jueves, 26 de agosto de 2021

COMPROMETIDAS CON LA IGUALDAD

Pioneras del feminismo negro

Harriet Tubman, Sojourner Truth, Harriet Jacobs e Ida Wells fueron unas adelantadas a su época en la lucha por los derechos de las mujeres

Harriet Tubman, Sojourner Truth, Harriet Jacobs e Ida Wells son consideradas precursoras en Estados Unidos del feminismo negro. Estos son sus perfiles: 

HARRIET TUBMAN (1820/22-1913):

Guió a los esclavos hacia la libertad 

Harriet Tubman, siendo ya una anciana. /THE ART ARCHIVE / CULVER PICTURE

Medía apenas 1,50 metros pero estaba dotada de una impresionante fortaleza tanto física como mental, así como de una profunda fe. Amarinta Ross (tras liberarse se cambió el nombre por el de su madre) trabajó desde niña en los campos del estado de Maryland y, aunque no sabía ni leer ni escribir, tenía un conocimiento exhaustivo de la naturaleza.

Protagonizó su primer acto consciente contra el sistema esclavista a los 12 años, cuando se interpuso para evitar que le dieran una paliza a otro esclavo y recibió un golpe en la cabeza que le provocó narcolepsia, una alteración del sueño que podía sumirla en un profundo sopor en medio de una conversación. 

En el año 1849 huyó con dos de sus hermanos utilizando la red conocida como Railroad Underground, una serie de vías secretas y casas seguras que miles de esclavos utilizaban para fugarse al norte. Desde allí, volvió al sur clandestinamente en múltiples ocasiones para guiar a decenas de esclavos hasta la libertad por las mismas rutas.

Harriet Tubman no se andaba con chiquitas. Si a alguien se le ocurría dar media vuelta por miedo le encañonaba con su revólver y le decía: «Sigue adelante o muere». Su fama creció hasta tal punto que se puso precio a su cabeza y entre los afroamericanos empezó a ser conocida como ‘The Moses of her people’.

Se enroló en el ejército de la Unión durante la guerra de secesión y su experiencia clandestina la llevó a infiltrarse como espía en las fuerzas confederadas. Fue la primera mujer que dirigió una operación de combate, pero también fue enfermera y, gracias a su conocimiento de las plantas medicinales, trató a los soldados de enfermedades como la disentería. Vivió en la pobreza hasta que, a los 78 años, le concedieron una pensión como veterana de guerra.

Tras el conflicto, se volcó en la lucha por el voto femenino y entró en los círculos sufragistas que, tras aprovechar el antiesclavismo para la causa, limitaron su lucha al derecho a voto de las mujeres blancas.  

SOJOURNER TRUTH (1797/1800-1883):

Llevó a un blanco a juicio... y ganó

Sojourner Truth, en una ilustración copiada de una fotografía suya.

Junto a unos acres de tierra, caballos y cabezas de ganado, Isabella Baumfree (su fervor religioso la llevaría a cambiarse el nombre por el de Sojourner Truth) formaba parte de las propiedades de un militar en el norte de Nueva York. Sus diez hermanos ya habían sido vendidos cuando ella fue subastada con varios animales. Tenía 9 años y el lote alcanzó los 100 dólares.

Volvió a ser vendida en varias ocasiones y fue víctima de abusos sexuales: «Si contara todo lo que me pasó, a la gente le parecería tan irracional que nadie me creería», explicó en ‘The narrative of Sojourner Truth’, las memorias que dictó en 1850. El abuso sexual sistemático a las mujeres esclavas era un secreto a voces.

En 1826 escapó, con su hijo pequeño en una mano y un hatillo en la otra, dejando a los mayores atrás. Trabó amistad con una familia abolicionista blanca y entró a trabajar como empleada en su casa. Allí se enteró de que su antiguo dueño había vendido a su hijo Peter, de 5 años, a una plantación de Alabama.

La ley prohibía la venta de esclavos fuera del estado de Nueva York, pero nadie esperaba que una mujer negra e iletrada iniciara un proceso judicial contra todo un terrateniente blanco. Al principio, fue el hazmerreír de los funcionarios, pero ella sentía, según reveló, que «tenía toda la fuerza de una nación conmigo». En el año 1828 fue la primera mujer afroamericana en ganarle un juicio a un blanco.

Empezó a dar conferencias en un lenguaje popular y directo que conectaba con las comunidades. Uno de sus discursos más famosos es el conocido como ‘¿Acaso no soy una mujer?’, que pronunció en la Convención de los Derechos de la Mujer de Ohio en 1851 y en el que reclamaba la igualdad de derechos para las mujeres.

