miércoles, 28 de febrero de 2018










Que mediante Resolución No. 0031 del 15 de enero de 2018, la Secretaría Distrital de la Mujer, en cumplimiento de las disposiciones contenidas en el Acuerdo Distrital 257 de 2006 y en los Decretos Distritales 448 de 2007 y 224 de 2014, relacionadas con la participación de la ciudadanía en el Distrito Capital, expidió el acto administrativo por medio del cual estableció el proceso para la elección del Consejo Consultivo de Mujeres para el período 2018-2021, señalando las representaciones a elegir, las fases del proceso, los requisitos correspondientes a las inscripciones de candidatas y votantes y el cronograma general del proceso, entre otros aspectos.

Que estando en curso actualmente la fase correspondiente al proceso de divulgación e información, la cual comprende del 15 al 31 de enero de 2018, algunas mujeres interesadas han solicitado en las sesiones de divulgación, la ampliación de los términos previstos en el cronograma inicial, teniendo en cuenta que muchas de las organizaciones y mujeres aún se encuentran en período de vacaciones durante el mes de enero de 2018.

Que, por otra parte, se hace necesario aclarar la Resolución No. 0031 de 2018, en el sentido de modificar y unificar los requisitos de inscripción para la Categoría de las Representantes por Localidades, así como estableciendo en la fase de publicación de listados definitivos, la opción de presentar observaciones al proceso, garantizando la transparencia del mismo.

Que es de interés de la Secretaría Distrital de la Mujer, promover ejercicios democráticos y de participación que permitan a un mayor número de organizaciones, participar activamente en la consolidación e implementación de la Política Pública de Mujeres y Equidad de

Género, fortaleciendo los procesos de representación e incidencia en los asuntos que se relacionan con esta política.

martes, 27 de febrero de 2018



Marcela Lagarde: Una nueva cultura de género

La nueva cultura de género enmarcada en el feminismo, se basa  en la mismidad, la sororidad y la solidaridad, como valores éticos y como metodologías políticas para generarla. No obstante no son sólo puntos de partida sino además fines de esa cultura. Son también los finos hilos del sentido  que guía nuestras decisiones y prioridades y nuestros procederes.

La solidaridad entre mujeres y hombres se apoya en la igualdad  como principio ético-político de las relaciones entre los géneros, y en la justicia genérica como un objetivo compartido por mujeres y hombres. La solidaridad se concreta  en el consenso a la igual valía de los géneros y en el apoyo social equitativo a la realización de las potencialidades humanas de las personas de ambos géneros. La solidaridad entre mujeres y hombres precisa el reconocimiento de la humanidad del otro, de la otra, y la posibilidad de identificar las semejanzas y las diferencias como tales y no como desigualdades. Esta solidaridad intergenérica se apoya en la defensa de la libertad y del poderío personales y colectivos para ambos géneros, así como en la posibilidad de establecer pactos justos y paritarios entre mujeres y hombres. La solidaridad genérica surge de la empatía entre iguales y distintos que suman esfuerzos vitales de diversa índole para actuar en el mundo. Para que se desarrolle esta solidaridad es preciso que no existan jerarquías previas de género y sea desterrado el mito que afirma a través de diversas ideologías y discursos, que la materia de la relación entre mujeres y hombres es, sobre todas las cosas, la sexualidad. Las mujeres y los hombres pueden establecer diversidad de relaciones y realizar infinidad de actividades que requieren imaginario, discursos y  legitimidad. La ampliación de los fines del encuentro entre mujeres y hombres es imprescindible para construir entre ellos la conciencia y la ética de ser congéneres y coterráneos, copartícipes en el mundo.

 La sororidad es una solidaridad específica, la que se da entre las mujeres que por encima de sus diferencias y antagonismos se deciden por desterrar la misoginia y sumar esfuerzos, voluntades y capacidades, y pactan asociarse para potenciar su poderío y  eliminar el patriarcalismo de sus vidas y del mundo.

La sororidad es en sí misma un potencial y una fuerza política porque trastoca un pilar patriarcal: la prohibición de la alianza de las mujeres y permite enfrentar la enemistad genérica,  que patriarcalmente estimula entre las mujeres la competencia, la descalificación y el daño. Nada más dramático y doloroso para las mujeres que ser sometidas a misoginia por las pares de género, por las semejantes (Lagarde, 1989). Lograr la alianza y usarla para cambiar radicalmente la vida y remontar la particularidad genérica (Heller, 1980), reconstituye a las mujeres y es un camino real para ocupar espacios, lograr derechos, consolidar protecciones entre mujeres y eliminar el aislamiento, la desvalía y el abandono. La sororidad es asimismo un camino para valorizar la identidad de género y lograr la autoafirmación de cada mujer. Apoyadas unas en las otras sin ser idénticas, sino reconociendo las diferencias entre ellas, las mujeres pueden pactar entre sí, siempre y cuando se reconozcan como sujetas, en este sentido, como pactantes. Enfrentar la opresión implica hacerlo también entre las mujeres. La sororidad, como alianza feminista  entre las mujeres, es indispensable para enfrentar la vida y cambiar la correlación de poderes en el mundo.

El nuevo orden de géneros requiere una voluntad histórica que desvíe el sentido actual y contribuya a disminuir las asimetrías entre los géneros y la desigualdad en la calidad de la vida de mujeres y hombres. Las políticas sociales deben encaminarse a lograr el desarrollo sustentable con equidad entre mujeres y hombres.

