“Si las mujeres vivimos con autonomía no pueden controlarnos; esa es la bronca”
La mexicana Marcela Lagarde acuñó el término feminicidio para explicar los asesinatos cometidos por hombres contra mujeres. UNIVERSIDAD conversó con ella sobre la violencia contra las mujeres, el aborto, el amor romántico y el incesto, entre otros temas.
A lo largo de su trayectoria, la antropóloga y feminista mexicana Marcela Lagarde ha trabajado en distintos frentes en pro de los derechos de las mujeres a vivir una vida libre de violencia. (Foto: Miriet Ábrego).
uando le preguntaron una vez a la antropóloga y feminista mexicana Marcela Lagarde por qué querrían los hombres ser feministas, ella respondió con una sonrisa cómplice y maliciosa: ¡Porque los vamos a querer más!
La investigadora y autora, que acuñó el término feminicidio para explicar los asesinatos perpetrados por hombres contra mujeres, estuvo la última semana de agosto en el país, invitada por la Asociación para el Liderazgo y Ascenso Social (ALAS).
Lagarde participó en talleres, charlas, conversatorios y reuniones con mujeres municipalistas, diputadas, cooperativistas y funcionarias del Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu), así como con académicas, investigadoras y activistas de organizaciones de la sociedad civil, entre otros sectores.
“Ella es la maestra de maestros”, dijo la Presidenta de ALAS, Cristina Rojas, quien antes de jubilarse de su puesto como Jefa de la Oficina de Cooperación y Relaciones Internacionales del Poder Judicial organizó dos congresos con Lagarde.
En el marco del trabajo con ALAS, es la tercera vez que la feminista mexicana viene al país. “Ha dejado muchas semillas y enseñanzas”, destacó Rojas.
Lagarde participó en la redacción de la Declaración de Beijing de la IV Conferencia Mundial sobre las mujeres de las Naciones Unidas, celebrada en China en 1995, y fue responsable de la elaboración del capítulo de Derechos Humanos de las mujeres de la Constitución Política de la Ciudad de México en el 2018.
“Es una autoridad y un referente para las personas que somos defensoras y activistas de los derechos humanos”, comentó Rojas, quien acompañó a Lagarde durante la entrevista con UNIVERSIDAD.
A lo largo de una hora, en esa tarde gris que amenazaba con llover, Lagarde respondió ampliamente cada interrogante con su verbo generoso, pausado y sabio.
Sin embargo, al preguntarle qué pensaba en relación con que el Presidente de Costa Rica hubiera pospuesto la firma de la norma técnica del aborto terapéutico –una promesa de campaña-, contestó: “sin palabras…” Su mirada penetrante y el silencio posterior fueron rotundos.
De acuerdo con su planteamiento feminista, la violencia contra las mujeres no tiene que ver con hombres “raros y locos”, sino con hombres, sociedades y Estados sustentados en un sistema patriarcal y machista.
—A lo mejor hay algún enfermo por ahí, pero en general son los más normales los que cumplen los mandatos patriarcales de maltrato y daño a las mujeres; hombres que corresponden con modelos que impulsan el sistema patriarcal, que forman culturalmente a los hombres para que se sientan en la libertad de violentar a las mujeres. Por eso yo explico que no son raros. En algunos lugares son la mayoría y en otros lugares son menos porque hay otras opciones culturales y estructurales. La sociedad impulsa el trato hacia las mujeres como seres inferiores que merecen todo tipo de castigo, venganza; son acciones que están fomentadas a través de la literatura, de las anuncios, de la televisión, para vender no sabe si coches o mujeres. Toda esa construcción subjetiva de género corresponde perfectamente con esos hombres. Por eso yo digo que son normales. Son los más ajustados a la sociedad patriarcal.
Eso se sustenta en relaciones de poder, dominación y opresión. ¿Cómo se manifiestan las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres?
—Se manifiesta de muchas maneras; entre otras, en la costumbre de que las mujeres estemos subordinadas a los hombres. Otra muy común es que estemos sometidas a su control: el control de lo que hacemos, de nuestros movimientos, de con quién hablamos, qué hacemos con nuestro tiempo cuando no estamos con ellos. Eso lo digo no solo por los esposos, sino por los hijos que se sienten con el derecho de que la mamá tenga que estar ahí tiempo completo. Hay una educación para valorar solo a las mujeres que cumplen a cabalidad con las 24 horas del día en servidumbre voluntaria. La maternidad tiene un contenido de muchísimo sacrificio, entrega. Pasa entre hombres y mujeres, pero también están involucrados instituciones, las iglesias, las creencias religiosas que fortalecen la idea de la desigualdad de las mujeres y de la supremacía de los hombres, de sus habilidades y capacidades. En cambio, las mujeres son vistas como discapacitadas en muchos ámbitos de la vida, de estar necesitadas de los hombres para sobrevivir.
