martes, 4 de abril de 2017


PERSONAJES

Por: 
Fernando Gómez Garzón

El director de La mujer del animal, que se estrenó este mes, habló sobre su método de trabajo con actores naturales y sobre cómo descubrió esta historia tremenda que revela sin rodeos el maltrato al que se somete a la mujer en la sociedad colombiana. 
El cine era para Víctor Gaviria el que proyectaba su padre en las paredes de la casa, en Medellín, películas filmadas en súper 8mm sobre el aniversario de los abuelos, la primera comunión de sus hermanas, el cumpleaños de las tías. Luego el cine fue el que se exhibía en la cinemateca El subterráneo: Buñuel y Tarkovski, el neorrealismo italiano de Visconti, Fellini y De Sica; el abrumador Pasolini. Y, finalmente, el cine fue el que comenzó a filmar él mismo en el formato de la casa: Buscando tréboles, que en 1979 lo hizo ganar el primer festival de cortometraje de súper 8mm organizado por El subterráneo; El vagón rojo (1983), el primer ensayo de un cine hecho con actores naturales; Rodrigo D No futuro (1990), el primer largometraje, sobre la vida de un grupo de jóvenes de las comunas de Medellín, que moldeó su filmografía y lo catapultó al Festival de Cannes cuando ni siquiera tenía muy claro lo que era eso, las dimensiones de semejante vitrina.

En 27 años, ha filmado apenas –el precio de la independencia– tres películas más: La vendedora de rosas (1997), basada en un  cuento de Hans Christian Andersen pero ambientado en las comunas; Sumas y restas (2003), una radiografía de la permeabilización del narcotráfico en la sociedad antioqueña; y La mujer del animal (2017), que se estrena este mes, sobre el maltrato que sufre una mujer durante siete años en un barrio de invasión de Medellín.

Hijo del neorrealismo, Gaviria ha buscado en cada trabajo construir la realidad absoluta, aunque sepa que eso es imposible. Y la realidad que ha escogido es la más dolorosa. “Yo trabajo con la exclusión porque eso es lo que quiero hacer. Soy consciente de que el país está en un apartheid debido al cual la gente está condenada a la necesidad, a vivir de una cantidad de economías clandestinas –la droga, la prostitución, la delincuencia y todos los demás pecados sociales– porque le toca. Es una realidad de dolor tremenda”.

Para reflejarla con fidelidad, utiliza actores naturales, que son los únicos que pueden reproducir la exclusión porque la han vivido. “Una vez que tengo la historia, hago una gran cantidad de entrevistas para encontrar a los actores. Un buen narrador es un buen actor natural. Te vas encontrando con esa cualidad, un talento que tiene mucha gente de contar su propia vida, que son como unos escritores de literatura oral. Y que van con ese talento atesorando experiencias y la conciencia de la vida. Cuando coincide ese depósito de sentimientos y de vida con la capacidad de expresarlo, encuentro que ahí hay un actor natural”.

Historias verdaderas, contadas por actores naturales que se mueven sobre escenarios reales. Es el sello de su obra, una obra que no busca el entretenimiento gratuito ni impartir lecciones con moralejas simples, sino que es una suerte de desgarradora estética con la que no busca otra cosa que mostrar para que el que tenga ojos vea.

Usted se tropezó con La mujer del animal por accidente. Era parte de un proyecto que no prosperó. ¿Cómo fue eso?
Trabajábamos con el productor Erwin Goggel en la adaptación de Verdugo de verdugos, un libro de Fabio Restrepo, el protagonista de Sumas y restas, sobre un hermano de él, Famel, que un día decidió asesinar a los asesinos del barrio. Una historia espectacular. Pero nos dio un poco de escrúpulo hacerla porque era la historia de alguien que hacía limpieza social y era como volver héroe a un tipo que se había convertido en un asesino. Sin embargo, durante la investigación, estábamos buscando gente que contara cómo era la maldad de los malos en el barrio. Y entonces nos llegó una señora que se llamaba Margarita Gómez, que se presentó como la mujer del Animal. Nos dijo: “Yo soy la mujer del Animal. Mi marido era un violador, era un asesino, era un drogadicto”. Y empezó a contar la historia, que es la historia de la película: 

La niña que se vuela del internado porque hizo una travesura; que se obliga, para no enfrentar a su papá, al que le tiene pánico, a huir a un barrio de invasión, donde vive la hermana, que está casada con un man. Allí la reciben de arrimada. Empieza a ayudarle a su hermana a trabajar con la familia del esposo. En eso, conoce a una familia y en esa familia hay un man que se ha volado de la cárcel, al que le dicen ‘el Animal’. Y el hombre, que piensa que esa niña es una especie de monja, de virgen, la escoge para que sea la mamá de sus hijos. La rapta con escopolamina, se la lleva para una finca y la presenta como su esposa, como su mujer. Y vuelve a la ciudad, perseguido por la policía por un asesinato anterior. Entonces ella retorna al barrio como la mujer del Animal, y no puede escapar nunca de eso. 

