jueves, 10 de octubre de 2019

Literatura


Literatura y feminismo: es momento de nosotras



Por Selene Mazón
Es momento de que la voz masculina, que dominó durante siglos, guarde silencio, pero sobre todo de que escuche. Es momento de salir a las calles, a gritar, a exigir, a pintar paredes, a denunciar. No es venganza, es hartazgo, son ganas de visibilizar y destruir los hilos de una narrativa que pesa: la de los ganadores y las perdedoras. Es momento de sumarse a la guerra que nunca buscamos pero que es necesario pelear porque, como dice Virgine Despentes en su potente Teoría de King Kong, se trata de una batalla en la que todos perdemos. Es momento, como diría la autora nigeriana Chimamanda Ngozi, de dejar atrás los estereotipos alrededor de la construcción feminista. Es el momento de apoderarse de la conversación y convertirnos en dueñas y constructoras de una nueva narrativa.
Parte importante de esa nueva construcción está en el trabajo de estas escritoras hispanas que desmenuzan el momento histórico a través de sus plumas. Porque tanto aquí en México, como en Chile, en Argentina o en Ecuador, las mujeres seguimos atravesadas por discursos paralizantes. Estas son las ideas de seis mujeres que abrazan el feminismo a través de las letras.

Cristina Morales

(España, 1985)
Retrato: Marc Ilibre Roig
* * *“Hay quienes piensan que estamos llegando a un cambio de paradigma de la apreciación de las mujeres, pero otras pensamos que se trata de una moda. Desgraciadamente, el mercado, aliado con el estado, se ocupa de cooptar movimientos emancipadores, llámense feministas o ecologistas o cualquier otro, para su beneficio.”
Es momento de conversar, pero sobre todo de debatir. No tenemos todas las respuestas, pero son necesarias las preguntas. Es momento de repensar y evolucionar nuestras concepciones de género. Es momento de rabia, pero también de esperanza. Es momento de hablar, para nunca callar más.
Aquí están las ideas de seis mujeres que se abrazan en el feminismo a partir de sus letras.

Cristina Morales (1985, España)

“Soy defensora de la invisibilización”.

Obra:La merienda de las niñas, 2008; Los combatientes, 2013; Malas palabras, 2015; Terroristas modernos, 2017 y Lectura fácil, 2018.
¿Cómo fue tu primer contacto con el feminismo?Se trató de todo un proceso, pero sí recuerdo que uno de los episodios más reveladores ocurrió en Barcelona, en 2014. María Galindo fue a dar una charla en un museo de Barcelona y salí con lágrimas en los ojos, llena de revelaciones, de significados para mí hasta entonces ocultos, de resignificación de relaciones para mí naturalizadas y llamadas con su nombre y apellido. También puedo referir charlas con amigas, eso coincide mucho con mi etapa en Barcelona —llegué a esa ciudad cuando tenía 27 años— que es una ciudad en donde me politizo bastante en torno a un pensamiento libertario y anarquista. Hasta ese momento mi proceso de politización era bastante intuitivo, libertad sexual entendiéndolo como esquema de reproducción machista.
¿Cómo calificarías el momento que atraviesa el feminismo?Particularmente en el mercado literario, el hecho de que haya más mujeres publicadas no significa que haya un avance feminista. Hay quienes piensan que estamos llegando a un cambio de paradigma de la apreciación de las mujeres, pero otras pensamos que se trata de una moda. Desgraciadamente, el mercado, aliado con el estado, se ocupa de cooptar movimientos emancipadores, llámense feministas o ecologistas o cualquier otro, para su beneficio. Al menos lo que se refiere al mundo literario español, éste responde a los intereses del mercado editorial, de vender libros. No existe el feminismo de estado, no es emancipador ni interseccional. Es una lucha cooptada, instrumentalizada y por tanto neutralizada. Hay que buscar nuestros espacios en vez de esperar que el foro sea creado por otros.
¿Cómo aprovechar este momento para una transformación más radical?Diría que no hay que explotarlo para la visibilización, soy más bien defensora de la invisibilización. Es decir, que las acciones de una facción política no sean las visibles, sino las invisibles. Una buena amiga que me ha politizado en el feminismo me decía que hay que tirar la piedra y esconder la mano para poder tirar la piedra otra vez, si no te la cortan. En mi caso, no es nada cómoda la posición de verse como parte de una “generación” o siendo la “voz” de algo o alguien. Sólo hablo por mí. No me parece cómodo que unas cuantas estemos arriba de un pedestal, porque al estarlo proyectamos una sombra. Hay que renunciar a los privilegios.
¿Cuál sería el escenario transformador que te gustaría ver?Hay una frase de María Galindo que decía: no hay libertad política si no hay libertad sexual. Entiendo que en un lugar ideal, si nos ponemos en esa fantasía, sería aquél en el que reconocemos nuestro deseo, que no es únicamente sexual, en todos los planos de la vida. Más allá de la pulsión sexual que determinan las estructuras de poder, una situación ideal sería que nosotras como mujeres podamos ser capaces de identificar nuestro deseo no mediatizado por los deseos del varón; sino que lo digamos, lo reconozcamos, lo ideemos, lo potenciemos y lo llevemos a término.
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