miércoles, 20 de febrero de 2019

Aniversario de su nacimiento

Nina Simone: la heroína negra de los derechos civiles y una historia de canciones revolucionarias, violencia de género y locura

La pianista clásica y figura clave del jazz llegó a ser violada y torturada por su marido. Brilló en una época en la que no se admitía el talento de la mujer y menos si eran negras.


Eunice Kathleen Waymon pasaría a la historia con el nombre de Nina Simone: Nina por “Niña” (‘little girl’), — un novio la llamaba así—, y Simone, por la actriz francesa Simone Signoret.

“Si ellos se sientan atrás, yo no toco”. Eunice Kathleen Waymon había largado la sentencia minutos antes del concierto que estaba por dar en una biblioteca: a los padres los habían mandado al fondo por ser negros. Ella tendría unos siete años y tocaba el piano febrilmente, música clásica, durante ocho horas por día. Tenía un sueño y siempre lo tendría: ser la primera pianista clásica negra en el mundo. “Los trajeron adelante —contó— para que se sentaran allí, pero fue la primera vez que sentí discriminación. Y me horrorizó”.

Eunice pasaría a la historia con el nombre de Nina Simone:Nina por “Niña” (‘little girl’), — un novio la llamaba así—, y Simone, por la actriz francesa Simone Signoret. Eunice se puso ese nombre, muchos años después de aquel concierto en la biblioteca, para que su madre no se enterara por los avisos del diario que tocaba “música diabólica” en bares de mala muerte, en Atlantic City, desde la medianoche hasta el amanecer. La música diabólica eran el jazz, el pop, el folk.



Y Nina —de quien se cumple ahora un nuevo aniversario de su nacimiento— debía tocar y debía cantar en esos antros, vestida de etiqueta, para poder comer y mantenerse a ella y a su familia.
Pero la historia, su historia, había comenzado en Tryon, pueblo de Carolina del Norte, donde Nina empezó a tocar cuando tenía tres o cuatro años. Nació el 21 de febrero de 1933. Su mamá era predicadora y la llevaba a todas sus ceremonias. Así, en la Iglesia, empezó a tocar el piano. Esas ceremonias, dijo una vez Nina, fueron lo más emocionante que le pasó en la vida, que la música era tan intensa que sentía que se salía de su cuerpo.
Cuando Nina tenía 7 años, el coro de la Iglesia se presentó en su pueblo y la pequeña Eunice estaba en el programa. Ella tocó una canción, no recuerda cuál, y en el público había dos mujeres blancas que la oyeron tocar. Una de ellas era la patrona de su madre y la otra era una profesora de música, la Sra. Mazzanovich, quien, a partir de ese momento, le daría clases de piano clásico durante cinco años.
Todos los fines de semana, Nina cruzaba las vías del tren para llegar a la casa de la Sra. Mazzanovich: esas vías del tren, en el sur, que dividían a los blancos y negros. La profesora la inició en los grandes:Johann Sebastian Bach, Ludwig van Beethoven, Claude Debussy, Johannes Brahms. 
“Mi profesora se había convencido de que yo iba a ser una de las mejores concertistas de piano del mundo”, diría Nina. “El mayor aislamiento era con mi color —relató otra vez—; Viví en el sur durante 17 años. En mi casa no se podía hablar del tema de las razas. Yo no tenía conciencia. Y no tuve conciencia de eso, sino muchos años después”.
“Mi profesora se había convencido de que yo iba a ser una de las mejores concertistas de piano del mundo”, diría Nina. “El mayor aislamiento era con mi color —relató otra vez—; Viví en el sur durante 17 años. En mi casa no se podía hablar del tema de las razas. Yo no tenía conciencia. Y no tuve conciencia de eso, sino muchos años después”.
Tras esa época, Nina Simone estudió un año y medio en la prestigiosa escuela Juilliard, en Nueva York. Tocaba Franz Liszt, Serguéi Rajmáninov, Bach. Pidió entonces una beca en Filadelfia, en el conservatorio Instituto de Música Curtis. “Yo sabía que merecía la beca, pero me la negaron y tardé como seis meses en darme cuenta que fue porque era negra. Nunca pude recuperarme de ese golpe de racismo”. Era 1951. Luego vendría Atlantic City, los bares de mala muerte y el nacimiento del vibrante nombre: Nina Simone.
“Una noche vino el dueño —contó en una entrevista— y me dijo que si quería seguir tenía que cantar. Y yo le dije: ‘Está bien, canto’. Y desde ese momento canto. Necesitaba tocar y necesitaba el dinero. Siempre fue una cuestión de necesidad. No sabía que iba a dedicarme a eso. Nunca se me ocurrió que podía elegir”. Nina, como dijo un músico suyo, simbiotizaba el jazz con el blues, folk, soul, el negro spiritual y música clásica. Tocaba virtuosamente el piano, tenía una voz distinta, una voz que temblaba, una voz femenina con la profundidad de un barítono, una profundidad y una oscuridad que reflejaban el interior del alma y la conmovían. Introducía los conceptos de fuga y contrapunto en el universo espontáneo y libre del jazz.

“Me apuntó con un arma, me ató y me violó”

Una de esas noches, un hombre fue a verla a un club nocturno. Era Andrew Stroud, un sargento que —en palabras del guitarrista de Nina, Al Schackman— cuando se bajaba de su auto en el barrio negro de Harlem, “todos se iban corriendo”. Nina y Andy, como lo llamaba ella, se casaron en 1961. Él dejó su carrera policial para ser su manager y convertirse en un empresario explotador de su carrera.

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