¿Por qué eligió esta historia en particular?
Mis películas no son películas de acción, sino sobre la vida cotidiana, sobre las costumbres. La mujer del animal me daba un elemento de suspenso de comienzo a fin: qué cosas tan casuales, tan inofensivas, tan inadvertidas, la fueron llevando a caer en una trampa. Cómo se gestó la trampa, cómo cayó, cómo trató de salvarse... Era la posibilidad de tener una película con unidad.

¿La película es la reproducción de lo que le contó Margarita?
Sí. Pero hubo algo que me conmovió especialmente. Gracias a ese diálogo conmigo, se le había despertado eso de hablar sobre cosas que tenía muy acalladas. Entonces quiso contarles a su hermana y a sus cuñadas la verdad de las cosas, que el Animal le había dado escopolamina y que ella no se había ido por su propia voluntad, y que esos siete años con él fueron una pesadilla absoluta. Ellas se escandalizaron de oír todo eso y no le creyeron. “¡Cómo le parece! –me dijo Margarita–. Eso es lo que más me amarga. Fuera del dolor de haber estado con este tipo, martirizada y odiada, nadie me cree. Y yo lo que me pregunto todo el tiempo es por qué nadie me ayudó”. 

Esa vaina más el alias del Animal le daban a la historia un contexto que estaba más allá de la psicología del maltrato de género, algo que tiene que ver con la mitología y con un inconsciente que introduce el mal como tal. El mal crea un ámbito de retorno a un momento anterior al pacto de la responsabilidad social, de convivencia entre la gente. Por eso le llaman el Animal.

¿Es un caso aislado o encontró ejemplos similares?
Yo entrevisté a muchas mujeres y encontré que el animal existe, que es una entidad que persiste en la mente de la mujer como una amenaza, y que las mujeres siempre han tenido un animal. En la vida de una mujer, de una colegiala, de una estudiante que ahora tenga cuarenta, cincuenta años, si le preguntas y le hablas del animal, ella sabe de lo que estás hablando. Es una cosa que se esconde. Pero vos le preguntas a una mujer y ahí mismo te responde: “claro, yo tenía un animal”.

¿En las comunas de Medellín?
No, en todas partes, en todas las mujeres. Es esa pareja que de un momento a otro se te transforma en un ser desconocido, que te empieza a atormentar, que te empieza por los celos, por la vigilancia, y continúa con todas las modalidades del maltrato de género. 

Ateniéndonos a su método de trabajo con actores naturales, ¿buscó para seleccionarlos  animales y mujeres maltratadas?
Yo voy por esos barrios como un vendedor de enseres, pero para reclutar actores. Les digo: voy a hacer esta película que se llama La mujer del animal. Pasó así y así. Muchachos y muchachas: si ustedes han conocido un animal, bien por experiencia propia o por experiencia muy cercana de su mamá, de sus hermanas, abuelas, vecinas, por favor se quedan acá. Y sobre los hombres también: si ustedes han conocido un animal, se quedan. De 150 personas, se quedaban 30 mujeres y 30 manes.

Mi método es entrevistar, yo nunca pongo a actuar a nadie. Es “quién sos vos”. Y empiezo a grabar: cientos de entrevistas que no son de cinco minutos, a veces son de media hora, a veces más largas, pero son divinas. Son unas entrevistas extraordinarias,  de luchas, de heroísmos, de tristezas, de cosas vividas. Y empiezan a aparecer las mujeres maltratadas y los animales. Impresionante.

Incluso nos ocurrió dos o tres veces, durante el rodaje, que los extras se pusieron a llorar. Ellos no sabían de qué era la película, pero cuando se daban cuenta de que era sobre el animal, se echaban al llanto: “Es que mi papá es un animal”, confesaban. Y las señoras que llevaban a las niñas al casting, ahí mismo se acercaban y decían: “Es que mi marido es un animal”. Es como si esa historia hubiera estado cubierta todo el tiempo, por vergonzosa, pero latente en todas partes. 


Foto: Cortesía Laboratorios Black Velvet.

¿Y por qué cree que de eso nadie habla?
Te voy a contar. Un día, buscando actores, entrevisté a una señora. Era María Magdalena Rodríguez, muy querida, que me quiso contar eso y que había superado hace muchos años la presencia de un animal. Me cuenta que a los cuatro años queda huérfana con la hermanita y que unos vecinos la ponen a pedir limosna, en el Centro, y que cuando están pidiendo limosna, pasa casualmente un tío. ¿Ustedes qué están haciendo aquí? No, mi mamá se murió. Eran niñas de cinco y seis años. El tío las recoge y se las lleva a vivir con ellas y con la esposa. Y se convierten en esclavas. Y el tío la empieza a violar. Dos, tres veces por semana, y va creciendo y va al colegio y él sigue violándola, y ella le dice a la madrina, y ella le contesta que es una cachona, una provocadora, y le tiene dos hijos al tío... hasta que ella logra volarse, la misma historia del animal. Esta historia me hizo caer en la cuenta de algo fundamental: hay un tercero que normaliza eso con su complicidad, con su silencio, con su ignorancia, con su mirar para otro lado, con su desatender. 

