Una verdad para todos, todas… y todes
En
Colombia se firmó un Acuerdo de Paz en 2016. Y como parte de ese Acuerdo existe
un sistema de instituciones que, entre otras cosas, busca contar la verdad de
lo que sucedió en el país en torno al largo conflicto armado que se vivió entre
el Estado colombiano y la guerrilla de las Farc, que son los dos actores que
firmaron dicho Acuerdo, después de un proceso de negociaciones de cuatro años.
Ese
conjunto de instituciones se llama Sistema Integral de Verdad, Justicia,
Reparación y No Repetición y tiene una Unidad de Búsqueda de Personas dadas por
Desaparecidas, una Jurisdicción Especial para la paz (que conocemos como JEP) y
una Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, que es de la que vamos a
hablar en este artículo, y específicamente vamos a conocer el trabajo que se
viene haciendo para garantizar la participación de las mujeres y el enfoque de
género.
Salomé
Gómez Corrales es la directora del grupo de género de la Comisión de la Verdad.
Es feminista, antropóloga, con estudios de género, fue la primera secretaria de
la mujer en el departamento del Cauca y creció con la Ruta Pacífica de las
Mujeres, un movimiento nacional de mujeres “que trabaja por la tramitación
negociada del conflicto armado en Colombia y por hacer visible el impacto de la
guerra en la vida y cuerpo de las mujeres”. Y a este movimiento ha pertenecido
la mamá de Salomé, doña Socorro Corrales, por eso su crianza y su formación
política se dieron de la mano de la Ruta.
Lo que hace el grupo de género
El
grupo de género de la Comisión de la Verdad trabaja a partir de dos
estrategias: la primera es la de acompañamiento
a los equipos para que incorporen el enfoque de
género en su trabajo, es decir, en la investigación, la comunicación, o en
asuntos tan simples como entender que cuando se convoca a una reunión de
mujeres, muchas de ellas llegan con sus hijos (lo que no pasa en las reuniones
de hombres) y que hay que tener en cuenta eso en la logística. En últimas, este
grupo busca que el enfoque de género sea tenido en cuenta en todas las acciones
de la Comisión.
La
segunda estrategia es la de las acciones
afirmativas, que consiste en la búsqueda activa de
mujeres y personas LGBTI que han sido víctimas del conflicto armado para que
cuenten su verdad. Como parte del trabajo en esta línea también se transfieren
herramientas y metodologías a organizaciones sociales en el país que tienen
mucha más cercanía con las mujeres. “Promovemos la entrega de informes
específicos que reconozcan impactos diferenciados, causas, pero también
estrategias de afrontamiento y resistencia y construcción de paz”, nos cuenta
Salomé.
Esta
es la primera Comisión de la Verdad en el mundo que tiene un enfoque de género
y esto es producto de la incidencia que tuvo el movimiento de mujeres y el
movimiento LGBTI en todo el proceso de paz en La Habana. Ellas dijeron: “No es
posible pactar la paz sin la representación de más de la mitad de la población
del país, las mujeres, en plural, en toda su diversidad”: urbanas, rurales,
campesinas, raizales, de todos los pueblos étnicos; y además, las personas
LGBTI. Estos movimientos exigieron la comisión de género en la mesa de
negociación, lo que dio como resultado que el Acuerdo de Paz tenga un enfoque
de género y que la Comisión de la Verdad también cuente con este enfoque. “Era
necesario que el Acuerdo planteara medidas diferenciadas para las mujeres y la
población LGBTI, por eso tiene más de cien medidas específicas o acciones
afirmativas en todos los puntos”
Pedagogías para la verdad
Lamentablemente,
una parte de la sociedad colombiana no recibió de buena manera estas medidas,
pues ha existido en el país una gran campaña de desinformación y desprestigio,
que bajo la etiqueta de “ideología de género” se ha dedicado a atacar el
Acuerdo de Paz y su implementación, con mentiras como que el Acuerdo iba a
“minimizar las creencias religiosas” (Semana, 9 de septiembre de 2016) o que
“desde la Habana se [estaban] diseñando políticas públicas basadas en esa
concepción para rediseñar en nuestro ordenamiento jurídico, la familia, el
matrimonio, el derecho a la vida y la libertad religiosa” (Semana, 25 de
septiembre de 2016).
