martes, 25 de agosto de 2020

MUJER, MI UNIDAD LINGÜÍSTICA


MUJER Y MODERNIDAD: INDIVIDUAS EMANCIPADAS


Creo de lejos, que lo que molesta de los feminismos es que no
necesitemos la voz de aprobación nunca más, ni la regulación excesiva.
Molesta que nos paremos de cara a nuestra libertad.


La modernidad debía traer libertad. Se supone que en los procesos que suceden al medio evo encontraríamos al sujeto que piensa y se logra desatar de las redes de un pensamiento homogenizado, oscuro y violento, pasando a un estado en donde las luchas por la igualdad (equidad), el capital social distribuido y un idealismo filosófico darían paso a una sociedad justa, ecuánime y libre pensadora, pero hay dos fenómenos que irrumpen este momento histórico: machismo y capitalismo.

A las mujeres la modernidad nos llega tarde, los dinámicas de emancipación y autonomía no eran directamente un canal disponible para todas, si bien se lograron voces oportunas seguían siendo la invisibilización y las violencias las formas de no permitir esa libertad, de no permitir que lo moderno llegará a la par.

Luego de haber sobrevivido a la hoguera difícilmente se súper/vivía al desconocimiento y a la vinculación social, política, cultural, educativa, permanecíamos en la edad media gracias al machismo enquistado en las bases sociales, en dónde se nos asignó la cocina como lugar de elaboración y la casa como el reino de fantasía en donde podíamos gobernar, los hijos, los súbditos necesarios.
El modernismo nos llegó en forma de censura, las construcciones del cristianismo también hicieron lo suyo, tomaron las formas del sacrificio, lo virginal, lo estático y nos sometieron en la cultura de la obediencia, nos heredaron el complejo de inferioridad, la necesidad del merecimiento, la emancipación no era posible porque como lo expone I. Gebara (1997) a las mujeres nos relacionaron con el mal y es nuestra etiqueta y marca más profunda.

DE CARA (y sin maquillaje) AL CAPITALISMO

Los sujetos se construyen desde lo que las instituciones demandan sobre su ser, sobre lo que debe/quiere hacer y ser.
La sujeción institucional ha puesto a las mujeres en los roles predeterminados, bajo una estructuras de sumisión, pertenencia, sin propiedades, en una lucha más aguerrida por salir de esta estructura, no quisiera utilizar el verbo “demostrar” pero es lo que nos toca cada tanto, porque nos piden estadísticas de nuestras muertas, de la brecha salarial, de la dificultad de adquisición de terrenos, de mostrar porque históricamente incluso fuimos objeto de estudio para definir si teníamos alma y si estábamos definidas por la histeria, porque a pesar de los tránsitos de tiempo difícilmente la modernidad cambio en algo para nosotras, incluso reafirmó y construyó nuevos paradigmas para la mujer, debió nacer el movimiento de las mujeres y los feminismos para poder levantar la voz.

Recordemos que para la existencia del reconocimiento social y la adquisición o aumento del capital  (económico y social) se debía cumplir unas condiciones:

Ser hombre -referencia del cuerpo aceptado-, preferiblemente blanco -supremacía y orden-, pertenencia religiosa -figura inferior de la mujer desde las creencias- ser propietarios -uso de la racionalidad de negocios negada a la mujer por ser históricamente definida por la emocionalidad- ser padre -figura protector y proveedor capaz de asumir los movimientos históricos- (Carreño, 2019).

Así, el cumplir con los estándares se posiciona lejos de la mujer, de lo femenino, de lo diferente, una modernidad que creaba brechas e imposiciones traídas de otros tiempos, en donde lo que los hombres hacen se llama conocimiento y lo que hacemos las mujeres se denomina saberes.

EMANCIPADAS SÍ, PERO CUMPLIENDO LA ETIQUETA.

 “Otro principio de la modernidad es su antropología. El individuo

es autónomo, nada hay que tenga jurisdicción sobre el hombre y todas las cosas pasan a ser para su servicio. El individuo es soberano. Desde esa perspectiva, el sujeto individualizado no tiene otra responsabilidad que la que tiene consigo mismo”.
Duque (2020)


La mujer será madre (virginal, tierna e inmaculada), será protectora (relación con el instinto de protección comparada con las hembras animales), será sumisa y aceptará que puede tener una autonomía mientras cumpla con las obligaciones a su cargo.

Esta frase siempre me ha calado profundo: -la mujer hace el hogar- y el hogar (tradicional) es la base social de las naciones, ¿dimensionan al igual que yo semejante responsabilidad? Una construcción social moderna que nos dice que “el individuo es soberano” pero un comportamiento errático de la mujer destruiría todo un sistema, es así como el equilibrio de la modernidad también nos llega tarde.

La emancipación entendida como una posibilidad de reconocimiento social nos arroja en este escenario:
Niña
Niña, tienes el período;
Niña, no toques mi comida;
Niña, tú sabes que tampoco puedes ir al funeral del vecino.
Niña, cálmate y espera a que todo pase.
¡Niña, tienes que ir a la escuela!
Niña, piensa en tu educación,
Niña, la educación es tu futuro.
Niña, lucha por alcanzar un título, porque
Niña, con ese título en las

manos
tienes garantizado un marido.
Ortega (2001).

Nos permiten liberarnos, emanciparnos, dar una vuelta de 360 grados, si, de 360 porque nos quieren en el mismo punto, en el hogar, respondiendo a la demanda de la maternidad, de los aspectos sociales que juzgan aún el uso de la minifalda, la fiesta en la noche, abordar un taxi y sentarse adelante, nos tienen con una cuerda grande, nos permiten dar la vuelta, pero estamos ancladas porque eso es la modernidad, un puerto del que no hemos podido saber para que llegamos y pensamos zarpar a otro: nueva normalidad.

A MODO DE REFLEXIÓN TOMANDO TINTO. UNA SEMANA DESPUÉS DE ESCRITO

 

Cuando hablo de feminismos en diversos grupos conformados por personas de diversas corrientes del pensamiento, encuentro que, una postura para invalidar la lucha de las mujeres es reducirla a una supuesta victimización que se vuelve proporcional a la descalificación, argumentando que las problemáticas sociales son de orden estructural y no deberían dividirse en cuestión de raza, género, sistemas socioeconómicos, desconociendo así la particularidad de las violencias, sus inequidades y el impacto en grupos poblacionales específicos.
Los tiempos y sus historias están contadas desde lo masculino, la voz de la mujer suele ser silenciada, la del hombre es audible y plausible, colocándose así en lugares cercanos al heroísmo (incluso como tales) y dejándonos en el plano de la costilla, de un detrás que sostiene (detrás de un buen hombre hay una gran mujer) reconociendo someramente la bondad del acto de dejar de ser para que lo masculino gobierne. Como si nos preguntaran.
Finalmente, la historia de la biblia debe ser re - contextualizada, las mujeres desde el Deuteronomio se inscriben como propiedad: (ver Ley sobre las prisioneras de guerra: 21:10-14), no podemos seguir siendo regidas por una norma sin exégesis correcta, sin análisis histórico, pero sobre todo pretendiendo seguir imponiendo modelos nocivos que nos excluyen de la vida pública y política a través de la violencia ejercida bajo un sistema de creencias sin razón.

En fin, la modernidad.

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