domingo, 15 de septiembre de 2024

En Femenino

Chunxia Feng y Huali Jiang: dos mujeres chinas operan las imponentes grúas puente del patio de prefabricados, de la Primera Línea del Metro de Bogotá

Estas dos ciudadanas chinas, que llegaron a Colombia hace más de seis meses y que fueron escogidas por el concesionario por ser las mejores trabajadoras de su empresa en su país, se levantan cada día a las 5:30 de la mañana para alistarse, trasladarse al patio taller en Bosa, llegar a la planta de prefabricados y comenzar a operar sus grúas puente a las 7:00 a.m. Con la disciplina que las caracteriza, estas compañeras de trabajo suben la escalera de la planta y ocupan sus respectivos puestos de trabajo ubicados a más de 20 metros de altura.
Su labor no pasa desapercibida, pues a la admiración que despiertan la magnitud de la planta (que ocupa una superficie de más de 19.000 metros cuadrados), y el proceso industrial que allí se realiza, se suma la de observar a estas dos mujeres operando desde las alturas esta moderna maquinaria clave para el viaducto del Metro de Bogotá. Y no es para menos, pues desde sus tableros de mando mueven con destreza las cabinas a lo largo de la planta junto con las enormes pinzas que sostienen los pesados pilotes.

sábado, 14 de septiembre de 2024

Día nacional de los derechos Humanos

 

Mujeres, guardianas de la paz: Un llamado a la acción en el Día de los Derechos Humanos

Conmemoramos el Día de los Derechos Humanos en Colombia. Una fecha que nos invita a reflexionar sobre los avances y desafíos en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Y es que, si bien hemos logrado avances significativos, aún persisten grandes desigualdades y violencias que afectan de manera desproporcionada a las mujeres.

Las mujeres colombianas son las guardianas de la paz y la vida en nuestros territorios. A pesar de enfrentar múltiples barreras y riesgos, ellas continúan luchando incansablemente por sus derechos y por los derechos de sus comunidades. Sin embargo, muchas de ellas se encuentran en la primera línea de fuego, expuestas a violencia física, psicológica y sexual, desplazamientos forzados y estigmatización.

Es fundamental reconocer el valor de su trabajo y su liderazgo. Son ellas quienes lideran procesos de construcción de paz, defienden el territorio, promueven la igualdad de género y construyen comunidades más resilientes.

En este contexto, es imperativo fortalecer las acciones para garantizar la protección de las mujeres defensoras de derechos humanos. Necesitamos políticas públicas integrales que aborden las causas profundas de la violencia de género y que garanticen la seguridad de quienes luchan por un mundo más justo.

Asimismo, es fundamental fortalecer los mecanismos de participación de las mujeres en la toma de decisiones y en la construcción de políticas públicas que las afecten. Su voz debe ser escuchada y sus experiencias deben ser valoradas.

Como sociedad, tenemos la responsabilidad de construir un país donde todas las mujeres puedan vivir libres de violencia y ejercer plenamente sus derechos. Es hora de pasar de las palabras a los hechos y de trabajar juntos por una Colombia más justa e igualitaria.

En este Día de los Derechos Humanos, hacemos un llamado a:

  • El Estado: A fortalecer las instituciones encargadas de garantizar la protección de los derechos humanos de las mujeres y a implementar políticas públicas efectivas para prevenir y sancionar la violencia de género.
  • La sociedad civil: A seguir apoyando y visibilizando el trabajo de las mujeres defensoras de derechos humanos y a construir redes de solidaridad para fortalecer su protección.
  • A cada uno de nosotros: A reflexionar sobre nuestro papel en la construcción de una sociedad más justa y a tomar acciones concretas para erradicar la violencia de género y promover la igualdad.

¡Juntos podemos construir un futuro más seguro y equitativo para todas las mujeres!

viernes, 13 de septiembre de 2024

LABORAL

 

Estas son las lecciones de liderazgo que deja el caso empresarial de Silvia Tcherassi

La diseñadora barranquillera compartió los desafíos que representa incursionar y mantenerse en el negocio de la moda

Barranquilla

Las tres generaciones de la marca Silvia Tcherassi se reunieron en el marco del IV Encuentro Nacional de Liderazgo de Mujeres en Juntas Directivas, en donde hicieron un recuento de su caso empresarial y de las lecciones de liderazgo que ha dejado la compañía a lo largo de su historia.

Vera Solano de Tcherassi, Silvia Tcherassi y Sofía Espinosa Tcherassi explicaron los desafíos que significó el crecimiento de la marca, al pasar de ser una casa de diseño a contar con otros negocios, como restaurantes y hoteles. También hablaron del más reciente reto: dejar de vender exclusivamente en sus tiendas y pasar a tiendas por departamentos en línea, lo que potenció los diseños aún más a nivel internacional.

La diseñadora barranquillera, Silvia Tcherassi, compartió los desafíos que representa estar en el negocio de la moda. Dijo que la industria se caracteriza por su rapidez, por lo cual, lo que se diseña en el presente se verá en las tiendas casi un año después. También aseguró que se producen varias colecciones de manera simultánea, lo que significa que mientras una continúa en las vitrinas, otra está iniciando.

