¿Quiénes fueron las primeras mujeres en Colombia que se dedicaron a la fotografía?
En el Día Mundial de la Fotografía, recordamos a las mujeres que dieron el primer paso en Colombia de retratar la vida a través de sus cámaras.Foto: Archivo Diners
El artículo ¿Quiénes fueron las primeras mujeres en Colombia que se dedicaron a la fotografía? fue publicado en Revista Diners de diciembre de 1977. Edición Número 93
Secularmente las colombianas han sido educadas para ser vistas. Sin embargo, estas seis mujeres, se supone, están capacitadas para ver. Ellas prefieren pasar horas enteras enclaustradas en sus cuartos oscuros, revelando la cara del mundo que han apresado en película fotográfica, que acomodarse ante un espejo a contemplar sus rostros. Su felicidad no reside en posar ante las cámaras sino en meter la vida en 35 milímetros.
Las seis viven de la invención que redondeara más de siglo y medio atrás Nicéforo Niepce. Con las máquinas colgando sus delicados cuellos han desafiado la pacatería y la patanería imperantes y el cerco de codos y de vaselina con que algunos de sus colegas masculinos quieren frustrarlas.
Diners las presenta con orgullo, pues ellas, a pesar de su belleza, más que servir de musa y de fuente de inspiración, se han atrevido a correr el riesgo supremo de la creación.
Patricia Uribe: el placer de pintar con luz
Foto: Archivo Diners.
Por los años 60, Life en español dedicó varias de sus costosas páginas y la presentó como “una modelo que encontró la fama y la fortuna”. La delicada línea clásica de su belleza iluminó el estudio de Hernán Díaz durante nueve meses, hasta que en ella alumbró la pasión por la fotografía . Retornó a Londres -a donde ya había ido a estudiar arte comercial- y a Alemania, y se embebió con los secretos de la daguerrotipia.
Al volver a Colombia trabajó con agencias de publicidad hasta que se emancipó y le dio duro al género en el que mejores resultados ha obtenido: el retrato. “De ese periodo lo que más me sorprende recordar ahora es la suprema timidez de los políticos que retraté. Y la enorme vanidad de los hombres. Son más vanidosos que las mujeres. Ellos saben exactamente para dónde mirar una cámara», recuerda.
Luego de ser una de las mujeres en Colombia directora del departamento fotográfico de Bárbaro, bárbaro, Patricia cayó seducida por el espectro solar durante unas breves clases con Hernán Díaz. Hoy, a pesar de que aún recuerda el cariño por Richard Avedon, idolatra la fotografía a color de David Hamilton, Ernest Haas y Hemult Newton .
El placer de pintar con luz
“Newton me enseñó a salirme de las habituales cuatro paredes, de lo obvio del retrato, y a ver un poco más». Y añade, “es cierto que he vivido durante algunos años de la fotografía, pero, para mí, más que nada la fotografía es el placer de pintar con la luz».
Hace más de año y medio que Patricia no volvió a cargar sus cámaras con un rollo en blanco y negro. A horcajadas sobre su moto, pasea la alegría y el nervioso fervor que la distinguen por los penumbrosos caminos que llevan a Ubaté, donde cultiva cereales y legumbres.
A veces se detiene y dispara su diafragma sobre un reflejo, sin pensar en complacer a nadie o si a alguien le va a gustar, subyugada por los colores que vagan en el viento irrefrenado de su mente.
Muy lejos están los días en que Patricia Uribe gastó, aprisionada en un cuarto, 18 horas para fotografiar tres botellas de champú.
Inés de Rosé: 25 años en el cuarto oscuro
Foto: Archivo Diners.
Un día una muchacha bogotana se enamoró perdidamente de un visitante francés . Años después. ella también terminó apasionada de la profesión del parisino. la fotografía. Al comienzo lo acompañó en el trabajo de laboratorio y después, plena de orgullo y osadía, se terció una cámara al cuello y se lanzó a las calles.
En la señorial Bogotá, la insólita imagen de Inés de Rosé. que en lugar de lucir collares sostenía una máquina fotográfica. levantó más de una ampolla. Era entonces la única mujer que, en medio de una bandada de fotógrafos profesionales. corría detrás de personajes y noticias. No faltaron desleales codazos y el sabotaje de embadurnarle los lentes con vaselina.
Sin embargo, Inés no se dejó amedrentar y trepada en las mesas tornaba las gráficas por encima de las cabezas de los demás.
Transcurridos 25 años de su primer ingreso a un cuarto oscuro. Inés se mantiene en una invencible juventud que no la deja detenerse en ningún sitio. Cuando se le llama no es raro que haya dejado la razón de que está en los cayos de Quitasueño o en las profundidades de la selva en Yavaraté.
Junto con Pilar Lozano, ha viajado hasta las puntas más extremas de las fronteras de Colombia realizando reportajes especiales para Diners. Inés confiesa que ama la selva porque es pura, transparente y está despojada de cualquier hipocresía.
Cuando se le consigue en Bogotá, seguramente está tomando fotos en un matrimonio judío. Inés adquirió el estudio «Vara», que pertenecía a un judío europeo, y desde entonces es prácticamente una de las mujeres en Colombia que se dedicó a la fotografía oficial de esa colonia.
