Por Angélica Jocelyn Soto Espinosa
La industria de la pornografía que se autodenomina feminista es tan amplia que desde hace 11 años existe un festival internacional que premia estas producciones por incorporar a mujeres en la conceptualización, producción y distribución de películas de índole sexual, incluso que podría tener financiamiento público en algunos países; sin embargo, lejos de contribuir a los objetivos del feminismo, esta industria fortalece el negocio histórico de explotar a las mujeres y perpetúa la idea de que los cuerpos de ellas son para la satisfacción de otras personas.
Así lo explicaron en entrevista para La Crítica cuatro feministas -una abogada, una antropóloga, una historiadora y una filósofa-, expertas todas ellas en la prostitución en México y el feminismo. A continuación te presentamos sus argumentos, un revés a quienes promueven que la pornografía puede ser una práctica emancipadora.
Argumento 1: “Porno feminista”, un concepto contradictorio
La pornografía feminista es en sí misma una contradicción, ya que pretende hacer una propuesta emancipadora con las categorías del patriarcado, según observó la antropóloga Verónica Caporal Pérez, que desarrolló en México la metodología para hacer peritajes sobre trata de personas desde una perspectiva feministas.
Caporal explicó que el origen de la pornografía es la cosificación del cuerpo de las mujeres en un orden social de género en el que ellas son objeto sexual para la satisfacción de los hombres. Esto es así desde las sociedades antiguas y aunque la pornografía como fenómeno sociocultural se ha ido refuncionalizando a lo largo de la historia, las mujeres siempre juegan en ella el rol de objetos.
Por ello, dijo, el origen de la pornografía no tiene un sentido de autonomía ni de ejercicio de derecho, ni de toma de decisión sobre nuestros cuerpos, vida, energía ni placer; así, aunque ahora el porno feminista se venda como una propuesta nueva y diferente, en realidad es una estructura socio histórica antigua que reproduce estereotipos, violencias y desigualdades.
¿Por qué tomar esta categoría para definir la sexualidad de las mujeres?, ¿por qué utilizar una conceptualización y fenómeno sociológico que nace de una perspectiva masculina, desde el patriarcado, y de los poderes de dominio? ¿por qué usar una propuesta misógina que históricamente ha permitido la desigualdad, la violencia, e incluso la comisión de delitos, como la utilización de personas menores de edad, o en condición de desigualdad económica, política, migratoria y cultural?”, cuestionó Caporal.
La antropóloga planteó que las mujeres desean este contenido porque han aprendido la sexualidad desde una perspectiva masculina. Un ejemplo de esto fue lo que observó durante su trabajo de campo: en un table dance para mujeres lesbianas a ellas se les trataba como si fueran hombres. Se les ponía a mujeres bailando en el tubo, haciendo las mismas prácticas que en un table convencional. Además, los anunciadores, los que cuidaban la puerta y a las bailarinas, todos eran hombres.
Caporal reflexionó que a las abolicionistas -corriente feminista que propugna por abolir la prostitución- se les ha estigmatizado de moralistas, que nos les gusta la sexualidad, o que tienen una religiosidad muy permeada; sin embargo, dijo, la sexualidad de las mujeres ha sido un tema de amplia reflexión dentro del feminismo radical, pero no desde las categorías del patriarcado.
Argumento 2: Aunque participan mujeres, la narrativa, los contenidos y la mirada de quien produce y consume el porno feminista sigue siendo patriarcal
El objetivo del porno feminista es el mismo que el de la pornografía convencional: usar el cuerpo de las mujeres para el goce y consumo de otras personas. Esto incluye una audiencia de mujeres y hombres voyeristas que se sienten estimuladas por el sexo y la violencia explícita, reflexionó Teresa Ulloa, abogada feminista y directora de la Coalición Contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC).
La también activista -que ha denunciado judicial y públicamente a varios proxenetas en la Ciudad de México, (muchos de ellos figuras públicas, como el priísta Gutiérrez de la Torre que explotaba sexualmente a sus trabajadoras en las oficinas de su partido)-, señaló que como industria, el objetivo de la pornografía aunque se diga feminista es el de vender y ser consumida por el mayor número de personas, eso impide que quede claro para quién está dirigida. Además, una vez que se difunden los vídeos no se puede controlar el tipo de audiencia que la consume, por lo que son producciones al alcance y la demanda de cualquiera que pueda pagar.