Tcherassi dio también un mensaje de motivación al señalar que “hay que creer en lo que haces, tener mucha disciplina, y soñar, pero con los pies puestos sobre la tierra. Si nosotros logramos crear una marca con impacto internacional desde el Caribe colombiano, ustedes pueden hacerlo”.

Vera Solano de Tcherassi, una de las fundadoras de la marca, hizo hincapié en el talento, señalando que este “debe hacerse brillar y enaltecer”. Y agregó que es necesario acompañarlo con disciplina para lograr objetivos.

Sofía Espinosa Tcherassi, directora de ready-to-wear de la marca, aseguró que “a pesar de que es importante sentirse creativo y cuidar la identidad propia, también es necesario adaptarse a los cambios”.


miércoles, 11 de septiembre de 2024

Fondo No Es Hora de Callar

 

En el Salón de la Constitución del Capitolio Nacional se realizó ayer el lanzamiento del Fondo No Es Hora De Callar, el cual estará destinado a la financiación de programas para prevenir, proteger y asistir a las mujeres periodistas víctimas de violencia de género.
“Hoy hace 15 años, a esta hora, estaba abriendo una puerta a un camino doloroso que me trajo precisamente aquí, al Salón de la Constitución con ustedes. El 9 de septiembre de 2009 hablé por primera vez públicamente frente a un auditorio extraño, en Madrid, de la barbarie que afronté el 25 de mayo de 2000 por ser mujer y por ser periodista”, afirmó Jineth Bedoya Lima, editora de Género de EL TIEMPO.

#EstrategiaMujeres

 



🚨 #BogotáMiCiudadMiCasa debe ser un lugar seguro para todas. Entender, reconocer y usar la Ruta Única de Atención es fundamental para la garantía de los derechos de las mujeres, por eso te contamos en qué consiste.
#EstrategiaMujeres

martes, 10 de septiembre de 2024

Acoso Laboral

La violencia y el acoso no solo son una violación de los derechos humanos, también destruyen la igualdad de oportunidades.

¡Aquí un mito y realidad sobre el acoso laboral de género!

El Convenio 190 de la OIT afirma que la violencia y el acoso “pueden constituir una violación o un abuso de los derechos humanos… una amenaza para la igualdad de oportunidades, y que son inaceptables e incompatibles con el trabajo decente”, reconociendo que la violencia por razón de género afecta de manera desproporcionada a las mujeres y a las niñas.

domingo, 8 de septiembre de 2024

Cultura

 

🎭 ¡Felicitamos a la maestra Patricia Ariza Flórez ganadora del Premio de Dramaturgia Femenina 2024!

🙌 Esta distinción resalta su dedicación y compromiso con el teatro colombiano 🎬.

Fundadora del @teatrolacandelaria y exministra de Cultura, Patricia ha sido una voz incansable para la promoción del teatro como herramienta de transformación social y cultural ✊. Su trayectoria sigue siendo una fuente de inspiración para las nuevas generaciones de artistas. 🎉

¡Un logro más en su impresionante carrera! 🌟

#BogotaTeatralyCircense #PremioDramaturgiaFemenina

sábado, 7 de septiembre de 2024

Igualdad

5 acciones para fomentar la igualdad de género en el trabajo

Con una brecha de oportunidades, justicia y derechos de 132 años entre hombres y mujeres, fomentar la igualdad de género en los espacios laborales representa una manera de subsanar grandes problemáticas sociales, pues el incluir a las mujeres en los entornos de trabajo de manera equitativa, rompiendo los obstáculos que las enfrentan e impulsando su liderazgo, ayuda al empoderamiento de este sector.

En este sentido, las empresas, al ser las empleadoras por excelencia, tienen un papel clave para lograr que las mujeres accedan a mejores condiciones de vida, ya que ofrecerles empleos dignos con apertura de crecimiento profesional y económico, fortalece sus derechos humanos y su capacidad de decisión, liberándolas de la violencia y dependencias económicas.

Lo anterior constituye una gran aportación al desarrollo sostenible, ya que fomentar la igualdad de género coincide con la construcción de un mundo en equilibrio. Así que desde su Responsabilidad Social Empresarial (RSE), las organizaciones pueden tener injerencia en este tema, por lo que te presentamos algunas acciones para hacerlo.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Deporte

 ‘Superpoderosas’, el libro que ilustra 11 historias de futbolistas colombianas

Carolina Jaramillo, escritora de ‘Superpoderosas’, reveló que este libro busca dar a conocer a nuestras jugadoras, pero a su vez inspirar a todas las niñas y a todos los niños a que encuentren su superpoder.


Enfocándose en el Empoderamiento Femenino"Superpoderosas": Un Gol por la Igualdad

Carolina Jaramillo nos presenta un emocionante recorrido por el universo del fútbol femenino colombiano con su libro "Superpoderosas". A través de vibrantes ilustraciones y cautivadoras historias, la autora nos invita a conocer a 11 jugadoras que han roto barreras y dejado una huella imborrable en el deporte.