La mujer del animal es una película de un triángulo: la víctima, el victimario y el testigo. Yo  hablé con los testigos, hablé con las hermanas del Animal. Porque Margarita se quejaba de que nadie la había ayudado y de que todos habían sido cómplices del tipo. 

¿Y aceptaron la complicidad?
Fue una cosa muy extraña porque, digámoslo, cuando hablé con la hermana del Animal, lo primero que me dice es que esos son inventos de Margarita. 

–¿O sea que tú piensas que tu hermano no era tan mala gente como todo el mundo decía? Ella se quedó pensando, pensando, pensando y dijo:
–Él sí era muy malo.

Y me cuenta que él la violó cuando ella tenía 10 años. O sea que, imagínate, son verdades secretas que todo el mundo trata de ocultar porque no puede convivir con un pasado muy triste. La gente cambia el pasado y va pensando que no era tan malo. Si aceptan que era tan malo empieza el remordimiento, pensar que le ayudaron, que siempre le tuvieron miedo. Es que es muy triste haber convivido con una persona que atormentó a los demás y que es tu hermano, y reconocerlo. Ya no lo puedes reconocer, tienes que engañarte para poder vivir. Ese es el proceso de normalización tan tremendo.

¿Y en el caso de Margarita cómo se manifestó esa normalización?
Ella me mostró una vez una foto como de un mes de antes de que mataran al Animal. Él está de cuclillas con uno de los niños y están las dos niñas al lado (no es como en la película, que Amaro tiene un solo hijo, sino que Margarita tiene tres). Y estaba doña Bárbara, que en la película es doña Mariela, la mamá, con una presencia imponente, con un vestido elegante. Y Margarita está a un lado. La mamá del Animal había llamado a uno de esos fotógrafos callejeros que pasan por el barrio y Margarita no quería estar ahí. Y la señora la obligó. Cuando ves la foto, es un proceso de normalización impresionante, porque te crea una cosa que no era: la familia. La mamá quería mostrar que sí había una familia. ¿Por qué lo hace ella así? Inconscientemente para borrar todo lo que ella sabe: que esos niños aguantaban hambre y que eran humillados y viviendo una violencia de un padre que no se cansa de abandonarlos, de ignorarlos. Entonces ella quiere, por un momento, crear una imagen que cubra toda esa tristeza. 

¿Hay algún patrón de maltrato que usted haya detectado?
Es una misma estructura, que parte del abandono. Es el desencanto y la tristeza que nunca se calma de haber sido abandonadas. Luego de ese abandono, generalmente son rescatadas por algún familiar que las pone a vivir como arrimadas, en situación de servidumbre. Así son todas las historias: la muchacha a la que le toca ir a vivir a Dabeiba, por ejemplo, a un pueblo, y en ese pueblo viven los abuelos, y el abuelo es un animal, y entonces ella empieza a contar cómo el abuelo la cela, cómo la llama cuando la abuelita sale, cómo la manosea, cómo la toca… unas cosas terribles. 

¿Todo parte del estado de servidumbre?
En esas entrevistas me di cuenta de que la pobreza hay que definirla a partir del estado de servidumbre. Primero, te abandonan; segundo, entras arrimado a una casa: de tu abuela, de tus tíos, de tus padrinos, de tus primos. Ya eres un ciudadano de segunda categoría. Y así empiezas a utilizarte, a manipularte, a odiarte... Entonces uno ya va entendiendo esa servidumbre, que es peor cuando aparece un animal. 

Y así se va minando la voluntad.
Todo el mundo me preguntaba que por qué yo quería hacer una película sobre una mujer tan estúpida, de una mujer tan pasiva. “Hazla sobre una mujer que se rebele”, reclamaban. Pero la película era sobre esta señora humilde que yo no iba a regañar por haber tenido la mala suerte de encontrarse con este monstruo. Yo le creí a ella que no pudo salir de ahí por miedo. Ella pensaba que si se salía del marco del animal, estaría peor. Cómo sería su conciencia de estar en el mundo. Porque ella veía que a las prostitutas les iba peor que a ella. Porque no tenían un animal encima sino todos los animales encima. Vivía aterrorizada.

