LA LUCHA ETERNA DE TONI MORRISON
Aunque haya pasado a la historia por ser la primera mujer afroamericana en ganar un Premio Nobel de Literatura, Toni Morrison también jugó un papel fundamental como editora para acabar con la discriminación racial de autores como Angela Davis o Henry Dumas.
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Guadalupe Bécares
La imagen de Rosa Parks sentada, desafiante y serena, en la parte reservada a los blancos del autobús. Las multitudinarias oraciones de Martin Luther King reclamando igualdad, paz y justicia, y los discursos rabiosos de Malcom X. Los versos inspiradores de Maya Angelou y la música de Nina Simone. El saludo, puños en alto y enfundados en guantes negros, de Tommie Smith y John Carlos cuando subieron al pódium en los Juegos Olímpicos de México 1968. La lucha por el fin de la discriminación racial en Estados Unidos se cobró la vida de un buen número de sus activistas y, quienes lograron conservarla, se enfrentaron a la violencia y la cárcel. Sin embargo, la revolución ya estaba en marcha, y nadie iba a poder pararla: los testimonios eran innumerables pero, aunque hicieran todo lo posible por silenciarlos, había una comunidad de miles de personas que, hartas de violencia y humillación, no iban a permitirlo. Y entre ellas estaba Toni Morrison.
Nacida con el nombre de Chloe Ardelia Wofford en Ohio en 1931, la escritora norteamericana fallecía esta semana dejando tras de sí un legado literario lleno de hitos, entre los que destaca de forma especial el que alcanzó en 1993: ese año se convirtió en la primera mujer afroamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura. Aunque entonces apenas contaba con seis títulos publicados, Morrison logró alzarse con uno de los galardones más importantes del mundo de las letras por una obra en la que ponía frente al espejo las desigualdades raciales de la sociedad estadounidense y la discriminación sufrida durante décadas por la población racializada.
Si bien fue el galardón que le dio a conocer al gran público –sobre todo a este lado del charco–, el Nobel no era, ni mucho menos, el primer reconocimiento que obtuvo Morrison. Pocos años antes, en 1988, se había llevado el premio Pulitzer por Beloved, una novela ambientada en los años de la Guerra de Secesión en la que se cuenta la dramática historia de Sethe, una mujer negra que logra escapar de la esclavitud. La obra –basada en la historia real de Margaret Garner– ahonda en las consecuencias psicológicas de las vejaciones y torturas sufridas por el pueblo afroamericano. Debido a su éxito, fue llevada al cine diez años después de su publicación en una película dirigida por Jonathan Demme y producida y protagonizada por la popular presentadora Oprah Winfrey.
Antes que el Nobel, Morrison había ganado el Pulitzer en 1988 por ‘Beloved’
«Cualquier blanco podía apropiarse de toda tu persona si se le ocurría. No solo hacerte trabajar, matarte o mutilarte, sino ensuciarte. Ensuciarte tanto como para que ni tú mismo pudieras volver a gustarte. Ensuciarte tanto como para que olvidaras quién eras y nunca pudieras recordarlo. Y aunque ella y otros lo habían soportado, no podía permitir que le ocurriera a los suyos», escribía en esa novela. Esas palabras ya dejaban traslucir que la esclavitud, la discriminación de las mujeres y la segregación racial en Estados Unidos se iban a convertir en los grandes protagonistas de una trayectoria como escritora que comenzó de manera tardía, cuando Morrison superaba ya los cuarenta años. The bluest eyes, traducida al castellano como Ojos azules y publicada en 1970, su primera novela, retrata el deseo de una niña negra de tener los ojos azules de las actrices de Hollywood y las muñecas de las niñas blancas.
Poco después llegarían otros títulos como Sula o La canción de Salomón –que le valió el Premio Nacional de la Crítica estadounidense en 1977–, La isla de los caballeros, o las dos obras que completan la trilogía de Beloved, Paraíso y Jazz, publicada un año antes de recibir el Nobel. En todas ellas, Toni Morrison quiso contar la realidad de las personas racializadas, especialmente de las mujeres, que tienen un papel protagonista como hilo conductor de toda su trayectoria literaria, conformada por relatos cortos, libros infantiles, novelas y ensayos –entre ellos destaca El origen de los otros, uno de sus últimos títulos, que fue publicado en 2017 y recoge su visión sobre la raza y examina la literatura de autores como Hemingway y Faulkner–.
Además de como escritora –su bibliografía incluye también obras de teatro o el libreto de la ópera Margaret Garner, estrenada en 2005–, Morrison dedicó gran parte de su vida a la labor docente en la Universidad y al mundo editorial. Desde 1964, trabajó como editora de Random House en Nueva York, posición desde la que jugó un papel fundamental en la difusión de autores afroamericanos como Gayl Jones, Henry Dumas o Angela Davis. A esta última la convenció para escribir su propia autobiografía a mediados de los setenta –cuando apenas pasaba el cuarto de siglo– y, desde entonces, ambas mantuvieron una amistad que se prolongó hasta la actualidad en un binomio fructífero e imprescindible para la difusión del afrofeminismo.
