𝐋𝐨𝐬 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞𝐬 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞𝐧 𝐭𝐫𝐚𝐲𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐥𝐚𝐛𝐨𝐫𝐚𝐥 𝐠𝐫𝐚𝐜𝐢𝐚𝐬 𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐮𝐣𝐞𝐫 𝐜𝐮𝐢𝐝𝐨́ 𝐝𝐞 𝐬𝐮𝐬 𝐡𝐢𝐣𝐨𝐬.
Porque mientras él construía una carrera,
ella sostenía la casa.
Mientras él acumulaba años de experiencia,
ella acumulaba noches sin dormir.
Mientras él iba a congresos, reuniones, viajes y ascensos,
ella iba a consultas médicas, juntas escolares y a hacer malabares con la comida y los deberes.
Nadie le preguntó si quería pausar sus sueños.
Nadie le aplaudió por postergar su maestría.
Nadie la felicitó por decidir quedarse, por cuidar, por multiplicarse en silencio.
En cada currículum exitoso de un hombre con hijos,
hay una mujer que sostuvo el tiempo, el espacio y la calma para que eso fuera posible.
Una mujer que pospuso su crecimiento para que el de él no tuviera interrupciones.
Y no se trata de culpar al hombre trabajador,
sino de dejar de romantizar su éxito sin ver todo lo que lo hizo viable.
De reconocer que muchas veces el privilegio masculino se escribe sobre la renuncia femenina.
Esto no es resentimiento, es memoria.
Es una invitación a la corresponsabilidad.
A que criar no sea solo cosa de “ella”,
y que los logros de él no sigan dándose por sentado como individuales.
Porque mientras el mundo laboral premie la disponibilidad absoluta,
pero castigue la maternidad y los cuidados,
seguiremos perpetuando una desigualdad disfrazada de mérito.
Y ya basta.
Es momento de que los hombres también cuiden, también renuncien, también acompañen.
Y que las mujeres tengan derecho no solo a criar,
sino también a crecer, a brillar y a dejar su propia huella profesional.
No a pesar de ser madres, sino con derecho a serlo y a elegir. #enfoquedeigualdadac #diversidad #inclusión #igualdad #reflexiones
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