Las wayúu se toman la
literatura para contar su resistencia
Las escritoras wayúu Vicenta Siosi del clan Apshana, escritora de
cuentos para niños y adultos; Estercilia Simanca Pushaina escritora y abogada.
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Vicenta Siosi, cuentista, lleva años siendo activista y
participando en las luchas de su pueblo. Además de escribirle cartas al
presidente Juan Manuel Santos fue también una de las primeras
mujeres escritoras publicada en una serie de cuadernillos wayúus llamados
Woummainpa. Vicenta escribe cuentos que suelen hablar de un pasado olvidado por
muchos pero bien presente en su mente. Así escribió sobre el desplazamiento
forzado de los wayúus en Esa horrible costumbre de alejarme de ti y
sobre las tradiciones y el paisaje wayúu en El dulce corazón de los piel
cobriza.
La comunidad wayúu es una de las poblaciones indígenas más visibles de
Colombia. Eso se debe en parte a que en la época de la conquista española el
pueblo wayúu fue una de las poblaciones que más resistió y que encontró refugio
en el territorio desértico para evadir la dominación de los colonos. También
tuvo que ver la peculiar organización de la comunidad. Así lo afirman Vicenta
Siosi, Estercilia Salamanca Pushaina y Vito Apüshana, tres escritores wayúu que
coinciden en que la estructura descentralizada de su comunidad –con más de 15
clanes– y el hecho de que su linaje se defina por la línea materna, evitó
que fueran sometidos bajo la conquista.
Así es que los wayúu han logrado sobrevivir como cultura hasta hoy,
aunque en la historia resiente el enfoque de su lucha se haya centrado en el
abandono estatal de su región: la Guajira.
“El dia que los wayúu se unan, ese día se extinguirán”, bromea la
también abogada Estercilia Simanca Pushaina, reconocida por su
poema Caminemos juntos por las sombras de la sabana, su libro de
cuentos El encierro de una pequeña doncella y sobre todo
por Manifiesta No Saber Firmar, su obra emblemática con la que se
volvió portavoz de las discriminaciones sufridas por su pueblo.
Por su parte, para Vito Apüshana, la resistencia de los wayúu tiene
que ver con una toma de decisión: la de vivir ante las dificultades. Vito
Apüshana, profesor de la Universidad de la Guajira, empezó a publicar sus
primeros poemas en 1992: Contrabandeo sueños con arijunas cercanos y
En las hondonadas maternas de la piel, dos poemas incluidos en 2010
en una colección de literatura indígena del Ministerio de Cultura. Vito,
quien se marcho muy joven de la Guajira y solo volvió tras terminar el
bachillerato –para “encontrarse consigo mismo y con sus raíces”– afirma que los
wayúu han ido adaptándose al contexto sin perder su esencia, una especie
de camuflaje espiritual que en el centro mantiene su estrecha relación
con una cosmovisión basada en “la madre naturaleza”. Así es que
se han defendido de los riesgos de la aculturación —el hecho de abandonar las
propias costumbres para acoger las de otra cultura— dice.
La literatura ha presentado para estos escritores otra manera de hablar
de su cultura y de lo que significa ser indígena en un país que falla
en reconocerlos. Solo hasta 2009 se encuentra la primera investigación sobre
el tema, un libro de Miguel Rocha Vives sobre los momentos claves de la
literatura indígena y su influencia en la sociedad colombiana. Según el libro,
la literatura ha sido el enemigo de los pueblos indígenas desde la conquista
por el hecho de no ser una sociedad “alfabetizada” e “intelectual”. Sin
embargo, desde los años noventa los pueblos indígenas se han apropiado de una
forma contemporánea de literatura, en la que se han ensamblado los
textos literarios con las comunicaciones orales para contribuir al proceso
creativo. En se nuevo espacio de creación se han consolidado varios
escritores indígenas, reconocidos nacionalmente e internacionalmente, que se
han ocupado de comunicar el legado de los pueblos olvidados por
los libros de historia.
Y así como la literatura y la escritura han servido como espacio
simbólico de representación, también le ha servido a la comunidad wayúu como medio
para hacerse escuchar y cambiar su realidad. En 2012, cuando Vicenta Siosi se
enteró de la desviación del río Ranchería —el único río de los wayúu— por la
empresa Cerrejón, decidió armarse de sus palabras para defender a una comunidad
despojada de su voz: escribió una carta sobre la
situación dirigida al presidente Juan Manuel Santos que llegó a varios
medios de comunicación y que incluso fue traducida internacionalmente. “Las
palabras puestas con amor, con sentimiento, nos ayudaron para que el problema
fuera visibilizado”, me dice Vicenta.
Según ella, fueron las palabras y el hecho de alzar la voz lo que llevó
a que la gente se movilizara y, eventualmente, se detuviera la
desviación del río. Ese fue uno de los momentos para que, entre los wayúu,
se entendiera la literatura como una fuerza complementaria a las causas
de los movimientos indígenas colombianos.
