lunes, 16 de marzo de 2020

Hildegarda de Bingen: una mujer que hizo historia hace más de 900 años

Hildegarda de Bingen: una mujer que hizo historia hace más de 900 años

POR JOSÉ ANTONIO OLMEDO LÓPEZ-AMOR ,
  1. Introducción
En el presente estudio se aborda la influencia que los textos de Hildegarda de Bingen, en diferentes disciplinas, tuvieron no solo en las artes y las ciencias de sus coetáneos, así como en siglos posteriores al siglo XII, sino también a lo largo del tiempo hasta la actualidad. La riqueza, rigurosidad, eficiencia y profundidad de su pensamiento contribuyó a alumbrar senderos para empezar a salir de la oscuridad de la Alta Edad Media e ilustró tanto por sus proposiciones como por su manera de estructurarlas y presentarlas. Obviando su obra y figura como referente religioso y dando por sentado que todas sus creaciones están íntimamente ligadas a su devoción y fe espiritual, nos centraremos en tres ámbitos en los que Hildegarda fue pionera: médico, musical y filológico, demostrando con ello que su aportación a los mismos sigue siendo un modelo hoy, además de objeto de estudio.

  1. Una visión pragmática del misticismo
Hildegarda de Bingen, nació en Bermersheim vor der Höhe, hoy conocido como el Sacro Imperio Romano Germánico, un 16 de septiembre de 1098 y falleció en el Monasterio de Rupertsberg el 17 de septiembre de 1179. En la actualidad, y dado todo el pensamiento y arte que De Bingen expresó en múltiples disciplinas, es considerada una de las personas más influyentes de la Edad Media.
Tan versátil fue la inteligencia de la también conocida como Sibila del Rhin, que hoy podemos considerarla una polímata —persona docta en diversos campos del conocimiento— a la manera de los grandes sabios de la antigua Grecia. Pero, si en algo se diferencia la aportación intelectual y cultural de Hildegarda de la de los aludidos eruditos, es en su practicidad.
Mientras que filósofos como Platón, Sócrates, Aristóteles o Séneca construyeron castillos filosóficos ayudados de ladrillos abstractos, algo que nuestra heroína también hizo, la `profetisa teutónica´ —otro de los sobrenombres por los que se conocía a Hildegarda de Bingen— ofreció al mundo soluciones prácticas para combatir enfermedades. Demostró —por ejemplo— tener conocimiento sobre la condición parasitaria de la sarna, así como de sus consecuencias y paliativos naturales, algo que no fue de rotundo saber científico para el mundo hasta ocho siglos después. Su iluminación, con respecto a las capacidades intelectuales del ciudadano medio de la época, parecía provenir de su honda fe en la religión, así como de un temprano contacto con tutores religiosos, quienes potenciaron sus cualidades y la instruyeron e indujeron a una interpretación teocentrista del mundo, punto de vista asumido mayoritariamente por la sociedad de la época y que perduraría hasta la llegada del Renacimiento.
En el año 1148, movida por una de sus visiones, Hildegarda fundó el monasterio de Rupertsberg (Disibodenberg). Enrique I, arzobispo de Maguncia, fue convencido por la marquesa Ricardis de Stade, y el conde Bernardo de Hildesheim, propietario del terreno, autorizó a Hildegarda para construir el monasterio en la colina sin acceso al agua que ella eligió. Sorteó el impedimento de varias autoridades que se opusieron con vehemencia a su empresa, pero finalmente fue nombrada abadesa y lideró una comunidad monacal que comenzó con tan solo veinte monjas.
Un segundo monasterio fue fundado por Hildegarda en Eibingen, año 1165, lo cual la obligaba a dividir su tiempo y sus viajes entre la predicación, escritura y vida contemplativa. Sin duda, la agenda de Hildegarda fue en aumento desde que el papa Eugenio aprobó sus escritos y la animó mediante una carta a que siguiese escribiendo y dando a conocer la naturaleza y argumento de los mismos. Así comenzó Hildegarda, no solo una producción literaria y religiosa, sino también una red de comunicaciones epistolares con algunas de las personalidades más importantes del momento: Leonor de Aquitania, Bernardo de Claraval, Enrique II de Inglaterra o Federico I Barbarroja.

