miércoles, 24 de enero de 2018


Desenredar el salpicón

¿A qué nos estamos refiriendo cuando se habla de un acoso sexual?

24 de enero 2018 , 12:00 a.m.
Sin duda, el movimiento MeToo ha generado una infinidad de debates: la carta de las francesas, encabezada por Catherine Deneuve; el manifiesto de las mexicanas firmado por Martha Lamas, los programas radiales y televisivos, la valiente denuncia de Claudia Morales, las excusas de la Deneuve por haber firmado algo con lo cual finalmente no estaba tan de acuerdo y las afirmaciones de Brigitte Bardot, quien nos cuenta que le encantaba que le tocaran el culo durante las grabaciones de sus películas. Puritanismo versus libertinaje, insultos que van y vienen y finalmente fracturas entre algunas feministas que difícilmente logran ponerse de acuerdo. Un verdadero salpicón. Quisiera, entonces, tratar de aclarar algunos puntos relevantes sobre este tema.
Lo primero que hay que decir es que hace 20 años, incluso tal vez menos, estos debates hubieran sido imposibles. Y en ese sentido, lo que lograron este MeTooYoTambién y BalanceTonPorc (DenunciaTuPuerco) es de una indiscutible importancia por su impacto en la opinión pública. El problema del acoso sexual –y ese es el verdadero asunto del MeToo– nunca había logrado una tribuna de este tamaño. E indudablemente fue una alerta simbólica para todos los hombres del planeta. Una importante fractura de la maquinaria patriarcal.

Lo segundo que hubiéramos debido hacer desde el principio es plantear la siguiente pregunta: ¿a qué nos estamos refiriendo cuando se habla de un acoso sexual? Pregunta sumamente difícil de responder, porque ni siquiera hay acuerdos ni definiciones jurídicas claras sobre el concepto; sin embargo, a mi juicio, es posible nombrar dos elementos que nos hubieran evitado tanto discurso en relación con el derecho a la seducción, a la galantería, al beso robado y la mano masculina sobre una rodilla femenina. Y estos dos elementos son relativos al poder.
El problema del acoso sexual –y ese es el verdadero asunto del MeToo– nunca había logrado una tribuna de este tamaño.
Hay acoso sexual cuando entre las dos personas involucradas, la relación está mediada por el poder, como, por ejemplo, el jefe con una subordinada/o (véase lo de Claudia Morales) y por un no de la víctima, es decir, cuando no existe consentimiento. Con estos dos elementos ya hubiéramos podido ponernos de acuerdo mucho más fácilmente. Entonces, el beso robado entre un hombre y una mujer puede ser el inicio de un acoso si estos dos elementos mencionados están presentes. Es decir, si existen una relación de poder y un no de la mujer o de uno de los dos. Porque lo que sabemos es que un no es no. Simplemente. Aun cuando se trata de una mano sobre una rodilla. Punto.

El caso de Claudia Morales devela otro de los logros del MeToo. Permite hoy que muchas mujeres encuentren el valor de hablar porque por fin se sienten respaldadas y acompañadas para poder narrar este infierno que tuvieron que soportar. Ya el solo hecho de contarlo es quizás un paso hacia su sanación. Ahora, denunciar a su agresor, sin duda, es decisión de cada una, aun cuando no dejo de pensar que este hombre que abusó de Claudia haya podido seguir impunemente abusando de otras mujeres.

Pero los seres humanos somos así, tenemos historias distintas, mundos distintos, y es imposible hallar argumentos que se apliquen a todas y a todos. De lo que se trata es de encontrar los que puedan responder a la mayoría y, sobre todo, a las más vulnerables, las que, sin el impacto del MeToo, no hubieran tenido la posibilidad de hablar y, ojalá, de denunciar.

FLORENCE THOMAS
* Coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad

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