La construcción de derechos humanos paritarios se apoya en el principio de las reivindicaciones vitales a partir del cual se valora la vida humana. La primera reivindicación vital es que ninguna vida humana vale más que otra. Una segunda reivindicación vital consiste en no aceptar que las personas estén condenadas a tener una vida breve o miserable por su nacionalidad, su clase, su raza,  su sexo y su género .La filosofía en que se apoyan la legitimidad ética y la viabilidad política de las reivindicaciones vitales es su universalismo “...como el hilo común que une las exigencias del desarrollo humano de la actualidad con las exigencias del desarrollo del mañana... la meta no puede consistir en sostener la privación humana... Así, desarrollo humano y carácter sostenible son los componentes esenciales de la misma ética universalista de las reivindicaciones vitales” (IDH, 1994:15). El principio político para el logro de las reivindicaciones vitales es la equidad individual y colectiva en las oportunidades para hacer uso de las capacidades vitales.

 De no caminar por esta senda, la dominación patriarcal se agudizará y se ampliará la brecha entre mujeres y hombres,  aumentarán la feminización de la pobreza, la marginación de las mujeres, el feminicidio (individual o tumultuario). Aumentará también la disputa patriarcal entre los hombres, crecerá la expropiación de millones de ellos realizada por cada vez menos hombres y sus poderosos mecanismos e instituciones, y con el neoliberalismo se agudizarán  el machismo y la violencia de unos hombres contra otros. 

 Si no enfrentamos con eficacia y efectividad el sentido patriarcal de la vida, cada  año y cada día que pase, en lugar de aminorar los sexismos, se sumarán a otras formas de dominación nacional, de clase, etnocida. Los sexismos, como hasta ahora, serán atizados y combustible para los neofascismos, la fobia a los extranjeros, a las personas de otras opciones políticas, de otras creencias y prácticas religiosas o mágicas, sexuales, estéticas. La fobia a los otros, a las otras se reproduce por el fomento de la desidentificación entre personas diferentes. Esta  creencia dogmática refuerza la tesis de que sólo pueden identificarse positivamente entre sí las personas y los grupos semejantes.  La fobia al otro, a la otra, como sustrato cultural y de autoidentidad llega al extremo cuando el horror, el rechazo y el daño se legitiman y abarcan a cualquiera.

Hoy constatamos que a pesar de los impulsos democratizadores, de las enormes energías vitales que en el mundo han permitido el avance de una cultura basada en la ética y en la práctica de vida de los derechos humanos, apenas se han difundido en algunas regiones y  esta filosofía es patrimonio de unos cuantos millones. Miles de millones de personas viven enajenadas por modos de vida miserables y sometidos a todo tipo de opresiones, y a su vez, asumen filosofías, ideologías, credos y creencias  fundamentalistas legitimadoras de las mismas opresiones que les agobian y de otras más.

De los millones de personas que comparten una filosofía basada en la dignidad humana, hay muchos y muchas que todavía no abarcan en su visión humanista a las mujeres. Hay quienes luchan por la causa de los derechos humanos de los pobres, los ancianos, los desaparecidos y  los perseguidos políticos,  los indígenas,  los discapacitados, las personas violentadas, los analfabetas, los asilados, los niños de la calle, los mutilados de guerra, los desempleados, las personas de la tercera edad, y así podríamos incluir en nuestro listado a todos los desheredados y los excluidos por diversas opresiones y daños.

Sin embargo, muchas personas aún no luchan por la causa de las mujeres. Y entre quienes lo hacen, algunas personas prefieren matizar el punto y decir que sí, que están de acuerdo,  pero no con el feminismo porque les parece muy radical, producto de las locuras de algunas clasemedieras o metropolitanas, o intelectuales, o urbanas, o letradas. El hecho es que el feminismo no es aceptable para muchas mujeres.  Para calmar su vocación humanista, o para no aparecer como sexistas, argumentan que el feminismo está pasado de moda, superado, que es inadecuado, anticuado, ineficiente y hasta contrario a las mujeres.

El feminismo ha sido la filosofía y la acumulación política ideada y vivida por millones de mujeres de diferentes épocas, naciones, culturas, idiomas, religiones e ideologías  que ni siquiera han coincidido en el tiempo pero lo han hecho en la búsqueda y la construcción de la humanidad de las mujeres. Sí, en efecto el feminismo es radical y cómo no habría de serlo si se ha echado a cuestas ser espacio, encuentro y principio de mujeres que por su propia experiencia han dicho basta a la dominación patriarcal y lo han hecho en todos los tonos imaginables, en  diversos discursos, pero con acciones y convicciones similares.

Las mujeres feministas han luchado democráticamente. Violentadas ellas mismas o sensibles a la opresión de todas, no han desarrollado filosofías vengativas ni golpistas no han imaginado mundos al revés de dominio femenino, ni sistemas de alternancia en el poder; tampoco han desplegado ideologías sexistas de tipo revanchista.

En el feminismo se han desarrollado opciones críticas de oposición al patriarcado, y se han construido alternativas sociales cohesionadoras para la convivencia de mujeres y hombres. Tal vez la sustancia más radical del feminismo es su vocación afirmativa, incluyente de todos los sujetos y de todas las personas a partir de pactos democráticos, preservadora de los recursos del mundo. Su radicalidad de género se encuentra en la certeza inclusiva de mujeres y hombres en relaciones basadas en la equidad, la igualdad de oportunidades y la democracia.

