Nació en un mundo que tenía ideas muy concretas sobre lo que una chica escocesa de clase trabajadora podía llegar a ser. A los 14 años ya era maestra, una profesión respetable para una mujer. A los 20, se casó con James Orr Fleming y emigró a América con sueños de una vida mejor. Pero no sería nada fácil para Williamina Paton Stevens.
Al llegar a América, en menos de un año, esos sueños se hicieron añicos. James la abandonó mientras estaba embarazada, dejándola sola en Boston, sin dinero, sin familia, y pronto, con un hijo recién nacido llamado Edward. Para sobrevivir, Williamina aceptó cualquier trabajo que pudiera encontrar. En 1879, se convirtió en criada en la casa del profesor Edward Charles Pickering, director del Observatorio de Harvard College.
Ella desempolvaba muebles, fregaba pisos, y no tenía ninguna razón para creer que su vida sería algo más que supervivencia. Pero Pickering tenía un problema: su equipo de asistentes masculinos cometía errores en los cálculos astronómicos. Perdían detalles, confundían datos. Y un día, frustrado, Pickering dijo:
“¡Mi criada escocesa podría hacerlo mejor!”
Si lo dijo como broma o desafío, nunca lo sabremos. Pero Williamina se lo tomó en serio. En 1881, fue contratada para trabajar en el observatorio. Y no solo lo hizo mejor: revolucionó el campo.
Williamina se convirtió en una de las primeras “Harvard Computers”, mujeres contratadas para analizar miles de placas fotográficas del cielo nocturno. Mientras los astrónomos hombres recibían crédito y cátedras, estas mujeres hacían el trabajo real de mapear el universo. Les pagaban 25 centavos la hora, la mitad de lo que ganaban los hombres por el mismo trabajo.
Pero Williamina no se detuvo. Noche tras noche, examinaba placas de vidrio cubiertas con motas de luz, cada una una estrella con secretos encerrados en patrones de espectro. Desarrolló un sistema para clasificar estrellas según sus espectros, creando lo que se conoció como el sistema Pickering-Fleming. Este trabajo sentó las bases del sistema de clasificación de Harvard, que aún se usa hoy.
A lo largo de su carrera, clasificó más de 10,000 estrellas. Descubrió 59 nebulosas gaseosas, identificó más de 310 estrellas variables y registró 10 explosiones estelares a millones de millas de distancia. Una mujer que comenzó como sirvienta vio lo que muchos astrónomos educados no lograron ver.
En 1899, fue ascendida a curadora de fotografías astronómicas, responsable de cientos de miles de placas y de supervisar a otras mujeres computadoras. En 1906, la Royal Astronomical Society de Londres la nombró miembro honorario, siendo la primera mujer estadounidense en recibir ese honor.
Sabía que era mal pagada y subestimada. En su diario escribió:
"Estoy aquí con un salario de 1.500 dólares al año a cargo del trabajo... Creo que esta es una compensación muy pequeña por lo que he hecho."
Tenía razón. Pero siguió trabajando, no por dinero ni reconocimiento, sino porque las estrellas la llamaban.
Williamina Fleming nació el 15 de mayo de 1857 en Dundee, Escocia y falleció el 21 de mayo de 1911, a los 54 años. Para entonces, se había transformado de una inmigrante abandonada en una de las astrónomas más consumadas de su generación. La mujer que limpiaba la casa de Pickering terminó descubriendo más del universo que muchos de sus colegas.
Cada vez que un astrónomo usa la clasificación estelar, está usando un sistema que ella ayudó a crear. Cada nova, cada nebulosa que descubrió sigue ahí arriba, brillando como testimonio de lo que una criada escocesa logró cuando alguien le dio una oportunidad.
Ella no solo contó estrellas. Nos enseñó a entenderlas.
Fuentes: Archivos del Observatorio de Harvard College, Royal Astronomical Society Archives. Este contenido es informativo y educativo.