  1. Aportaciones en Medicina y Cosmética
Hildegarda de Bingen fue una destacada naturalista, cosmóloga, músico, filósofa, feminista, líder monacal, mística, profetisa, abadesa y médico, entre otras cosas, de la que es imposible separar su vocación eclesiástica de su obra como creadora. Un buen ejemplo de ello es su creencia en la concepción del ser humano a partir de cuatro elementos físicos constituyentes. Según Hildegarda, del equilibrio de esos elementos dependerá el estado de salud de la persona. Por ello, la profetisa relaciona esta perspectiva con la teoría médica humoral —innovadora perspectiva interdisciplinar— y a cada planta estudiada le asigna un adjetivo que categoriza sus capacidades de curación. Es decir, cataloga y sistematiza una serie de fórmulas medicinales, desglosando sus ingredientes, a modo de vademécum o manual de consulta sobre especialidades farmacológicas. Sin duda, una mujer adelantada a su tiempo que sentó las bases de posteriores praxis relacionadas con la medicina.
En los nueve libros que componen su Liber simplices medicine o Physica, de Bingen expone las propiedades curativas que poseen algunos minerales, metales, elementos, rocas, plantas, animales, árboles, etc. demostrando unos amplios conocimientos en Botánica que volcaba a su aplicación terapéutica, aunque de manera holística[1].
En otra de sus obras, Causae et curae, Hildegarda aborda la salud y la enfermedad como temas místico-filosóficos y teoriza sobre ellos formulando disertaciones acerca de patologías innatas y fines terapéuticos. Sus descripciones de las enfermedades, así como la precisión de sus remedios naturales, compuestos con combinaciones de plantas medicinales, fueron de gran utilidad para los enfermos de la Baja Edad Media y objeto de estudio para los científicos.
Los principios activos, en este caso, con referencia a la cosmética, que atribuyó a plantas como: Achillea millefoliumCalendula officinalis, Chelidonium majus, Fagus silvestris, Thymus serpillum y Tanacetum balsamita, debió comprobarlos empíricamente, puesto que algunos de ellos siguen empleándose en productos cosméticos fabricados en la actualidad.

La lavanda es caliente y seca, ya que tiene un poco de savia. No sirve al hombre para comer no obstante que tiene un fuerte olor. El hombre que tiene muchos piojos, si huele lavanda frecuentemente los piojos morirán. Su olor clarifica los ojos, porque contiene en sí las virtudes de las especias más fuertes y de las más amargas. Por eso, también, aleja muchísimas cosas malas y los espíritus malignos salen aterrorizados por ella[2].

No solo el conocimiento de Hildegarda influyó y lo sigue haciendo sobre culturas posteriores, sino también su modus operandi, su forma de ordenar, clasificar y exponer dicho conocimiento es sin duda pionera y un referente en las artes y las ciencias contemporáneas.