Patricia Bonilla: una mirada poética
Foto: Archivo Diners.
Tiene unas delicadas y hermosas manos de espigados dedos. Ellas han apretujado su querida Pentax por las sabanas de Boyacá, las vertientes de Antioquia, los desiertos de La Guajira, la manigua del Chocó y en la soledad de Bogotá, en búsqueda de anónimos rostros perdidos o ignorados, niñas campesinas cargadas de flores o el último reflejo del sol en el a gua.
Patricia Bonilla se define como retratita. Casada con un fotógrafo hace cinco años, se inició en el oficio en San Andrés y Providencia, en donde era, por la mañana, pescadora, y una de las mujeres en Colombia que era fotógrafa de playa.
Al regresar (“porque después de que uno conoce la luz, la música, los conciertos, el cine, los libros, añora todo eso») fue reportera gráfica de varias revistas de espectáculos y de turismo. Hoy ejerce un cargo de muchas letras («Y no tantos números») en Leo Burnett, una poderosa compañía norteamericana que, por ahora, la tiene raptada en una enorme casona de laberínticos corredores.
A Patricia le encanta trabajar en interiores, con luz natural. En los últimos meses ha estudiado detenidamente la obra de David Hamilton en todos sus matices. Entre poemas y canciones, Patricia sueña ahora con hacer una película.
Helena Mogollón: es mejor enfocar que ser enfocada
Foto: Archivo Diners.
Tal vez la más manida de las redundancias respecto a Helena Mogollón sea decir que, la mayor de las injusticias, es que ella esté detrás de las cámaras y no delante. Pero esta hermosa cartagenera, «con 15 generaciones en el cementerio de Manga», trastocó su destino de modelo, siete años atrás, y resolvió enfocar en vez de ser enfocada. Viajó a Nueva York y se matriculó en el N.Y. Institute of Photography. Años atrás había estudiado «humanidades» en los Andes y »una cosa que llaman civilización francesa» en París.
Al retornar cargada de diplomas Y de lentes, Helena realizó sus primeros trabajos fotografiando modelos. Poco a poco se fue acomodando en su auténtica vocación: la fotografía industrial Y de arquitectura. Ha publicado ya dos libros sobre Mompox y Santa Fe de Antioquia y este año aparecerán dos más: Uno sobre las haciendas coloniales del Valle del Cauca y otro sobre Girón.
Tanto está Helena detrás de sus máquinas que, absurdo paradójico tratándose de una mujer tan atractiva, casi no encuentra en su archivo una fotografía donde se reflejara su rostro. «Mi posición favorita es detrás de las cámaras», insiste ella con su sonrisa adornada de mar y de una de las mujeres de Colombia más profesionales en su labor.
Ana María Echeverri: una luz entre una nube
Foto: Archivo Diners.
En una reciente conferencia de mandatarios latinoamericanos, realizada en Bogotá, entre la agreste nube de fotógrafos apareció una delicada muchacha de suaves ojos ambarinos . Venía de Europa y este era uno de sus primeros trabajos para la revista Guion . Con estupor contempló cómo los «profesionales» se despedazaban, los unos a los otros. Los camarógrafos se desconectaban las fumadoras entre sí y los reporteros gráficos se codeaban o se Interponían tapando los objetivos.
Cuando también quisieron torpedear la misión de la joven, ella se plantó delante de los bárbaros lo conminó a desaparecer de su camino. Esta decidida mujer es Ana María Echeverri una bogotana de acento manizalita. Graduada en periodismo en Medellín viajó a España. donde estudió turismo y luego recorrió Europa. Se estableció varios años en Londres, donde la amistad de varios fotógrafos la contagió con el oficio para convertirse en una de las mujeres en Colombia dedicadas a esta profesión.
Retornó en diciembre pasado. Colaboró con «Cromos» y ahora es reportera de planta en «Guión». Le encanta cubrir los hechos de la calle y de la vida cotidiana. Uno de sus mejores reportajes, escrito y fotografiado, es sobre ciegos y sordomudos que laboran en las fábricas . En los últimos tiempos se dedica a estudiar, en grupo, la historia de Colombia.
Vicky de Ospina: de la filosofía a la fotografía
Foto: Archivo Diners.
Inquieta y vivaz, como una ardilla, enfundada en overoles de jean azul. Vicky de Ospina cruzó los peligrosos remolinos de las inundaciones del Guaviare, eludido las restricciones de la Texas en Orito y quebrado el mutismo de Pelé, con tal de poder enfocar sus objetivos.
«Nunca pensé que iba a ser fotógrafa después de estudiar filosofía y letras en España. Pero cuando me independicé de mi familia, con los ahorros compré una máquina y comencé a vivir de la fotografía».
Vicky, además escribe. Uno de sus primeros reportajes, escrito y fotografiado para El Periódico, fue sobre los trabajadores de la palma africana, en San Alberto, Cesar. «Me ha interesado siempre testimoniar sobre la vida· de quienes producen todas nuestras riquezas».
ara Cromos realizó varias encuestas sobre las condiciones de subyugación de la mujer en Colombia. Nueve años después de empuñar por primera vez una cámara, esta alegre barranquillera sigue soñando con enfocar todos los rincones donde emergen el trabajo o la insurgencia, así como las otras mujeres en Colombia que se dedican a la fotografía.
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