Violencia económica: "Dependía de él hasta para comprar la comida"
Cuando conoció a quien hoy es su exmarido, Gabriela vivía sola, tenía 27 años, un buen trabajo, un auto y un departamento. Difícil imaginar que, desde entonces y por más de dos décadas, viviría sometida y que el arma de manipulación iba a ser el dinero. "Llegó un momento en que dependía de él completamente hasta para comprar la comida. Me fui quedando sin nada, porque logró que renuncie a mi trabajo. Me maltrató hasta anularme", sintetiza Gabriela.
La violencia económica es una dimensión más de la violencia de género, muchas veces invisibilizada, porque está naturalizada. "Si yo gano bien, ¿para qué vas a trabajar?"; "¿Vas a pagarle a una empleada para que cuide a los chicos?"; "Los chicos se van a criar con desconocidos por tu caprichito"; "Los números los manejo yo"; "Si te vas de qué vas a vivir". Estas son algunas de las tantas humillaciones que se repiten en las casas donde las mujeres son violentadas. En la mayoría de los casos, recién toman conciencia cuando la violencia escala y se transforma en golpes o maltratos, y la situación sale a la luz cuando los profesionales que reciben las denuncias ahondan en cómo se maneja el dinero en la familia. En el contexto de pandemia, a estas vulnerabilidades o dependencias creadas por los agresores se suma la crisis económica, lo que hace que la situación se agrave para muchas mujeres.
Me fui quedando sin nada, porque logró que renuncie a mi trabajo. Me maltrató hasta anularme.
Gabriela, víctima de violencia económica
A la distancia, Gabriela ve que
hubo señales desde el primer momento en que se casó con el padre de sus dos
hijos. "Me creí el cuento del amor romántico, de que la mujer tiene
que entregar todo por amor", dice. Todo lo que ella tenía antes de conocerlo lo vendieron para
comprar un nuevo departamento y sacaron un préstamo que ella pagaba con su
sueldo. "Este hombre me manipuló desde el inicio",
recuerda, a casi dos años de haberlo denunciado ante la Oficina de Violencia
Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
La decisión fue muy difícil. "Tardé años en animarme. Después de que lo
denuncié, pidieron su exclusión del hogar y él empezó a mandar flores, cartas y
regalos, rogando para que lo perdonara", cuenta Gabriela. "Volvía
locos a mis hijos para que le dijeran todo lo que yo hacía -continúa-. Accedí a
hablar con él por ellos y casi empecé a creerle de nuevo, pero me di cuenta de
que no iba a cambiar".Y no se equivocó: "Cuando me amenazó de muerte, ratifiqué mi
denuncia". Tiene 55 años y está acompañada por un equipo de profesionales que
intervienen para que recupere lo que le corresponde.
Según
el último informe publicado por la OVD, en 2019, el 33% de las denuncias
realizadas por mujeres fueron por violencia económica. Analía Monferrer,
titular de la oficina, aclara que, mientras aumentó la percepción de la
violencia psicológica, en la de tipo económico sigue siendo muy baja.
1
Control de gastos
Se da cuando los hombres están atentos a cuánto gastan las mujeres en celular, libros, ropa o maquillaje. Revisan los resúmenes de la tarjeta y dan el dinero justo para cada compra. Exigen los comprobantes de todo.
2
Manejo del dinero
Una de las primeras señales es que están atentos a cuánto gana la mujer y piden que ese dinero sea depositado en una cuenta en común. Consideran que los ingresos de ellas solo “ayudan” al hogar.
El día después
Desde hace más de un año, Gabriela no ve a sus hijos de
15 y 17 años. Después de realizar la denuncia en 2018,
se dictó la restricción perimetral para su exmarido, pero a los dos meses tuvo
que levantarla porque sus hijos se lo reclamaban. En ese contexto de
vulnerabilidad, ella sentía que la odiaban. Él les ofrecía viajes, regalos y dinero, algo que ella
no podía porque lo había perdido todo. Los chicos terminaron yéndose a vivir
con su padre, dejaron de hablarle y para ella fue devastador.
Durante sus 23 años en pareja, el marido de Gabriela
nunca le rindió cuentas de sus bienes, y al separarse, jamás le pasó la cuota
alimentaria ni la compensación económica que le correspondía. El juez Lucas Aón, a cargo del Juzgado Nacional de
Primera Instancia en lo Civil Nº 25, con competencia en cuestiones de familia,
explica que, a partir de la Ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir,
Erradicar y Sancionar la Violencia contra las Mujeres, "existe la figura
de la compensación económica, como una protección de género, pensando en la
mujer que se dedicó a la crianza de los hijos y no pudo desarrollarse
económicamente".
Gabriela, que tenía un rol jerárquico en una
importante obra social, había dejado de trabajar por presión de su exmarido,
que no quería que saliera de la casa. En
las oportunidades en que lo hacía, él la sometía a celos todo el tiempo y hasta
le restringía la ropa que podía comprarse. "Una característica de los
varones que ejercen violencia es la celotipia: escenas de celos con compañeros
de trabajo, control de la vestimenta, insultos, subestimación y maltrato
diario. Este hostigamiento constante termina provocando que la mujer se ausente
a su empleo o que lo pierda, para que así dependa completamente del
agresor", explica Alejandra Vázquez, psicóloga especialista en violencia
familiar y coordinadora de programas de prevención de la violencia en Surcos,
una asociación civil que articula con los municipios de todo el país.
