Seis colombianas defensoras de la vida y el ambiente
Entre muchas de las lideresas ambientales que tiene Colombia, queremos destacar el trabajo organizativo de 6 mujeres que tienen algo en común: el amor por la vida y el sueño incansable de lograr una vida digna para los humanos y demás seres vivos.
Por Equipo Mujeres Confiar
1. Aleida Ortiz Peña y la defensa del territorio Boyacense
Aleida Ortiz Peña es psicóloga y habitante del municipio de Pesca, Boyacá. Además de trabajar en el Centro de Salud de Iza, Aleida se ha dedicado a la defensa ambiental y territorial de varios municipios en Boyacá desde hace más de una década. Actualmente ella hace parte de la Red de Acueductos Comunitarios de Boyacá, desde allí su trabajo ha estado orientado a la gestión comunitaria del agua y a la protección ambiental y defensa de la privatización del líquido vital.
Para Aleida defender el agua es también defender su territorio, que está ubicado dentro del complejo de páramos Tota – Bijagual – Mamapacha y en el cual se han presentado conflictos ambientales por disputas por el agua. Junto con el Colectivo por la protección de la Provincia de Sugamixi, Aleida y su comunidad, lograron mediante audiencia pública frenar la renovación de la licencia ambiental para la exploración petrolera adjudicada a la trasnacional Maurel & Prom. Actualmente los conflictos ambientales se presentan por la presencia del monocultivo de marihuana que demanda mucha agua generando desabastecimiento para los ecosistemas y la comunidad y cortes en el flujo eléctrico.
Aleida rescata de sí misma sus raíces campesinas, aún trabaja en el campo junto a su familia. Es una gran apasionada por la ruralidad y por su gente y por eso lucha para que tengan una vida digna. Su acueducto comunitario actualmente logra abastecer a 120 familias en la vereda Suaneme de Pesca, Boyacá.
2. Ángela Zuluaga Giraldo y la recuperación de la comida ancestral
Ángela María Zuluaga Giraldo es custodia de semillas y hace parte de la Red de Semillas Libres nodo Boyacá. Aunque nació en Anserma, Caldas, vive en Villa de Leyva, Boyacá, en Nido de Águilas: una finca ecológica en donde ella hace recuperación de agroecosistemas y rescate de semillas tradicionales para apostarle a la soberanía alimentaria y a la sanación a través de plantas medicinales.
Ángela inició este proceso en el 2010 desde su sueño de poder aprender de la tierra, de los saberes campesinos, a sembrar y a proteger los ecosistemas; a partir de esto empezó a generar sus propios pensamientos y nuevas formas de hacer las cosas, pues después de haber trabajado durante años en programas de seguridad alimentaria, quería pasar de la teoría a la práctica.
Para Ángela María las semillas son patrimonio libre de la humanidad, y es importante la recuperación de su diversidad, porque a partir del proceso de colonización española, se estigmatizó y se perdió variedad de alimentos andinos como la chugua, la quinoa, el amaranto y otros tubérculos que hoy día casi no se consumen.
El gran reto para Ángela es recuperar la diversidad en la mesa y en las semillas que se cultivan, para ello ha iniciado la transformación de esos alimentos en platos gourmet que sean más atractivos y sabrosos a los paladares actuales, así incentivar su consumo y este tipo de cultivos para dar biodiverisdad a los ecosistemas, fortalecer la tierra y cuidar el agua y los animales.
Ángela María Zuluaga Giraldo es custodia de semillas y hace parte de la Red de Semillas Libres nodo Boyacá. Aunque nació en Anserma, Caldas, vive en Villa de Leyva, Boyacá, en Nido de Águilas: una finca ecológica en donde ella hace recuperación de agroecosistemas y rescate de semillas tradicionales para apostarle a la soberanía alimentaria y a la sanación a través de plantas medicinales.
Ángela inició este proceso en el 2010 desde su sueño de poder aprender de la tierra, de los saberes campesinos, a sembrar y a proteger los ecosistemas; a partir de esto empezó a generar sus propios pensamientos y nuevas formas de hacer las cosas, pues después de haber trabajado durante años en programas de seguridad alimentaria, quería pasar de la teoría a la práctica.
Para Ángela María las semillas son patrimonio libre de la humanidad, y es importante la recuperación de su diversidad, porque a partir del proceso de colonización española, se estigmatizó y se perdió variedad de alimentos andinos como la chugua, la quinoa, el amaranto y otros tubérculos que hoy día casi no se consumen.
El gran reto para Ángela es recuperar la diversidad en la mesa y en las semillas que se cultivan, para ello ha iniciado la transformación de esos alimentos en platos gourmet que sean más atractivos y sabrosos a los paladares actuales, así incentivar su consumo y este tipo de cultivos para dar biodiverisdad a los ecosistemas, fortalecer la tierra y cuidar el agua y los animales.