  1. Ordo Virtutum: germen del género operístico
Un buen ejemplo de esto puede advertirse en el drama sacro y algunos géneros operísticos contemporáneos. Hildegarda de Bingen compuso Ordo Virtutum (Orden de las Virtudes), un auto sacramental al que puso música y es hoy considerado el drama litúrgico origen del género operístico.
Si consideramos la tragedia griega como el génesis de la poesía cantada, el siguiente paso evolutivo en el perfeccionamiento y construcción del género se dio en las iglesias europeas a finales del siglo IX con la invención del drama litúrgico. Al enriquecimiento de esta genología contribuyó De Bingen con su citado auto sacramental en el siglo XII, el único texto de estas características del que se conserva texto, notación musical y autor.
Además de este auto, Hildegarda compuso setenta y siete obras musicales más, por tanto, su aportación al ámbito de las melodías espirituales es notorio. Todas sus composiciones, que incluyen: cuarenta y tres antífonas, un aleluya, una pieza libre, dos sinfonías, cuatro himnos, siete secuencias, dieciocho responsorios, un kyrie y el germen de lo que quinientos años después se constituiría como `oratorio´, fue compilado en su obra Symphonia armonie celestium revelationum (Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes).
Es importante destacar que De Bingen no había estudiado música, no sabía escribir ni leer las notas musicales, y ella misma explicó que la inspiración para componer sus obras provenía de instancias divinas. Este hecho no solo singulariza su obra, sino también define a la perfección su función dogmática. Es plausible pensar que Hildegarda compusiese estas obras para potenciar su labor predicativa dentro de la comunidad monacal que ella misma creó.
En palabras del papa Benedicto XVI, quien la canonizó y declaró santa en 2012: «Las visiones místicas de Hildegarda son ricas en contenidos teológicos, hacen referencia a los principales acontecimientos de la historia de la salvación, y usan un lenguaje principalmente poético y simbólico[3]». Esta inclinación a la alegoría devela a una autora que entiende que en la espectacularidad de una representación dramático-musical se encuentran las vías más directas para conmover y reafirmar o quizás convertir al ser humano.

Actualmente, la «música cristiana contemporánea» se entiende no propiamente como un estilo musical separado del resto de estilos, sino más bien como una categoría musical cuya lírica representa un contenido de fe cristiana. A menudo, el autor o intérprete de esta música le da un sentido evangelístico a sus letras, con el fin de expresar su relación espiritual, manifestar su fe, y/o causar una reacción en las personas que escuchan la música[4].

Todo su repertorio está escrito en notación neumática, praxis que desde el siglo IX hasta el siglo XIII constituyó un conato de sistematización de la escritura musical. Llevada por la intuición, Hildegarda distribuyó los roles de sus personajes y presentó su Ordo sobre la virtud dividido en secciones que en forma y número se corresponden con la estructura del drama litúrgico que ha sido representado hasta la Modernidad.

  1. Lingua ignota: la primera lengua artificial de la historia
Las lenguas artificiales, lenguas construidas o conlang pueden diseñarse por diversos motivos. Disciplinas como la informática disponen en la actualidad de su propio lenguaje de programación, por ejemplo, el código binario que alterna ceros y unos y es empleado como interfaz (código máquina) entre un programador y una computadora. Aunque esto no es ejemplo de ideolengua, puesto que es un lenguaje formal y no un idioma, su ejemplo sirve para justificar la creación específica de un lenguaje condicionado en su singularidad por su finalidad pragmática.
Tal es el caso de Hildegarda de Bingen y su lingua ignota, considerada la primera lengua artificial de la historia. Aunque las motivaciones de la Sibila del Rhin fueron muy distintas a las de los informáticos actuales, ambos tuvieron una motivación pragmática, quienes valorando las insuficiencias y ambigüedades del lenguaje ordinario se vieron obligados a diseñar una lengua que perfeccionase y ampliase tanto la riqueza comunicativa como su eficacia.
La vocación espiritual de Hildegarda inundó todo su pensamiento y obras, y no iba a ser menos esta lengua desconocida, concebida para trasladar el contendido de sus visiones en una suerte de vía espiritual específica a través de los signos.
A continuación aparece el alfabeto ideado por Hildegarda de Bingen[5], compuesto por 23 letras, al que denominó litterae ignotae[6] (letras desconocidas).
 

