Este diálogo sencillo encierra una verdad poderosa: las niñas y mujeres no están destinadas a ser personajes secundarios ni adornos en relatos ajenos. Ellas son creadoras, protagonistas y dueñas de su destino. Ser autora de la propia historia significa asumir la libertad de decidir, soñar sin límites y escribir con valentía cada página de la vida.
Desde esta perspectiva, se abre una reflexión sobre la importancia de educar en la autonomía, la igualdad y la autoestima. No se trata de negar la fantasía, sino de reconocer que la imaginación también puede inspirar independencia, resiliencia y empoderamiento.
En tiempos donde aún se cuestiona el papel de la mujer en múltiples espacios, esta imagen nos invita a sembrar una nueva cultura: aquella en la que cada niña crece con la certeza de que no necesita ser rescatada, porque tiene la fuerza para construir su propio camino.
Porque ser la autora del cuento no solo es un sueño, es un acto de libertad.
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