Sobre el feminicidio, usted afirma que siempre –siempre– son crímenes de odio, pero, en general, aún se sigue “romantizando” el acto diciendo que son crímenes “pasionales”, por celos.—Esa era la explicación hace 30 o 40 años y aún en muchos sitios donde no hay gran desarrollo crítico. Se ha pensado cuando se trata de crímenes (asesinatos) contra mujeres que, uno, son pasionales, porque la pasión es lo único posible entre las mujeres y los hombres; y dos, para exonerar a los hombres, porque las pasiones son arrolladoras, no las puede detener ni controlar, porque están fuera de sí. Cuando se dice que son por celos, los hombres tenían razón de celarlas porque ellas tenían un comportamiento libre o sensual o coqueto, o simplemente por existir.
Desde hace varias décadas hemos desarrollado una legislación y categorización de la violencia, una explicación de la violencia socialmente construida, tolerada, fomentada, y a partir de ahí nos explicamos por qué ocurren tantos crímenes de odio contra mujeres. Además, estas mujeres no están armadas violentando hombres en una guerra, son mujeres de su casa que tienen relación con hombres como novios, parientes, esposos, y ellos son los que cometen los crímenes. También hay crímenes contra mujeres desconocidas por los agresores, que se las toparon por ahí y decidieron violarlas y matarlas. Ahí se prueba como evidencia que se trata de un crimen genérico, de odio sentido contra cualquier mujer. Los feminicidios no se dan en el aire, solos, sino que son la culminación de un proceso de violencia que termina en el crimen, como dicen Diana Russell y Jill Radford, que son las autoras inspiradoras de estas ideas.
Existe la violencia del incesto -que se circunscribe al entorno familiar-, un crimen que no se visibiliza.
—Las razones por las cuales no se habla del incesto es porque es un atentado generalizado -no es una práctica extraordinaria-, es decir, es bastante común en América Latina; en las comunidades rurales por ser rurales, en las urbanas por ser urbanas. El incesto (que significa adentro del cesto), sucede en la familia, en relaciones muy cercanas a las familiares. El contrato social sexual prohíbe ese tipo de relaciones sexuales y amorosas; sin embargo, de todos modos ocurre. Cuando se da el incesto, es cuando se transgrede la norma, el límite. Muchas veces es en contra de la voluntad de las mujeres, muchas veces es por parte de parientes mayores: padrastros, padres, hermanos mayores, primos, compadres que están en torno a la familia; los maestros en las escuelas. El tabú -que quiere decir prohibición sagrada, una prohibición en rango superior- existe para que se preserve la práctica, por eso no se denuncia ni se habla del incesto, para que se preserve la práctica como un mecanismo de control familiar y de reforzamiento de relaciones. La antropóloga Gloria López Hernández, quien es una gran investigadora del incesto, descubrió un patrón: la implicación del tío materno como el incestuoso, que sale del tipo de estructura familiar donde no hay padre porque se fue a comprar cigarros hace 30 años. Hay un hueco en el sistema de parentesco, entonces la misma familia articula las cosas para que alguien ocupe ese espacio simbólico que está vacío y muchas veces es el hermano de la madre que ocupa el lugar del cónyuge, medio acompaña, medio cumple roles o funciones masculinas para ella. Y para acabar de ocuparlo realiza el incesto.
Usted es crítica del amor romántico. Dice que las mujeres somos seres de amor que buscamos amar a los hombres y ser amadas por ellos en un anhelo que no se realiza.
—Es una anhelo que nunca se cumple porque los hombres no saben amar así, no son educados para amarnos así.
¿Y nosotras queremos que nos amen así?
—Claro, y en pos de ese amor aguantamos todo: una, dos o tres relaciones en las que nunca se va a dar ese amor, porque en nuestras culturas los hombres no reciben esa formación personal que los lleve a amar como amamos las mujeres. En cambio, las mujeres amamos así por nuestra condición, por cómo vivimos, por lo que buscamos. Ambos géneros tenemos una relación distinta con el amor porque también tenemos una diferente manera de aproximarnos a los demás. Los hombres son adorados, el más horrible, el más violento, el más egoísta. Las mujeres para ser amadas empiezan un sufrimiento desde el primer instante, porque tendrán que hacer algo para ser amadas.
Las mujeres han sido educadas en esta tradición amorosa, incluso las niñas del siglo XXI anhelan ser amadas así, pues han sido educadas así; tienen esa formación afectiva para buscar ese tipo de amor, en la que se sienten huérfanas. La orfandad de género es generalizada en las mujeres en nuestras culturas. Hay esa sensación de que te falta la madre, de que no era tan buena. Las madres tienen todos los defectos al grado de que las pulverizamos. Es horrible. Tenemos que hacer un gran esfuerzo para valorar las madres, entenderlas como mujeres, entender su circunstancia, y solo así, poco a poco, puedes irte componiendo. Y luego además esa orfandad de las mujeres que se produce cuando las mujeres viven violencia, y no pueden ser defendidas por nadie, porque no está ahí una madre protectora; no hay nadie.
