La Academia Colombiana de la Lengua incorpora por primera vez a una mujer afro: Mary Grueso
Tras 154 años de existencia, la Academia Colombiana de la Lengua ha sumado por primera vez a una mujer afrocolombiana y a una mujer indígena entre sus miembros correspondientes: la escritora y docente Ana Cristina Mari Grueso Romero y la lingüista Bárbara Muelas, del pueblo misak.
Hasta este nombramiento, ninguna persona negra ni indígena había integrado la Academia, institución que, como señaló el periodista Daniel Samper, ha sido históricamente “mayoritariamente blanca, andina y masculina”.

Una historia de exclusión institucional
En una entrevista realizada a Blue Radio Mary contó que: “Solo ahora, después de 154 años, me nombran a mí como primera persona negra para formar parte de la Academia Colombiana de la Lengua”, señaló Ana Cristina Mari Grueso en entrevista con Blu Radio. Consultada sobre cuál será su papel en la institución, respondió con cautela: “No le podría decir cuál va a ser mi misión. Tendría que llegar allá, observar el entorno y mirar en qué cosas puedo intervenir. Sin haber entrado, no podría decirles nada, sería mentirles”.
Grueso subrayó que su nombramiento no representa solo una trayectoria
personal, sino colectiva: “No solamente he llegado yo, sino que ha
llegado todo un grupo de personas en el cual han depositado sus voces en
mí para transmitir nuestra cultura, nuestra identidad, nuestro léxico”.
Y
añadió: “Estamos trabajando para que no solamente haya una primera
mujer negra en la Academia de la Lengua, sino que vayan muchas personas,
hombres y mujeres, para mostrar cómo somos nosotros, cómo es nuestro
lenguaje, nuestra forma de ver el mundo”.
Grueso, nacida en Guapi y radicada en Buenaventura, ha sido maestra, narradora oral, poeta y promotora de literatura infantil afrocolombiana. Su obra incluye los libros Negra soy, Cuando los ancestros llaman y la serie de cuentos Pelito de Chacarrás, protagonizados por sus propios estudiantes afrodescendientes.
Bárbara Muelas: del silencio lingüístico al reconocimiento
Junto a Grueso, también fue nombrada Bárbara Muelas, lingüista indígena misak nacida en Silvia, Cauca. Es la primera mujer indígena en ser elegida por la Academia Colombiana de la Lengua. Su trabajo se ha centrado en la documentación, traducción y pedagogía de la lengua misak, originalmente oral.
En conversación con los periodistas de Mañanas Blu, Muelas relató cómo fue encomendada por su comunidad para traducir al misak los apartados étnicos de la Constitución de 1991: “Eso fue muy importante, un desafío. Me obligué a hacerlo porque en ese momento estaba estudiando lingüística y no había otra persona que lo hiciera. Las autoridades me encomendaron la tarea, pero no sola: hicimos muchas reuniones comunitarias”.
La traducción fue un proceso colectivo y creativo, en el que se crearon neologismos para expresar conceptos constitucionales en una lengua sin tradición escrita: “Todas las palabras que no estaban en la lengua, las inventamos. Buscamos nuevos neologismos para poder escribir de manera que correspondiera a nuestra lengua oral”.
Muelas también reflexionó sobre la exclusión histórica: “Estuvimos excluidos por muchos años, por muchos siglos. Calificados como menores de edad, salvajes, sin ningún derecho. Después de los derechos que se ganaron en la Constitución, empezamos a trabajar nuestra lengua, a escribirla para los niños y para la gente”.
Desde entonces, ha producido materiales pedagógicos, ha enseñado en escuelas y ha participado en espacios universitarios donde difundió el pensamiento y la lengua misak. Su trayectoria ha sido reconocida no solo por su labor lingüística, sino también por ser parte del legado del constituyente Lorenzo Muelas, su hermano, referente central en la inclusión de los derechos indígenas en la Constitución del 91.
Un paso institucional con deudas pendientes
Los nombramientos de Grueso y Muelas, aunque tardíos, evidencian una apertura institucional aún incipiente hacia el reconocimiento de la diversidad cultural y lingüística de Colombia. La presencia de ambas marca un punto de inflexión en una entidad que históricamente ha concentrado el poder simbólico de la lengua en sectores específicos del país.
Sus incorporaciones también plantean un desafío: no basta con reconocer trayectorias individuales, sino que es necesario abrir la puerta a procesos colectivos que garanticen el lugar de las lenguas, hablas y literaturas afrodescendientes e indígenas en los espacios de validación cultural.