lunes, 24 de febrero de 2020

Mujer y medio Ambiente

Las mujeres son clave para lograr el derecho al agua potable

Fotografía LA PRENSA/ J. TORRES

Por Angie Carolina Cardona
En Colombia 3,6 millones de personas carecen de agua en condiciones de potabilidad, según el DANE, el  8% de la población no tiene acceso a este líquido vital; esta cifra es escandalosa, si consideramos que habitamos en un país caracterizado por su riqueza de fuentes hídricas,  y que además, el acceso al agua es derecho fundamental pactado internacionalmente en el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. 
Detrás de la falta de agua, existen dinámicas y políticas estatales que priorizan la privatización tanto del elemento natural, como de su distribución, vulnerando derechos de quienes no tienen cómo pagarlo. Ante esta situación, las comunidades, y especialmente las mujeres, se han organizado para buscar alternativas de gestión y provisión del agua.
Para Gloria Lucía  Sánchez Betancur, integrante de la Red de Mujeres Populares de Medellín, «el agua es un asunto político para las mujeres populares, porque culturalmente nosotras somos responsables de todo lo que tiene que ver con el cuidado, con los trabajos domésticos, y nos vemos más afectadas en caso de falta de agua potable para realizar estas tareas».
Por su parte, Maya Astrid Pinzón Ramírez, integrante de la Red Territorial de Acueductos Comunitarios de Bogotá -RETACO- señala que algunas de las afectaciones implican «que las mujeres se encarguen del trabajo adicional de caminar y cargar el agua desde largas distancias, lo que genera desgaste físico y de uso de tiempo para conseguir agua y cumplir con sus roles de cuidadoras». En este sentido, las mujeres juegan un papel importante en el liderazgo de la gestión comunitaria del agua desde varias iniciativas.
Gracias a la acción colectiva por la defensa del agua, y a la movilización que se gestó durante décadas alrededor de los acueductos comunitarios, en el 2010 más de 60 organizaciones sociales promovieron el referendo por el agua con cuatro puntos específicos: el acceso al agua potable como derecho fundamental, el suministro de un mínimo vital gratuito, la protección especial de los ecosistemas esenciales para el ciclo hídrico, y la gestión pública, estatal y comunitaria del servicio de acueducto y alcantarillado.
La Red de Mujeres Populares de Medellín y la Red Nacional de Acueductos Comunitarios, jugaron un papel importante en la articulación de este proceso; y aunque por intereses privados este referendo no pasó en el Congreso, sí contribuyó a que las organizaciones se fortalecieran para promover el derecho al agua.

Red de Mujeres Populares de Medellín:

Cuenta con una trayectoria de más de 20 años, en donde mujeres de los barrios populares de Medellín han tejido alianzas y organización social para garantizar los derechos de los niños, las niñas y las mujeres. Cuenta Gloria que «el trabajo de la Red se centró en cómo la falta de servicios públicos y la privatización, especialmente del agua, afectaba a las mujeres». Desde allí se han centrado en la importancia de una política pública que garantice el mínimo vital de agua.
«En todo este proceso nosotras hicimos movilizaciones y articulación a través del Festival de las Mujeres y el Agua que este año completó su décima versión. El festival tiene como consigna: el agua es un asunto político para las mujeres populares, con la cual llegamos a los barrios que tienen problemas con el acceso al agua y empezamos a trabajar alrededor de la importancia del agua para la vida digna, los problemas en el acceso y las estrategias para mitigar los impactos por la falta del líquido. El objetivo es mostrar la afectación por la falta de agua y que se planee un trabajo organizativo por parte de las comunidades» explicó Gloria.
Con este trabajo, la Red de Mujeres Populares empezó a promover el Tribunal de derechos económicos, sociales y culturales de las mujeres, acompañadas de la Corporación Vamos Mujer, y desde allí lograron visibilizar las dinámicas de empobrecimiento por las que pasaban las mujeres que no tenían acceso al agua potable, pues su tiempo dedicado a las labores del hogar aumentaba, creando barreras para generar ingresos o educarse.
En esta trayectoria la Red logró impulsar como política pública la garantía del mínimo vital de agua en Medellín, acompañando algunos procedimientos jurídicos para garantizar el agua en los barrios populares, ya que muchos de estos asentamientos están en condición de informalidad y no tienen acueducto, o simplemente  no tienen cómo pagarlo.
Actualmente cuentan con la Agenda de las Mujeres y el Agua, que busca la incidencia política poniendo como puntos en la agenda el lugar de las mujeres en la gestión del agua, los efectos en la falta de acceso y garantizar este derecho en la vida de las mujeres rurales y urbanas priorizando el uso del agua para consumo y usos domésticos, y no para la mercantilización, o privatización por parte de industrias, hidroeléctricas o minería.