Desde el neurólogo Rodolfo Llinás hasta el genetista Emilio Yunis, pasando por historiadores, sociólogos, políticos y escritores, han tratado de responder a la pregunta de cuál fue el origen de la violencia. ¿Usted qué se ha respondido?
La respuesta es sencilla: la violencia viene de la exclusión. Este es un país con un apartheid muy tremendo, una exclusión construida desde el 9 de abril de 1948 de una manera muy consciente. Creo que el final que García Márquez imagina para Cien años de soledad, en el que el mundo entra en un cataclismo y todo se derrumba y todo pierde sus quicios, es la conciencia de eso que empezó ahí. Rencorosamente las élites arrojaron a la mitad del país a la exclusión y el país vive todos los días confirmando esa separación, ese odio al pueblo. Esa exclusión no tiene otras formas de vivir sino a través de la violencia.

Y en La mujer del animal vemos que, además, es una violencia contra la mujer.
Es que el origen de la violencia es la violencia contra la mujer. Sino que eso se ha escondido. Es un odio a la comunidad, que es femenina, un odio a la mujer. Casi siempre hemos pensado que la violencia contra las mujeres que produjo el conflicto es una cosa anecdotaria, inevitable, una serie de hechos secundarios que no tienen sentido en sí mismos y que no son el núcleo de nada. ¡No! ¡El centro es ese! ¿Sí me entendés? Lo otro es una cortina de humo sobre ese odio y ese goce de destruir a la mujer. Y también al niño y a la comunidad. Por eso al final de la película uno se da cuenta de que no solamente era ella sino la comunidad entera la que estaba pisada por el Animal.

Usted, en sus películas, no ha podido salir de las comunas. ¿Es que las comunas explican a Colombia?
Sí, claro, desde la exclusión. Es que la exclusión es muy fuerte. Pero en las comunas está el alma de la gente. Hay corazón, hay sufrimiento, hay tolerancia. Y hay violencia. Están los pecados y el corazón. Es que el dolor humaniza a la gente.

Pero esta película no tiene ese contraste entre la alegría y la tristeza y el dolor que humaniza. Esta película es demoledora de principio a fin. No hay una sola sonrisa.
Lo que pasa es que Margarita me dijo que no hubo ningún momento de esos, y yo le creí. En la experiencia de ella no hubo matices. Es una metáfora del mal social, del abandono tan terrible que convierte a los barrios en guetos. Pero como nadie los ve, como no se visibilizan por los medios de comunicación sino simplemente como un estigma, como un fracaso social, como si fueran esencial y sustancialmente degenerados… ¿Sí me entendés?

Sí, pero también hay algo que corrobora usted en la película, y es que no hay futuro. Usted mismo lo está mostrando. No hay remedio. ¿No es contradictorio?
Pero a mí me parece que Margarita (Amparo en la película) sí es alguien que es como una esperanza. En la vida real es una persona de una integridad… Y tú vieras cómo tiene a esos hijos. Están salvados. Pasan hambre, pero no son delincuentes.

Usted insiste en que quiere un cine real. ¿Por qué no hizo un documental?
Lo que pasa es que la realidad documental no la puedes mostrar frente a la cámara. Todos los ámbitos de exclusión son ámbitos de ilegalidad. Hay gente que negocia con droga o que está drogada, que hacen parte de pandillas, que roba, que mata, hay prostitución, violadores. ¿Le vas a decir a la gente que muestre eso? Todo el mundo caería en la cárcel. Eso no se puede mostrar sino con actores, en la ficción.

¿Una ficción que de pronto es más real?
Es que, voy a decirte por qué persisto en este cine: porque en un país como este es muy difícil hablar de valores. Es que vos te instalás en una película en la Costa, de clase media o de clases pudientes, y llegará a un momento en que tenés que decir cuáles son los valores en un país que hay una exclusión tan tremenda, donde hay unos antivalores y una historia de exclusión tan fuerte. Se te avinagra todo. Es difícil montarse en esas historias sabiendo que alrededor de esas historias está la exclusión. Tú lo sabes, todo el mundo se comporta ignorándola. Entonces es el problema que yo tengo con mi cine, y que no logro resolver.


Foto: Cortesía Laboratorios Black Velvet.

¿Y seguirá indagando a ver si lo resuelve?
Llegará el momento en que nosotros aceptemos, como nación, que vamos a luchar por un pacto social para que no haya más exclusión. Ahí sí podremos hablar de todo. Vamos a poder reconocer en el cine que este man lucha, que este man estudia en el Sena, que estudió matemáticas y entendió un teorema, que este se enamoró, que a este lo engañó la mujer, que este buscó, todas esas historias. 

