La historia de la cerveza: una
bebida creada por mujeres
La cerveza es la tercera
bebida más consumida del mundo, y su historia se remonta a más de 4,000 años
atrás. Y en estos milenios la cerveza ha estado siempre estrechamente ligada a
las mujeres, consumidoras pero sobre todo productoras durante al menos 3,500 de
esos años. ¿Cómo surgió esta bebida? ¿Por qué las mujeres estaban a cargo? ¿Por
qué se rompió el lazo entre mujeres y cerveza? Te contamos la historia
completa.
Por Michelle
López
El nacimiento de la cerveza
Las mujeres fueron
las primeras en hacer cerveza, ya que al ser algo de cocina se consideraba
ideal para el rol doméstico de la mujer. Las recetas se pasaban de madres a
hijas por generaciones y las mujeres tenían el control absoluto de la
producción, que era consumida por toda la población.
Ya hay registros de
cerveza en el 2000 a.C., en los territorios de Sumeria, hoy Irán.
Las mujeres eran responsables de preparar esta bebida que daba ánimos a los
constructores de la civilización y era un eje social. Las sumerias producían
todo tipo de cerveza: blanca, negra, roja, del inframundo, de
trigo, cerveza madre y cerveza para sacrificio.
Mujer egipcia haciendo cerveza. Dea/G. Dagli Oorti via Getty Images
Los antiguos
griegos, una cultura sumamente machista, nunca se llevaron bien con
la cerveza, a la que adjudicaban muchos problemas de salud. Pero en Egipto la
bebían desde el esclavo hasta el Faraón, y era preparada por las mujeres en un
área especial bajo la supervisión de la señora de la casa. Los salarios se
pagaban con cerveza, dos contenedores por día de trabajo, y la cerveza egipcia
se exportó a Roma, Palestina e India.
En la sociedad vikinga las mujeres
también producían cerveza. Debido al clima
de sus territorios, esta cerveza contenían ingredientes más “alternativos”,
como enebro, cornezuelo (un alucinógeno), beleño y cicuta, con los efectos
psicodélicos que puedes imaginar. La delicadeza de estas recetas les dio a las
mujeres que las preparaban un lugar especial y títulos como Volva, Volur, y
sacerdotisas. Ellas crearon el concepto de bragg: ver el
futuro estando bajo la influencia de esta singular variante cervecera.
La
evolución cervecera
Estas primeras
cervezas carecían de cualquier conservador, por lo que la producción era
extremadamente local. Fue hasta el siglo XI que la monja Benedictina Hildegard
von Bingen, mística y herbalista, introdujo el uso de lúpulo para preservar
el líquido y dar amargor, y transformó la elaboración de la bebida. Al día de
hoy von Bingen es considerada una santa patrona de la cerveza.
Hildegard von Bingen, protectora de la cerveza. Imagen: Temple
University
La producción de cerveza se extendió
por toda Europa y el Nuevo Mundo, siempre controlada por mujeres, conocidas
como alewives o brewsters. En casas,
tabernas, fiestas, cualquier género, raza y edad tenía acceso a esta bebida.
El control
de calidad de la cerveza era muy estricto, y las mujeres
acusadas de adulterar o producir mala cerveza eran sujetas a castigos como
azotes, ser arrojadas al agua o, según un grabado en piedra en Ludlow,
Inglaterra, ser arrastradas al infierno por demonios.
La producción de cerveza se extendió por toda
Europa y el Nuevo Mundo, siempre controlada por mujeres, conocidas como alewives o brewsters.
En casas, tabernas, fiestas, cualquier género, raza y edad tenía acceso a esta
bebida. El control
de calidad de la cerveza era muy estricto, y las mujeres
acusadas de adulterar o producir mala cerveza eran sujetas a castigos como
azotes, ser arrojadas al agua o, según un grabado en piedra en Ludlow,
Inglaterra, ser arrastradas al infierno por demonios.
La cerveza y las brujas
Y es aquí donde la
historia de la cerveza se vuelve aún más interesante si es posible: las mujeres
cerveceras dieron paso a la imagen más famosa de la brujería.
Varios de los elementos más clásicos de las brujas vienen de la producción
femenina de cerveza: el sombrero puntiagudo, la escoba, el caldero, y los
gatos.
Ya desde el siglo XIV
una mujer con sombrero era considerada más distinguida, elegante y con clase.
