Economía
del cuidado: antes y después de la pandemia
Durante la pandemia las mujeres han tenido que asumir más trabajo no remunerado. Y esta economía será fundamental para recuperarnos después de la pandemia.
Paola García Ruiz* – Tatiana Gélvez Rubio** – Paula Herrera Idárraga***
La COVID-19 y las brechas de género
La crisis económica producida por la COVID-19 ha acentuado las brechas de género.
Según ONU mujeres, las medidas para mitigar la pandemia han implicado un aumento en las labores de cuidado que recaen principalmente en las mujeres. Además, el trabajo doméstico que las mujeres realizan se ha multiplicado como consecuencia de las medidas de cuarentena.
De acuerdo con el DANE, en junio de este año, hubo un aumento de 1,6 millones de mujeres dedicadas a los oficios del hogar, en comparación con 2019. Esto significa que 7,1 millones de mujeres reportaron esta labor en Colombia, en contraste con los 999.000 hombres que reportaron la misma actividad.
En un sondeo realizado por el concejal Diego Cancino, el 80% de las mujeres de Bogotá consideraron que la carga de trabajo del hogar había aumentado durante el confinamiento obligatorio. En particular, las mujeres en condiciones económicas más desfavorables vieron una mayor reducción en su tiempo libre.
Como consecuencia del aumento en las labores de cuidado, se redujo la participación de las mujeres en el mercado laboral. En junio, la tasa de desempleo femenino mujeres fue 24,9%, mientras que la tasa masculina fue 16,2%, para una brecha de 8,7 puntos porcentuales, la más alta en los últimos nueve años.
Adicionalmente, los sectores con mayor pérdida de empleos —entretenimiento, comercio, administración pública y educación— concentraron cerca del 50% de las mujeres ocupadas.
El problema ya existía
La falta de reconocimiento de las labores de cuidado y su distribución inequitativa no son problemas nuevos.
Como dice Esquivel, “el cuidado no es reconocido ni valorado, como si su nula (o magra) remuneración implicara su gratuidad, es decir, la ausencia de costos”. Esta falta de reconocimiento se expresa en el mal diseño de las políticas públicas, en la mala distribución de las actividades en los hogares e inclusive en los salarios que se pactan para llevar a cabo estos oficios.
Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT), en Colombia, las mujeres dedican, en promedio, siete horas a las labores de cuidado no remunerado, mientras que los hombres dedican apenas tres. Esto crea una “doble jornada” de trabajo para las mujeres, que condiciona su autonomía física y política.
Además, los sectores de cuidado remunerado están altamente feminizados, mal retribuidos y en su mayoría se prestan por fuera de los sistemas de seguridad social. Un ejemplo es el trabajo doméstico:
- El 96% del trabajo doméstico remunerado lo hacen las mujeres;
- Según la Escuela Nacional Sindical, en 2019 solo el 18% de las trabajadoras domésticas estuvo afiliado a un sistema pensional;
- Ese mismo año, el 61% de las trabajadoras domésticas ganó menos de un salario mínimo.
Otro sector con una alta participación de las mujeres es el de la salud, donde las trabajadoras representan más del 70%. En este sector, los contratos laborales son de corta duración, las jornadas son extensas y predomina la modalidad de prestación de servicios —no los salarios fijos—.
El caso del trabajo doméstico
La pandemia ha demostrado que las labores de cuidado son indispensables, pero también ha demostrado que la sociedad no las reconoce ni las valora.
Las medidas de emergencia del Gobierno no han sido sensibles a los efectos de la pandemia sobre las mujeres. Programas como el del subsidio a la nómina se han enfocado en las empresas y no han tenido en cuenta los empleos de los hogares, como los de las trabajadoras domésticas.
Como consecuencia de esta falta de atención, en junio se perdieron 311.000 empleos de trabajo doméstico, para una caída del 50% en relación con el año anterior.
Según un estudio realizado por un grupo de sindicatos del servicio doméstico, que entrevistó a 700 trabajadoras, el 50% de ellas no tuvo garantías económicas para la cuarentena obligatoria decretada por el Gobierno Nacional, y no tuvo los recursos para pagar los servicios públicos, el arriendo y la alimentación de sus familias.
Apuesta por el futuro
El 11 de noviembre se cumplen diez años de promulgada la Ley 1413 del 2010, que ordenó medir la contribución de las labores de cuidado al desarrollo económico del país e incluirlas en el sistema de cuentas nacionales.
Gracias a esta ley, sabemos que, si las actividades de cuidado no remunerado se pagaran, su valor equivaldría al 20% del PIB: más de lo que aporta cualquier otro sector económico.
El contexto actual nos ha demostrado que estas labores son esenciales, y por tanto ahora más que nunca merecen ser reconocidas, valoradas e incentivadas. El reconocimiento del trabajo de cuidado no solo sería justo con las mujeres que lo realizan, sino que podría contribuir a la reactivación económica después de la COVID-19.
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Según De Henau y Himmelweit, en el Reino Unido el sector del cuidado podría producir 2,7 veces más empleos que el de la construcción: 6,3 veces más empleos para las mujeres y un 10% más para los hombres.
Por todo lo anterior, el cuidado es y será un protagonista económico en Colombia. Ahora más que nunca hay una alta demanda por servicios de cuidado, especialmente para niños, niñas y adultos mayores: dos poblaciones que han sentido los impactos de la pandemia de maneras intensas y distintas.
Como sociedad, deberíamos impulsar y dar prioridad a los sistemas de cuidado bien remunerado y en condiciones de trabajo decente. Este tipo de empleo crea un círculo virtuoso, en donde más personas pueden ser empleadas y recibir un pago digno y justo por servicios esenciales para la población.
Fortalecer el trabajo de cuidado garantiza una sociedad en donde el bienestar prima sobre cualquier otro interés y es el verdadero objeto de la economía.
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