Vito también lo cree. Él ve la literatura como una manera propicia para
extender la voz de un colectivo, defenderlo e interpretarlo. Eso es
especialmente aplicable, dice, para aquellos grupos indígenas que han
sufrido la negación histórica en Latinoamérica y en Colombia. Según él, es
necesario que en estos países haya nuevos espacios de autodeterminación y
de empoderamiento para esas poblaciones históricamente marginadas y que,
incluso hoy, siguen siendo discriminados por sus coterráneos.
“La literatura indígena demuestra un reconocimiento a la diversidad
étnica colombiana, difundiendo las realidades indígenas escritas por indígenas
al resto de la población”, me dice Vito.
Sin embargo, el hecho de que se visibilice a los pueblos indígenas no es
suficiente, lo importante también es la forma en que se ha construido esa
imagen. Así lo indica Estercila, quien le reprocha a varios medios de
comunicación la mistificación de esa realidad indígena: “dibujaron una
realidad soñada acerca de los ritos, de las tradiciones —dice— olvidando temas
muy sencillos como la pobreza, el hambre y las
discriminaciones”.
Según Naciones Unidas,“más de la tercera parte de los
pueblos indígenas se encuentran en peligro de desaparecer por hambre” y
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico reconoció el
pasado 22 de Marzo la falta de asistencia a los
grupos vulnerables colombianos como los wayúus.
Manifiesta no saber firmar es
precisamente un libro en el que Estercilia hace una crítica al olvido, la
discriminación y e incluso al despotismo del que han sido víctimas los
indígenas de su comunidad. En él, Estercilia habla del analfabetismo de los
wayúu que fue sujeto a décadas de burlas por parte de agencias del gobierno.
Cuando era la hora de ir a la Registraduría para obtener su cédula, los wayúus
eran registrados todos con fecha de nacimiento del 31 de diciembre, y en
varias ocasiones los que no sabían hablar español eran ‘bautizados’ con nombres
ridículos y humillantes como ‘Paraguas’, por ejemplo. La
autora decidió escribir sobre lo acontecido, como protagonista y testimonio de
sus propias historias.
Frente a esos hechos, y a la representación del pueblo wayúu en los
medios, Vito ve la palabra como una herramienta clave para contar su
propia versión de su legado cultural. Así también lo ve Vicenta, quien
reconoce que la palabra en la cultura de su pueblo es memoria y tradición. “Como
los wayúus no tenemos una escritura propia, nuestra tradición se conserva en la
memoria. No existe una policía o un ejército que haga cumplir la ley, por
ejemplo, solo se confía en lo que diga la palabra. Esa es la ley tradicional
vigente. La palabra se vuelve un vehículo usado para todo y la palabra
bien dicha logra mucho”.
La palabra, en la cultura wayúu, une el pensamiento de varias
generaciones, caracteriza una filosofía de vida, da la consciencia de ser
vivo y establece un código colectivo.
Por eso no solo hablar, sino también escuchar es fundamental para los
wayúu según Vito. Al escuchar, dice, se preserva la semilla de la vida y los
conocimientos de cientos de años. Por eso también es que su silencio
merece respeto, porque entregar la palabra es entregar una parte de lo que
son. El respeto por el silencio orienta a una población para sostener la
autonomía ganada y entregar la palabra es entregar una parte de lo que son.
Por otro lado, es importante destacar que los wayúu no tienen una lengua
escrita propia, lo que hace que se acentúe la fragilidad de su memoria, según
Vicenta Siosi, ya que la escritura facilita la preservación de los
saberes. El fenómeno de aculturación se entiende a menudo como negativo,
pues empezó como un fenómeno de conversiones forzadas de los
indígenas al catolicismo y la obligación de olvidarse de su cultura ancestral
para ser parte del Nuevo Mundo. Sin embargo, decidir aceptar una parte de la
aculturación —el lenguaje escrito— y usarla a favor de su causa, es la manera
en que esa nueva literatura ha tomado un lugar que por
siglos les ha sido negado.
La literatura de los autores wayúu es una experiencia que se escribe
desde lo personal y particular pero que está ahí para ser divulgada y
compartida con todos. Es un tipo de literatura que quiere y necesita el
reconocimiento de un sector muy grande y todavía inculto de Colombia, que a
pesar de compartir la misma nación con los wayúu, ignora sus problemas y su
vínculo con ellos. Para la cultura wayúu, aprender a escribir e ingresar al
mundo de la palabra escrita no fue anodino, es el paso que dan los pueblos
indígenas en dirección a las personas que tanto los rechazaron, ahora falta que
los otros se animen a dar el otro paso.
“Es importante que nos conozcan porque en las historias mostramos
nuestra alma”, nos repite Estercila antes de despedirse.
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