Ulloa observó que el contenido de la pornografía feminista tampoco cambia la narrativa, ya que son actos sexuales absolutamente degradantes y humillantes para quien lo hace. En efecto, algunas directoras han reconocido públicamente que a veces muestran sexo violento para representar “prácticas no estereotipadas y más auténticas”.
Y, de hecho, las categorías de las temáticas del porno feminista son tan variadas como las de la pornografía convencional, muchas de ellas que -bajo el argumento de “la diversidad de representación de raza, etnia y sexual”- son de índole violento sobre cuerpos de personas gordas, negras, indígenas, etc. Esto, dijo Ulloa, a la larga afecta la vida de otras mujeres, ya que muchas de sus parejas desean reproducir con ellas lo que ven en el porno de cualquier tipo.
Además, Ulloa destacó que luego de escuchar la historia de vida de varias mujeres que se veían a sí mismas como las grandes actrices porno, al final reconocen que llegaron a esos contextos por una condición de pobreza o círculos de violencia.
La feminista explicó que la idea de que la prostitución, y ahora la pornografía, puede ser un trabajo que tiene sus raíces en un grupo de proxenetas de San Francisco y California, en Estados Unidos, que pretendían traficar y explotar a las mujeres con el aval de leyes y reglamentaciones (basadas en el libre mercado) que les colocara como empresarios y no como proxeneta.
De acuerdo con Ulloa, esta idea la adoptó e introdujo en el movimiento feminista el ala más neoliberal, y produjo un profundo desacuerdo al interior. Un ejemplo de cómo el pensamiento neoliberal y patriarcal se ha colado en otros momentos dentro del feminismo -señaló Ulloa- fue cuando un grupo de pederastas en Holanda formó un partido cuya única demanda era que se les permitiera tener sexo con niñas como parte de la “diversidad sexual”, mientras las feministas neoliberales propugnaban a nivel internacional que las niñas tuvieran relaciones con hombres adultos por su “derecho a experimentar”.
Ulloa es clara: “la pornografía feminista no puede existir. Es absolutamente violatoria de los derechos y dignidad de las mujeres. La pornografía en cualquiera de sus formas es un aliciente para la explotación sexual de las mujeres. Desde mi punto de vista no puede existir una pornografía feminista porque no se puede aceptar como feminista que las mujeres sean esclavizadas, denigradas, violentadas públicamente y luego dejarlas expuestas a una sociedad heteropatriarcal que va a rechazarlas”.
Argumento 3: La libre elección de la sexualidad no existe en un sistema patriarcal
Otra característica del porno feminista es que se posiciona como una acción política que, en lugar de reprimirla, reconoce la agencia de las mujeres a vivir y explorar su sexualidad. Sin embargo, Yan María Yaoyólotl, fundadora del movimiento de lesbianas en México, filósofa y artista feminista, observó que el argumento de la liberación sexual es neoliberal y posmoderno.
Desde un enfoque más crítico, en una sociedad patriarcal el margen de decisión de las mujeres es muy acotado y muy relativo porque vivimos bajo miles de condicionantes. En una sociedad patriarcal las mujeres no pueden vivir, como en una sociedad capitalista los trabajadores no pueden decidir. Por ejemplo, una persona mexicana que está en EU desde hace 30 años, si decide nacionalizarse allá ¿tú crees que lo va aceptar el gobierno?. En este sistema capitalista, quien tiene cierto margen de decisión es quien tiene dinero, detalló la activista.
Yan María explicó que para que exista una sexualidad plenamente liberada y feminista se necesita antes abolir el patriarcado, construir un nuevo sistema social, un sistema feminista en el que mujeres y hombres puedan realmente decidir sobre su cuerpo. “Esto nos toca a las mujeres feministas radicales porque tenemos una conciencia. Será entonces cuando hablemos de una sexualidad totalmente libre, de una verdadera elección, consenso y libertad”, expresó.
Según la artista, la pornografía no puede verse como un fenómeno aislado, ya que es un eslabón de la cadena de opresiones contra las mujeres. La pornografía está creada sobre la cosificación y mercantilización de la mente, de las emociones y de nuestros cuerpos. Cuando una mujer tiene que prostituirse y hacer pornografía, no sólo vende su físico, sino que vende su emocionalidad, su mente, y sus sentimientos; por ello, muchas “artistas porno” consumen alcohol y drogas para soportar la vejación, para poder aguantar los niveles de trabajo y utilización.
