debería ser un 50% mayor de lo que es en realidad.
Otro ejemplo: una investigación de la Universidad Yale concluyó en 1995 que el cerebro femenino y el masculino procesan el lenguaje de manera diferente. Aunque se basaba en una muestra de sólo 19 hombres y 19 mujeres, la investigación se publicó en Nature y reforzó la idea preconcebida de que el género influye en las aptitudes lingüísticas. Trece años después, un metaanálisis que revisó todos los datos publicados sobre la cuestión demostró que la conclusión de los investigadores de Yale era incorrecta.
¿Y la promiscuidad? La popular idea de que los hombres están programados para tener cuantas más parejas mejor, mientras que las mujeres buscan una pareja estable que se comprometa en el cuidado de los hijos, se deriva de un estudio del genetista británico Angus Bateman realizado con... ¡moscas! Los resultados de aquel estudio, publicado en 1948, se dieron por buenos durante 65 años y alimentaron una abundante literatura que perpetuó la idea de los hombres como copuladores oportunistas y de las mujeres como guardianas de las esencias del hogar.

Pero, cuando se intentaron repetir los experimentos de Bateman en 2012 y 2013, los resultados obtenidos fueron diferentes. Y, cuando se revisaron sus resultados originales, se descubrió que sólo había presentado los datos favorables a sus conclusiones y había desechado los contrarios. Un reanálisis del conjunto de sus datos reveló que, si hubiera hecho bien su investigación, no hubiera encontrado una dicotomía entre machos promiscuos y hembras fieles.
Esta dicotomía no se da ni en moscas ni en personas, donde los estudios sobre conductas sexuales revelan que tanto hombres como mujeres pueden sentirse a gusto en relaciones monógamas y que pueden tener por igual relaciones esporádicas. Pero la tesis de Bateman, que parecía legitimar la infidelidad masculina y deslegitimar la femenina, ya había cuajado, ataviada con un aura de respetabilidad científica.
“La idea de que hombres y mujeres tienen aptitudes y actitudes diferentes porque sus cerebros son distintos es errónea y contraproducente”, advierte Mara Dierssen, neurocientífica de la Universitat Pompeu Fabra.
Errónea porque “las diferencias anatómicas entre cerebros masculinos y femeninos son mínimas y, además, no son de categoría sino de grado”, señala Dierssen. En esta misma línea, Lise Eliot, neurocientífica de la Universidad Rosalind Franklin de North Chicago (EE.UU.), ha argumentado en la revista Nature que “no hay más diferencias de género en el cerebro que en los riñones, el hígado o el corazón”.

Los estereotipos inculcados desde la infancia explican las diferencias de comportamiento más comunes entre hombres y mujeres

Y la idea es contraproducente porque, “si los sexos son esencialmente diferentes, entonces la igualdad de oportunidades nunca conducirá a la igualdad de resultados”, argumenta Cordelia Fine, de la Universidad de Melbourne (Australia), en su reciente libro Testoterona Rex.
Todo lo contrario: las presuntas diferencias anatómicas entre hombres y mujeres emergen como argumento perfecto para legitimar la desigualdad. Con el agravante de que pocos ciudadanos tienen la formación necesaria para cuestionar mensajes ideológicos que se les presentan como verdades científicas. Ya saben, “no es machismo, es el hipotálamo”. De ahí que Cordelia Fine acuñara el término neurosexismo para desenmascarar ideas sexistas basadas en datos erróneos sobre presuntas diferencias cerebrales entre hombres y mujeres.
Nada menos que la patronal CEOE ha caído en la trampa del neurosexismo al argumentar, en su reciente informe Análisis de la brecha salarial de género en España, que una de las causas de las diferencias de sueldos es que las mujeres son menos competitivas, asumen menos riesgos y negocian peor. “Este tipo de afirmaciones son indignantes. No tienen ninguna base científica y perpetúan un modelo de desigualdad”, denuncia Dierssen.
Los investigadores e investigadoras que combaten el neurosexismo no niegan que haya diferencias entre hombres y mujeres. “Por supuesto que las hay”, declara Gina Rippon, la autora de The Gendered Brain, en una reciente entrevista en The Guardian. “Anatómicamente hombres y mujeres son diferentes. El cerebro es un órgano biológico. El sexo es un factor biológico. Pero no es el único factor. Interactúa con muchas variables”.
Mara Dierssen, neurocientífica de la Universitat Pompeu Fabra
Mara Dierssen, neurocientífica de la Universitat Pompeu Fabra (Xavier Cervera)
Ahora bien, si el sexo no es determinante, ¿cómo explicar entonces las muchas diferencias de comportamiento que se observan entre la población masculina y la femenina? ¿Cómo explicar, por ejemplo, que a las niñas les guste jugar a muñecas o a maquillarse desde pequeñas y que a los niños les gusten los videojuegos de acción, y si puede ser matando enemigos mejor? ¿O que la mayoría del alumnado de enfermería sean mujeres y la mayoría del de ingenierías sean hombres? ¿O cómo explicar, señores de la CEOE, que haya tan pocas mujeres en puestos de alta dirección?
Por la plasticidad cerebral, contesta Rippon. Porque el cerebro es extremadamente maleable, se desarrolla de acuerdo con las experiencias que tiene una persona a lo largo de la vida, especialmente en la infancia, interioriza los estereotipos y actúa en consecuencia.
Estereotipos como la idea extendida –que ahora se sabe que es errónea- de que los chicos están más dotados para las matemáticas y las ingenierías. O de que los genios son hombres –prueben a encontrar una mujer que sea reconocida como una genio; más probablemente será considerada una gran trabajadora con talento-. O que la expresión “un hombre ambicioso” tiene una connotación más positiva que “una mujer ambiciosa”.
“Los estereotipos se crean desde la infancia y alimentan las ideas de lo que es aceptable y qué no lo es”, señala Mara Dierssen. “A los seis años, las niñas y niños ya tienen estereotipos consolidados”. Para romper estos estereotipos, que influirán más tarde en la imagen que las personas tienen de sí mismas, en las decisiones que tomarán y en algunos casos en su bienestar psicológico, “tenemos que acabar con los prejuicios sexistas basados en ideas presuntamente científicas que no tienen fundamento”.

Reflexión