Este alfabeto apareció por primera vez, aunque de forma parcial, en una publicación de Hildegarda, titulada Lingua Ignota per simplicem hominem Hildegardem prolata, en la que de Bingen glosa hasta 1011 palabras correspondientes a esta nueva lengua. Esta obra ha permanecido en el tiempo conservada en dos textos manuscritos, el Códice de Wiesbaden[7] (Riesencodex, en alemán, [Códice gigante]) y un pergamino berlinés.
El único texto remanente en este idioma es el siguiente corto pasaje, escrito principalmente en latín con algunas palabras en esta lengua:

O orzchis Ecclesia, armis divinis praecincta, et hyacinto ornata, tu es caldemia stigmatum loifolum et urbs scienciarum. O, o tu es etiam crizanta in alto sono, et es chorzta gemma.
Oh Iglesia del mundo, armada de la mano divina, y embellecida por jacintos, tú eres el bálsamo de la gente y de la ciudad de las ciencias. Oh, o tú eres también adornada en música sublime, y eres gema brillante[8].

Según consideraciones actuales, la lengua ideada por Hildegarda responde por criterios de creación a una lengua artificial, auxiliar y esquemática. Sin embargo, por criterios de uso sería una lengua privada o criptolengua, del tipo enoquiano. Aunque para algunos esta lengua muestra un claro origen neolatino y la emparentan con la lengua romance del Mosela, lo cierto es que la abadesa —supuestamente— concibió este lenguaje con fines místicos.
Lo que está claro es que la interpretación hermética se ha de desechar, pues como el propio título de la obra en que Hildegarda mostró esta lengua indica, su inspiración fue mística y va destinada para el uso del hombre simple. Esto quiere decir que podría tener una aspiración a lenguaje universal, tipo esperanto.
Hildegarda de Bingen demostró que los seres humanos podían comunicarse a través de otras lenguas, lenguas que no existían y que utilizaban su propio alfabeto, su propia gramática, algo que fue imitado después, incluso con fines estéticos (Tölkien). Si es cierto, como parece afirmar la neurolingüística actual, que no solo el cerebro funciona como un lenguaje, sino que el lenguaje modula y estructura nuestro cerebro, tal vez Hildegarda brindó al mundo una nueva forma de ver e interpretar la realidad en la que nadie ha profundizado.
Cuando Hildegarda falleció algunos testimonios afirmaron que en el cielo aparecieron dos grandes arcos luminosos que se cruzaron entre sí formando una cruz. Con posterioridad a su muerte algunas de sus reliquias fueron veneradas, su culto se extendió por la geografía y le fueron atribuidos diferentes milagros.
Esperemos que la ciencia, la cual aprovecha hoy mediante inteligencias artificiales los beneficios de la comunicación a través de lenguas construidas, descifre algún día el misterio encerrado tras esta lingua ignota.

1]     «Aportaciones médicas y cosméticas de Hildegarda de Bingen» de Xavier Sierra Valentí. Consultado el 10 de diciembre de 2019 en el siguiente enlace:

 [2] Physica, Libro I, Cap. XXXV (Migne, PL. CXCVII, 1143).
[3] Benedicto XVI, «Santa Hildegarda de Bingen (II)», en Figuras femeninas del medioevo (Buenos Aires: Agape Libros, 2011, pág. 11).
[4]Consultado en 10 de octubre de 2019 en el siguiente enlace: https://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%BAsica_cristiana
[5]Cada letra ideada por Hildegarda aparece en la imagen asociada a su letra análoga en lengua castellana.
[6]Algunos investigadores consideran que estas letras tienen cierto parecido a algunas letras del hebreo y griego antiguo, no obstante acuerdan que la santa abadesa no pretendía que su lengua tuviese parecido alguno a ninguna otra.

[7] Conservado en la biblioteca de la Hochschule de Rhein-Main.
[8] Adamar. Revista de creación. Rydwlf. consultado el 15 de noviembre de 2019 en el siguiente enlace: http://adamar.org/ivepoca/node/1163

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Esperamos sus comentarios

25 N

Usaquén conmemoró el 25N: Un llamado colectivo para erradicar las violencias contra las mujeres https://youtube.com/shorts/z9SmdfaEj84?featu...