Más allá de las estadísticas y los goles, "Superpoderosas" es un canto a la igualdad y al empoderamiento femenino. Al visibilizar las trayectorias de estas futbolistas, Jaramillo inspira a niñas y jóvenes a soñar en grande y a perseguir sus pasiones, sin importar los obstáculos.



Elementos a destacar:

  • Diversidad de historias: Cada una de las 11 futbolistas presentadas en el libro tiene una historia única y conmovedora, lo que lo convierte en una lectura enriquecedora y diversa.
  • Ilustraciones impactantes: Las ilustraciones de "Superpoderosas" son un elemento clave para transmitir la energía y la pasión de estas atletas.
  • Mensaje inspirador: El libro va más allá del deporte, transmitiendo un mensaje de perseverancia, trabajo en equipo y superación personal.

jueves, 5 de septiembre de 2024

Declaración de los Derechos de la Mujer

 

5 de septiembre, se conmemoran 233 años de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, un documento fundamental redactado por la francesa Olympe de Gouges en 1791.

Este manifiesto demandó la igualdad de derechos para las mujeres en una época de marcadas desigualdades, y ha dejado un legado en la lucha por la equidad.

A pesar de que en su momento fue poco reconocido, marcó la historia en los movimientos feministas globales y contribuyó en avances significativoss de los derechos de las mujeres en agendas políticas y legales internacionales.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Eliminación de las violencias de género

Los hombres también pueden aportar a la eliminación de las violencias de género

Marcha del 8 de marzo en Santander, España, en el que hombres se unieron a las manifestaciones de las mujeres para demostrar su apoyo y hacer un llamado a la igualdad.

Foto:Getty Images

Análisis de un abogado y filósofo que aporta un entendimiento sobre el tema, explica por qué también es un problema de hombres y da luces de cómo ellos pueden empezar a cambiar el chip.

La maestra María Cristina Hurtado ha lanzado un desafío a los hombres colombianos: cuestionar críticamente nuestro papel en la erradicación de las violencias contra las mujeres y las niñas. La pregunta que inaugura este debate es: ¿cuál es el papel de los hombres en la consolidación de una Colombia igualitaria? Esta no es una pregunta sobre qué es el feminismo y cuál es su agenda; esas cuestiones están reservadas para el feminismo que, como teoría política de la igualdad, tiene respuestas.

Quiero comenzar mi reflexión afirmando un principio que aprendí de Amelia Valcárcel: feminismo y biología hay que separarlas. Con esto no estoy diciendo que mujeres u hombres, por nuestra biología, somos más o menos propensos a la violencia. Aunque la fuerza no sea una construcción social, su aplicación opresiva sobre las mujeres y las niñas sí lo es en cuanto a mandato imperativo. Este es mi primer punto. Las mujeres y las niñas no son débiles por ser hembras. La noción de que son inferiores y que dicha inferioridad está justificada es un error heredado. No existe el sexo débil. Sin embargo, esta idea autoriza a violentar.
La debilidad del sexo femenino o “imbecillitas sexus” es un prejuicio antiguo. ¿Hemos olvidado la andreiya? Este término, que se traduce como “virtud”, implica una conexión con la masculinidad. Virtud deriva de “vir”, que significa “hombre o varón”, y “valor” se expresa como “andreiya”, que en español todavía se refiere a la hombría. En esta noción de virtud-valor, las mujeres fueron relegadas a no ser consideradas “virtuosas” porque se les negaba la andreiya.
De ahí que Rousseau argumentara que las mujeres no podían ser “ciudadanas”, pues carecían del valor para empuñar un arma. La transmisión generacional de esta idea está vigente. Esto explica algunas frases o expresiones como “le faltan huevas”, porque los hombres y la sociedad ven el falocentrismo como “epígono de la perfección humana”.
La virtud en el saber y el poder está asociada a lo masculino, enraizada en la creencia de que los hombres somos mejores y superiores, mientras que las mujeres son seres imperfectos. Justificamos estas ideas cuando afirmamos que las mujeres “carecen de algo” para aspirar a la igualdad, especialmente ante señores que deciden quién entra a la paridad.
El patriarcado es exclusión y marginación sutil, disfrazada de meritocracia o de estándares de excelencia que, paradójicamente, siguen siendo definidos y controlados por hombres. Esta estructura injusta no solo limita el acceso de las mujeres a posiciones de poder y toma de decisiones, sino que perpetúa la falsa noción de que la virtud y el valor son atributos inherentes a los hombres
Si una mujer no posee andreiya —valor y coraje—, lo que tendrá es miedo. Este es el último justificante moral de las violencias “porque quien no tiene poder, tiene miedo”, afirmó Amelia Valcárcel. Así, ante un hombre, la reacción esperada de una mujer es el pudor, y el pudor es una manifestación del miedo. Esto es lo que nosotros, los hombres, hemos impuesto a las mujeres: que nos teman. El patriarcado funciona bajo esa premisa.