En
realidad, se trata de mentiras. Por un lado, estos son asuntos que no competen
al Acuerdo de Paz y, por otro, la pretensión del enfoque de género en cualquier
política pública no busca imponer orientaciones sexuales o estilos de vida,
simplemente busca que todas las mujeres, hombres y personas no binarias (como
transgéneros o transexuales) tengamos los mismos derechos.
Así
las cosas, el primer paso para que la Comisión lograra reconocimiento y
legitimidad en este campo fue acercarse a las mujeres organizadas en el país.
Muchos de esos grupos han surgido justamente por ser víctimas del conflicto.
Así, se conformó una mesa técnica con grupos diversos: universidades,
organismos de cooperación internacional y plataformas nacionales, y se inició
un ejercicio de pedagogía para los territorios.
Las
escuelas también han sido escenarios importantes, pues es en ellas donde se dan
las primeras discriminaciones. Y se ha hecho un ejercicio importante para
llegar a la gente joven a través de los audiovisuales y la radio, cubriendo con
esta, además, zonas rurales con poco acceso a internet y redes sociales.
“Ha
sido más difícil con personas con identidades sexuales diversas, pues lo que
subyace es una discriminación social y estigmatización, incluso al margen del
conflicto armado”, nos explica Salomé. Por eso es tan profundo el reto de mostrar que no hay vidas menos importantes que las
otras, en una sociedad en la que ese valor
es tan relativo.
Todo
el trabajo de género dialoga con el que se realiza desde la dirección de
pueblos étnicos, pues es fundamental para la Comisión el reconocimiento del
racismo estructural que existe en Colombia y sus implicaciones con el conflicto
armado. Del mismo modo, explica Salomé Gómez, que se tiene en cuenta el
concepto de interseccionalidad, es decir, ese que reconoce que las afectaciones
son diferentes en mujeres afro, campesinas, indígenas y las que viven en
condiciones de pobreza.
Aquí, un ejemplo del trabajo de la Comisión de la
Verdad que tiene en cuenta estos aspectos:
Las mujeres en la guerra: víctimas y victimarias
Para
construir un relato completo y con diferentes puntos de vista que nos permita
entender qué pasó y por qué también es necesaria la voz de los victimarios. Y
las victimarias. Hay unos mandatos culturales sobre la masculinidad que hace
más propensos a los hombres a participar de las guerras. Sin embargo, en este
conflicto armado, las mujeres también tuvieron presencia como parte de los
grupos armados (guerrillas, paramilitares y fuerza pública). “Muchas han sido
víctimas, vinculadas siendo jóvenes por medio del reclutamiento forzado. Pero
muchas lo hicieron de manera autónoma, creyeron que alzarse en armas era la
solución, creyeron que sus voces eran importantes”.
Por
eso ha surgido un espacio llamado “Insurgentas” en el que se reúnen mujeres del
EPL, M19 y Farc. Ellas se han unido para hablar de su vinculación al conflicto
armado, y aunque las motivaciones y orígenes de cada grupo son diferentes,
ellas decidieron unirse en torno a un hilo común: que son mujeres. Esto, que
parece una obviedad, da cuenta de que tuvieron cargas de roles de género
asociadas al alimento y al cuidado de enfermos, y que son comunes los impactos
en la salud mental, física y en la vida familiar. Y también tienen en común la
conciencia que han adquirido sobre el rol que juegan en la construcción de paz.
La
Comisión de la Verdad trabaja por la dignidad de las víctimas, y por ello se
reconoce a muchas excombatientes que han sido víctimas de múltiples violencias
en el marco del conflicto armado. “Pero también hacemos un llamado a los
responsables a reconocer los hechos, y hay avances en reconocer otro tipo de
violencias; sin embargo, las violencias sexuales contra la sociedad civil e
intrafilas son más difíciles de reconocer. Incluso, —agrega Salomé— las mujeres
están divididas, hay quienes dicen que han sido víctimas y hay quienes dicen
que no”. Pero todas las verdades están para ser escuchadas.