Red de Acueductos Comunitarios de Bogotá RETACO:

Red Nacional de Acueductos Comunitarios. Cortesía
«En el año 2006 se realizó un encuentro de acueductos comunitarios a nivel nacional y desde allí se constituyó la Red de Acueductos Comunitarios de Bogotá y la Red Nacional  de Acueductos Comunitarios de Colombia; estamos en varias regiones del país y vamos para el octavo encuentro. A través de la Red buscamos que el Estado reconozca el ejercicio de la autogestión comunitaria del agua como un derecho sobre todo en las zonas rurales y periurbanas» señala Maya Astrid Pinzón Ramírez, integrante de la Red.
Ella también nos cuenta que «los acueductos comunitarios son muy distintos unos de otros en tamaños, en infraestructura, pero en común tienen que funcionan de forma solidaria y la toma de decisiones es colectiva. Pero principalmente los acueductos comunitarios han sido la forma como tradicionalmente las comunidades han suplido su necesidad organizándose alrededor del agua como forma de autogestión; es así que los acueductos funcionan sobre la base de la economía solidaria popular, donde se aporta fuerza de trabajo colectivo a través de las mingas, conocimiento y toma de decisiones conjuntas».
Estas formas de organización «defienden que el agua es un bien común para la vida, no solo para la vida humana y por esta razón los acueductos comunitarios tienen una dimensión ambiental muy fuerte debido a su relación directa con los ecosistemas en donde nace el agua, entonces asumen una responsabilidad de cuidado del ambiente, y de monitoreo permanente de sus fuentes hídricas» añadió Maya Pinzón Ramírez.
De los ejemplos que destaca Maya sobre formas de gestión comunitaria del agua, articulados con defensa territorial en contra de proyectos extractivistas, está el caso de la Consulta Popular en Cajamarca, Tolima,  que se opuso a la explotación minera y petrolera y en donde los acueductos comunitarios de la zona fueron parte del comité promotor de la Consulta. Así mismo en Tasco, Boyacá, los acueductos comunitarios se asociaron bajo el nombre de Asotasco y han tenido un fuerte trabajo para erradicar la minería del páramo de Pisba.
Aunque estás son de las experiencias más visibles, existe variedad de ejemplos de acueductos comunitarios que se organizan no solo para la gestión del agua, sino también contra otros problemas ambientales, y las mujeres han ocupado un papel importante allí. «El liderazgo de las mujeres no es como el liderazgo de los hombres, que es del discurso fuerte y de la figuración, por el contrario las mujeres tienen un liderazgo menos visible, pero más eficaz. Para la historia de mi acueducto, que se constituyó hace más de 35 años en la zona periurbana de Bogotá, las mujeres fueron quienes construyeron los primeros acuerdos alrededor de las mingas de trabajo, con ollas comunitarias, en donde el espacio de compartir el alimento funcionaba también como espacio para la planeación y toma de decisiones de lo que se estaba gestando».
Y añade Maya que «las mujeres son las que halan las actividades, las que convocan, las que organizan; sin embargo tienen muchas dificultades para participar porque solo el hecho de salir de su casa a hacer otras labores que no son las del hogar es toda una lucha para cada una de ellas, consigo mismas, pero también con su pareja, inclusive por el cuidado de los hijos e hijas».
Es por esta razón que lograr el mínimo vital de agua, y el reconocimiento de la autogestión comunitaria del agua, no solo disminuye las cargas desmedidas de trabajo que las mujeres soportan por su responsabilidad como cuidadoras en la sociedad, sino que logra mitigar los ciclos de empobrecimiento por falta de agua, ya que las condiciones de salud mejoran, tienen una vida más digna, y pueden acceder más fácil a la educación . Pero más importante aún, es que la participación de las mujeres en espacios organizativos y por fuera del hogar pueden contribuir a su bienestar personal, a tener más tiempo para sí mismas, para trabajar, para educarse, y para ir forjando liderazgos con las trayectorias participativas en este tipo de organizaciones.


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