lunes, 22 de julio de 2019

Mujeres

4 mujeres que han demostrado que las profesiones de alto riesgo ya no son cosa de hombres 

Primera entrega 
  • PILAR ARRANZ


Permanecer 25 días rodeada de agua por todas partes, sin asomar de las profundidades del océano, sin teléfono ni otras vías de comunicación con el exterior. Convivir con otras 65 personas en un recinto de poco más de 70 metros de largo, compartiendo dos baños y una ducha, que se puede utilizar durante tres minutos cada tres días. Así es el trabajo cotidiano de esta tripulante del submarino Tramontana. Fotos: Fenton.
  • "¡Mi hija quiere ser futbolista!"
  • Una de ellas pilota todo tipo de aviones, otra se quema a lo bonzo o participa en una pelea como especialista de cine, la tercera pasa la vida en un submarino y la última es enfermera de quirófano en lugares remotos de África. Son cuatro mujeres que trabajan codo con codo con el peligro. Ellas, sin embargo, dicen que su profesión es de lo más normal.
Las mujeres están dinamitando todas las barreras en los últimos años, incluidas las de aquellos oficios que llevan implícitos riesgos y, por tanto, han estado normalmente asociados con los hombres. Pero en el siglo XXI la valentía ya no entiende de géneros, como demuestran las cuatro protagonistas de este reportaje.

Estefanía Ruiz, marinera en un submarino

El 21 de marzo de 2011 el submarino Tramontana zarpaba de su base de Cartagena rumbo a Libia, un país inmerso en una cruenta guerra. A bordo, 64 tripulantes. Uno de ellos era la marinera Estefanía Ruiz. En 1988 el Ejército dio carta blanca para que las mujeres entraran a formar parte de él, pero fue una década después, en 1999, cuando permitió que las militares aspiraran a todos los puestos. Actualmente ellas siguen siendo una excepción, poco más de un 12%, y un punto más, un 13%, en la Armada. Por eso llama poderosamente la atención que en un submarino haya dos suboficiales y tres marineras.
El trabajo de Estefanía es vocacional. Con 19 años abandonó su Almería natal para estudiar en la Escuela General de la Armada de Ferrol. Una década después hace balance: "La persona que me reclutó navegaba en submarinos e hizo muy bien su labor, acertó al elegirme. Lo mejor de mi vida me lo ha dado mi profesión".

Para entender su trabajo hay que conocer cómo es el Tramontana. En menos de 70 metros de eslora, no todos habitables, conviven entre 65 y 70 militares que comparten dos baños, una ducha y varios habitáculos con literas. La marinera Ruiz ha llegado a estar 25 días sin salir a la superficie. "Como solo tenemos dos submarinos operativos en la Armada, salimos muchísimo a navegar, unos cien días al año, el resto realizamos entrenamientos", señala, "yo soy especialista en armas submarinas, pero dentro hago de todo, controlo el sónar e incluso me pongo al timón".
En el interior del submarino se llevan a cabo labores de información. Estefanía ha participado en operaciones internacionales, como la reciente Sea Guardian, de lucha contra el terrorismo, y la Unified Protector, que la llevó, bajo el mando de la OTAN, hasta Libia.
Para la marinera Ruiz, lo peor de la vida en el submarino es "la falta de intimidad". "Hacemos turnos de tres horas y descansamos otras seis. Si no estamos durmiendo, charlamos, leemos, vemos series o películas. No llevamos teléfonos ni tenemos contacto con el exterior", cuenta. Entre sus miedos, "quedarnos sin agua porque el tanque se contamina y que no podamos usar el baño por alguna avería. ¿Riesgos? Los hay, los submarinos tienen ya 30 años y estamos alargando su vida más de lo conveniente".
Madre de tres hijos -su marido es suboficial en el mismo submarino-, Estefanía siente que realiza un trabajo "normal". Ahora solo tiene un deseo: "Ascender y convertirme en militar de carrera. Si no lo logro, a los 45 años me despedirán [tiene 29]. Hasta ahora he dado prioridad a que ascendiera mi marido y a mis hijos". Ahora le toca el turno a ella.













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