El feminismo sintetiza los esfuerzos por construir ahora un mundo que sea la casa acogedora y propia de mujeres y hombres quienes de manera paritaria puedan reunirse, dialogar, pactar, intercambiar y compartir para coexistir. Como el feminismo pasa por la existencia de cada persona, quienes viven cotidianamente  esta alternativa renuevan sus condiciones de género, se despojan de enajenaciones opresivas y se constituyen en humanas y humanos plenos.

El mundo contemporáneo requiere asumir el feminismo y no rechazarlo ni satanizarlo. Si lo incorpora en las grandes visiones de la vida ganará, acelerará procesos, contará con protagonistas imbuidos de una pasión renovadora de la vida y comprometidos con la ética del cuidado. Si no lo hace derrochará recursos democráticos, envilecerá y no reencontrará el camino. El paso del tiempo no asegura que se resuelvan las disparidades entre mujeres y hombres. Necesitamos darle contenido, sentido y riqueza a ese tiempo. Necesitamos la voluntad genérica para cambiar y cambiarnos. Y, no se vale que dilapidemos las creaciones culturales ni la historia.

La cultura feminista es la máxima creación consciente, voluntaria y colectiva de las mujeres en tanto filosofía y es el esfuerzo práctico que más ha marcado la vida de mujeres que ni se conocen entre sí, que han obtenido mejores condiciones sociales para vivir y ha moldeado su propia condición humana. Y no hay duda que el mundo actual es más vivible para cantidad de mujeres y hombres por las transformaciones de bienestar impulsadas desde el feminismo.

La causa feminista es la causa de cada mujer, y de más y más mujeres, por la construcción de su dignidad humana y de su libertad. Es más fácil enunciarla como una causa global y abarcadora,  porque no se limita a unas cuantas o a ciertas mujeres, compete a todas y es menos difícil luchar por ella de manera genérica para todas, que hacerlo sólo para las discapacitadas, sólo para las analfabetas, sólo para las pobres o las exiliadas. Porque todas las mujeres somos relativamente discapacitadas, todas somos analfabetas, todas tenemos problemas con una salud precaria y siempre secundaria frente a la de otros; porque todas somos pobres y desposeídas; porque todas estamos sometidas a dominios diversos y carecemos de poderíos indispensables; porque estamos exiliadas en la tierra, en nuestros países, en nuestras comunidades y en nuestras casas. Y, ¿cómo no habríamos de estarlo si estamos exiliadas de nuestras propias, vidas consagradas siempre a otros?

Queremos aposentarnos en un mundo que anhelamos nuestro, queremos un pedazo de tierra y no para yacer en él después de la muerte sino para pararnos en él, vivir en él y de él, y tener un lugar propio. Sí, es más fácil luchar por los derechos de las humanas a la equidad y a la libertad porque todas vivimos bajo normas inequitativas y  aunque seamos habitantes antiguas de estas tierras, aunque hayamos amasado con nuestras manos la realidad y la hayamos construido palmo a palmo, todas estamos cautivas en este mundo.

 La  cultura democrática de género tiene sentido si se plasma en la posibilidad de elevar la calidad de la vida cada quien, en particular de las mujeres. Si se concreta en el cambio de la condición femenina de  seres-para-otros,  en que cada mujer pueda ser-para-sí, es decir, en la construcción de la mismidad en personas cuya existencia ha supuesto la negación del yo misma como valor positivo. Pero es preciso también cambiar el contenido de la condición y de las identidades masculinas y que cada varón pueda ser-para-sí, que también lo constituya la mismidad, pero no como producto de la dominación de otros, en particular de otras, sino como evidencia de su afirmación democrática. La mismidad contenida en la democracia genérica es entonces el producto de la satisfacción de  necesidades,  deseos y  reivindicaciones vitales de cada mujer y  cada hombre. La mismidad de mujeres y hombres es el fruto más precioso de la democracia de género, tiene como contenido la libertad equitativa.

 La condición de ser humanas es, para las mujeres, la posibilidad de ser libres aquí y ahora, y compartir el mundo con hombres humanizados. Hacerlo, depende de los deseos y las  voluntades de cada vez más mujeres y más hombres  que consideren como un principio ético y práctico la igual valía de las personas e incluya la convicción de que todas y todos tenemos el derecho a la paz, a la vida digna, a la integridad personal, a la preservación y renovación de los recursos de nuestro mundo, a la justicia, a la democracia y a la libertad.

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viernes, 23 de febrero de 2018



ESTILO DE VIDA

Por qué no debemos juzgar (por ninguna razón) a las mujeres que denuncian abuso sexual

Después de la denuncia de Karla Souza acerca de que un director la violó, no faltaron los cuestionamientos "por hacerlo tiempo después", por haber "cedido" o "no dar el nombre" del abusador.