Sin embargo, observó, el pensamiento patriarcal aísla los fenómenos y desdibuja la concatenación que existen en ellos. El pensamiento feminista hace lo contrario y observa que la pornografía -por su configuración y orígenes- está en la misma cadena del abuso, la violación sexual, la prostitución, la trata, los vientres de alquiler, o la explotación doméstica: son formas de esclavitud de la mujer. Si entendemos los eslabones de la cadena de opresión de las mujeres, podemos darnos cuenta que quienes defienden la pornografía en realidad están en contra de las mujeres, y lo que proponen ideológicamente no corresponde con la realidad, observó la filósofa.
Yan María denunció que quienes promovieron la pornografía feminista no fueron inicialmente las mujeres feministas, sino las mujeres del movimiento de la diversidad sexual, que no tienen ninguna formación feminista. La activista, que tiene uno de los archivos históricos más importantes sobre el movimiento feminista en México, señaló que, por contradictorio que parezca, existe un feminismo prosistema patriarcal, un contrasentido que sucede en todos los movimientos sociales.
El problema, dijo, es cuando estas voces prosistema se oficializan y se convierten en la expresión autorizada para hablar sobre un movimiento social. Como en el caso de la pornografía feminista, que quienes la promueven han logrado que en países como Alemania algunos partidas autoreconocidos como de izquierda analicen pagar del erario público la producción de estos contenidos.
De acuerdo con Yan María, lo que toca ahora es desautorizar esas voces y decirles que no representan la voz de las mujeres, ya que ellas -que vienen de las clases altas medias, la burguesía y la pequeña burguesía (la academia)-, no están en contacto con las mujeres de las que hablan: obreras, indígenas, amas de casa, empleadas, desempleadas, migrantes. “Es un tema de clase y de raza, ya que mientras las mujeres blancas están a favor de que se regularice la pornografía y la prostitución, las principales afectadas son las indígenas y las campesinas. Las bases ideológicas de la pornografía feminista es antimujer, están en contra de la verdadera emancipación de las mujeres.
Otra trampa de esta industria, dijo, es cuando se nombra a las mujeres que participan en ella como trabajadoras o socias a fin de que acepten utilizar su cuerpo. Esto hace sentir integradas a las mujeres en las empresas, pero es una táctica corporativa que convierte en socios a sus explotados, observó.
Argumento: El sexo es una industria basada en la explotación de las mujeres
La palabra “porno” proviene de la palabra griega porné y significa prostituta, mientras que grafía se refiere a la representación gráfica. La historiadora Fabiola Bailón, autora del libro “Prostitución y lenocidio en México, siglo XIX y XX”, señaló que la pornografía está en la misma caja que la prostitución, y la trata de personas. Es decir, son negocios ilícitos concatenados entre sí a través de la industria del sexo. En este caso, la pornografía se presenta como el espacio pedagógico de la prostitución, en el que hombres y mujeres aprenden lo que luego exigen en la explotación sexual comercial de mujeres, la prostitución.
Más allá de revisar quién impulsó el apellido “feminista” en la pornografía, lo que propone Bailón es analizarla desde la estructura del poder: quién paga y quién se prostituye. Desde su análisis de la historia de la prostitución en México, la historiadora observa que aunque comúnmente cuando se alega que algunas mujeres no están explotadas en esta industria, es porque nada más se observa el momento en el que no tienen un padrote, pero si alguien revisa la historia de vida de esa mujer se podrá dar cuenta de que hay ciclos de violencia.
Por ejemplo, esa misma mujer pudo haber sido explotada sexualmente en el pasado sin tener mucha conciencia de ello, luego ser desechada por el padrote y, frente a las escasas posibilidades que tiene esta mujer para encontrar otras formas de vida, siguió dedicándose a la prostitución pero ya sin proxeneta. Esto no significa que no siga explotada por otros factores, el del hotel que le cobra, o la familia, u otras condiciones de vida que se lo exigen. El neoliberalismo, dijo Bailón, ha potenciado de una manera exponencial la industria del sexo con gran atención hacia la pornografía porque es el ala que más dinero deja.
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