“Hasta que me tocó irme… y no podía.”
No es falta de valor.
No es que no lo veas.
Es que el miedo, la culpa, la dependencia, la vergüenza y el desgaste emocional paralizan.

Hasta que te pasa.
Hasta que estás ahí, rota, confundida, sola.
Por eso no se juzga a quien tarda en irse,
se acompaña, se escucha, se apoya.
Porque salir de una relación violenta no es una puerta, es un proceso.
Y muchas veces, sobrevivir ya es un acto de rebeldía.



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