miércoles, 1 de marzo de 2017


Tips para evitar el uso sexista del lenguaje en el día a día

Por herencia lingüística y costumbre a veces no utilizamos el lenguaje de forma correcta para dirigirnos por igual a hombres y mujeres. Se denomina lenguaje sexista a aquel que contiene algún tipo de discriminación a un colectivo, que no se ve reflejado de forma gramatical en la forma de hablar o de escribir. En el caso del castellano es frecuente ver cómo determinadas expresiones o frases se construyen usando únicamente el masculino o cuyo sentido tiene tintes de misoginia.
Seguro que te suena: uno de los ejemplos más característicos de discriminación de género de nuestro lenguaje es el plural masculino, que se utiliza para agrupar a varios miembros, sin importar si son hombres o mujeres. Cuando se utiliza el plural femenino, sin embargo, se considera que solo se refiere a un grupo compuesto por mujeres. Por desgracia, la mayoría de los hispanohablantes usamos esta forma de comunicación, aunque se puede evitar con algunos trucos de expresión.


Este y otros usos del lenguaje pueden ser superados desde un ámbito personal si todos ponemos de nuestra parte, por eso desde Oxfam Intermón han creado una guía de lenguaje no sexista, que puedes poner en marcha desde hoy mismo para contribuir a la eliminación de la discriminación a los colectivos más vulnerables.

Esta pequeña guía que publica Oxfam Intermón incluye, además, recomendaciones y cambios en el lenguaje para no perpetuar el sexismo. Consúltala aquí entera.

Algunos ejemplos de sexismo en el lenguaje

Para que entendamos hasta qué punto nuestra lengua puede llegar a ser discriminatoria hacia el género femenino se señalan algunos ejemplos que seguro que se identifican al instante; también algunas alternativas para superar estas formas y lograr una correcta inclusión de todos los colectivos en la manera de expresarnos.

Ejemplo 1: Uso del masculino como genérico

Es muy habitual que se utilice el plural masculino para referirse a un colectivo o grupo de personas. De esta forma, es muy frecuente escuchar expresiones como “los niños” para referirse a un grupo de pequeños o incluso como adjetivo genérico para hablar de una franja de edad concreta. Otros ejemplos del uso de la forma masculina como genérico pueden ser “los profesores”, “los alumnos”, “los ciudadanos”, los “electores” o “los vecinos”. Esta es una de las formas de lenguaje sexista más comunes y utilizadas.
El castellano es una lengua muy rica en sustantivos que definen colectivos de personas. Por ello, no es necesario utilizar el masculino para referirse a estos términos. Emplearlos no solo elimina el sexismo de la frase, sino que enriquece tu vocabulario y permite una definición más afinada. Para hablar de “los niños” como colectivo puedes emplear términos como “la infancia” o “la niñez”. “El profesorado” o “el alumnado” también son formas correctas para expresar un conjunto de miembros de un centro docente. Otra posibilidad es que utilices ambas formas, por ejemplo, empleando un doble término como “los niños y las niñas”. A pesar de que es correcto, utilizar el sustantivo colectivo es una forma de ahorro lingüístico muy eficaz.

Ejemplo 2: Mujeres como “apéndices” de los hombres

En ocasiones escuchamos cómo se crean frases en las que claramente se le da menos importancia al género femenino. Sobre todo en los medios de comunicación o instituciones, donde se suelen tratar estos temas, vemos un importante desajuste entre el rol que se le da a la mujer y al hombre en una misma frase. Es el caso de construcciones como “los embajadores y sus esposas” o “los trabajadores y sus mujeres”.
Aunque ambos no estén incluidos en el mismo grupo, no es necesario introducir la segunda denominación como un apéndice de la primera, discriminando a uno de los dos géneros.
La solución a este uso indebido es muy sencilla, aunque no se debe caer en el error de utilizar solamente el sustantivo masculino para denominar al colectivo. Términos como “El cuerpo diplomático”, “la población trabajadora” o “La plantilla y sus acompañantes” pueden ser fórmulas de éxito en estos casos.

Ejemplo 3: Tratamientos

Es frecuente que a un hombre se le aplique el tratamiento de “señor”. Sin embargo, en el caso de las mujeres se hace una distinción entre “señora”, que se refiere a mujeres casadas y “señorita”, que se aplica a las que se encuentran en una situación de soltería. Hacerlo se considera una discriminación hacia el género femenino, ya que no es una información que se le pida al hombre para referirse a él.
Hacer esta distinción entre “señora” y “señorita” no es más que otra forma de discriminación sexista, ya que a un hombre no se le pide una explicación en este sentido, por eso debemos eliminar el segundo uso para equipararlo al tratamiento masculino.

Ejemplo 4: Profesiones y cargos

Las mujeres que ejercen determinados trabajos se enfrentan al problema de que no se les denomina con un adjetivo femenino. Se sigue haciendo referencia a ellas como “abogado”, “médico”, “arquitecto” o “diputado”, a pesar de que hay términos en femenino que son igualmente válidos.
“La abogado”, “la bombero” o “la médico” son formas que denotan sexismo y que pueden ser sustituidas por sus formas femeninas. “La abogada”, “la médica” o “la bombera” son fórmulas igual de válidas.

Ejemplo 5: Uso de profesiones de forma despectiva

En determinados contextos es común ver cómo se hace referencia a algunas profesiones en femenino y otras en masculino, debido a que en su mayoría están ocupadas por uno u otro género. Por ejemplo, se habla de “los pilotos” y “las azafatas”, o “las limpiadoras”, “las enfermeras” o “los médicos”.


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