En Beloved, Toni Morrison decía que un hombre no es un hacha que tala todo el día y que hay aspectos de los que no se puede desprender porque los lleva dentro. Ella tenía en su interior la igualdad, la lucha y la justicia. También la literatura. Y eso no hay hacha que lo tale… ni siquiera la de la muerte.
La imagen de Rosa Parks sentada, desafiante y serena, en la parte reservada a los blancos del autobús. Las multitudinarias oraciones de Martin Luther King reclamando igualdad, paz y justicia, y los discursos rabiosos de Malcom X. Los versos inspiradores de Maya Angelou y la música de Nina Simone. El saludo, puños en alto y enfundados en guantes negros, de Tommie Smith y John Carlos cuando subieron al pódium en los Juegos Olímpicos de México 1968. La lucha por el fin de la discriminación racial en Estados Unidos se cobró la vida de un buen número de sus activistas y, quienes lograron conservarla, se enfrentaron a la violencia y la cárcel. Sin embargo, la revolución ya estaba en marcha, y nadie iba a poder pararla: los testimonios eran innumerables pero, aunque hicieran todo lo posible por silenciarlos, había una comunidad de miles de personas que, hartas de violencia y humillación, no iban a permitirlo. Y entre ellas estaba Toni Morrison.
Nacida con el nombre de Chloe Ardelia Wofford en Ohio en 1931, la escritora norteamericana fallecía esta semana dejando tras de sí un legado literario lleno de hitos, entre los que destaca de forma especial el que alcanzó en 1993: ese año se convirtió en la primera mujer afroamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura. Aunque entonces apenas contaba con seis títulos publicados, Morrison logró alzarse con uno de los galardones más importantes del mundo de las letras por una obra en la que ponía frente al espejo las desigualdades raciales de la sociedad estadounidense y la discriminación sufrida durante décadas por la población racializada.
Si bien fue el galardón que le dio a conocer al gran público –sobre todo a este lado del charco–, el Nobel no era, ni mucho menos, el primer reconocimiento que obtuvo Morrison. Pocos años antes, en 1988, se había llevado el premio Pulitzer por Beloved, una novela ambientada en los años de la Guerra de Secesión en la que se cuenta la dramática historia de Sethe, una mujer negra que logra escapar de la esclavitud. La obra –basada en la historia real de Margaret Garner– ahonda en las consecuencias psicológicas de las vejaciones y torturas sufridas por el pueblo afroamericano. Debido a su éxito, fue llevada al cine diez años después de su publicación en una película dirigida por Jonathan Demme y producida y protagonizada por la popular presentadora Oprah Winfrey.
Antes que el Nobel, Morrison había ganado el Pulitzer en 1988 por ‘Beloved’
«Cualquier blanco podía apropiarse de toda tu persona si se le ocurría. No solo hacerte trabajar, matarte o mutilarte, sino ensuciarte. Ensuciarte tanto como para que ni tú mismo pudieras volver a gustarte. Ensuciarte tanto como para que olvidaras quién eras y nunca pudieras recordarlo. Y aunque ella y otros lo habían soportado, no podía permitir que le ocurriera a los suyos», escribía en esa novela. Esas palabras ya dejaban traslucir que la esclavitud, la discriminación de las mujeres y la segregación racial en Estados Unidos se iban a convertir en los grandes protagonistas de una trayectoria como escritora que comenzó de manera tardía, cuando Morrison superaba ya los cuarenta años. The bluest eyes, traducida al castellano como Ojos azules y publicada en 1970, su primera novela, retrata el deseo de una niña negra de tener los ojos azules de las actrices de Hollywood y las muñecas de las niñas blancas.
Poco después llegarían otros títulos como Sula o La canción de Salomón –que le valió el Premio Nacional de la Crítica estadounidense en 1977–, La isla de los caballeros, o las dos obras que completan la trilogía de Beloved, Paraíso y Jazz, publicada un año antes de recibir el Nobel. En todas ellas, Toni Morrison quiso contar la realidad de las personas racializadas, especialmente de las mujeres, que tienen un papel protagonista como hilo conductor de toda su trayectoria literaria, conformada por relatos cortos, libros infantiles, novelas y ensayos –entre ellos destaca El origen de los otros, uno de sus últimos títulos, que fue publicado en 2017 y recoge su visión sobre la raza y examina la literatura de autores como Hemingway y Faulkner–.
Además de como escritora –su bibliografía incluye también obras de teatro o el libreto de la ópera Margaret Garner, estrenada en 2005–, Morrison dedicó gran parte de su vida a la labor docente en la Universidad y al mundo editorial. Desde 1964, trabajó como editora de Random House en Nueva York, posición desde la que jugó un papel fundamental en la difusión de autores afroamericanos como Gayl Jones, Henry Dumas o Angela Davis. A esta última la convenció para escribir su propia autobiografía a mediados de los setenta –cuando apenas pasaba el cuarto de siglo– y, desde entonces, ambas mantuvieron una amistad que se prolongó hasta la actualidad en un binomio fructífero e imprescindible para la difusión del afrofeminismo.
En Beloved, Toni Morrison decía que un hombre no es un hacha que tala todo el día y que hay aspectos de los que no se puede desprender porque los lleva dentro. Ella tenía en su interior la igualdad, la lucha y la justicia. También la literatura. Y eso no hay hacha que lo tale… ni siquiera la de la muerte.
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