El
tema de las violencias sexuales es muy complejo, pues se suele pensar solo en
la violación. Sin embargo, este grupo ha identificado al menos 15 categorías de
este tipo de violencias, entre las que se cuentan el aborto forzado, la
anticoncepción forzada y la maternidad forzada. Hay relatos de mujeres que
tuvieron hijos intrafilas, y esos hijos fueron llevados a otras familias; en
ese caso, la mujer que ejerce la maternidad no fue víctima directa del
conflicto, pero la conformación de esa familia es producto del conflicto; hay
una mujer excombatiente que probablemente fue violada y obligada a parir o que
quedó embarazada en una relación consensuada e, igualmente, tuvo que parir y
entregar su hijo. Podemos hablar de violencias reproductivas. “No es lo mismo
sufrir una violación, que sufrir una violación y quedar embarazada, ser forzada
a tenerlo para entregarlo, o ser forzada a abortar sin garantías”.
Otra
dimensión importante que ha ido revelando el informe es ese patrón común en el
que las violencias contra ellas llevaban un mensaje para el otro actor, para el
enemigo. Un hecho que se repite, por ejemplo, es el de presenciar un acto de
violencia sexual; “a muchas las violaron de manera pública, y a personas LGBTI
las pusieron, por ejemplo, a barrer un parque desnudas”, cuenta Salomé. Esto indica
que estas violencias se ejercieron no solo contra la víctima, sino contra sus
familias, contra sus comunidades, contra los grupos a los que pertenecen.
Además, en el caso de las desapariciones forzadas, las mujeres que han sido
encontradas, muertas o vivas, previamente sufrieron violencia sexual. Y otro
aspecto que se resalta es que en casi todos los casos, quienes sufrieron
violencias de género en el conflicto ya habían sido víctimas de este tipo de
violencias en otros escenarios, por lo tanto, la Comisión también tiene la
tarea de tratar de explicar causas y posibilitar respuestas para disminuir las
violencias contra las mujeres en otros ámbitos.
Es
de estas violencias de las que todavía cuesta mucho hablar y aquí el reto de la
Comisión de la Verdad y de su grupo de género es muy grande. Por eso se impulsa
y acompaña a todos los equipos de investigación para que puedan hacerse esas
preguntas.
¿Y qué sigue después de la verdad?
La
Comisión de la Verdad entregará en 2021 su informe final, que contribuirá al
esclarecimiento de lo ocurrido ofreciendo una explicación amplia de la
complejidad del conflicto armado y promoviendo una comprensión compartida en la
sociedad, en especial de los aspectos menos reconocidos, como el impacto en los
niños, niñas y adolescentes y las violencias basadas en género. Además
contribuirá al reconocimiento de las víctimas como ciudadanos y ciudadanas que
vieron sus derechos vulnerados y como sujetos políticos que aportan a la
transformación del país; al reconocimiento voluntario de responsabilidades
individuales y colectivas por parte de quienes directa o indirectamente
participaron en el conflicto y el reconocimiento por parte de toda la sociedad
de esta cadena de violencias como algo que merece un rechazo general y que no
se debe ni se puede repetir.
Si las causas son estructurales, el país debe crear condiciones también estructurales para la convivencia, la no repetición, la reconciliación y la paz estable y duradera. En ese sentido, el trabajo del grupo de género va a hacer un pilar fundamental para que, además de superar el conflicto armado, podamos superar las brechas y desigualdades de género que afectan a las mujeres y la población LGBTI. El efecto no será inmediato, pero la expectativa es que en el mediano plazo se puedan ver los cambios que tan urgentemente necesita Colombia. “El informe será una gran política pública que debe impactar el sector educativo, el sistema de salud, los derechos sexuales y reproductivos, la seguridad, la política, hasta que tengamos un estado garante de los derechos de todas estas personas”, concluye Salomé, que viene caminando con esta esperanza desde hace muchos años.
Ella es Salomé Gómez Corrales, directora del grupo de género de la Comisión de la Verdad. Cortesía: Comisión de la Verdad
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