Desvalorar

Hay una relación intrínseca entre la desvalorización, el miedo y las violencias. Ya en el siglo XVII, Poullain de la Barre, en su obra De l’égalité des deux sexes de 1673, nos advertía que la violencia contra las mujeres es una práctica en todas las sociedades. Las pioneras del feminismo en la Ilustración, como Mary Wollstonecraft, quien se opuso a Rousseau, y Mary Astell, que confrontó a Locke, también afirmaron que una sociedad racionalista no podía condenar a las mujeres a la ignominia. Michèle Le Dœuff, en pleno siglo XX, nos comprobó que el patriarcado no es solo un sistema sociopolítico, en términos de Kate Millet, sino un conjunto de prácticas de minorización de las mujeres.
El camino hacia la violencia que mata y que justifica y reproduce con naturalidad el horror del feminicidio comienza con la desvalorización del cuerpo, el papel, el valor y la vida de todas las mujeres y las niñas. La desvalorización es una práctica patriarcal que a menudo se considera baladí. Pero es la más perniciosa. ¿Acaso hemos olvidado lo que las mujeres pidieron primero, antes que cualquier derecho, el ser, el existir? El estatuto de individuación, como lo afirmó Simone de Beauvoir.
Desvalorizar es deshumanizar. Todo patriarcado —de coacción o consentimiento, como lo enseñó Alicia Puleo— desvaloriza a las mujeres y las niñas, y niega para ellas su estatuto de “ser” para violentarlas y matarlas. Así, un varón en Irán que mata a una mujer es tan ruin como el colombiano que asesina a su pareja porque la considera su propiedad. La desvalorización es el primer paso hacia las muertes físicas y/o simbólicas.
Esta desvalorización no solo legitima la violencia, sino que desconoce la humanidad de las mujeres y coarta la posibilidad de señalar toda violencia o reclamar la igualdad: ahora entendemos por qué toda mujer violentada teme. El temor y la inseguridad que resultan de la desvalorización son herramientas del patriarcado para mantener a las mujeres en una posición de subordinación. Esta estrategia silencia a las mujeres y perpetúa el ciclo de opresión.
Como hombres, debemos reconocer nuestra complicidad en la perpetuación de este sistema opresivo. No se trata de reformar la desigualdad y la opresión naturalizadas bajo el lema de una nueva masculinidad, sino de erradicarlas para que los hombres emerjan como individuos libres del prejuicio que mandata a oprimir a las mujeres y niñas. Son las mujeres feministas las que han desafiado al sistema patriarcal, pero nuestra masculinidad sigue quieta en términos de autocrítica y compromiso con la igualdad.
No podemos contentarnos con ajustes superficiales. Necesitamos una transformación que reconozca y valore la humanidad plena de las mujeres y niñas. Al adoptar esta perspectiva, nos comprometemos a luchar contra todas las formas de opresión y discriminación, promoviendo una sociedad en la que la igualdad y el respeto sean la norma. Esto no solo beneficia a las mujeres y niñas, sino que nos libera a los hombres de las limitaciones y distorsiones impuestas por el patriarcado. Por ello, el primer paso es poner en duda la visión masculinizante de la vida.

A la praxis


En Colombia, los hombres y la sociedad debemos ser conscientes de que cualquier forma de desvalorización es una forma de violencia para las mujeres que opera subrepticiamente. Particularmente mujeres racializadas, que tienen discapacidad, víctimas del conflicto armado, prostituidas, migrantes, excluidas de la paridad pese a sus capacidades, perseguidas políticamente, sometidas a explotación sexual y reproductiva, adultas mayores y aquellas que tienen una connotación basada en su condición social. Al no desafiar la desvalorización, ignoramos la raíz misma de la violencia.
María Cristina Hurtado nos informaba en su artículo que “entre el 29 de mayo y el 2 de junio del año en curso hubo seis feminicidios en Colombia; una de las víctimas fue una niña de 14 años de edad, y que desde el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, hasta el abogado representante de víctimas Miguel Ángel del Río (en el juicio de feminicidio de Valentina Trespalacios) coincidieron en recomendar a las mujeres ‘que vieran las señales de peligro’. Es decir, los hombres nos recomendaron a las mujeres cómo protegerse de ellos, trasladando la culpa a las víctimas, quienes ‘no pudieron leer a tiempo esas señales’”.
Con esta reflexión quiero subrayar que es clave reconocer que desviar la responsabilidad hacia las víctimas perpetúa la lógica opresiva. En lugar de exigir a las mujeres que se protejan de la violencia, debemos transformar las normas y valores que la fomentan y asumir nuestra responsabilidad como hombres para desmantelar el patriarcado. Por ello, creo, al igual que la maestra Hurtado, que el cambio comienza con la educación y la sensibilización, basadas en ideales igualitarios, de respeto a los derechos humanos de las mujeres y las niñas y los principios de justicia feminista, reconociendo que la violencia no es un problema exclusivo de las mujeres, sino una responsabilidad colectiva.
Todavía tenemos funcionarios que llaman al feminicidio “crimen pasional” como en el caso de Estefany Barranco, asesinada por su expareja el 28 de mayo de 2024 en el centro comercial Santa Fe de Bogotá. Ni qué decir con la prostitución y la trata que algunos aún denominan “empoderamiento”, ignorando que el único empoderado es el patriarcado, que se perpetúa mediante la propietización y domesticación sexual de las mujeres y las niñas. Quien mata a una mujer o una niña, o paga por sus cuerpos, quiere ejercer dominio. Esta es la fantasía que justifica el delirio patriarcal: la dominación.