Una empresaria cervecera que se respetara salía al mercado para vender su
producto ataviada con sombrero, pero hacía la prenda más alta y vistosa para
distinguirse y atraer clientes. Mientras más alto el sombrero, más se haría
notar la mujer y por lo tanto su cerveza. Marketing puro de las mujeres
medievales.
Si la mujer en cuestión vendía
desde casa, sea en pensión o taberna, o simplemente despachando la bebida,
también necesitaba distinguirse de otros hogares. Para ello, colgaba en la
entrada una escoba, símbolo de trabajo doméstico.
El cliente podía estar seguro de que encontraría ale casero y de calidad,
elaborado por la señora de la casa.
La forma más fácil y cómoda
de preparar la cerveza era con un caldero donde
hervían el mosto y mezclaban sus ingredientes. Los gatos eran muy apreciados
por estas mujeres debido a que combatían a los ratones, principales
destructores de granos y propagadores de contaminación – recordemos que esta
época es la edad de oro de la Peste Negra. Mujer, caldero, sombrero, escoba,
gato… ¡Bienvenidos los estereotipos!
El fin de la
mujer en la cerveza
La asociación entre mujer y
cerveza terminó con la Iglesia católica. Otro de los símbolos que distinguían a
una casa cervecera era un talismán similar a la estrella de David, seis puntas
que representaban los ingredientes de una buena cerveza: lúpulo, granos, malta, levadura, agua, y la
mujer cervecera.
La alusión judía fue el
pretexto perfecto para que la Iglesia aprovechara la creciente ola de
antisemitismo del siglo XV (que vería la cúspide con la Inquisición de los
Reyes Católicos) e invadiera un negocio lucrativo y de paso eliminara la
influencia de las mujeres. Llega el concepto demonizado de la bruja con escoba
y sombrero, preparando “pociones” en la diabólica oscuridad de su casa.
Repentinamente, el saber manipular plantas e ingredientes se consideró una
influencia del demonio sobre las almas puras.
Furiosos porque la mujer
tenía el control exclusivo de producción y ganancias, los altos poderes
católicos las satanizaron y expulsaron hasta que la cerveza fue una industria
dominada por hombres, tendencia que prevalece hasta nuestros días. Se volvió común
ver producción de cerveza en monasterios, y consumo en reuniones masculinas,
mientras la cacería de brujas llegaba a niveles nunca antes vistos en los que
al menos 75% de las víctimas fueron mujeres.
Los esfuerzos para separar
mujeres y cerveza también tenían como intención evitar que se “distrajeran” de
su “propósito principal”: la maternidad. Fue por eso que en 1540 la ciudad de
Chester prohibió hacer cerveza a toda mujer entre 14 y 40 años; el margen de
edad que consideraban apropiado para tener hijos. Por toda Inglaterra se
propagaron chismes de antisalubridad y mañas de negocio para eliminar a las
mujeres de la industria.
La cerveza y
la mujer hoy
Un estudio de Stanford publicado en 2014 indica que entre las
microcervecerías sólo 4% de los maestros cerveceros son
mujeres, aunque al menos 32% de todo el consumo de cerveza artesanal
viene de mujeres.
Por todos lados es fácil
encontrar tanto a quienes dicen que una mujer bebiendo cerveza es vulgar e
inapropiado, como a quienes afirman que las mujeres “también” pueden hacer o
beber cerveza, ambos lados ignorantes de que la cerveza comenzó con las mujeres.
Incluso las asociaciones y cervecerías enfocadas a impulsar a mujeres en la
industria se manejan como una nueva minoría incursionando en vez de reclamar su
lugar como creadoras.
A
pesar de todo, cada vez hay más maestras cerveceras y dueñas de etiquetas y tap
rooms. Las
certificaciones oficiales están abiertas a ambos géneros y el reto es destruir
los estereotipos relativamente nuevos. Algunas de las cerveceras más destacadas
son Sara Barton y Emma Gilleland en Inglaterra, Jill Vaughn y la Hermana Doris
Engelhard en la Abadía de Mallersdorf, donde lleva trabajando más de 40 años.
En África la producción de cerveza sigue estando dominada por mujeres, y
destaca Apiwe Nxusani-Mawela, una de sólo seis mujeres que es dueña absoluta de
una cervecería comercial.
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