¿Mientras tanto no?
¡Mientras tanto no, hermano! No es que desaparezca la pobreza, sino que haya un pacto de no más exclusión. Todo el mundo va a aceptar que todo el mundo es súper valioso y que no vamos a señalar a nadie. Y vamos a hacer un país en que no haya ‘bacrimes’, en el que la gente no esté condenada a esas economías clandestinas. Vamos a tratar de que las mujeres del barrio no tengan que ser prostitutas todos los fines de semana. Y que llegue la semana a ver si su hijo va al colegio y a hacerle la lonchera, pero los viernes se desaparezcan hasta el lunes, para prostituirse en los pueblos. Es un pacto por que la gente entre. Cuando pase eso, ya todo va a ser interesante para el cine: que la primera comunión, que el bautizo, que el cumpleaños… Empezará a existir realmente un mundo de ritos y de pequeños logros individuales.

Que era lo que filmaba su papá cuando usted decidió que le gustaba el cine...
Claro, exactamente. Era lo que mi papá celebraba como médico cuando filmaba las bodas de plata o de oro de los abuelitos, cuando celebraban las primeras comuniones, con esa alegría. ¡Ese es el cine, huevón!

¿Ese es el cine?
El cine son dos cosas: la filmación de la puesta en escena de todos esos ritos sociales, de eso que cohesiona a la sociedad, que hace que todo el mundo crea en esos ritos sociales: que me enamoré por primera vez y me voy a estudiar a Zipaquirá; que soy de la Selección Antioquia de voleibol; que tengo una novia; que me monté en un bus hacia el Putumayo. Cuando no existe eso, el cine es la filmación, como hago yo, de que eso no existe.

¿Ese es el fastidio que da con determinado cine colombiano, de que todo eso que cuentan algunas películas no existe todavía?
No existe, no existe. Está todo contaminado de mala conciencia y de hipocresía. Entonces, cuando eso no existe, hay que filmar que eso no existe. 


*Publicado en la edición impresa de marzo de 2017.

domingo, 26 de marzo de 2017



- Mujeres Rurales -

Las mujeres rurales generalmente dependen de los recursos naturales y de la agricultura para subsistir y producen, procesan y preparan gran parte de los alimentos disponibles, por lo que recae sobre ellas la responsabilidad de la seguridad alimentaria.


En México la población rural vive en condiciones de pobreza superiores a la población urbana. Las entidades federativas con mayores índices de marginalidad coinciden con las de mayor porcentaje de población rural lo cual repercute directamente en las condiciones de vida de la mujer campesina y singularmente en las de la mujer indígena.
Teniendo en cuenta que el 76 por ciento de la población que vive en la extrema pobreza se encuentra en zonas rurales, garantizar el acceso de las mujeres rurales a recursos agrícolas productivos empodera a las mujeres y contribuye a reducir el hambre y la pobreza en el mundo.
Según el Censo de Población y Vivienda de 2010, en el país había 196,350 localidades rurales menores de 2,500 habitantes, sumaba 26 millones, representando 23.2 % de la población total del país; alrededor de 13.4 millones son mujeres y 12.9 millones son hombres. De acuerdo al índice de femineidad, hay 104 mujeres rurales por cada 100 hombres rurales. La edad media de las mujeres rurales es de 23 años y 22 para los hombres, mientras que la correspondiente a las mujeres de grandes ciudades de 100 mil y más habitantes es 29 y 27 años, respectivamente.
Las estrategias de sobre vivencia de las mujeres rurales han evitado que la producción interna de alimentos se desplome, que aumente más la pobreza, que la migración sea totalmente compulsiva y que la desestabilizad social se agrande, las mujeres requieren que se re valore su posición en la sociedad y se busquen las mejores condiciones educativas para las jóvenes en particular.
  • Respecto a la jefatura de hogares, en 2010, 20.6% de los hogares de localidades rurales con menos de 15,000 habitantes tenían jefatura femenina, lo que representa 2 millones de hogares. De esos, 18.2% estaba en situación de pobreza alimentaria; 25.3% en pobreza de capacidades y 48.9% en pobreza patrimonial.
  • Para el tema de las viviendas rurales, de acuerdo con el INEGI, en localidades de menos de 2 500 habitantes, el porcentaje de viviendas en que se usa leña o carbón es 49.2%; en 93.5% de las viviendas rurales cuentan con energía eléctrica, 93.7% en los casos de hogares con jefatura femenina y en 93.4% de los hogares con jefatura masculina. Con drenaje cuenta sólo el 68.6% de las viviendas de localidades rurales; 69.7% de las de hogares con jefa mujer y 68.3% de las de hogares con jefe hombre.
Visibilizar y reconocer el papel que tienen las mujeres rurales como agentes clave para conseguir los cambios económicos, ambientales y sociales necesarios para el desarrollo sostenible. Así como trabajar en programas y proyectos del gobierno federal para implementar acciones tendientes a apoyar los proyectos productivos, al crédito, la asistencia sanitaria y la educación dirigidos a mujeres del ámbito rural. Uno de los problemas más recurrentes es la propiedad de la tierra y la identidad jurídica.
Autor
Instituto Nacional de las Mujeres
Fecha de publicación
01 de noviembre de 2016