3. Jacqueline Romero, Fuerza de Mujeres Wayúu
Jacqueline Romero es una de las lideresas de Fuerza de Mujeres Wayúu, un colectivo que nace en la península de la Guajira, que hace parte del estado de Zulia en Venezuela y del departamento de la Guajira en Colombia. La frontera entre estos dos países es bastante extensa y abarca varias regiones en territorios de ambas naciones. Allí se ubica el pueblo indígena Wayúu, del que hacen parte estas mujeres.
La Organización Sütsüin Jieyuu Wayuu ó Fuerza de Mujeres Wayúu, fue creada en el año 2006 mediante una alianza entre comunidades, rancherías y organizaciones Wayúu y su objetivo es visibilizar las violaciones de derechos humanos y derechos étnicos en el departamento de la Guajira, así como la situación de vulnerabilidad de las víctimas del conflicto armado, la presencia de grupos armados, y la militarización del territorio.
La asociación trabaja de manera permanente en la denuncia de los megaproyectos minero energéticos, el desplazamiento forzado y la situación de vulneración de derechos de las mujeres indígenas.
En septiembre de 2017 fueron ganadoras del Premio nacional a la defensa de los derechos humanos en la categoría de Experiencia Colectiva, el cual es otorgado por Diakonia, la Iglesia Sueca y el apoyo del gobierno sueco; y les fue entregado como reconocimiento a su trabajo en la defensa de los derechos humanos desarrollado en el último año en la modalidad de proceso social comunitario.
«Este premio es una forma de blindarnos de estigmatizaciones, de señalamientos y persecuciones; es el momento de exigir garantías para quienes ejercemos la defensa de lo que consideramos justo para nuestras sociedades. Hoy nuestra voz se fortalece aún más bajo el sol, sintiendo el aire y con los pies firmes sobre la tierra para tejer nuestra era de paz», declaró Jacqueline, quien hace énfasis en la etapa de post acuerdos que vive Colombia, para lo cual las organizaciones defensoras de derechos humanos están llamadas a establecer estrategias para vencer la intolerancia y equilibrar desigualdades que garanticen continuar un camino de armonía para el país.
Jacqueline Romero es una de las lideresas de Fuerza de Mujeres Wayúu, un colectivo que nace en la península de la Guajira, que hace parte del estado de Zulia en Venezuela y del departamento de la Guajira en Colombia. La frontera entre estos dos países es bastante extensa y abarca varias regiones en territorios de ambas naciones. Allí se ubica el pueblo indígena Wayúu, del que hacen parte estas mujeres.
La Organización Sütsüin Jieyuu Wayuu ó Fuerza de Mujeres Wayúu, fue creada en el año 2006 mediante una alianza entre comunidades, rancherías y organizaciones Wayúu y su objetivo es visibilizar las violaciones de derechos humanos y derechos étnicos en el departamento de la Guajira, así como la situación de vulnerabilidad de las víctimas del conflicto armado, la presencia de grupos armados, y la militarización del territorio.
La asociación trabaja de manera permanente en la denuncia de los megaproyectos minero energéticos, el desplazamiento forzado y la situación de vulneración de derechos de las mujeres indígenas.
En septiembre de 2017 fueron ganadoras del Premio nacional a la defensa de los derechos humanos en la categoría de Experiencia Colectiva, el cual es otorgado por Diakonia, la Iglesia Sueca y el apoyo del gobierno sueco; y les fue entregado como reconocimiento a su trabajo en la defensa de los derechos humanos desarrollado en el último año en la modalidad de proceso social comunitario.
«Este premio es una forma de blindarnos de estigmatizaciones, de señalamientos y persecuciones; es el momento de exigir garantías para quienes ejercemos la defensa de lo que consideramos justo para nuestras sociedades. Hoy nuestra voz se fortalece aún más bajo el sol, sintiendo el aire y con los pies firmes sobre la tierra para tejer nuestra era de paz», declaró Jacqueline, quien hace énfasis en la etapa de post acuerdos que vive Colombia, para lo cual las organizaciones defensoras de derechos humanos están llamadas a establecer estrategias para vencer la intolerancia y equilibrar desigualdades que garanticen continuar un camino de armonía para el país.
4. Karen Sereno Salguero y el amor por todas las formas de vida
Es administradora ambiental y actualmente realiza una especialización en gestión y planificación del desarrollo urbano y regional territorio. Desde hace más de 10 años es habitante del municipio de Soacha, Cundinamarca y cuando llegó, se dio cuenta que algo no estaba bien con las montañas que rodeaban su vivienda, no eran parecidas a las que veía en los cuentos, o cuando iba al campo; las montañas de Soacha estaban lastimadas y el paisaje estaba deteriorado por la minería de materiales de construcción y desde esa inquietud que tuvo desde niña por el bienestar de las personas, de los animales y de la naturaleza, empezó a hacer parte del proceso organizativo llamado Corporación Ambiental Caminando el Territorio.
