El investigador Bernardo Díaz Nosty concluye un estudio (catalogación) de todas las mujeres que ejercieron el oficio periodístico, cuya vida y trabajo han estado en el olvido
Ya no cabe duda alguna de que ha llegado el momento de rescatar el nombre de todas aquellas mujeres cuya labor se la ha tragado ese lado de sombra que es el olvido: bien porque no se ha dado relevancia a cuanto hicieron -por transcendente que esto fuera-, bien porque la historia la han escrito los hombres a lo largo de los siglos, acaparando la primera persona, la segunda y hasta la tercera en el protagonismo de los hechos. Esto ha sido así y no hay que darle más vueltas a la peonza del resentimiento. Mucho se habla de las artistas que no hubo (pero que pudieron ser) porque tenían prohibido participar en los talleres de pintores y escultores de la época, y también de las pocas (contadas con los dedos de una mano) que hubo pero a las que no se ha dado la suficiente importancia hasta hace apenas unos años rescatando sus obras en exposiciones de grandes pinacotecas. De igual modo, se ha reivindicado el trabajo de escritoras, como las denominadas «sin sombrero», cuya voz fue tan destacable o más que la de sus compañeros de generación, la del 27.
Exóticas heroínas
Sin embargo, de las mujeres periodistas poco o nada se había escrito hasta la fecha. Si acaso, de una en una, como figuras exóticas o heroínas de novela que se batieron el cobre en primera línea del frente informativo, fuera este virulento, bélico, o un ejercicio de socialité, fino estilismo, en los salones de alta alcurnia. Si abundo más en este detalle sobre la calidad y la cantidad del trabajo de las «sin sombrero» del periodismo, podríamos añadir el dato de las escasas recopilaciones de textos (artículos, reportajes...) de esas mujeres con nombres y apellidos y un currículum bien cargado en la mochila, no solo reseñable por su valentía (profesionalidad) en el oficio sino también por su valor literario.
Me viene a la memoria una figura como la del indiscutible Chaves Nogales, cuyas crónicas hemos saboreado recopiladas en recientes ediciones, modelo para los nuevos cachorros (en su mayoría hombres, para qué lo vamos a negar). No obstante, siempre me he preguntado: ¿por qué no hay una verdadera reivindicación editorial de Sofía Casanova, a quien se la tiene como la mujer en el ejercicio de la profesión que entrevistó por primera vez -en exclusiva mundial- a Trotski y que cubrió las dos guerras mundiales y la revolución rusa para el diario ABC? Tal vez, el hecho de que además de todo esto fuera madre y tuviera que seguir por media Europa, hasta que se le hincharon las narices, a un marido iluminado -loco en sus exclusivas ambiciones- tenga que ver con el evidente ostracismo profesional en el que aún habita. El ejemplo de Sofía Casanova y sus circunstancias no es el único que podríamos aducir y relatar según vamos desgranando el ensayo que nos ocupa.
Voces de mujeres. Periodistas españolas del siglo XX nacidas antes del final de la guerra, de Bernardo Díaz Nosty, viene a cubrir todo este vacío académico y vital. Como bien indica el título, recopila el nombre de todas y cada una de las mujeres que se dedicaron al periodismo en el periodo señalado -casi medio siglo- e intenta explicar cómo y por qué se produjo ese ninguneo y el consiguiente «destierro» de todas ellas, que va de las razones prácticas -aquellas que englobaríamos en ese trasnochado término de «sus labores»- a las ideológicas.
Datos contrastados
Al trabajo de Díaz Nosty se le puede reprochar que tiene muy poco de periodismo o de literatura de los hechos, pero, desde luego, no se le puede echar en cara el escamoteo de datos y el minucioso contraste de los mismos. En resumen, se trata de un trabajo científico que más que entretener pretende catalogar a modo de guía, de archivo para posteriores investigaciones, la incuestionable realidad de que 220 mujeres nacidas antes del final de la Guerra Civil picaron piedra en el (in)noble oficio del periodismo y pasaron por toda clase de exclusiones, discriminaciones y «purgas» ya fuera por ser de derechas, de izquierdas, activistas del feminismo o de su casa y sus hijos.
Hasta tal punto fue así que muchas nacen para nuestro conocimiento y curiosidad en estas páginas porque -como bien resalta Díaz Nosty en la introducción- sólo resuena en nuestra memoria el legado de aquellas que traspasaron la frontera del periodismo y transitaron por los ámbitos de lo literario; tal es el caso de Emilia Pardo Bazán, de quien ahora, por cierto, se habla más por calientes amoríos con Pérez Galdós que por méritos y hazañas propias. Es en ese texto de arranque del ensayo donde también podemos comparar el estado de la cuestión española con la europea o la norteamericana. Por supuesto, llevamos las de perder porque, como detalla Díaz Nosty con gran acierto: «Aún en 1909, en Madrid se seguían llamando periodistas a las vendedoras de periódicos en la calle, a pesar de haber iniciado ya el lento camino de la incorporación de las mujeres a las redacciones...». Un caminar lento, pero muy seguro.
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