Se estima que entre un 10% y un 30% de los pacientes con cáncer desarrollan metástasis cerebral, lo que empeora considerablemente su pronóstico. Reducirla es, por tanto, uno de los grandes retos de la oncología actual. En la mayoría de los casos se sigue afrontando con radioterapia, combinada a veces con cirugía, pero una reciente investigación con sello español abre una nueva vía para su tratamiento.
La investigación, desarrollada por equipo de jóvenes científicas, demuestra que la administración de una molécula de origen natural, la silibinina, reduce las metástasis cerebrales de forma significativa, multiplicando hasta por cuatro la esperanza de vida de los pacientes.  Neibla Priego, responsable principal del trabajo, Cátia Monteiro, Lucía Zhu, Lourdes Osuna, Natalia Yebra, Wendy Bindeman y Laura Álvaro, forman, junto a su compañero Pedro García y bajo la dirección de Manuel Valiente, jefe del grupo de metástasis cerebral del CNIO, el equipo.
Priego explica que parte del éxito de la terapia reside en la novedad de su enfoque. “En lugar de luchar contra las células cancerígenas, nos hemos centrado en luchar contra las modificaciones que las células cancerígenas producen en las células de alrededor, lo que hace que el cuerpo empiece a colaborar, permitiendo así que se establezca el tumor”.
La silibinina es un compuesto que se extrae de plantas como el cardo mariano o la alcachofa. En sus  ensayos han demostrado que actúa inhibiendo la activación de una molécula que es un factor de trascripción activado cuando hay células de cáncer en el cerebro. “Al activarse esta molécula, el factor de trascripción, llamado STAT3, produce una barrera que impide al sistema inmune luchar contra esas células. Si el compuesto lo inhibe, el sistema inmune se desbloquea y puede atacar otra vez a las metástasis. El compuesto elimina las modificaciones dañinas para el paciente, pero sin atacar ninguna célula vecina sana del tumor. El mecanismo está descubriéndose ahora, dentro de unos años podremos decir más”, indica Priego. Tampoco afecta al tumor primario, solo actúa sobre la metástasis cerebral. Al menos, por lo que saben de momento. “No podemos descartar otro tipo de efectos, pero parece que sí, que es un mecanismo específico de cerebro”.
Primero hicieron pruebas con ratones. Después con dieciocho pacientes que padecían un tipo de cáncer de pulmón muy agresivo que había metastatizado al cerebro y que estaban cuidados paliativos en el Hospital de Gerona. “La mayoría estaban desahuciados y ya no recibían la terapia tradicional como quimioterapia o radioterapia. Otros tomaron el compuesto de forma adicional a la quimio y la radio. La respuesta que hemos obtenido ha sido muy buena. El 75% de los pacientes ha respondido positivamente. Un 20% ha experimentado una remisión completa del tumor, y más del 50%, una remisión parcial”. Su supervivencia media se situó en 15,5 meses, frente a los 3 ó 4 meses que suele ser la norma en los pacientes con metástasis cerebral.
Este tratamiento podría ser válido, además, para cualquier tipo de metástasis cerebral, independientemente del tumor primario que la genere.  “Las metástasis cerebrales afectan a muchos pacientes, sobre todo de cáncer de pulmón, cáncer de mama y melanoma, e implican unas tasas de mortalidad muy altas”.
Para pasar a la siguiente fase, la de ensayo clínico, necesitan un apoyo financiero que de momento no tienen. “Probablemente las farmacéuticas no se ven atraídas porque no resultaría tan rentable como la quimioterapia u otras terapias que conllevan un gran gasto. Joaquím Bosch, nuestro colaborador clínico, que es quien ha supervisado el tratamiento en el hospital de Gerona, ya ha estado en contacto con bastantes farmacéuticas, pero al parecer no ha salido nada positivo de sus conversaciones, y ahora mismo estamos abiertos a varias posibilidades. Hay que estudiarlo con mucha cautela y no es fácil. Necesitamos un buen respaldo”.
En cualquier caso, señala Priego, incluso consiguiendo los fondos, el camino hasta que cualquier paciente pueda  beneficiarse del tratamiento es todavía largo. “Un ensayo clínico completo está en torno a los diez años. En el caso de este compuesto, al ser nutracéutico, habría algunas fases que se podrían acelerar, porque se ha comprobado que no existe toxicidad. Por ahora los únicos efectos adversos que se han descrito son a nivel gastrointestinal y suelen ir aparejados a una dosificación incorrecta. Pero es un tratamiento muy seguro, sobre todo comparado con otros mucho más agresivos que se están utilizando actualmente”.
En las últimas semanas se han publicado los resultados de varios ensayos sobre el cáncer con resultados esperanzadores, aunque las investigadoras del CNIO advierten de que al hablar de avances en la lucha contra el cáncer hay que ser precavidos. “Hoy en día gracias al diagnóstico precoz y las campañas de prevención, la supervivencia es mayor. Estamos yendo hacía una cronificación de la enfermedad, con tratamientos que permiten a los pacientes mantener una buena calidad de vida. No estamos acabando con el cáncer, pero estamos damos pasos en el buen sentido”, explica González. Como apunta su compañera Cátia Monteiro, en realidad “los científicos no buscamos la cura, porque esta es una enfermedad asociada al envejecimiento. Con el tiempo y la edad muchas personas la van a padecer. Lo que intentamos es que se torne en una enfermedad crónica como pueda ser la diabetes”.