martes, 21 de marzo de 2017



12 escritoras latinoamericanas a las que les importó un carajo el que dirán



Inspirada en este post de Buzzfeed (cuya traducción puedes leer aquí) y como buena amante de las listas que soy, he creado esta en la que menciono a 12 escritoras latinoamericanas del siglo XX a las que les importó un carajo el qué dirán.
Algunas de ellas están entre mis favoritas y a otras todavía no he tenido el placer de leerlas pero su actitud rebelde y sus escritos transgresores son una invitación para navegar entre las páginas de sus libros y contagiarnos así de su arriesgada valentía y de su sabia desobediencia, ya sea en su vida personal o en su labor literaria.
1. Victoria Santa Cruz
Perteneciente a una talentosa familia de artistas afroperuanos, Victoria Santa Cruz fue una poeta que, dueña de una inteligencia fascinante y un espíritu contestatario, puso de manifiesto en sus versos el sentir y el vivir de una mujer negra en una sociedad racista como la de su país. A lo largo de su vida se dedicó a investigar y difundir la cultura afroperuana alrededor del mundo. Si quieres ver y escuchar a Victoria, Me gritaron negra es uno de sus mejores poemas.
2. María Luisa Bombal
2. María Luisa
¿Ser esposa y madre? No, María Luisa prefiere escribir.
En medio de la sociedad chilena conservadora de principios del siglo XX, María Luisa Bombal sólo podía ser considerada una loca: en vez de convertirse en una buena esposa y madre, ella decidió dedicarse a escribir narraciones extraordinarias y fascinantes protagonizadas por personajes femeninos con una voz erótica propia y capaces de experimentar el placer o la rabia, algo que, por ese entonces, era considerado prohibido para las mujeres de su época. Debido a su talento deslumbrante y a su narrativa transgresora, María Luisa es considerada hoy en día una de las más importantes escritoras latinoamericanas.
2. María Luisa Bombal
2. María Luisa
¿Ser esposa y madre? No, María Luisa prefiere escribir.
En medio de la sociedad chilena conservadora de principios del siglo XX, María Luisa Bombal sólo podía ser considerada una loca: en vez de convertirse en una buena esposa y madre, ella decidió dedicarse a escribir narraciones extraordinarias y fascinantes protagonizadas por personajes femeninos con una voz erótica propia y capaces de experimentar el placer o la rabia, algo que, por ese entonces, era considerado prohibido para las mujeres de su época. Debido a su talento deslumbrante y a su narrativa transgresora, María Luisa es considerada hoy en día una de las más importantes escritoras latinoamericanas.
2. María Luisa Bombal
2. María Luisa
¿Ser esposa y madre? No, María Luisa prefiere escribir.
En medio de la sociedad chilena conservadora de principios del siglo XX, María Luisa Bombal sólo podía ser considerada una loca: en vez de convertirse en una buena esposa y madre, ella decidió dedicarse a escribir narraciones extraordinarias y fascinantes protagonizadas por personajes femeninos con una voz erótica propia y capaces de experimentar el placer o la rabia, algo que, por ese entonces, era considerado prohibido para las mujeres de su época. Debido a su talento deslumbrante y a su narrativa transgresora, María Luisa es considerada hoy en día una de las más importantes escritoras latinoamericanas.
3. Clarice Lispector
3. Clarice
Así que las mujeres no somos capaces de renovar la narrativa, ¿no? Clarice te reta a que leas sus cuentos y novelas.
Tenía apenas 23 años cuando publicó su primera novela y se convirtió en una de las escritoras más innovadoras de Brasil. A través de sus obras y haciendo uso de un estilo que rompía los esquemas de la narrativa de ese entonces, Clarice Lispector describió experiencias humanas vitales con una habilidad magistral como nunca nadie lo había hecho antes. Pero además de hacer gala de un nuevo estilo narrativo, en sus obras ella creó personajes femeninos que contradecían el estereotipo de la mujer sumisa.
 4. Cristina Peri Rossi
4. Cristina Peri Rossi
Cristina sabía lo que quería y sabía el talento que poseía.
Cristina Peri Rossi tenía tan sólo 6 años cuando le dijo a su familia que quería ser escritora y aunque nadie la tomó en serio en ese entonces, ella hizo realidad su deseo cuando dos décadas después comenzó a publicar sus primeros libros.
Reconocida como una de las cuentistas y poetas más importantes de Latinoamérica, esta escritora uruguaya tuvo que hacer frente a la discriminación luego de declararse abiertamente lesbiana. En sus poemas ella desarrolla con maestría el erotismo femenino, un buen ejemplo de ello puedes encontrarlo en estos bellos versos de Ca foscari.
 5. Rosa María Roffiel
5. Rosa María Roffiel
Como no habían novelas de temática lésbica, Rosa María escribió la primera.
Cuando en 1989, Rosa María Roffiel publicó su novela Amora, esta se convirtió en la primera obra narrativa de temática lésbica no sólo en México –su país natal- sino probablemente también en Latinoamérica. Si bien ese fue su debut como narradora, Rosa María ya era conocida por sus poemas, en cuyos versos abordaba el amor y la amistad entre mujeres, lo cual convierte a su obra poética en una rica fuente de inspiración feminista.
