París -
En la historia del feminismo en
Francia hay un antes y un después de la conquista del derecho al aborto, en
1975. Un hito que justamente se vincula a la entonces ministra de Sanidad Simone Veil, pero que no se
habría logrado sin el trabajo hercúleo de otra mujer clave en la lucha de las
francesas por sus derechos, la abogada Gisèle Halimi. La que fuera durante
décadas amiga y compañera de batallas de otro icono del feminismo, Simone de
Beauvoir, ha fallecido este martes en París, un día después de cumplir los 93
años.
“Se ha apagado serenamente”, declaró
el menor de sus tres hijos, Emmanuel Faux, a la Agencia France Presse. Falleció
tras tener “una bella vida”, celebró.
Bella, agitada y combativa hasta el
final. “Me sigue sorprendiendo que las injusticias contra las mujeres no
susciten una revuelta general”, decía todavía en 2019 en una entrevista
en Le Monde, en la que defendía la necesidad “más que nunca” de
continuar la batalla feminista.
Un combate que le debe a Halimi momentos clave. Como el
conocido como “proceso de Bobigny”, cuando en 1972 defendió a una adolescente
de 16 años, Marie-Claire Chevalier, y a su madre, acusada de haber ayudado a
abortar a su hija. Halimi hizo de su defensa una reivindicación de la
despenalización del aborto. La absolución de la joven y la condena exenta de
cumplimiento para la madre son unánimemente consideradas el precedente que
abrió la puerta a la ley del aborto de Veil, una causa por la que la abogada ya
llevaba tiempo luchando. Un año antes del famoso juicio, Halimi había fundado
con Simone de Beauvoir y Jean Rostand el colectivo Choisir (elegir) que luchaba
por el derecho al aborto: “el último recurso de una mujer cuando no tiene
posibilidad de elegir”, recalcaba. Elegir, insistía décadas después, significa
“el derecho elemental de las mujeres a elegir si quieren procrear o no”. Halimi
también fue una de las signatarias en abril de 1971 del famoso manifiesto en la
revista Le Nouvel Observateur en el que 343 mujeres conocidas, como Simone de
Beauvoir, François Sagan o Catherine Deneuve, afirmaban haberse sometido a un
aborto.
Logrado este derecho, Halimi se
sumergió en otra lucha pendiente: el reconocimiento de la violación como un
crimen. La abogada fue la protagonista de otro proceso clave en esa batalla: en
1978, representó a dos jóvenes belgas que habían acusado a tres hombres de
haberlas violado. La condena a los agresores abrió nuevamente la vía a un
cambio legal que, en 1980, haría de la violación un crimen punible con hasta 15
años de cárcel.
La pasión y hasta la rabia que le
llevaron a elegir la abogacía como profesión —la injusticia, decía, le
resultaba “físicamente intolerable”— las llevaba muy dentro desde pequeña.
Nacida el 27 de julio de 1927 en la Goulette, Túnez, en el seno de una modesta
familia judía, Zeiza Gisèle Elise Taïeb empezó ya de niña a rebelarse contra el
destino que parecía venirle determinado por el mero hecho de haber nacido
mujer. A los 10 años emprendió una huelga de hambre para rebelarse contra el
hecho de que le obligaran a realizar tareas domésticas “de las que mis hermanos
estaban exentos”. Seis años más tarde, rechazó casarse y logró partir a
Francia, donde estudió Derecho y Filosofía.
Nada más obtener el diploma, regresó
en 1949 a Túnez, donde trabajó a favor de la independencia de su país, una
convicción anticolonialista que también la llevó a defender a miembros del FLN
durante la guerra de Argelia. Su lucha política —llegaría a diputada no
afiliada pero vinculada al Partido Socialista— también la llevó a España, país
que visitó en repetidas ocasiones y donde asistió en diciembre de 1970 al
juicio de Burgos contra 16 miembros de ETA como representante de la Federación
Internacional de Derechos Humanos. También es una de las fundadoras de la
organización Attac (Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras
y por la Acción Ciudadana) en 1998.
De su primer matrimonio en 1956 con
Paul Halimi le quedaron sus dos hijos mayores y el apellido, pero su pareja fue
realmente Claude Faux, secretario de Jean-Paul Sartre, y con quien tuvo a su
tercer hijo, Emmanuel.
Halimi, cuyos juicios han sido
llevados al cine y la televisión en varias ocasiones, también era una
apasionada de la escritura. Es autora de una quincena de libros. Su muerte ha
conmocionado al mundo del feminismo y de la política.
“Para Gisèle Halimi, el feminismo era
un humanismo. Francia pierde a una republicana apasionada que, como abogada,
militante y diputada, fue una gran luchadora por la emancipación de las
mujeres”, dijo en Twitter el presidente francés, Emmanuel Macron. “Defensora
infatigable de los derechos de las mujeres, magnífica escritora, militante
decidida”, lamentó su amiga y ministra de Cultura, Roselyne Bachelot, antigua
ministra de Sanidad con el Gobierno de Nicolas Sarkozy. “Combatiente incansable
de los derechos de las mujeres, denunciadora de las torturas perpetradas por la
colonización. Nunca la olvidaremos”, prometió también la alcaldesa de París, la
socialista Anne Hidalgo.
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