La historia del arte sin hombres: un relato alternativo
Katy Hessel propone en un libro un recorrido en exclusiva clave femenina por la creación artística desde el Renacimiento, recuperando las aportaciones de autoras muy poco conocidasLa historia del arte sin hombres: un relato alternativoKaty Hessel propone en un libro un recorrido en exclusiva clave femenina por la creación artística desde el Renacimiento, recuperando las aportaciones de autoras muy poco conocidasEl repertorio del siglo XIX incluye a las realistas Lady Butler y Rosa Bonheur (muy reconocida en su época y que “no solo logró que la pintura avanzara en cuanto a tema y escala, sino que transformó la percepción de la mujer moderna en su espíritu y estilo”), la rebelde y sensual Evelyn de Morgan, la misteriosa y orgánica Hilma af Klint y la brillante y atmosférica Katsushika Oi. “¿Qué hizo moderno al arte moderno?”, segunda sección, repara en las transformaciones que la actividad artística experimenta entre 1870 y 1950. En los albores del siglo XX, los rápidos avances de la industria y la tecnología permiten a los artistas acceder a materiales innovadores, a los viajes en tren, a las influencias artísticas no occidentales, a la fotografía y a la imagen en movimiento. La sociedad vive en un estado de cambio permanente, lo que de forma inevitable genera y requiere un tipo de arte diferente. Muchas creadoras consiguen trabajar al margen de los códigos sociales y artísticos tradicionales (bajo la vigilancia de los hombres o dependientes de ellos), vuelven la mirada hacia sí mismas, reclaman espacios propios (incluida la autonomía económica), abrazan la libertad sexual y, mirando hacia el mundo exterior, lo expresan de maneras inéditas hasta entonces. Nos reencontramos en esta escala con las impresionistas Morisot y Cassatt, con la escultura apasionada de Claudel, las peripecias surreales de Maar y Meret Oppenheim y los paisajes de O’Keeffe, y conocemos los autorretratos de Helene Schjerfbeck, Gwen John, Paula Modersohn-Becker y Florine Stettheimer (que se mide con Manet en una relectura de Olympia), el arte de denuncia de Käthe Kollwitz, la excelencia de Jacqueline Marval (que redefine la odalisca de Ingres), el singular lenguaje de Marie Laurencin, la pasión libertaria de Gluck, las fotografías de Marcel Moore y Claude Cahun, la capacidad de Hannah Höch para el humor y la inquietud, las experimentaciones con objetos encontrados y ensamblajes de Von Freytag-Loringhoven, el sugerente vocabulario de Tarsila do Amaral, la impactante narrativa de Meta Vaux Warrick Fuller, el drama judío de Charlotte Salomon, el constructivismo de Marlow Moss, los dibujos sexualizados de Aloïse Corbaz. “Mujeres de la posguerra” abarca el periodo 1945-1970, “Si los años de la posguerra fueron de reconstrucción, las artes también necesitaban un replanteamiento”, señala Hessel, que recuerda que, “ante lo incomprensible, los artistas desestructuraron la representación con audacia y recurrieron a las formas abstractas”. Un periodo que “reveló el experimentalismo en su máxima expresión”, que consagra a Nueva York como nueva capital mundial del arte y en el que “las artistas reaccionaron a menudo utilizando su obra para alcanzar el cambio”. En “la gran era del experimentalismo” desarrollan su obra las expresionistas abstractas Janet Sobel y Lee Krasner, el pop art nos trae las esculturas satíricas de Marisol (la artista venezolana-estadounidense María Sol Escobar) y los collages críticos de Martha Rosler, Emma Amos y Elizabeth Catlett encarnan la era de los derechos civiles, Agnes Martin “nos enseña a mirar un cuadro lentamente”, Alma Thomas imita la naturaleza desde la abstracción, irrumpe la performance (Yoko Ono, Marina Abramovic, Anna Maria Maiolino…) y las artes de la fibra evolucionan con Sheila Hicks o Cecilia Vicuña. Un nuevo mundoLa parte cuarta testimonia, bajo el título “Empoderamiento”, los procesos de liberación de la mujer en la esfera contemporánea. Los años 70 marcan una época de evidente evolución en el que las mujeres “lograron monumentales avances que dejaron un impacto tan duradero que no solo las llevó a ser conocidas por el gran público, sino que obligó al establishment masculino y blanco a sentarse y escuchar”. Judy Chicago sorprende con sus esculturas minimalistas en forma de bloque, Suzanne Lacy aprovecha la capacidad de la performance para romper tabúes y concienciar, Mary Kelly desafía las representaciones de la maternidad en la historia del arte, Hannah Wilke trabaja desde el activismo con materiales no tradicionales (pelusa, látex, chicle…) y con su cuerpo, Howardena Pindell construye una poética para “salir del rumor diario de la vida”, Alice Neel desarrolla su figurativismo crudo, honesto y “palpitante”, Maria Lassnig reta al espectador con el caudal de tensión y desasosiego de sus autorretratos. Las artistas de los 80 sitúan “la imagen en movimiento y la imagen comercial como elementos centrales de su creación”, juegan con “los estereotipos de los medios de comunicación (y de la historia del arte) sobre las mujeres” y recuperan “el control de la mirada”. El grupo Guerrilla Girls denuncia las desigualdades “y las discriminaciones sistemáticas en el mundo del arte”, Jenny Holzer expone en vallas publicitarias, carteles y camisetas, Cindy Sherman recurre a la fotografía para cuestionar los roles de género, Carrie Mae Weems documenta la cotidianidad de mujeres negras, Agnes Denes irrumpe como pionera del arte ecológico. En los 90, las instituciones artísticas empiezan a prestar una atención más sostenida “a los artistas no blancos, queer y mujeres”. El sida protagoniza obras de Zoe Leonard y Catherine Opie. De estos años finales del siglo, Kessel destaca las envolventes instalaciones de Pipilotti Rist, el resurgimiento de la pintura figurativa con Marlene Dumas, Lisa Yuskavage y Paula Rego, entre otras, y el movimiento negro del arte británico. “Todavía escribiéndose” pone punto final al recorrido con un examen de la escena artística de las últimas dos décadas. “El arte, desde el nuevo milenio, es explosivo”, afirma la especialista, que constata: “Gracias a las bases que sentaron las que vinieron (y lucharon) antes, no ha existido jamás una época donde las artistas de orígenes tan diferentes, creando en una multitud de medios, tuvieran tantas oportunidades de reclamar el espacio que les corresponde. A partir de la década de 2000 —quizá incluso más recientemente—, las instituciones y galerías han catapultado a esas artistas olvidadas al centro de la escena mundial”. Las artistas del siglo XXI “abordan temas complejos de forma inteligente, explícita y a gran escala. Están reescribiendo pasados perdidos y denuncian verdades históricas, descolonizando la historia del arte, desafiando y reinventando lo que consideramos monumentos”. Y a través de “una amplia gama de formas visuales”. Entre ellas, Doris Salcedo, Kara Walker, Sarah Sze, Cao Fei, Ellen Gallagher, Lisa Brice, Lynette Yiadom-Boakye, María Berrío, Chantal Joffe, Celia Paul, Amy Sherald, Flora Yukhnovich. Otra circunstancia de gran relevancia es que “por primera vez hay mujeres capitaneando la Tate, el Louvre y la Galería Nacional de Arte de Washington”, entre otras instituciones de primera fila. El deseo de Hessel, que es consciente de que “la historia del arte se reescribe constantemente, y seguirá haciéndolo”, es que “las generaciones futuras vean la igualdad como normalidad y la representación como prioridad”. |
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