Para Karen, junto con los demás integrantes de Caminando el Territorio, trabajar en un municipio como Soacha es fundamental para cambiar los imaginarios estigmatizantes que existen sobre sus habitantes, especialmente sobre la juventud. Es por esto que entre sus apuestas políticas, desde la Corporación se busca promover la justicia ambiental y la participación de las comunidades en las transformaciones del territorio, a través del reconocimiento de las realidades ambientales para mejorar la calidad de vida y demostrar que en Soacha existe un potencial social y ecológico que es importante reivindicar y defender.
A Karen le inspira el hecho de estar viva, le gusta la vida misma como todo lo que está vivo: los animales, las plantas, por esto considera que todos los seres vivos tenemos derecho a la vida digna, a ser respetados y por eso la defensa ambiental de su territorio le da un gran sentido a su existencia.
Es administradora ambiental y actualmente realiza una especialización en gestión y planificación del desarrollo urbano y regional territorio. Desde hace más de 10 años es habitante del municipio de Soacha, Cundinamarca y cuando llegó, se dio cuenta que algo no estaba bien con las montañas que rodeaban su vivienda, no eran parecidas a las que veía en los cuentos, o cuando iba al campo; las montañas de Soacha estaban lastimadas y el paisaje estaba deteriorado por la minería de materiales de construcción y desde esa inquietud que tuvo desde niña por el bienestar de las personas, de los animales y de la naturaleza, empezó a hacer parte del proceso organizativo llamado Corporación Ambiental Caminando el Territorio.
Para Karen, junto con los demás integrantes de Caminando el Territorio, trabajar en un municipio como Soacha es fundamental para cambiar los imaginarios estigmatizantes que existen sobre sus habitantes, especialmente sobre la juventud. Es por esto que entre sus apuestas políticas, desde la Corporación se busca promover la justicia ambiental y la participación de las comunidades en las transformaciones del territorio, a través del reconocimiento de las realidades ambientales para mejorar la calidad de vida y demostrar que en Soacha existe un potencial social y ecológico que es importante reivindicar y defender.
A Karen le inspira el hecho de estar viva, le gusta la vida misma como todo lo que está vivo: los animales, las plantas, por esto considera que todos los seres vivos tenemos derecho a la vida digna, a ser respetados y por eso la defensa ambiental de su territorio le da un gran sentido a su existencia.
5. Johana Gutierrez Tibaduiza y su trabajo por la prohibición del Asbesto
Es administradora de empresas de la Universidad Javeriana, en Duitama, Boyacá, el lugar donde nació, es administradora de un restaurante y de un almacén de autopartes, y a sus 38 años, casada y con dos hijas es una de las impulsoras de Colombia sin Asbesto.
Desde muy joven siempre ha estado conectada con asuntos sociales: «comencé organizado visitas al cancerológico pabellón de los niños, un día me contactaron Ana Cecilia y Daniel Pineda para unirse a una de las actividades de regalos para los niños; yo no sabía quiénes eran ellos y desde esa actividad comencé a conocer el tema del asbesto».
Hace parte de Colombia Sin Asbesto desde el año 2016, tuvo un papel definitivo en la organización de grupos de voluntariado que apoyaron cada debate en el Congreso sobre la prohibición del asbesto en el país, se lograban identificar porque siempre portaban una bandera gigante de Colombia con el hashtag #ColombiaSinAsbesto.
Después de la muerte de Ana Cecilia Niño, Nini Johana Gutierrez Tibaduiza continuó con más ahínco luchando por la aprobación de la Ley No 1968, que fue promulgada el 11 de Julio del año 2019. La norma es también conocida como la Ley Ana Cecilia Niño, símbolo de la lucha contra el asbesto en Colombia y quien se convirtiera en una de sus víctimas mortales.
Actualmente, Nini Johana Gutierrez Tibaduiza, es la encargada del voluntariado de la Fundación Ana Cecilia Niño y trabaja fuertemente para enseñar a las comunidades sobre los peligros de este mineral, que gracias a su labor, ya está prohibido en el país.
Es administradora de empresas de la Universidad Javeriana, en Duitama, Boyacá, el lugar donde nació, es administradora de un restaurante y de un almacén de autopartes, y a sus 38 años, casada y con dos hijas es una de las impulsoras de Colombia sin Asbesto.
Desde muy joven siempre ha estado conectada con asuntos sociales: «comencé organizado visitas al cancerológico pabellón de los niños, un día me contactaron Ana Cecilia y Daniel Pineda para unirse a una de las actividades de regalos para los niños; yo no sabía quiénes eran ellos y desde esa actividad comencé a conocer el tema del asbesto».