21/02/2018 

La actriz Karla Souza reveló que un productor y director la violó.
Karla Souza hizo público que hace años un director la violó. Como Souza, cada día 345 mujeres sufren algún tipo de agresión sexual en México, de acuerdo con cifras de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas.
En su testimonio, Souza dijo a CNN que durante unas grabaciones fue hospedada en el mismo hotel que un director "carismático y al que le va muy bien en la carrera", quien después de acosarla por las madrugadas un día la violó. Además, cuando ella no accedía a abrirle la puerta de su habitación, al día siguiente la humillaba y acosaba psicológicamente.
Te empiezan a hacer ver que están empujando por ti: 'No tienes nombre, pero yo sé que tú eres muy buena, yo sé que vas a demostrarme algo'", narró la también productora, Karla Souza.
"Yo en ese momento no tenía la educación para saber lo que realmente estaba haciendo conmigo esa persona"

El caso de Souza cobra aún más relevancia si consideramos que México ocupa el primer lugar en abuso sexual infantil. Además, 66 de 100 mujeres mexicanas han sido víctimas de violencia emocional, física, sexual, económica, patrimonial, y de discriminación laboral.
¿Quiénes son los autores de la violencia? La pareja, el esposo, el novio, algún familiar, compañero de escuela o del trabajo, alguna autoridad escolar o laboral y, claro, personas extrañas.



Sin embargo, tras denunciar la violación, Souza recibió cuestionamientos y señalizaciones—los mismos que han enfrentado cientos de mujeres que denuncian una agresión sexual— acerca del porqué tardó tanto en hablar; por qué no reveló el nombre del director; e incluso algunos dijeron que ella cedió, no fue violación y "favor con favor se paga". 🤦‍♀️
En HuffPost México consultamos especialistas para explicar por qué nunca más se debe juzgar a una mujer —famosa o no— sobreviviente de una agresión sexual.

1. Comprender que has sido víctima de una agresión sexual no es sencillo

Una agresión sexual es un trauma, implica aceptar que eres vulnerable y que un agente externo puede dañarte y provocar sufrimiento; pero además —en muchos casos— también es reconocer que alguien que supuestamente no debería dañarte, lo hizo, dijo la neuropsicóloga clínica, Tania Gómez.
La especialista explicó que tras el trauma, el primer paso es que una misma reconozca que ha sido víctima de una agresión la cual en teoría, no debería ocurrir. El siguiente paso es poder externarlo.
Aceptar el hecho traumático también involucra culpa y enojo, pues al repasar el episodio te preguntas "¿por qué no hice algo?", pero habría que considerar que al momento de la agresión la víctima puede estar en shock y sin saber cómo asimilar las cosas, dijo Gómez.
A todos nos ha pasado que horas después de una experiencia incómoda, donde quizá no defendimos nuestra integridad, aparecen ideas de cómo debimos actuar.
Es por eso que la mayoría de las mujeres sobrevivientes a una agresión sexual por parte de alguien a quien conocían tardan tanto en hablar. Generalmente es más sencillo defenderte en el momento de un extrañx que te ataca, pero la situación se complica cuando es alguien cercano, y tienes que reconstruir la idea aprendida de esa persona, ahora como un agente que puede causar daño.

2. Parece que siempre hay un "pero" para legitimar la denuncia de una mujer

Pero ella cedió, ella aceptó subirse al coche, ella usaba un vestidito. Son tantos los casos en que las mujeres son cuestionadas al revelar que fueron agredidas, como si algo justificara que una violación o incluso un asesinato.
"Cuando una mujer reúne el valor necesario para hablar de lo que le pasó, hay que escuchar, creerle y ser empáticos. Cuando una víctima de acoso o una sobreviviente de abuso sexual da su testimonio personal, responder con peros y requisitos de cómo debería ser ese testimonio para aceptarlo como válido es revictimizar a esa mujer", dijo Enrique Torre Molina, consultor de inclusión LGBT+.
Lo más grave de los señalamientos en contra de las mujeres que rompen el silencio es que "eso genera que haya menos denuncias. Gritarle a las mujeres valientes que denuncian que no hicieron lo suficiente para detener la situación, que se tardaron en denunciar, que si no denuncian penalmente no cuenta y demás peros es justo lo que desmotiva a otras mujeres a alzar la voz".
No es responsabilidad de una sola mujer acabar con el problema del acoso sexual en toda una industria o todo un país. Todas esas críticas deberíamos dirigirlas a los hombres que acosan. Esos peros no son para las mujeres que denuncian sino para un sistema de justicia que no facilita la denuncia y que no garantiza la seguridad de quien denuncia.

3. La justicia mexicana ha fallado en proteger a las mujeres sobrevivientes de violencia sexual

Durante los primeros seis meses de 2017, en México se denunciaron 16,631 delitos sexuales, de los cuales 6,444 fueron casos de violación, de acuerdo cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP).
Pero las víctimas no sólo se topan con un sistema judicial que las revictimiza, sino que la mayoría de delitos no se denuncia: el Inegi estima que el 94% de los delitos sexuales no se denuncian.
Un reporte de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), presentado en 2017, concluyó que existe un desorden generalizado en el registro de los casos de violencia sexual.
La legislación tampoco protege a las víctimas. Por ejemplo, "los códigos penales de Aguascalientes, Nayarit, Nuevo León y Puebla siguen utilizando la denominación 'atentados al pudor' para identificar las conductas de carácter erótico-sexual sin el propósito de llegar a la cópula, consistentes en caricias, manoseos y/o tocamientos corporales obscenos, o que el sujeto activo hace ejecutar a su víctima", según el reporte de la CEAV.
Y no es lo peor: aún existen códigos penales, como los de Baja California, Campeche, Durango y Sonora, donde la acción penal contra quien comete el delito de estupro se extingue si se casa con la víctima.

jueves, 22 de febrero de 2018


¿Tenemos razones para conmemorar el 

día de la mujer?