Escuelas sociales

En Colombia, los hombres debemos dejar de minimizar y justificar las violencias con eufemismos. Al llamar a los feminicidios “crímenes pasionales” desviamos la atención de la raíz del problema y perpetuamos la idea de que tales violencias son incidentes aislados y no parte de un sistema de opresión. Esto incluye reconocer que la prostitución y la trata no son formas de empoderamiento, sino de explotación.
Es crucial que entendamos que una relación sexual, como en el caso de la prostitución, no puede ser objeto de un contrato, ni siquiera cuando exista consentimiento, porque ese contrato supone siempre una violación a la libertad sexual. No puede apelarse a la libertad sexual propia para dejarla en manos de un tercero de la misma forma que nadie puede darse libremente en esclavitud.
Defender que la prostitución es un trabajo como cualquier otro olvida que no es lo mismo trabajar con tu cuerpo que hacer de tu cuerpo el lugar de trabajo. Es un falso paralelismo. Una mujer en prostitución no es asalariada porque ella misma es el medio de producción y su producción está explotada a manos de un tercero, lo que constituye opresión económica por razón del sexo. Lo único que le da sentido a la prostitución no son las leyes ni la democracia, sino la “fantasía varonil de la dominación”, que actúa como un laboratorio social de la opresión.

Autocrítica


Leer a María Cristina Hurtado me hizo reflexionar sobre el papel de los hombres en la construcción de una sociedad igualitaria. Sé que a muchos la palabra ‘feminismo’ les molesta. Pero ocurre con ella lo que ocurría antes de la Segunda Guerra Mundial con la expresión demócrata: tenía mala fama. El adjetivo feminista, que aparece en 1872 formulado como nombre del movimiento y la teoría, acuñada por la sufragista Hubertine Auclert, sí representa una fuerza de cambio en Colombia.
Si los hombres no entendemos que el feminismo, lejos de ser una amenaza, es una reivindicación de los derechos humanos, no comprenderemos su agenda y poder civilizatorio. Solo adoptando una perspectiva feminista nos comprometemos a desmantelar los sistemas que perpetúan la desigualdad y la violencia que heredamos socialmente como sexo opresor.
En Colombia, muchos hombres desconocen que el feminismo es una fuerza transformadora que promueve la igualdad y el respeto para todos. Como teoría del cambio social y como ética, nos advierte a los hombres que el patriarcado tampoco es connatural a la varonía, y no tiene elementos de humanidad. La ética feminista hoy es: “hombre, no prescindas de las mujeres”.
Como hombres, es importante que sepamos que el patriarcado es anticivilizatorio porque bloquea el ideal regulativo de igualdad surgido en la Ilustración, el motor civilizatorio que nos aleja de la barbarie. Es por ello que su práctica nos arrastra al peor pasado moral y político, uno donde los hombres somos irracionales y las mujeres no eran personas, sino parte del fortín conquistado.
La verdadera civilización se basa en el reconocimiento y la promoción de la igualdad y la dignidad de todos los seres humanos, y eso es lo que propone la ética feminista. Nos compromete a erradicar el sistema que nos mantiene atrapados en un ciclo de opresión y barbarie. Por ello, contrario a toda esclavitud, Montesquieu señaló: “El grado de civilización de una sociedad se mide por el de la libertad de sus mujeres”. En Colombia, debemos rechazar las formas que perpetúan la opresión y comprometernos a una masculinidad que no dependa de la dominación y el control. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa.
LUIS MIGUEL HOYOS ROJAS (*)
Razón Pública (**)
(*) Abogado por la U. del Norte, filósofo por el Webster College. Doctorando en Derecho, Universidad Carlos III de Madrid. 
(**) Razón Pública es un centro de pensamiento sin ánimo de lucro que pretende que los mejores analistas tengan más incidencia en la toma de decisiones en Colombia.


martes, 3 de septiembre de 2024

En Femenino

 

Feminismos en tiempos de machismo


Feminismos en tiempos de machismo: La lucha continúa

En un mundo donde el machismo sigue siendo una fuerza persistente, el feminismo se erige como un faro de esperanza y resistencia. La batalla por la igualdad de género ha sido larga y ardua, y aunque se han logrado avances significativos, aún queda mucho camino por recorrer. En los tiempos actuales, donde el machismo se disfraza de costumbre y tradición, el feminismo se reinventa y fortalece, adaptándose a nuevas realidades y desafíos.

Un contexto desafiante

A pesar de las victorias alcanzadas, como la ampliación de derechos y la mayor visibilidad de las mujeres en espacios públicos, el machismo continúa manifestándose de diversas formas. Desde la violencia de género hasta la discriminación laboral y la objetivación en los medios de comunicación, las mujeres enfrentan una constante lucha por su dignidad y autonomía. Este contexto desafiante exige un feminismo que no solo denuncie las injusticias, sino que también proponga nuevas formas de vivir y relacionarse.