A mí me gusta tanto ella que he publicado 4 poemas suyos: SobrevivientesGiocondaCántico Quise ser hombre.
6. Alejandra Pizarnik
6. Alejandra Pizarnik
Para Alejandra el lenguaje que existía no era suficiente así que se inventó uno nuevo.
Sin duda alguna, la argentina Alejandra Pizarnik es una de las poetas más importantes de Latinoamérica. Su brillante inteligencia y su profunda sensibilidad la llevaron a construir poemas en los que experimentaba con el lenguaje al mismo tiempo que expresaba sus más grandes temores.
7. Julia de Burgos
7. Julia-de-Burgos
Julia creía que la mejor compañera de la rebeldía femenina era la libertad de pensamiento de las mujeres.
Es considerada la poeta puertorriqueña más importante de todos los tiempos y una de las primeras escritoras feministas de Latinoamérica. En sus versos plasmó temas referentes a la condición de las mujeres de su país. Con una voz llena de rebeldía, Julia era una firme abanderada de la liberación femenina. Ella estaba convencida de que las mujeres debían luchar por sus derechos, reconocer su potencial, manejar sus propias vidas y dejar de sentirse inferiores con respecto a los hombres. Como buena feminista que era no dudaba en cuestionarse a sí misma tal como lo hace en este poema titulado A Julia de Burgos.
 8. Gioconda Belli
8. Gioconda Belli
¿Que las mujeres -además de escritoras- no podemos ser guerrilleras? A Gioconda eso le parece interesante, cuéntale más.
Eran los años 70 cuando Gioconda Belli comenzó a publicar sus primeros poemas en algunos diarios de su país y de inmediato generó polémica debido a la manera en que la poeta nicaragüense abordaba el cuerpo y la sensualidad femeninas.
Durante los primeros años de su carrera literaria, Gioconda combinó la pasión por la escritura con una agitada vida clandestina debido a su participación activa en el Frente Sandinista de Liberación Nacional, una organización de izquierda que luchaba contra la dictadura de Somoza.
Ese espíritu combativo también podemos encontrarlo en sus poemas, en cuyos versos resplandece una voz femenina con una gran conciencia feminista. Prueba de ello son Consejos para la mujer fuerte y Desafío a la vejez.
9. María Virginia Estenssoro
9. María Virginia Estenssoro
María Virginia le da las gracias a todos los que quisieron censurarla porque sólo lograron que más gente leyera sus libros.
El occiso (1971) fue el único libro de cuentos que la boliviana María Virginia Estenssoro publicó en vida y los 3 relatos que lo componen fueron suficientes para que por ese entonces se desatará una campaña en su contra. En uno de sus cuentos, María Virginia narraba una relación amorosa basada en el erotismo y en otro de ellos se describía un aborto voluntario. Ambos temas fueron la causa de que los sectores más conservadores de su país se unieran en contra de ella.
Sin embargo, el resultado fue el opuesto: la primera edición del libro se agotó rápidamente y María Virginia siguió escribiendo con las mismas ansias de convertir en palabras su espíritu libre.
10. Yolanda Oreamuno
10. Yolanda Oreamuno
Yolanda era una feminista feroz.
Yolanda Oreamuno estaba convencida de que era necesario un cambio en la vida privada y en la conciencia de las mujeres. Tenía tan sólo 22 años cuando comenzó a escribir sus primeros ensayos, textos en los cuales expresaba la importancia de que las mujeres pensaran por sí mismas y no en base al pensamiento masculino y patriarcal de la época.
Eran los años de la lucha por el voto femenino en Costa Rica y la feroz crítica de Yolanda al rol de las mujeres en la escuela y en la familia resuena aún hoy convirtiéndola en un referente de las primeras feministas latinoamericanas.
11. Antonia Palacios
11. Antonia Palacios
Antonia se ríe de tu canon literario masculino y patriarcal.
En 1976, la poeta, novelista y ensayista venezolana Antonia Palacios –dueña de una prosa elegante a través de la cual expresaba la subjetividad femenina de sus personajes- no dudó en afirmar que “la mujer ha contribuido a enriquecer la literatura venezolana con obras densas, de indudable calidad, que sin motivo alguno han sido ignoradas”. De esa manera ponía de manifiesto un problema aún vigente en el ámbito literario latinoamericano y mundial: la falta de difusión y valoración de las obras literarias escritas por mujeres.
12. Carmen Ollé
12. Carmen Ollé
Carmen hizo versos eróticos desde su propio cuerpo de mujer liberada.
En 1981 y de la mano de su primer libro Noches de adrenalina, el debut de Carmen Ollé no pudo ser más auspicioso. Esta obra suya marcó un antes y un después en la poesía peruana escrita por mujeres. La osadía en el lenguaje y su propuesta -en la que el placer era un elemento transgresor- dio inicio a una corriente de escritoras que se oponían al machismo de la sociedad de su país y que encontraron en el tema erótico el camino para expresarse libremente.
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viernes, 10 de marzo de 2017