 Muchas personas dudan acerca de la necesidad de conmemorar un día dedicado a las mujeres. Pero, así como en 1910 cuando se instituyó el ocho de marzo como Día Internacional de las Mujeres, aquí estamos, noventa y tres años después, conmemorando esta fecha para seguir pidiendo igualdad entre mujeres y hombres. ¿Razones? Hay muchas, aquí van algunas para reclamar en este día:
A fin de lograr que se acaben los asesinatos y malos tratos a las mujeres; a fin de acabar con todas las violaciones que se suceden día a día en el mundo; a fin de conseguir que no haya más mujeres tomadas como objetivos militares/sexuales en los conflictos bélicos originados por hombres; a fin de alcanzar que no haya represalias por defender los derechos de las mujeres hacia las mismas mujeres y a quienes les apoyan; a fin de erradicar las dudas acerca del uso que hacen las mujeres de las leyes contra la violencia de género; a fin de parar la feminización de la pobreza y del sida; a fin de erradicar los contratos precarios a las mujeres; a fin de conseguir que desaparezcan las desigualdades salariales entre mujeres y hombres; a fin de alcanzar la equidad en la distribución de las tareas domésticas; a fin de lograr la desaparición de las dificultades en el acceso a los puestos de mayor responsabilidad, mejor calificados, mejor remunerados para las mujeres; a fin de paralizar la pérdida de recursos externos que "en nombre" de la crisis se están llevando por delante la Ley de Dependencia y los derechos alcanzados para la mayoría de personas cuidadoras, las cuales son mujeres; a fin de despojarnos de todas las ideas que hacen que sintamos sobre nuestros hombros la carga de todos los cuidados; a fin de aprender a delegar funciones dentro de la familia; a fin de evitar las ideas que nos llevan a anteponer los deseos, las ambiciones, los sueños y "los gustos" de los demás a los nuestros; a fin de erradicar los estereotipos que hacen que muchas mujeres pasen por el quirófano para "modelar" sus cuerpos; a fin de conseguir que a pesar del alto número de mujeres estudiantes, haya tan pocas profesoras, directoras, catedráticas, etcétera; a fin de lograr que los embarazos no sean la causa de que tantas mujeres sean expulsadas de sus trabajos; a fin de alcanzar que las mujeres puedan decidir sobre su cuerpo, y no sigan adelante leyes machistas que se lo impidan y resten derechos; a fin de obtener más noticias sobre deportes femeninos y conozcamos mejor los logros deportivos de las mujeres; a fin de alcanzar más medios para apoyar el deporte femenino; a fin de disminuir el número de medallas y logros que ha de merecer una deportista femenina para ser portada; a fin de erradicar las dificultades para las niñas en el acceso a las escuelas; a fin de que las mujeres tengan tiempo para hacer deporte, para leer la prensa, para ir al cine o charlar con las amigas; a fin de cambiar el estilo de vida de las mujeres que les está llevando a enfermar con padecimientos muy dolorosos; a fin de ser incluidas en proyectos de investigación a pesar de y seguramente por las diferencias hormonales y metabólicas; a fin de alcanzar que las visiones del cuerpo masculino no sean el modelo de cuerpo de la especie; a fin de no tener que tomar más medicación sin que se conozcan sus efectos en nuestros cuerpos porque no se hayan investigado; a fin de devolver a las mujeres la gestión de sus embarazos; a fin de evitar los matrimonios de niñas y los embarazos forzados; a fin de erradicar todos los tipos de mutilaciones que sufren las mujeres; a fin de entender que las mujeres no han de ser las guardianas de las tradiciones, el honor y la dignidad de un pueblo o una familia a través de sus vestidos; a fin de que todos y todas comprendamos que la dignidad y el respeto parten de las decisiones de las mujeres y no de cómo se presentan; a fin de desprendernos de todas las ideas que por razones culturales, sociales, económicas, religiosas o de cualquier otro tipo hagan la vida más fácil a los hombres y se la compliquen más a las mujeres; a fin de conseguir más tiempo y dinero desde los medios y las instituciones a nuestros derechos; a fin de evitar el efecto de los que buscan que las mujeres compren y lean mensajes que reproducen esquemas machistas de relación; en fin, a fin de evitar todas las formas de opresión que sufren las mujeres del mundo.
Tenemos muchas razones, nos sobran razones para conmemorar. ¿Cuáles son las tuyas?