Diversidad y unidad en la lucha

El feminismo actual se caracteriza por su diversidad. Las luchas de las mujeres indígenas, afrodescendientes, trans y de otros grupos marginados han enriquecido el movimiento, añadiendo voces y perspectivas que antes eran ignoradas. Esta diversidad es una fortaleza, pero también un reto, ya que requiere encontrar formas de unir esfuerzos sin perder de vista las particularidades de cada grupo.

El rol de las nuevas generaciones

Las jóvenes feministas han asumido un papel protagónico en esta nueva etapa del movimiento. Con el uso de las redes sociales, han logrado visibilizar problemáticas que antes eran silenciadas, como el acoso callejero y la violencia digital. Además, han impulsado campañas globales que han resonado en todo el mundo, como #NiUnaMenos y #MeToo, demostrando que el feminismo es más relevante y necesario que nunca.

Machismo en transformación

El machismo, por su parte, también se ha transformado. En muchos casos, ha adoptado formas más sutiles, pero no por ello menos dañinas. El "machismo benevolente", que se disfraza de protección o halago, sigue siendo una forma de control y dominación. Además, los discursos de odio y la misoginia en línea han creado nuevos frentes de batalla para las feministas.

La esperanza en el cambio

A pesar de los desafíos, el feminismo sigue siendo un motor de cambio social. La lucha por la igualdad de género no solo beneficia a las mujeres, sino a toda la sociedad, al promover relaciones más justas y equitativas. En tiempos de machismo, el feminismo ofrece una visión alternativa de un mundo donde todas las personas, independientemente de su género, puedan vivir con dignidad, respeto y libertad.

domingo, 1 de septiembre de 2024

Mujeres

La historia de Érika Rodríguez, la colombiana que llegó a España, trabajó como niñera y hoy dirige la Fundación Carolina

De niña, Érika Rodríguez soñaba con ser misionera para "viajar y ayudar la gente". Hoy, de alguna manera, cumple sus dos propósitos. 

Bogotana, de 46 años, es quien dirige una de las instituciones españolas de mayor prestigio internacional, con vínculos culturales y educativos muy sólidos en América Latina.

Cada fin de semana, Érika Rodríguez Pinzón va con sus dos hijos, de 9 y 4 años, a un rocódromo de Madrid para entrenar la escalada. Se ponen como meta diferentes ejercicios. Planean estrategias, avanzan, se equivocan, miran qué hicieron mal, corrigen, vuelven a probar, lo logran. “Me gusta que los niños crezcan con esa idea: la del esfuerzo, la de intentarlo de nuevo. Es una metáfora de la vida”, dice Rodríguez. Y ella sabe bien de qué habla. 

Bogotana, de 46 años, es la actual directora de la Fundación Carolina, una de las instituciones españolas de mayor prestigio internacional, con vínculos culturales y educativos muy sólidos en América Latina. Es la primera vez, en sus veinticuatro años de historia, que la fundación está bajo la batuta de una persona que no nació en España. Su nombre, sin embargo, ya venía sonando para ese cargo de tiempo atrás por cuenta de una hoja de vida que encajaba perfecto: desde el inicio de su carrera, Rodríguez ha logrado mezclar el mundo de la academia con el del análisis y la consultoría.
—En realidad, lo que yo quería de niña era ser misionera. Pensaba que eso me iba a permitir viajar y ayudar a la gente —dice Érika, sentada en una sala de juntas de la Fundación Carolina, en su sede de Bogotá. 
Durante este último mes, ha visitado cinco países suramericanos y se ha reunido con altos funcionarios de sus gobiernos, con líderes empresariales y académicos, en busca de sincronizar los objetivos de la fundación con las necesidades de la gente. Las becas que ofrece la fundación son muy conocidas —y apetecidas: cada año hay más de treinta mil solicitudes para quinientas plazas— en campos como maestrías, doctorados o programas de liderazgo. De manera que sí: sin ser misionera, Rodríguez viaja y su trabajo está enfocado en la gente.
Esa mira puesta en lo social la ha tenido siempre. Hija de padres bogotanos, con abuelas que llegaron con sus hijos a cuestas desde el campo boyacense, Érika creció en un entorno humilde en el que se valoraba la educación. “En mi casa se leía, aunque comprar libros era un esfuerzo enorme. Mi mamá pagó nuestra primera enciclopedia a cuotas, con lo que ahorraba de su trabajo”. Su madre y su padre solo terminaron la primaria. Cuando eran adolescentes, ambos entraron al Sena —allá se conocieron— y esa formación les permitió un desarrollo laboral. Él, como técnico en electrónica; ella, como modista. Los dos tenían claro que una enciclopedia, un libro, podía ser la puerta hacia un mundo distinto. 
Érika estudió en el Colegio Colsubsidio y allá se hizo conocida entre las amigas por un apodo particular: la llamaban Prima Donna, como el personaje de Dejémonos de vainas que sabía de cualquier tema y daba cátedra. No era de las que sacaban notas altas en todo —en matemáticas le iba regular—, pero sí se destacaba en humanidades, era la líder en los eventos, la que mejor hablaba en público, y siempre tenía un libro en las manos. “Los recreos me aburrían. Entonces me iba a la biblioteca a leer”. Así, entre otros, llegó hasta la última página de las obras completas de Freud. Desde niña entró a un grupo de scouts, algo que fortaleció su enfoque social y que, años después, ya con su título universitario, tendría un papel clave en su vida laboral.