Hace parte de Colombia Sin Asbesto desde el año 2016, tuvo un papel definitivo en la organización de grupos de voluntariado que apoyaron cada debate en el Congreso sobre la prohibición del asbesto en el país, se lograban identificar porque siempre portaban una bandera gigante de Colombia con el hashtag #ColombiaSinAsbesto.
Después de la muerte de Ana Cecilia Niño, Nini Johana Gutierrez Tibaduiza continuó con más ahínco luchando por la aprobación de la Ley No 1968, que fue promulgada el 11 de Julio del año 2019. La norma es también conocida como la Ley Ana Cecilia Niño, símbolo de la lucha contra el asbesto en Colombia y quien se convirtiera en una de sus víctimas mortales.
Actualmente, Nini Johana Gutierrez Tibaduiza, es la encargada del voluntariado de la Fundación Ana Cecilia Niño y trabaja fuertemente para enseñar a las comunidades sobre los peligros de este mineral, que gracias a su labor, ya está prohibido en el país.
6. Paula Caballero: «La madre de los objetivos es el consumo sostenible»
Paula Caballero es una ambientalista colombiana con un interesante recorrido profesional. Fue Directora de Asuntos Económicos, Sociales y Ambientales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, durante el período de Maria Ángela Holguín como Canciller; poco después se convirtió en la Directora de Medio Ambiente y Recursos Naturales del Banco Mundial; y actualmente se desempeña como Directora Global Programa del Clima de World Resources Institute.
Pero fue durante su paso por la cancillería de Colombia donde comenzó a gestar el logro que más se le reconocería: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que serían presentados en el 2012 en la Cumbre Río+20, en donde la comunidad internacional conformada por 193 países, por primera vez acordó objetivos claros en materia de sostenibilidad, con indicadores verificables y nuevos instrumentos políticos.
A pesar de la fuerte oposición, la gestión de Caballero logró convocar la suficiente cantidad de países a favor, para que se incluyeran los 17 objetivos y las 169 metas, en la conocida Agenda 2030, una apuesta por la sostenibilidad y la equidad aplicable a todos los países de las Naciones Unidas y que inspiró, como dice el último de los objetivos, “Una Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible”.
“Es importante decir que la madre de todos los ODS es el de Objetivo 12 sobre Consumo y Producción Sostenible. Millones de personas están ingresando a la clase media a nivel mundial, con expectativas de alimentación, transporte, energía y vivienda que, si continuamos por la senda actual, exceden de manera dramática los recursos y sistemas naturales del planeta. Tenemos que lograr una utilización más eficiente y efectiva de los recursos. Si no logramos este objetivo estamos abocados a un mundo menos equitativo, más pobre, con mayor potencial de conflicto. La sostenibilidad no es un asunto “ambiental”. Es un asunto existencial a nivel de sociedad y economía. Y va de la mano con una visión profunda de inclusión”, aseguró Paula Caballero en entrevista con el diario El Espectador.
Paula Caballero es una ambientalista colombiana con un interesante recorrido profesional. Fue Directora de Asuntos Económicos, Sociales y Ambientales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, durante el período de Maria Ángela Holguín como Canciller; poco después se convirtió en la Directora de Medio Ambiente y Recursos Naturales del Banco Mundial; y actualmente se desempeña como Directora Global Programa del Clima de World Resources Institute.
Pero fue durante su paso por la cancillería de Colombia donde comenzó a gestar el logro que más se le reconocería: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que serían presentados en el 2012 en la Cumbre Río+20, en donde la comunidad internacional conformada por 193 países, por primera vez acordó objetivos claros en materia de sostenibilidad, con indicadores verificables y nuevos instrumentos políticos.
A pesar de la fuerte oposición, la gestión de Caballero logró convocar la suficiente cantidad de países a favor, para que se incluyeran los 17 objetivos y las 169 metas, en la conocida Agenda 2030, una apuesta por la sostenibilidad y la equidad aplicable a todos los países de las Naciones Unidas y que inspiró, como dice el último de los objetivos, “Una Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible”.
“Es importante decir que la madre de todos los ODS es el de Objetivo 12 sobre Consumo y Producción Sostenible. Millones de personas están ingresando a la clase media a nivel mundial, con expectativas de alimentación, transporte, energía y vivienda que, si continuamos por la senda actual, exceden de manera dramática los recursos y sistemas naturales del planeta. Tenemos que lograr una utilización más eficiente y efectiva de los recursos. Si no logramos este objetivo estamos abocados a un mundo menos equitativo, más pobre, con mayor potencial de conflicto. La sostenibilidad no es un asunto “ambiental”. Es un asunto existencial a nivel de sociedad y economía. Y va de la mano con una visión profunda de inclusión”, aseguró Paula Caballero en entrevista con el diario El Espectador.
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