08.03.2013 |  Purificación Heras González
Agradecemos a Purificación Heras por este texto .

martes, 20 de febrero de 2018



Una fotógrafa feminista en Irán

Shadi Ghadirian, que trabaja en constante tensión con la censura islámica, expone en Valencia

IGNACIO ZAFRA


La fotógrafa iraní Shadi Ghadirian junto a una de sus obras en el Centre del Carme de Valencia.
La fotógrafa iraní Shadi Ghadirian junto a una de sus obras en el Centre del Carme de Valencia. MÒNICA TORRES
Shadi Ghadirian representa un caso infrecuente. El de una artista que aborda la situación de las mujeres en Irán sin haber abandonado el país. La fotógrafaexpone una retrospectiva de su rompedora obra en el Centre del Carme de Valencia. Ghadirian, de 43 años, se dio a conocer internacionalmente en 1998 con Qajar. Una serie de imágenes en tonos sepia que recuperaban la estética de los primeros retratos que se hicieron en Persia, en el siglo XIX, cuando el sah Nasser Al-Dis introdujo la fotografía en el país después de un viaje por Europa. Las mujeres aparecen retratadas con vestidos y decorados de época, pero tienen en la mano un elemento disruptor, como una lata de Pepsi o un enorme radiocasete apoyado en el hombro, al estilo de los raperos norteamericanos de los años ochenta.
Su siguiente trabajo, Like every day, fue igual de transgresor. Ghadirian retrató figuras con forma de mujer, pero en el hueco del obligatorio velo que deben llevar en la República Islámica de Irán, en vez de la cara colocó un objeto doméstico tradicionalmente reservados a ellas. Una escoba, una cacerola, un colador, una plancha, un bol, o un guante de plástico. Todos ellos procedentes del ajuar que la fotógrafa recibió como regalo al casarse.

Su arte es tolerado por el régimen. Sus obras, explica la fotógrafa, se exponen primero en Teherán y luego viajan al extranjero. Han podido verse en Londres, París, Berlín, Bruselas, Los Ángeles, Toronto, Mumbái y otras ciudades. Lo cual no significa que no tenga problemas. El primer premio de su carrera, logrado con Qajar, le fue retirado al ser consideradas algunas de las imágenes demasiado irreverentes. Y Like every other day y otras de sus series han levantado críticas de los sectores más religiosos. "Todos los artistas en Irán conocen las líneas rojas", afirma, y la constante tensión con la censura forma parte del trabajo.
Ella y muchas mujeres en su país siguen con interés la campaña contra los abusos sexuales #MeToo nacida en Hollywood, que está sacudiendo diversos espacios de poder en Occidente. Irán se encuentra muy por detrás, pero Ghadirian cree que algo también ha empezado a agitarse. "En las últimas semanas, en distintos puntos del país ha habido mujeres que han salido a la calle, se han quitado el pañuelo y lo han ondeado como una bandera. 27 mujeres han sido detenidas por hacerlo, pero vamos a ver qué pasa. Creo que es un acto poético, y también es el primer derecho. Decidir si quieres o no llevar el pañuelo, elegir tu ropa".
Imagen de la serie 'Qajar'.
Imagen de la serie 'Qajar'.
Dados los temas y el contexto, la obra de Ghadirian es inevitablemente política, pero la fotógrafa no lo presenta de forma directa, sino recurriendo "al humor y la ironía", afirma Mario Martín Parejo, comisario de la exposición Como todos los días, abierta hasta el 1 de abril.
Las imágenes colgadas en el antiguo Convento del Carmen de Valencia, reconvertido en museo tras la desamortización, abordan otras pulsiones de Irán. Como la censura a la que son sometidas las publicaciones occidentales. Ghadirian explica que un funcionario las revisa página por página y tapa con rotulador las partes denudas del cuerpo de las mujeres, hasta dejar solo la cara, las manos y los pies.
Toda la obra de Ghadirian tiene un componente autobiográfico, y parte de sus fotografías reflejan el permanente estado prebélico de la República Islámica. La artista era una niña cuando estalló la revolución liderada por el ayatolá Jomeini, entró en la adolescencia durante la guerra con Irak, y esta década ha visto a su país involucrarse en el conflicto sirio.
Fotografía de la serie 'West by East'.
Fotografía de la serie 'West by East'.
La crisis política que convulsionó Irán en 2009, cuando miles de ciudadanos salieron a la calle, la empujó a crear unas imágenes conceptuales inquietantes en las que aparecen mujeres tejiendo telarañas. Ahora, las protestas han vuelto al país, lo que a Ghadirian no le sorprende. "La gente no tiene dinero y tampoco esperanzas en que las cosas cambien después de 40 años".




martes, 13 de febrero de 2018


Propuesta de apoyo 

¿Eres un hombre? ¿Quieres apoyar la marcha feminista del próximo #8demarzo? Aquí te dejo una serie de cosas a tener en cuenta si crees en la equidad de género. Si eres mujer comparte para que tus familiares, amigos y allegados sepan como ayudar en el día de tu lucha. Si eres hombre ten en cuenta estos puntos y difúndelo para que los hombres cercanos a ti lo tengan en cuenta si quieren ayudar.

El #8M es su día, es el día de su lucha, una lucha por y para la mujer ya que ella es la que sufre las desigualdades de género en este mundo. Si quieres ayudar, tienes este y los otros 364 días del año para apoyarla desde un papel secundario. No nos toca dirigir su lucha, por una vez nos toca acatar órdenes de su parte y admitir que en esta lucha, ellas tienen la palabra.

Y recuerda, todos los días son #8M, si te sientes mal porque no te invitan a su lucha este día, lucha a su lado todo el año.


