lunes, 17 de noviembre de 2025

Para reflexionar:

 


𝐂𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 ❞𝐞́𝐱𝐢𝐭𝐨❞ 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐭𝐮𝐯𝐨 𝐩𝐢𝐥𝐚𝐫𝐞𝐬 𝐢𝐧𝐯𝐢𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞𝐬
Muchos hombres pudieron crecer profesionalmente porque una mujer cargó con todo lo que a ellos les dijeron que no era “su trabajo”.
Y esta frase no es una acusación: es una fotografía histórica.
Durante generaciones, millones de mujeres hicieron dobles y triples jornadas sin reconocimiento: cuidar, cocinar, limpiar, organizar, sostener emocionalmente, administrar, acompañar tareas, atender enfermedades, cargar culpas y cargas… mientras a los hombres se les liberaba de esas responsabilidades para “enfocarse en su carrera”.
Desde niñas, a ellas se les enseñaba:
• “Tú ayudas en la casa.”
• “Tú cuidas a tus hermanos.”
• “Tú debes ser comprensiva.”
• “Tú eres la responsable del orden.”
A ellos, en cambio:
• “Tú concéntrate en tus estudios.”
• “Tú vas a ser el proveedor.”
• “Tu trabajo es traer dinero.”
• “Lo doméstico no es lo tuyo.”
El resultado:
Miles de trayectorias masculinas despegaron… pero sobre un terreno preparado por mujeres que nunca pudieron dedicar el mismo tiempo a su propio desarrollo.
No es que los hombres “no puedan” cuidar, cocinar o criar.
Es que les enseñaron que no les tocaba.
Y esa idea sigue afectando salarios, oportunidades, tiempo libre y salud mental de millones de mujeres hoy.
¿Por qué es importante decirlo?
Porque reconocer este desequilibrio no es dividir, es abrir camino para que la vida —y el éxito— deje de depender del sacrificio silencioso de una mujer.
Para reflexionar:
• ¿Cuántas mujeres brillaron menos porque estaban sosteniendo a alguien más?
• ¿Cuántos hombres creen que “lo lograron solos” cuando en realidad nunca esperaron de ellos el mismo nivel de cuidados?
• ¿Cuándo vamos a repartir las tareas con justicia para que el talento deje de tener género?
La igualdad empieza cuando entendemos que el trabajo doméstico y de cuidados también es trabajo, y que hombres y mujeres merecen crecer sin que uno cargue con el costo del otro.

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