Sin embargo, a pesar de los avances legislativos y en
el acceso rápido a la justicia, los
profesionales de distintas disciplinas consultados por LA NACION sostienen que
está faltando algo muy importante: la presencia del Estado el día después de la
denuncia. "Tenemos las leyes y los medios
adecuados, pero no el acompañamiento. La Justicia ordena la inmediata exclusión
del hogar del agresor y preserva la seguridad física y psicológica de los
integrantes del hogar. También impone la compensación económica que
corresponde, pero al día siguiente, esa mujer se queda sola", sostiene
Aón. Esa desprotección es la que, para el juez, muchas veces hace abrir de
nuevo la puerta del hogar a los agresores, porque "no tienen cómo
sostenerse económicamente".
Días
atrás, el Gobierno lanzó el Plan Nacional de Acción contra las Violencias por
Motivos de Género 2020-2022, una iniciativa del Ministerio de las Mujeres,
Géneros y Diversidad. Según informaron desde esa cartera, el mismo cuenta con
más de 100 compromisos de responsabilidad de otros ministerios y agencias del
Estado. Entre otras cuestiones, promueve el acceso a la justicia "como una
forma de acceso a derechos, creando y diversificando las bocas de recepción de
denuncias de casos de violencia por motivos de género"; crea el Programa
Acompan~ar, de asistencia integral a víctimas; establece la implementación de
Centros Territoriales Integrales de Poli´ticas de Género y Diversidad en todo
el pai´s; impulsa un sistema digital para emergencias y un programa de apoyo a
la red de hogares y refugios.
Por su parte, la ciudad de Buenos Aires cuenta con 15
Centros de la Mujer en diferentes comunas, que ofrecen asistencia integral en
situación de violencia de género. "El
25% de las llamadas al 144 son de violencia económica. Este año estamos sumando
esta variable al índice de indicadores de género, para pensar políticas
públicas más eficientes", explica Agustina Ciarletta, al frente de la
Dirección General de la Mujer del gobierno porteño. La funcionaria señala que "registrar es
reconocer que desde el momento en que la mujer se anima a denunciar, necesita
que el Estado esté con ella y la acompañe en la transición".
En este sentido, Claudia Hasanbegovic, abogada,
investigadora y consultora internacional en violencia de género, subraya que
"el tema trabajo, vivienda y subsidio para comer son fundamentales para independizarse del
agresor" y que "las leyes no alcanzan si eso no está". Con más
de 30 años de experiencia, asegura que "el no pago de la cuota alimentaria
es violencia económica contra la mujer pero muy pocos jueces le dan esa
dimensión y siguen haciendo lugar a mediaciones, algo que no corresponde".
Y señala además que "en estos meses de encierro, muchas mujeres recurren a
sus agresores para poder comer".
LEYES CONTRA LA VIOLENCIA ECONÓMICA
Paralizadas
"La violencia económica daña la autoestima y la
autodeterminación para tomar decisiones de vida. Esto provoca efectos en la salud: cuadros depresivos y
psicosomáticos. Por otra parte, muchas mujeres suelen estar afectadas por lo
que se define como síndrome de indefensión aprendida", plantea Vázquez. Se
trata de "un estado de parálisis que les impide actuar, por estar
expuestas en forma continua a la violencia, reforzado por una cultura
patriarcal y por la ausencia de respuesta institucional a la
problemática".
"La idea de que el principal proveedor es el
hombre sigue siendo fuerte e incide en la percepción de las mujeres. Por
eso, no hablamos estrictamente de violencia económica sino de las dimensiones
económicas de la violencia de género",
explica Corina Rodríguez Enríquez, economista e investigadora del Conicet en el
Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (CIEPP).
Integra la organización Economía Feminista, que visibiliza el rol del trabajo
de cuidado no remunerado que hacen las mujeres y su peso en el desarrollo
social. Las tareas de cuidado de los niños, ancianos, enfermos, así como de la
casa, no están remuneradas, se las invisibiliza y distribuye de manera
inequitativa. De acuerdo a la OIT, el 82% de este trabajo recae en las mujeres,
lo que las hace dependientes económicamente.
En términos legales, se considera violencia económica
no solo a la que se da en un ámbito doméstico sino también laboral, que se
manifiesta, por ejemplo, en la brecha salarial. También se tienen en cuenta situaciones en otro tipo de vínculos familiares, como el filial y el
fraternal. Entre las mujeres adultas mayores (más de 65 años), hay un
alto porcentaje de denuncias de violencia patrimonial contra sus hijos u otros
familiares, quienes aprovechan su vulnerabilidad física o psíquica para hacer
uso o apropiarse de sus bienes.
Gabriela aún tiene un largo camino por recorrer. Hoy trabaja y pudo recuperar su
autosustentabilidad, pero necesita recuperar a sus hijos. Los vio hace tres
meses, en una mediación antes de la cuarentena, y ese contacto le dio
esperanzas. "Me pidieron encontrarnos nuevamente, sin jueces ni
abogados", recuerda, con una sonrisa.
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