La imagen puede contener: texto

lunes, 12 de febrero de 2018



El sexismo: machismo, misoginia y homofobia


La conformación de la humanidad por mujeres y hombres se ve obstaculizada por el sexismo que atraviesa al mundo contemporáneo y se expresa en políticas, formas de relación y  comportamiento, en actitudes y acciones entre las personas así como de las instituciones hacia las personas. Nuestra cultura es sexista en contenidos y grados en ocasiones sutiles e imperceptibles pero graves, y en otras es sexista de manera explícita, contundente e innegable.
 Las formas más relevantes de sexismo son el machismo, la misoginia y lahomofobia. Y una característica común a todas ellas es que son la expresión de formas  acendradas de dominio masculino patriarcal. Veamos de qué se trata: 
 El sexismo patriarcal se basa en el androcentrismo. La mentalidad androcéntrica permite considerar de manera valorativa y apoyar socialmente  que los hombres y lo masculino son superiores, mejores, más adecuados, más capaces y más útiles que las mujeres. Por ello es legítimo que tengan el monopolio del poder de dominio y de violencia. Así el androcentrismo se expresa en el machismo como magnificación de ciertas características de los hombres,  de su condición masculina, de la masculinidad y, en particular de la virilidad: abigarrada mezcla de agresión, fuerza dañina y depredadora, y dominación sexual. 
 El androcentrismo se entreteje y completa con la misoginia. Tras la sobrevaloración de los hombres y lo masculino se inferioriza y subvalora a las mujeres y a lo femenino. La dominación patriarcal pone en condiciones sociales de subordinación y a las mujeres, y las hace invisibles simbólica e imaginariamente: no obstante la presencia de las mujeres, no son vistas, o no son identificadas ni reconocidas algunas de sus características. 

La invisibilización de las mujeres  es producto de un fenómeno cultural masivo: la negación y la anulación de aquello que la cultura patriarcal no incluye como atributo de las mujeres o de lo femenino, a pesar de que ellas  lo posean y que los hechos negados ocurran. La subjetividad de cada persona está estructurada para ver y no mirar, para oír sin escuchar lo inaceptable, para presenciar y no entender, incluso para tomar los bienes de las mujeres, aprovecharse de sus acciones o beneficiarse de su dominio, y no registrar que así ha ocurrido.

 La misoginia se produce cuando se cree que la inferioridad de las mujeres en comparación con los hombres y por sí misma es natural, cuando de antemano se sostiene que las mujeres son impotentes por incapacidad propia y, de manera central, cuando se hostiliza, se agrede y se somete a las mujeres haciendo uso de la legitimidad patriarcal. La misoginia es certera cuando ni siquiera nos preguntamos si la dominación genérica a las mujeres es injusta, dañina y éticamente reprobable. La misoginia está presente cuando se piensa y se actúa como si fuese natural que se dañe, se margine, se maltrate y se promuevan acciones y formas de comportamiento hostiles, agresivas y machistas hacia las mujeres y sus obras y hacia lo femenino. 
La misoginia es política porque  sólo por ser mujer la persona es discriminada, inferiorizada, denigrada y abusada, porque es marginada, sometida, confiscada, excluida o incluida a priori,  y desde luego, porque por ser mujer,  está expuesta al daño y ha sido previamente incapacitada para hacerle frente. En síntesis, la misoginia es un recurso consensual de poder  que hace a las mujeres ser oprimidas antes de actuar o manifestarse, aún antes de existir, sólo por su condición genérica.

La opresión femenina reúne la  articulación entre machismo y misoginia, los cuales, al interactuar se potencian mutuamente.

 El sexismo se realiza también en la homofobia, cuando se considera que la heterosexualidad es natural, superior y positiva, y por antagonismo, se supone que la homosexualidad es inferior y es negativa. La homofobiaconcentra actitudes y acciones hostiles hacia las personas homosexuales. Y, como en las otras formas de sexismo, la violencia hacia la homosexualidad se considera legítima, incuestionable, justificada. 

El sexismo es uno de los pilares más sólidos de la cultura patriarcal y de nuestras mentalidades. Casi todas las personas en el mundo hemos sido educadas de manera sexista y además pensamos, sentimos y nos comportamos sexistamente sin  incomodarnos o sintiendo que es preciso hacerlo, que es un deber o que así ha sido siempre. Como si el sexismo fuese ineludible.  

Las mujeres actuamos con sexismo al subordinarnos de antemano a los hombres, cuando en lugar de apreciarlos o amarlos, los adoramos y, en lugar de admirarlos, los reverenciamos, cuando en vez de colaborar con ellos, les servimos. Somos sexistas cada vez que justificamos su dominio y les tememos como si fuesen seres extraordinarios o sobrenaturales, y cuando nos derrotamos y desvalorizamos frente a ellos.

Los hombres son machistas cuando se posicionan como seres superiores y magníficos, como los únicos humanos frente a las mujeres vitalmente deshumanizadas, y cuando sin conmoverse, usan a las mujeres, se apoyan en ellas y se apropian de su trabajo, su capacidad creadora y su imaginación. Son machistas los hombres cuando marginan, segregan, discriminan y cosifican, pero también cuando sobreprotegen a las mujeres, y lo son desde luego, cuando las hostilizan, maltratan, atemorizan, acosan y violentan. Es decir, cuando son misóginos aunque lo sean con buenos y galantes modales. El machismo de los hombres se extiende a su propio género, cuando actúan contra otros hombres para ejercer su dominio genérico sobre ellos y así empoderarse. 