La Alcaldía Mayor de Bogotá lanza una aplicación móvil que les permite a las mujeres identificar cuando estén en riesgo o son víctimas de algún tipo de violencia y solicitar ayuda

• La Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de la Secretaría Distrital de la Mujer y la Alta Consejería Distrital de TIC, lanza una nueva aplicación que permite a las mujeres habitantes de Bogotá, identificar cuando estén en riesgo o son víctimas de algún tipo de violencia y solicitar ayuda.

• Con el desarrollo de esta aplicación, se fortalece la estrategia de la Alcaldía denominada Bogotá una Ciudad Digital y se aporta desde el uso de las TIC, una herramienta para la construcción de comunidad y cultura ciudadana.

• Con SofiaAPP el distrito ratifica su compromiso en prevención y atención a mujeres fortaleciendo los niveles de difusión y apropiación del derecho de las mujeres a estar en una ciudad segura y libre de violencias. 

El día de hoy, en conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la Alcaldía Mayor de Bogotá lanzó la nueva aplicación móvil SofíaApp, una herramienta tecnológica que abre un canal de comunicación y orientación para que las mujeres habitantes de Bogotá puedan identificar cuándo están en riesgo o son víctimas de algún tipo de violencia y solicitar ayuda.

SofiaAPP es el resultado de un trabajo en conjunto entre la Secretaría Distrital de la Mujer y la Alta Consejería Distrital de TIC, que promueve la participación e interacción de las usuarias con la Secretaría a través de las TIC, brindando un canal de comunicación adecuado para que este grupo poblacional conozca entre otras, las rutas de atención en caso de ser vulneradas, evitando que sean revictimizadas.

El objetivo de la aplicación es que las mujeres puedan identificar cuando están en riesgo o son víctimas de algún tipo de violencia, haciendo uso de las diferentes secciones en las que se ofrece información sobre los servicios de la Secretaría Distrital de la Mujer, del Sistema de Protección Integral a Mujeres Víctimas de Violencias - SOFIA, las rutas de atención y tips y tests sobre los diferentes tipos de violencia (económica, psicológica física o sexual) y en la que podrán recibir orientación sobre a dónde acudir para buscar atención integral o denunciar según las características del caso.

SofíaApp también funciona como una red articuladora de género, en la que las usuarias pueden recibir orientación jurídica y psicológica marcando desde la aplicación a la Línea Púrpura (018000112137) de la Secretaría Distrital de la Mujer, comunicarse con sus contactos de confianza en caso de una emergencia o activar marcado rápido a la línea de atención 123, o enviar mensaje de texto predeterminado a contactos de emergencia.

“A través de esta aplicación, la Alcaldía Mayor de Bogotá continúa trabajando en su propósito de reforzar la seguridad ciudadana en beneficio de las mujeres, de romper los círculos de violencia y dar herramientas que permitan cada día aportar desde la prevención” Afirmó Cristina Vélez, Secretaría Distrital de la Mujer.

Con el desarrollo de esta aplicación, se está fortaleciendo la estrategia denominada Bogotá una Ciudad Digital, incluida en el Plan Distrital de Desarrollo Bogotá Mejor Para Todos; y se aporta al fortalecimiento del Sistema de Protección Integral a Mujeres Víctimas de Violencias - SOFIA.

“Según la caracterización realizada por la Alta Consejería Distrital de TIC en el Estudio de Economía Digital de la ciudad, se estima que el 86% de mujeres en Bogotá son usuarias de teléfonos inteligentes, lo que permite concluir que aproximadamente 3,3 millones de mujeres, podrán verse beneficiadas con esta aplicación.” Afirmó Sergio Martínez, Alto Consejero Distrital de TIC.

La aplicación está dirigida a todas las mujeres habitantes de Bogotá, en especial aquellas que sean víctimas o potenciales víctimas de violencia de género y fortalece los niveles de difusión y apropiación del derecho de las mujeres a estar en una ciudad segura y libre de violencias. Una Bogotá que garantiza el derecho de las mujeres a una vida libre de violencias es una Bogotá Mejor para Todas

Una Bogotá que garantiza el derecho de las mujeres a una vida libre de violencias es una Bogotá Mejor para Todas 



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