De niñera a consultora internacional

—¿Usted qué estudió? —le preguntó en una ocasión un cónsul de Colombia en España.
—Soy socióloga de la Nacional —le respondió Rodríguez.
El hombre la miro de arriba abajo y le dijo:
—No parece.
Entender la sociedad, comprender su historia, su psicología. Ese interés la rondaba y por eso se orientó hacia la sociología cuando llegó el momento de elegir carrera. En la Nacional se encontró con un mundo que mezclaba todo el país. Eso le gustó. También la capacidad crítica que le despertaron sus profesores. Tuvo maestros de lujo, como Orlando Fals Borda, que le dio la cátedra de investigación y  acción participativa. “Fue una escuela fantástica”, dice. Érika es profesora de la Universidad Complutense de Madrid y allí dicta una cátedra de sociología que está muy influenciada por las bases que recibió en la Nacional. “En la universidad me enseñaron a leer bien. Pasábamos seis meses analizando un solo capítulo de El capital, de Marx, por ejemplo. Es algo que valoro y que ahora les transmito a mis alumnos”.
La vida como estudiante en la Nacional era retadora, pero también costosa. Para tener cómo pagar los libros y todo lo que ese día a día implicaba, Rodríguez y su novio de entonces, ingeniero de sistemas, crearon una empresa de reparación de computadores. Así, sin problema, como otra cosa que tuviera que aprender, se volvió experta en “montar cableados” y en otros asuntos de computación. “Comprábamos las piezas en Unilago e instalábamos el sistema. Teníamos un montón de clientes”, dice.
Ya en el campo de la sociología, su primer trabajo le llegó de la mano de los scouts de Bogotá, que se vincularon en el proceso social con los habitantes de la llamada calle del Cartucho, sector que en ese momento estaba siendo desalojado. “Hacíamos acciones pedagógicas con estas personas, seguimiento de sus procesos”. Ese fue también su primer acercamiento a una problemática social que luego se convertiría en una de sus principales áreas de estudio: el tema de las drogas.
Rodríguez ha sido asesora de Josep Borrell, en la Unión Europea. Es experta en América Latina.

Érika Rodríguez ha sido asesora de Josep Borrell, en la Unión Europea. Es experta en América Latina.

Foto:Milton Dìaz. EL TIEMPO

Rodríguez empezó a trabajar aquí como investigadora, pero en su mente había una meta clara: hacer un doctorado. Durante un viaje a Chile, en un encuentro de scouts, un compañero español le dijo que si estaba pensando en viajar y estudiar, él podía recibirla durante un tiempo en su casa. Dicho y hecho, Érika y su novio ingeniero armaron maletas hacia España. Las cosas de la vida: ella aplicó a la beca de la Fundación Carolina, pero no resultó elegida. Se fue con el apoyo económico del Icetex y cien dólares que su papá logró reunir. “Esos dólares los guardé durante mucho tiempo. Les tenía cariño”, dice.
Primero empezó una maestría en Teoría Política, después realizó una especialización en la misma área, becada por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales del Ministerio de la Presidencia de España. “Yo hacía todas las maestrías gratis que me encontraba. Era mi target”, dice Érika, y sonríe. 
Estudiaba y trabajaba a la vez, ya fuera en la biblioteca de la universidad, como diseñadora de páginas web (había que aprovechar lo que sabía de computadores) o como niñera. Vivía en el barrio Carabanchel, uno de los más tradicionales y populares de Madrid. Su acento no era el español, por supuesto, pero nada la hacía sentir extraña. Con excepción de las veces en que los policías la paraban para revisar sus papeles. “Lo hacían por mi color de piel, porque a mi novio, que también era colombiano pero más blanco, no lo paraban”. Pero eso no se repetía a menudo y ella cada vez se sentía más en casa.
Los años pasaron, su relación con el ingeniero se acabó y a España llegó la crisis económica. Con un título de socióloga y una maestría en teoría política, Érika había logrado entrar a trabajar en la FIIAPP, otra de las fundaciones que tiene la Cooperación Española. Su primer cargo allá fue de asistente administrativa, pero logró escalar y llegar a ser jefe de equipo. Sin embargo, la crisis provocó estragos y terminaron por hacer recortes en estas entidades. Rodríguez se vio sin trabajo y con una nube negra encima. En ese momento estaba saliendo con un muchacho español —el padre de sus dos hijos— muy cercano al mundo de la política, que le recomendó buscar consultorías en América Latina. 
Ella ya tenía experiencia en cooperación y conocía bien la problemática de las drogas. Así logró conectarse con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito y con la OEA, y comenzó a trabajar con ellos en la evaluación de las políticas antidrogas en países latinoamericanos. Viajaba por la región: a Colombia, para estudiar el sistema de sustitución de cultivos ilícitos; a Costa Rica, para evaluar las cárceles, a Guatemala, a Honduras, a Perú, en fin. “Yo era una mercenaria de proyectos puntuales”, dice. Se volvió una verdadera experta en América Latina, autoridad que hoy todos le reconocen. Desde hace años es colaboradora de cadenas de radio y televisión que la buscan por sus análisis. Tiene una columna en el diario El Español y fue elegida entre las cien mujeres líderes de España.
Esa primera etapa como consultora internacional fue de unos cinco años. En 2015, ya con su anhelado título de doctora en Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid, y con un primer hijo en camino, se le atravesó algo que no estaba hasta el momento en sus expectativas: la política. 

