NANCY CRISTINA ROJAS, O DE CÓMO LAS MUJERES ARTISTAS SIGUEN ESPERANDO PARIDAD EN EL MUNDO DEL ARTE
La visibilización de la participación femenina en los distintos campos es todavía un reto social. A lo largo de la historia las mujeres han hecho ciencia, filosofía, literatura, y han estado en todas las artes y oficios. Sin embargo, su aporte ha sido tan invisibilizado, que una de las reivindicaciones del feminismo son las genealogías, la historia de las mujeres y el trabajo para que más de ellas tengan cabida en estos espacios, y más niñas tengan referentes a seguir respecto a lo que les apasiona.
En el mundo del arte las cosas no son diferentes. Ya hemos sabido de muchos casos en los que “anónimo” era una mujer que no se atrevió a firmar su obra para para que su nombre femenino no le impidiera reconocimiento, y eso sin contar con los innumerables casos de hombres que firmaron las obras de arte que realmente habían hecho otras mujeres.
Es por esto que hoy, decidí dedicar este artículo para visibilizar la obra de Nancy Cristina Rojas Yate, o Anita[1] Rojas, como la llaman por cariño en su medio. Ella, es una artista plástica colombiana, radicada en Bogotá pero que nació y se crió en San Martín de los Llanos, un pequeño municipio del departamento del Meta, donde la cultura llanera vibra al ritmo del joropo y la vocación ganadera.
Conocí a Nancy Cristina en el año 2019 cuando me invitó a conocer su taller de artes: un enorme espacio en el primer piso de una casa antigua de Chapinero, donde hace la escenografía, los dummies[2] y los efectos especiales de comerciales, series y películas de la televisión colombiana. Para ese entonces, estaba trabajando en las artes de un comercial que celebraba los 90 años de la cerveza Poker; los dummies y la escenografía para un comercial del Banco Popular y otras obras para empresas y comerciales de televisión que ella produce en tiempo record con su dedicado trabajo de hormiguita.
Este encuentro me permitió infiltrarme en el mundo de la televisión, que hasta entonces era totalmente desconocido para mí. Y gracias a su generosidad pude presenciar la grabación de comerciales y comprender mejor el detrás de cámaras de la producción de TV, cuyo mundo no imaginaba.
Estar en el taller de Nancy Cristina, me recordaba el taller de Santa que muestran en las películas de navidad, pero, aunque cada obra era más sorprendente que la otra, mi atención se centró en unos enormes bloques de icopor que estaban esperando en una esquina de la bodega y que según ella iban a terminar convertidos en una escultura en honor a la cultura llanera, cuya miniatura me mostró.
Nancy Cristina con el bloque de icopor antes de empezar la obra
Dicha miniatura cabía en mi mano, así que miré incrédula esos burdos bloques de icopor y me preguntaba cómo podían llegar a parecerse a una escultura tan llena de detalles. Pero como si de algo muy sencillo se tratara, la vi unir los bloques hasta tomar una altura tres metros aproximadamente, y empezar a esculpirlos con poliuretano expandible. Y así, mientras caían bultos de icopor al filo de un cuchillo, ella me fue contando la historia de esta escultura, en la que era claro que estaba dando forma a su historia, su cultura y el amor por su pueblo.
Durante el proceso de elaboración
Me contó que creció en San Martín: fue una niña flaquita con la ropa empolvada que corría descalza por las calles del pueblo, y a los 19 años llegó por sus propios medios a Bogotá buscando educación superior y un lugar en el mundo; como miles de jóvenes provenientes del campo colombiano.
Para pagar sus estudios pasó por extenuantes trabajos hasta los cuales muchas veces se desplazaba caminando (proeza que, en Bogotá con su enorme extensión y su clima helado, bien podría merecer una medalla). Así logró estudiar artes, en cuyo oficio rápidamente se destacó, pero nunca dejó de sentirse orgullosa de su cultura, a la cual decidió hacerle este homenaje de su obra y bolsillo. La escultura muestra indígenas, españoles y mestizos bajo una cabeza de ganado que simboliza la cultura llanera.
¿Qué quieres lograr con esta obra? Le pregunté.
Me dijo que quería plasmar en ella su amor por su pueblo y su cultura, y que consideraba importante que este tenga obras de arte que en los espacios públicos recuerden su riqueza cultural. También mencionó con evidente emoción «me gustaría que la obra exprese el amor y agradecimiento que tengo por mi familia, por su apoyo durante todos estos años, y por la gente del pueblo que me ha dado palabras de aliento, me ha apoyado y ha seguido mi trabajo durante todos estos años».
Le pregunté si era la primera obra que hacía sobre la cultura llanera, y confesó que en el pasado hizo otras que se exhiben cerca del pueblo, pero que estas quedaron bajo el nombre de un hombre que firmó por ella.
El tiempo pasó y Nancy Cristina no sólo terminó la obra con sus propios recursos económicos, sino que la llevó a su pueblo desde Bogotá en transporte especial, con el fin de presentarla en las Fiestas de San Martín de ese daño. Y aunque la alcaldía se hizo de la vista gorda ante su presentación y la propuesta de hacerla para uno de los espacios públicos del pueblo; la gente de a pie sí admiró su trabajo, la felicitó por su talento y se tomaron fotos posando al lado de la escultura. Así las niñas llaneras vieron en ella un ejemplo de que sí pueden lograr cumplir sus sueños, y se sintieron inspiradas a seguir sus pasos.
Este año, me llamó para contarme que había hecho otras obras que acompañan a la principal, y que todavía sueña con tener cabida en los espacios públicos y en la memoria artística de este pueblo llanero del cual es hija. Un sueño que parece complejo de lograr, gracias a que los mandatarios de turno, inmersos en sus pensamientos machistas, se han limitado a contratar a artistas hombres y a ignorar la existencia de las mujeres artistas que siguen esperando, como Nancy Cristina una oportunidad para imprimir en los espacios públicos, su talento, su voz y visión del mundo.
Nancy Cristina posando con sus obras exhibidas en San Martín
[1] En su medio es más conocida como Ana María Rojas, nombre que ella adoptó en memoria y honor al amor de su abuela.
[2] Los dummies son modelos o réplicas que se utilizan para la escenografía.
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