"¿Por qué compiten las mujeres entre sí? No se trata de un cuestionamiento que tenga una respuesta sencilla: por siglos, las mujeres han sido alentadas a enfrentarse para lograr satisfacer los restringidos patrones sociales que intentan — sin lograrlo nunca — definirla. Una batalla silenciosa que convierte las relaciones femeninas en un ambiguo campo de batalla. Mujeres que critican el aspecto físico de otras mujeres, su conducta, su forma de comportarse, su libertad sexual, incluso decisiones privadas como la maternidad y su capacidad reproductiva.
Mujeres que menosprecian, estigmatizan y agreden a otras mujeres en busca de revalorizar su propia autoestima. Se trata de un hábito tan antiguo como pernicioso y que la mayoría de las veces resulta inevitable.
Tal vez por ese motivo, la palabra “sororidad” se ha hecho cada vez más común e insistente en la forma en cómo comprendemos las complejas relaciones entre mujeres de nuestra época. Se trata de un término discreto, que muy pocas veces se analiza a cabalidad, pero que define un nuevo tipo de comportamiento femenino: el de la confraternidad de género. Una nueva forma de expresión de la amistad y las relaciones personales entre mujeres, basadas en un tipo de solidaridad y fortaleza intelectual desconocido en nuestra cultura.
Una hermandad entre mujeres que se perciben en posición de igualdad y respeto, gracias a la cual la agresión insistente se minimiza y se convierte quizás en una percepción más saludable sobre nuestra identidad. No hay bandos ni competencia, sino una comprensión de la mujer — y más allá, el conglomerado de mujeres — como una expresión de profunda inteligencia intelectual y emocional..."
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