jueves, 30 de septiembre de 2021

Hablemos de Igualdad

 

Empleo verde: ¿empleo femenino?

Dentro de su visión para la recuperación del tejido económico y social, el Grupo BID ha priorizado dos pilares fundamentales: la mitigación del cambio climático y la recuperación y transformación del empleo femenino.

Una crisis global

Según el Observatorio Laboral COVID-19 del BID, el impacto de la crisis por la pandemia de COVID-19 no ha sido menor: en el peor momento se llegaron a perder 30 millones de empleos, de ellos, 3,7 millones formales. En términos porcentuales la pérdida de empleos entre las mujeres fue mayor que entre los hombres, y las tendencias nos indican que las mujeres serán las que tardarán más tiempo en recuperarlo.

La magnitud de la crisis sanitaria y económica resultante de la pandemia de COVID-19 ha puesto en evidencia el potencial destructivo de fenómenos disruptivos a escala global que resultan de la desequilibrada relación de los seres humanos con nuestro entorno natural. Del cambio climático hemos venido hablando por décadas, pero poco se ha hecho para mitigar o revertir su avance. La realidad corroborada por la ciencia es que hoy en día, el planeta enfrenta con mayor frecuencia fenómenos climáticos extremos, olas de calor y sequías. Como resultado, vemos un incremento de los incendios forestales, las inundaciones y la erosión y, a la vez, reducciones en los rendimientos agrícolas, las reservas de agua, la diversidad biológica, con consecuencias sobre la salud humana y de nuestros ecosistemas.

América Latina y el Caribe es una región privilegiada por su dotación natural. Es la casa de alrededor de un quinto de los “hotspots” del planeta, es decir, de los ecosistemas más biodiversos y, a la vez, más amenazados. La Amazonía, por sí sola, que representa el 40 por ciento del territorio de Sudamérica, cumple un rol esencial en los fenómenos ecológicos a nivel global y es una fuente extraordinaria de recursos genéticos (muchos de ellos aún no descubiertos) importantes para la ciencia y la medicina. Además de ser la principal fuente del agua del continente sudamericano, contribuye significativamente a la regulación de la calidad del aire y al almacenamiento de carbón. En la Amazonía viven 30 millones de latinoamericanos, de los cuales 1.5 millones son indígenas y 5 millones afrodescendientes. La subsistencia, las relaciones sociales y las tradiciones de sus habitantes han estado siempre ligadas íntimamente a la naturaleza.

A la vez, la actividad económica en la Amazonía no solo replica los problemas estructurales de la región sino que además experimenta otros adicionales:  además de la informalidad, y la baja productividad, la degradación ambiental, el uso de tecnologías inadecuadas, la corrupción, las actividades ilegales y el crimen organizado han sido todos factores que han limitado la posibilidad de un desarrollo económico sostenible.

La promesa de la ciencia

El mundo presenció atónito cómo con la pandemia los científicos desarrollaron no una, sino varias vacunas contra la COVID-19 en menos de un año, un plazo nunca visto. Asimismo, hemos vivido la adaptación y la adopción acelerada de otras tecnologías y cambios para ajustarnos a la vida en pandemia: la economía digital y los tele-servicios se expandieron a un ritmo que nadie hubiese podido predecir. Son esos mismos avances científicos y tecnológicos los que hoy en día ofrecen una promesa al planeta pues permiten transformar la producción, el uso y la conservación de los recursos biológicos, generar bienes y servicios con valor agregado y a la vez, hacerlo de una manera sostenible. Estos son los principios básicos detrás de la noción de la bioeconomía.

Es ahí donde viene el mayor reto: ¿Será posible lograr la recuperación productiva post-COVID-19 de una manera mejor que aquella que primaba en la pre-pandemia: más sostenible, más equitativa, más inclusiva? Esto es viable si se sustenta sobre algunos elementos clave como la innovación, la diversificación productiva, la generación de cadenas de valor sostenibles y modernas, la complementariedad de conocimientos tradicionales y modernos, el desarrollo regional, y sí, también de las oportunidades económicas para las mujeres.

Una nueva iniciativa del BID busca forjar modelos de desarrollo sostenible basados en el capital humano, la riqueza natural y el acervo cultural de la región amazónica donde trabajaremos con el sector privado, organizaciones no gubernamentales y fondos como el Fondo Verde del Clima (Green Climate Fund) y el Fondo para el Medio Ambiente Global (Global Environmental Facility). Esta iniciativa contará con US$20 millones en capital semilla del BID y se implementará en estrecha coordinación con los países amazónicos y la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA). Sin embargo, somos conscientes de que e esfuerzo es solo el arranque de un esfuerzo institucional y regional más amplio.

¿Puede la economía verde generar empleo de calidad?

La economía verde tiene potencial de generar empleo de calidad para personal con diferentes niveles de cualificación profesional porque incluye una amplia gama de actividades y sectores. Por nombrar solo algunos, incluye la agricultura, ganadería, pesca y manejo forestal sostenibles, la transición hacia la generación y distribución de energías limpias, los sistemas de transporte sostenibles, la innovación científica gracias a los recursos genéticos y conocimientos ancestrales, el turismo y la recreación. Durante muchos siglos han sido las mujeres quienes manejaron y conservaron las semillas, la siembra, la recolección y la elaboración de productos no maderables de los bosques. La economía verde, es entonces, la evolución natural hacia una mayor y mejor participación económica femenina para el desarrollo sostenible de América Latina y el Caribe.

¿Cómo acelerar la generación de empleos y oportunidades económicas para las mujeres en este sector? La apuesta del Grupo BID es invertir en las empresas y el emprendedurismo, el desarrollo de habilidades y las regulaciones.

  • Empresas lideradas por o de propiedad de mujeres: para conectarlas a segmentos de mercado que están creciendo, para facilitar el acceso a financiamiento, para ampliar la adopción de prácticas agrícolas, pesqueras ganaderas y forestales sostenibles, para promover la adopción de tecnologías verdes, para desarrollar proyectos de turismo sostenible o, como lo ha hecho BID Invest, a través de incentivos a las empresas que promueven la participación femenina en empleos verdes.
  • Habilidades de niñas y mujeres: fomentar el desarrollo de habilidades empresariales, apoyar la capacidad de integrar negocios locales en otros mercados, asesorar la mejora modelos gerenciales para el manejo sostenible de la agricultura, ganadería y recursos forestales y la adquisición de competencias técnicas y profesionales en sectores emergentes: energía y transporte verde, conservación ambiental, y otros.
  • Regulaciones a favor de la igualdad de género: para facilitar el desarrollo de nuevos modelos de negocio, para proveer estímulos al desarrollo tecnológico y la formalización, para otorgar certificaciones ambientales, de sostenibilidad y sellos de género, para asegurar el acceso a servicios de cuidado de calidad.

Un enfoque renovado en temas de género y el cambio climático le permitirá al Grupo BID seguir promoviendo un crecimiento sostenible e incluyente. Hagamos de esta necesidad urgente de reconstruir el tejido productivo y social de nuestra región una oportunidad para cuidar no solo el bienestar de la generación actual, sino de aquellas del futuro.

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