Pero no creamos que la misoginia  sólo es masculina. La misoginia existe entre las mujeres cuando entre nosotras nos mandatamos para ocupar posiciones jerárquicas inferiores y para desempeñar papeles y funciones encajonadas como femeninas (de apoyo, de servicio, de voluntariado, invisibles, desvalorizadas, de sujeción a poderes) y lo hacemos con la argucia de que hacerlo, es un deber de género. 

 Hay misoginia en las relaciones entre las mujeres cuando nos descalificamos y enjuiciamos con la vara de medir de la sexualidad o de cualquier deber, como buenas o malas, y cuando calificamos a quienes no comprendemos como enfermas, inadecuadas, o locas. Somos misóginas cuando nos sometemos a dominio unas a otras y aprovechamos la opresión a la que estamos sometidas para usar, abusar, explotar, someter o excluir a otra mujer, y lo somos igualmente cuando usamos esos recursos para lograr el beneplácito de los hombres o de quienes detentan poderes.  La misoginia está presente entre nosotras al obtener valor de la desvalorización de otras mujeres y al adquirir poderes apoyadas en su discriminación, su sometimiento  o su eliminación. 

 Las mujeres  somos misóginas cuando anulamos, desconocemos, desvalorizamos, hostilizamos, descalificamos, agredimos, discriminamos, explotamos y dañamos a otras mujeres, y además, creemos ganar en la competencia dañina y que somos superiores a otras, y ni siquiera nos damos cuenta que todas somos inferiorizadas y que incrementamos la opresión de todas al ganar  entre nosotras poderío patriarcal. Pero la misoginia es extrema si es tumultuaria o se realiza en espacios totales donde no hay defensa posible para quien es victimizada. Y la misoginia alcanza su radicalidad, si las cuando las mujeres establecemos alianzas misóginas  con los hombres y creemos que son alianzas, cuando en realidad sólo son formas de servidumbre voluntaria.

Los hombres son machistas cuando se posicionan como seres superiores y magníficos, como los únicos humanos frente a las mujeres vitalmente deshumanizadas, y cuando sin conmoverse, usan a las mujeres, se apoyan en ellas y se apropian de su trabajo, su capacidad creadora y su imaginación. Son machistas los hombres cuando marginan, segregan, discriminan y cosifican, pero también cuando sobreprotegen a las mujeres, y lo son desde luego, cuando las hostilizan, maltratan, atemorizan, acosan y violentan. Es decir, cuando son misóginos aunque lo sean con buenos y galantes modales. 

El machismo de los hombres se extiende a su propio género, cuando actúan contra otros hombres para ejercer su dominio genérico sobre ellos y así empoderarse.  Pero no creamos que la misoginia  sólo es masculina. La misoginia existe entre las mujeres cuando entre nosotras nos mandatamos para ocupar posiciones jerárquicas inferiores y para desempeñar papeles y funciones encajonadas como femeninas (de apoyo, de servicio, de voluntariado, invisibles, desvalorizadas, de sujeción a poderes) y lo hacemos con la argucia de que hacerlo, es un deber de género. 

Hay misoginia en las relaciones entre las mujeres cuando nos descalificamos y enjuiciamos con la vara de medir de la sexualidad o de cualquier deber, como buenas o malas, y cuando calificamos a quienes no comprendemos como enfermas, inadecuadas, o locas. Somos misóginas cuando nos sometemos a dominio unas a otras y aprovechamos la opresión a la que estamos sometidas para usar, abusar, explotar, someter o excluir a otra mujer, y lo somos igualmente cuando usamos esos recursos para lograr el beneplácito de los hombres o de quienes detentan poderes.  La misoginia está presente entre nosotras al obtener valor de la desvalorización de otras mujeres y al adquirir poderes apoyadas en su discriminación, su sometimiento  o su eliminación. 

 Las mujeres  somos misóginas cuando anulamos, desconocemos, desvalorizamos, hostilizamos, descalificamos, agredimos, discriminamos, explotamos y dañamos a otras mujeres, y además, creemos ganar en la competencia dañina y que somos superiores a otras, y ni siquiera nos damos cuenta que todas somos inferiorizadas y que incrementamos la opresión de todas al ganar entre nosotras poderío patriarcal. Pero la misoginia es extrema si es tumultuaria o se realiza en espacios totales donde no hay defensa posible para quien es victimizada. Y la misoginia alcanza su radicalidad, si las cuando las mujeres establecemos alianzas misóginas  con los hombres y creemos que son alianzas, cuando en realidad sólo son formas de servidumbre voluntaria.

La homofobia encuentra su expresión clarísima cuando nos horroriza la homosexualidad y creemos que es enfermedad o perversión y por ello descalificamos, sometemos al ridículo y a la vergüenza a las personas, las discriminamos y las agredimos. Somos personas homófobas hasta cuando hacemos chistes inocentes y nos burlamos de manera estereotipada de las personas y de su condición. Somos sexistas homófobas o lesbófobas sobretodo, cuando nos erigimos en inquisidores sexuales y castigamos hostilizamos y dañamos a las personas por su homosexualidad. 
Pero nuestro sexismo alcanza su perfección si cada persona es sexista consigo misma: cuando es machista con los hombres,  y es misógina y lesbófoba consigo misma. 
Marcela Lagarde y de los Ríos 

http://www.cotidianomujer.org.uy/sitio/pdf/ElFeminismoenmiVida.pdf

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