Las mujeres sin tiempo
Por Claudia Calvin
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¿Conoces mujeres que nunca tienen tiempo? Seguro que sí y puedo
apostarte que son la mayoría.
Las mujeres hemos crecido con una creencia limitante que nos afecta
directamente y le afecta a la sociedad entera: creemos que el tiempo no nos
pertenece y es derecho de las personas que le rodean decidir qué hacer con él.
Los datos que existen -y los que no- sobre el uso del tiempo son
centrales para las políticas de desarrollo y para su instrumentación. El gran
reto es que no se tienen datos homogéneos ni existe conciencia en todos los
países sobre la relevancia de ellos. Como bien sabemos, lo que no se mide no se
puede transformar.
La relevancia de estos datos es que nos dan un panorama claro de cuánto
tiempo dedican las personas al trabajo remunerado, al trabajo no remunerado
(cuidado de hijas e hijos, labores del hogar, cuidado de personas mayores,
mascotas, trabajo voluntario, etcétera) y al autocuidado. El Banco Mundial reconoce
que el bienestar individual depende no sólo del nivel de consumo de las
personas o de su nivel de ingreso, sino de cómo se ocupa el tiempo. En otras
palabras, saber esto posibilita tomar decisiones que favorezcan el bienestar de
las personas. No tomar decisiones sobre ello mantiene el status quo y la desigualdad estructural que
se refleja en la falta de tiempo de las mujeres para desarrollar actividades
que faciliten su bienestar y empoderamiento.
Por ello, cuando vemos mujeres ocupadas sin parar todo el día es muy
probable que estemos viendo frente a nosotras cómo se construye minuto a minuto
la desigualdad, porque no necesariamente están desarrollando actividades que
les beneficien a ellas, y que sean parte de ese trabajo no remunerado que le permite
a la sociedad funcionar y que invisibiliza a las mujeres. Por ello es que la
Meta 5 de las ODS busca que las mujeres y niñas dediquen menos tiempo al
trabajo no remunerado para poder fortalecer su autonomía y desarrollarse. Se
calcula que a nivel global las mujeres dedican 2.5 veces más
tiempo al trabajo no remunerado que los hombres. (Por cierto,
135 países del mundo no tienen indicadores al respecto.)
Esto, además, tiene un efecto directo en el mercado laboral y en la
participación de las mujeres en el mismo.
¿Cómo va este tema en México? De acuerdo con la Encuesta Nacional Sobre
el Uso del Tiempo (ENUT) 2019 del INEGI el tiempo total de trabajo de la población de 12 años y
más en el país en una semana es de 5 661 millones de
horas a la semana, de las cuales el 49.4% corresponden
al trabajo no remunerado, 47.9% es de trabajo para el mercado y el 2.8% a la producción de bienes para uso
exclusivo del hogar. En otras palabras: 5 de cada 10 horas
trabajadas contribuyen a la economía del país sin que haya pago o remuneración
alguna por ello.
¿Cómo se ve reflejado esto por sexos? Para las mujeres el 30.9% corresponde
al trabajo para el mercado, 66.6% para el trabajo no remunerado de los
hogares y 2.5% a la producción de bienes para uso exclusivo del hogar. Para
los hombres, 68.9% del tiempo está dedicado al trabajo
remunerado, el 27.9% al no remunerado del hogar y 3.1% para bienes de uso
exclusivo del hogar.
Esto nos dice con claridad que la mayor parte de las horas no
remuneradas que contribuyen a la economía del país son trabajadas por mujeres.
Cuando a esto se suma el hecho de que la sociedad espera que las mujeres
dediquen tiempo a todo el mundo menos a ellas mismas, se está desarrollando una
narrativa excluyente para las mujeres en las que el tema de fondo es que se
asume que no tienen derecho al bienestar. Si no tienen derecho a su propio
tiempo, el bienestar sale sobrando.
Esta realidad se replica en la mayoría de los hogares e inclusive en
muchas empresas y oficinas en las que hay políticas de igualdad que permiten a
las empresas y a los gobiernos ponerse estrellitas en la frente, pero que en
los hechos continúan agudizando la desigualdad al no reconocer el uso del
tiempo diferenciado y sus implicaciones. ¿Conocen casos de empresas y oficinas
en las que siempre son las mujeres las voluntarias de las actividades “no
relevantes” como organizar los festejos o hacerse cargo de las políticas de
igualdad junto a su trabajo de tiempo completo sin recibir un pago extra? ¿O de
empresas en las que cuando las mujeres tienen que ir a las reuniones de la
escuela de las y los hijos hay silencios lapidarios y cuando un hombre lo hace
le aplauden por ser buen padre y un gran ejemplo? En las casas se espera que
las hijas cuiden a los padres y que los hijos sólo los vayan a visitar o que la
hija más chica se haga cargo de ellos y les dedique todo su tiempo.
No es extraño que el recurso no renovable más importante que tenemos las
personas sea el tiempo y que las mujeres se sientan culpables por hacer “cosas
para ellas” o por no dedicarle tiempo a las demás personas.
Lo más revolucionario que puede hacer una mujer es hacerse dueña de su
tiempo y defenderlo como es: un recurso valiosísimo, que no se puede recuperar
ni renovar, y como un derecho. Aprender a optimizarlo es el primer paso hacia
su empoderamiento. Ni más ni menos.
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