Concejal de Madrid y asesora en la Unión Europea

Desde años atrás Érika Rodríguez se había acercado al Partido Socialista (Psoe). No solo por su curiosidad —le interesaba saber cómo funcionaba realmente un partido por dentro—, sino porque su entonces pareja se había convertido en una ficha clave de ese movimiento. Érika se inscribió, participaba en sus reuniones, asesoraba a varios de sus miembros. Una tarde la llamaron y le dijeron:
—Estás en la lista de concejales para Madrid.
“¡Al día siguiente de esa llamada yo iba a dar a luz!”, recuerda. El mundo se le movió, pero pensó que era una oportunidad que quizás no volvería a repetirse. Aceptó. Tenía todo para ser un nombre atractivo en la lista electoral: migrante, mujer, joven, académica. Desde 2009 tenía nacionalidad española. En el proceso de regularización de migrantes realizado años atrás por José Luis Rodríguez Zapatero había quedado abierta la opción de que los estudiantes se presentaran si contaban con una oferta de trabajo. Érika tenía una en ese momento, de niñera. Pasó los papeles —había entrado de forma legal al país, como estudiante—y consiguió la nacionalidad. 
Al final, a esa lista del Psoe no le fue bien y solo sacó nueve concejales. Ella estaba en el puesto diez. Sin embargo, por cuenta de unos cambios posteriores entre fichas del partido, terminó ocupando la curul en el Ayuntamiento de Madrid. “Me fue bien, me gustó, pero la vida de partido es durísima”, dice. 
—¿Qué es lo más duro?
—¡Los cuchillos que vuelan por dentro! Los que llevan tiempo creen que tú llegas a quitarles el puesto.
Érika Rodríguez es socióloga de la Universidad Nacional y en España, entre otros títulos, tiene un doctorado en Relaciones Internacionales.

Érika Rodríguez es socióloga de la Universidad Nacional y en España, entre otros títulos, tiene un doctorado en Relaciones Internacionales.

Foto:Milton Dìaz. EL TIEMPO

Cumplió su periodo, que acabó en 2019, sin abandonar del todo sus actividades académicas y de consejería. De hecho, uno de sus siguientes pasos tuvo que ver con ese campo: gracias a su cercanía con el Psoe, conocía de tiempo atrás a Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Borrell la tenía ubicada como una experta en asuntos de América Latina y con frecuencia la llamaba para preguntarle, por ejemplo, cómo veía a Venezuela, qué estaba pasando en Colombia. Terminó por convertirse en una de sus asesoras de confianza, desde 2021 hasta hace pocos meses. 
Estaba bien con sus jornadas como profesora, con sus asesorías, cuando le llegó la propuesta de la Fundación Carolina. Aceptó porque le pareció un reto bonito que, además, le ofrecía foguearse en un campo que todavía no había probado: la experiencia directiva. Hoy ya tiene las miras puestas en lo que quiere hacer allí: potenciar el centro de estudios de América Latina, para que se convierta en un gran referente de análisis de la región; mejorar las relaciones con las empresas —“Gobierno, universidades y empresas deben ir en el mismo carro”— y revitalizar la Red Carolina, la comunidad de instituciones y exbecarios que en este casi cuarto de siglo han tenido un vínculo con la fundación.
Es muy posible que estos objetivos ya los tenga organizados, con pasos a seguir, estrategias, esquemas. Es de las que todavía ponen sus ideas sobre papel y hace listas de tareas diarias. “Cuando pintas las cosas en el papel las ves más claras”, dice. Uno de sus lemas es: “Si mis abuelas pudieron, yo puedo”. Tiene muy presente sus raíces y la historia de estas mujeres a las que les tocó librar solas las batallas, sin recursos. “Mi abuela materna fue empleada doméstica. La perspectiva para mi mamá era la misma, y a los 12 años ya estaba de empleada también. El Sena la salvó”. Ese pasado no lo olvida. Al contrario: lo tiene presente porque la fortalece.
Todos los días, después de dejar a los niños en el colegio, se va en metro a su oficina. Trata de organizar su agenda para poder recogerlos y llevarlos al parque, y sin falta —cada noche— lee con ellos un libro (físico, de los de verdad). Este año ya han leído Platero y yo y cinco obras de Julio Verne. Quiere que sepan que el mundo está más allá de una pantalla. Por eso los lleva cada fin de semana a escalar y también los acerca a las montañas. En septiembre el destino de los tres será la sierra de Gredos, una cadena montañosa en la provincia de Ávila. Allá estarán en un refugio sin las comodidades de la vida diaria. Ya lo hizo con su hijo mayor, Gabriel. Ahora irá también el más pequeño, Martín. Tiene claro que el camino se hará más lento. No importa. Lo esencial, para ella, es que reconozcan que allá arriba, en la montaña, todos son iguales.


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