«Hemos sido muy afortunadas de haber acabado con la esclavitud, parcialmente (…) –dijo Sojouner Truth en una ocasión–. El hombre de color ha conseguido sus derechos, pero ¿lo ha hecho la mujer de color? Vaya, el hombre de color será dueño de la mujer y estaremos tan mal como antes».

HARRIET JACOBS (1813-1897):

Denunció el abuso sexual sistemático

Harriet Jacobs, en 1894, tres años antes de su muerte.

Nacida en una finca de Carolina del Norte, fue la primera mujer que escribió una autobiografía sobre su vida como esclava y la primera que se atrevió a narrar en primera persona la tiranía sexual a la que estaban sometidas las afroamericanas por parte de los propietarios blancos.

‘Incidents in the life of a slave girl’ (1860) se publicó bajo el pseudónimo de Linda Brent y resultó tan incómodo para las abolicionistas y sufragistas blancas de clase alta que lo dejaron caer en el olvido. El florecimiento de los estudios sobre mujeres en los años 60 y 70 logró desempolvarlo y descubrir que bajo el pseudónimo se ocultaba Harriet Jacobs.

«De niña viví tan protegida que nunca me di cuenta de que era una mercancía», escribió. Su ama blanca le enseñó a leer y a coser hasta los 12 años pero tras su muerte Harriet pasó a manos de un hombre que durante años la acosó sexualmente. En su desesperación, buscó refugio en un abogado blanco, con quien tuvo dos hijos. Pensaba que el propietario, indignado, la vendería, pero en cambio siguió acosándola.

Años más tarde, se defendería de las críticas por su decisión: «Una esclava no debería ser juzgada bajo el mismo estándar que una mujer libre. La moralidad de la mujer blanca tiene poca relevancia ética cuando se aplica a las mujeres negras esclavizadas en el sur».

En 1835 decidió escapar y vivió siete años escondida en un zulo bajo el techo de la casa de su abuela. En 1842 zarpó rumbo a Filadelfia y pudo reunirse en Nueva York con su hija, que trabajaba de sirvienta en la ciudad. Allí contactó con círculos abolicionistas, hasta que una amiga compró su libertad y pudo establecerse con sus hijos.

En 1863 fundó una escuela para afroamericanos y luchó para que los maestros fueran negros. Su argumento era aplastante: las personas que habían sido criadas «para mirar a la raza blanca como sus superiores naturales» tenían que aprender a desarrollar un respeto «por su propia raza». 

Pasó el resto de su vida ayudando a los esclavos liberados. 

IDA BELL WELLS-BARNETT (1862-1931):

Se avanzó 71 años a Rosa Parks

Ida B. Wells-Barnett. /UNIVERSITY OF CHICAGO LIBRARY

La más joven de las pioneras de la lucha por los derechos civiles retratadas en estas páginas nació en Holly Springs, Mississippi, en plena guerra de secesión. Cuando tenía seis meses se firmó la Proclamación de la Emancipación y ella y su familia quedaron formalmente liberados, como todos los esclavos de los estados confederados. Su abuelo, por cierto, era el dueño (blanco) de la plantación donde trabajaba su padre, un ejemplo de las prácticas de dominio sexual propias del sistema esclavista.

Sus padres fueron muy activos políticamente y promovieron su educación. Trabajó de maestra y denunció la desigualdad de los alumnos afroamericanos. Su primer encontronazo con el sistema posesclavista sucedió cuando fue desalojada por la fuerza de un vagón de tren de primera clase en 1884, 71 años antes del famoso episodio protagonizado por Rosa Parks. Demandó a la compañía de ferrocarriles y ganó, pero aquella sentencia fue revocada por un tribunal superior. A partir de ahí, utilizó su pluma para denunciar las injusticias contra los afroamericanos desde un pequeño diario de Memphis, el ‘Free speech and headlight’.

La sociedad norteamericana seguía siendo profundamente racista y consideraba a los negros como «una raza bestial». Pionera del periodismo de investigación, viajó sola por los estados del sur documentando 700 linchamientos públicos de ciudadanos afroamericanos, muchos acusados falsamente de haber violado a mujeres blancas. Ida Bell Wells-Barnett denominaba a esos linchamientos «la última reliquia de la esclavitud».  Tras su investigación cerraron el periódico y tuvo que mudarse de ciudad. 

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Puso en evidencia el racismo estructural de la sociedad y promovió técnicas de boicot económico (como no utilizar los ferrocarriles) que luego serían ampliamente difundidas por el movimiento de derechos civiles de los años 60. También fue activista por el sufragio de las mujeres. Su memoria se desvaneció hasta que una campaña a través de Twitter en el 2018 logró reunir fondos para dedicarle un monumento en Chicago.

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