lunes, 20 de septiembre de 2021

Cultura

El lenguaje en el imaginario colectivo

El lenguaje feminista aspira a cambiar el paradigma patriarcal, porque las reglas del lenguaje son decisiones humanas. Para cambiar un paradigma, para irse en contra de los patriarcas de la Real Academia, hay que ser irreverente

El lenguaje en el imaginario colectivoShutterstock


El lenguaje es un instrumento social que puede transformar la sociedad. Diferentes sociedades visualizan la realidad de maneras diferentes y la expresan a través del idioma. El lenguaje no sólo nos permite hablar sobre las cosas, sino que también hace que ellas sucedan... crea realidades, nuevos imaginarios y discursos comunes. Podemos usarlo para cambiar paradigmas existentes que perjudican a la mujer, como la superioridad del hombre y su derecho de vida o muerte sobre la mujer, que son mitos que terminan pareciéndose a una verdad, de tanto expresarlos de manera simbólica o explícita.

El imaginario colectivo es un concepto de las ciencias sociales acuñado en 1960 por Edgar Morin, que designa el conjunto de mitos y símbolos que funcionan como una “mente” social colectiva. Lo importante es que se manifiesta a través del lenguaje. Es como si una invención se convirtiera en costumbre. Es la percepción que la sociedad tiene de un grupo, respondiendo a estereotipos. Por ejemplo: que todos los islámicos son terroristas, o que todas las mujeres son débiles y todos los hombres son fuertes, percepciones éstas que no siempre concuerdan con la realidad.

Los imaginarios colectivos utilizan estereotipos, o ideas generalizadas de la realidad. Sin embargo, son temporales y susceptibles de ser cambiados. Le toca al feminismo recuperar la palabra y enfrentarse al poder patriarcal que domina a través de estos estereotipos. Es necesario de-construir el imaginario colectivo existente y establecer un vocabulario común, re-significando ciertas palabras, que han sido usurpadas por el poder patriarcal. El lenguaje debe atender a los intereses de todos los afectados – no de los dueños de los medios, no de los poderosos, sino también de mujeres, que son víctimas del paradigma actual y sufren múltiples formas de violencia; de personas con diferente orientación sexual; de las víctimas del racismo; y en fin, de todas las personas que pertenecen a grupos vulnerables por una u otra razón.

En el uso de la palabra va implícita una experiencia que carece de palabras, pero que entra y se encuentra dentro del pensamiento. Una palabra empuja de esta manera hacia una nueva forma de pensar. El lenguaje es como un molde —no podemos imaginarnos nada fuera de la forma de pensar en la que estamos insertos— nos dejamos guiar por el lenguaje y estamos entretejidos en él.

El lenguaje feminista aspira a cambiar el paradigma patriarcal, porque las reglas del lenguaje son decisiones humanas. Para cambiar un paradigma, para irse en contra de los patriarcas de la Real Academia, hay que ser irreverente – y las feministas lo somos. Como no se puede cambiar un paradigma sin ir contra la corriente, el pensamiento feminista (las locas, amargadas y resentidas que algunos dicen que somos) proponemos un cambio de paradigma para recuperar la palabra y enfrentarnos al poder patriarcal. Creemos que tenemos derecho a ello, ya que somos la mitad de la población y la madre de la otra mitad.

La Real Academia considera que con el uso genérico del masculino gramatical se obtiene la máxima comunicación con el menor esfuerzo posible y que el masculino designa a todos los individuos de la especie. Pues si de economía de lenguaje se trata, el mismo resultado podría lograrse con el uso del femenino para designar a todos los individuos de la especie. Si se usa “el femenino genérico” los varones protestan porque se les está dejando por fuera. Algunos comprenden la importancia de utilizar lenguaje inclusivo; otros alegan que la mujer no tiene porqué sentirse excluida, ya que no se trata de sesgos de género sino del uso correcto de la lengua tal como lo ha determinado la Real Academia Española. Pero ignoran que la Real Academia Española fue creada en 1713 y sólo después de 265 años vino a contar con la primera mujer en propiedad, cuando las reglas básicas de la lengua ya se habían establecido. Por ello reflejó en su normativa los usos dominantes de la sociedad patriarcal y machista de la época en que fue creada. En otras palabras, inventaron las reglas para ellos y quieren seguir imponiéndolas porque se autodenominan “La Autoridad”.

El uso de lenguaje inclusivo por sí sólo no va a acabar con las terribles inequidades entre hombres y mujeres, pero contribuye a visibilizar nuestra existencia, nuestras aportaciones a todas las áreas del quehacer humano, nuestra especificidad como seres humanas y permite la formulación de políticas públicas, estadísticas, estrategias y planes de desarrollo con enfoque de género.

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