La estereotipación: una manera silenciosa de victimizar
Por: María Alejandra Mancebo*
«En la vida de una mujer, llega un momento en que se cansa
de sentirse culpable todo el rato. Y a partir de ese momento
es libre de convertirse en quien de verdad es”.
Elizabeth Gilbert
En este mes quiero destacar la importancia que tenemos como mujeres de desaprender y reaprender, y ello va de la mano con los estereotipos lo que nos permite preguntarnos ¿Qué son? Y ¿de qué manera victimizan y perpetúan la violencia machista?. Frases como «deberías ser más femenina» «estás loca» «puro llorar, que dramática» «pareces un hombre» … y muchas más, que nos dicen cómo debemos ser y actuar.
Según Dovidio (2010), los estereotipos son las “creencias y percepciones generalizadas acerca de las características que están mentalmente asociadas a un grupo de personas” definición esta que puede ser entrelazada con la de Maquieira (2001) quien indica que los estereotipos de género son “el conjunto de creencias acerca de lo que significa ser hombre y ser mujer en una sociedad concreta en un tiempo determinado”
Sí mis queridos lectores, creencias, opiniones, posturas, posverdad de lo que se es, es decir, que la sociedad define lo que somos y como se deber ser. Una mujer que va más allá de sexo, puede ser vista en un momento como una sumisa ama de casa o una guerrera divorciada, una loca que solo llora o una insensible porque no quiere hijos , una madre buena pues no sale de su casa o una mala madre porque trabaja, estas maneras de ver … sin duda estigmatizan a la mujeres y la invisibilizan.
A tenor de los descrito se infiere que los roles de género funcionan como una edificación que le hacen ver que a las mujeres que es discordante pensar y sentir emociones, trabajar fuera de la casa y tener hijos., estigmatizando de una manera simbólica a quienes no se lo llegan a creer, lo cual no solo desdibuja el ser mujer, sino que pasa a ser una forma de violencia.
Lo arriba señalado sin duda fomenta la violencia de género pues está en evolución y se alimenta de las creencias de la sociedad donde se cimienta la desigualdad, donde el sexismo y la subordinación de la mujer son alarmantes. Para más robustez a lo declarado es necesario elevar la voz y tomar conciencia que los estereotipos devienen de ese proceso de socialización que aprendemos y que tiene una carga de posverdad que incide de forma diferenciada entre mujeres y hombres, y en consecuencia sustenta el machismo que restringe, limitando el progreso de la mujer integral.
Una prueba de lo narrado es la manera como se cuestiona los movimientos feministas no solo en lo legal sino en lo social con una visión peyorativa. Se nos critica con diálogos simbólicos y discurso de poder que solo alienta la perpetuación de la discriminación donde es notable que la estereotipación que solo deja ver el riesgo de efectos distorsivos a que se ve sometida la mujer día a día.
La forma como los estereotipos definen quienes somos y hacemos trastocan y transforman las relaciones sociales favoreciendo la performatividad de la comunicación reproduciendo los roles que históricamente se han ido construyendo y que siguen colocando a la mujer en situaciones de desigualdad, pues los estereotipos no son más que representaciones y creencias donde damos atributos a las mujeres y a los hombres
Tal realidad que nos arropa aun en pleno siglo XXI, genera que, pese a las conquistas logradas, la sociedad se niegue al cambio en la manera de ser vistas y tratadas, que por demás es de destacar las mujeres seguimos en ese estereotipado de forma negativa haciendo que seamos vistas como objetos de juicios valorativos sesgados con el efecto inmediato de naturalizar la violencia.
Quiero insistir como un llamado para unirnos en la idea de que la perpetuación de estereotipos se traduce en violencia que sigue latente de manera silenciosa pero letal donde el hombre sigue siendo de una forma distorsionada favorecida mediante sesgos cognoscentes que nos dicen cómo percibir la realidad, producto de la construcción social del género, que conllevaba incluso a imponer el aspecto físico, personalidad, conductas, roles y ocupaciones de las mujeres.
Y nos envolvemos en una continua forma de discriminación al evaluar lo que somos, fundadas en patrones y criterios machistas que manifiestan la distribución desigual de poder donde la mujer sigue siendo la débil pues ser fuerte puede ser mal visto para sociedad, con miedo a ser empoderadas y trabajar fuera del hogar en razón que se nos dicen que no criamos bien a nuestros hijos y de manera clandestina la lucha se vea mermada ante lo quiera la sociedad machitas y que nada responde a lo que en nuestro interior cada una quiere ser, lo que es, sin marcas , sin estigmas, ser mujeres.
Mi llamado hoy es que cada una desde su espacio sigamos en la conquista de nuestros derechos, no demos tregua ante las imposiciones de la creencia, y menos aún dejemos de creer que somos capaces de ser lo que cada una quiera ser.
“Pero tenemos que hacer algo más que cambiar la visión del pasado: es esencial que también cambiemos la visión del presente. La manera en que nos miramos a nosotras mismas”. Rosa Montero
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