¿Qué piensa sobre gobernantes como Donald Trump y Jair Bolsonaro? Masculinidades fascistas, les dice mi hija.
—Pues eso mismo que dice tu hija. Son el extremo del supremacismo a toda costa, y los vemos ahí destrozando países, a la gente, acabando con el patrimonio cultural, las selvas. No hay una ética que pueda avalar lo que hacen ellos; no hay. Pero mucha gente los vota y ganan porque expresan el ideario que tienen muchos hombres que quisieran ser así. La promesa para los hombres es que pueden llegar a ser esos dictadorzuelos terribles.
En esta época estamos viviendo una arremetida conservadora y religiosa fundamentalista contra el feminismo. ¿Cuál es la agenda de estos sectores?—La derecha tiene varias agendas: descalificar la teoría y perspectiva de género porque ya se dieron cuenta de que les ganamos la partida teórica, y como la gente no estudia y les repiten veinte veces eso del “género es una ideología” y que no sirve para nada, no entra en el terreno de un debate de ideas. La otra cosa es seguir defendiendo el derecho a decidir, el derecho al cuerpo que para nosotros es inalienable. Ellos no van a ceder el cuerpo de las mujeres, porque para ellos el cuerpo no le pertenece a cada mujer; el cuerpo de cada mujer es del sistema, es del padre, es del Papa, y fíjate que no. El cuerpo de esa niña de 12 años tenemos que hacer todo para que sea de ella, esa es nuestra obligación de adultas. Ademá, tienen una consigna que es incluir en las constituciones de todos los países el derecho a la vida desde la concepción. En México ya llevan 12 Estados que aprueban esa ley. Hacen una especie de cruzada, de guerra santa. Es la religión contra estas “herejes feministas” que quieren destruir a la familia.
Usted plantea la topía como el camino para realizar la utopía ¿Cómo se imagina el mundo en que le gustaría vivir, es decir, su utopía?—Mi utopía es que todo esto evolucionara y progresara en un sentido de justicia, en una ética humanista de igualdad, y que podamos reparar tanto daño que se ha ocasionado a tanta gente con estas ideologías y poderes patriarcales. Es muy duro porque en los Gobiernos y en distintas estructuras del Estado están personeros de este orden, hombres y mujeres que corresponden con la defensa de ese orden y son corruptos y omisos, negligentes con las mujeres.
Son violentos.
—Son violentos, hacen violencia desde el Estado, personal e institucional. Nosotras tenemos que sumarnos, hacer leyes, fortalecernos para ir enfrentándolo de la mejor manera. Tenemos que cuidarnos en las topías.
Qué puede decir de que el Presidente de nuestro país no ha firmado la norma técnica sobre el aborto terapéutico; hace un año dijo que la firmaría cuando fuera el momento “oportuno”, y prometió que sería este año. El movimiento feminista afirma que las mujeres no somos prioridad para el Presidente.—(Sonríe con ironía) Sin palabras…
En relación con el aborto, usted dice que los juicios contra las mujeres que abortan son otra forma de violencia. ¿Cuál es el temor que hay detrás de despenalizar el aborto?
—El temor es a la autonomía de las mujeres, pues si vivimos con autonomía no pueden controlarnos. Esa es la bronca. Las corrientes y concepciones patriarcales lo que buscan es que las mujeres seamos sumisas y que seamos controladas, y que todo lo que producimos sea expropiado: los hijos, el patriarcado los vuelve hijos del padre, y deja de reconocerle un valor importante a la maternidad.
Para esos sectores la maternidad es “sagrada”.
—Es sagrada, pero esa mujer no tiene soberanía sobre sí misma.
POR UNA VIDA LIBRE DE VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES
Marcela Lagarde (México, 1948) participó en la Comisión Especial de Feminicidio en el Congreso mexicano con el fin de investigar el asesinato de mujeres en Ciudad Juárez; además, dirigió la Investigación Diagnóstica sobre Violencia Feminicida en la República Mexicana, mediante la cual se descubrió que el crimen no es exclusivo de Ciudad Juárez.
Fue promotora de la tipificación del delito de feminicidio en el Código Penal Federal de México, así como de la Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, vigente en su país desde el 2 de febrero de 2007.
Siendo diputada también impulsó la Ley de Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, la Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas y la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres.
En el caso llamado “Campo Algodonero”, de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el que se juzgaron varios asesinatos en Ciudad Juárez, Lagarde participó como perito junto con 70 colaboradoras.
También fue Presidenta de la Comisión Carta de Derechos en la Asamblea Constituyente que redactó la actual Constitución Política de la Ciudad de México.
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