Limpiar, cocinar, lavar, planchar y ordenar son competencias básicas que todo ser humano debería saber realizar para tener una vida estructurada y funcional, lo mismo aplica si hablamos de cuidar y criar a los hijos pues la responsabilidad debería ser compartida entre padre y madre. Esto, históricamente, no ha sido así.
Desde el inicio de la humanidad se ha establecido que a las mujeres, por ser mujeres, le corresponden todas las tareas del hogar, de cuidado y de crianza. Uno de los argumentos era que esta distribución empezó en la Edad de Piedra cuando los hombres salían a buscar alimentos y las mujeres se quedaban en las cuevas, pero resulta que ellas también cazaban.
Este constructo social ha hecho que las mujeres sean víctimas de múltiples formas de violencia porque, remunerado o no, el trabajo doméstico representa una carga que deja graves consecuencias en la salud física, mental y emocional de las mujeres.
Por eso hoy 30 de marzo, Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, queremos dedicar esta edición de Feminismo Incomodando a todas aquellas mujeres que, con su tiempo y esfuerzo, hacen labores esenciales para la economía pero que suelen llevarse a cabo en condiciones precarias porque suelen ser invisibilizadas y menospreciadas.
Silvia Federici, escritora y activista feminista.
Remunerado, ¿pero a qué costo?
En Estados Unidos y algunos países de Europa, según alertó Human Rights Watch es común que las mujeres migrantes ejerzan trabajos domésticos o del hogar y aquellas que lo hacen de manera interna, es decir, que viven en la casa donde trabajan, sufran abusos graves que pueden incluir la retención de sus documentos, el maltrato físico y sexual, confinamiento forzado, impago de salarios, negación de alimentos o atención sanitaria y el exceso de horas de trabajo sin días de descanso. Hechos que aumentaron durante la pandemia por el COVID-19.
Las empleadas del hogar suelen sufrir además discriminación por partida triple: por ser mujeres, por ser migrantes y por el origen propio de su oficio.
En el caso de América Latina, para las mujeres que trabajan en sus propios países la realidad no es tan diferente pues también son vulnerables y están en situación de precariedad, pues muchas inician este camino desde que son niñas y adolescentes impidiéndoles estudiar, disfrutar su infancia y por ende, tener mejores oportunidades en la vida.
Las palabras importan y el cómo nos referimos a la labor que hacen estas mujeres, y a ellas mismas, es fundamental en sus luchas reivindicativas.
Un error común que cometen muchos empleadores es catalogar este tipo de labor como "apoyo" y decir que tienen a "alguien que les ayuda en casa" cuando en realidad estas personas están trabajando y como tal se les debe tratar.
Aunque suene telenovelesco, en vez de llamarles por sus nombres aún hay casos donde se escuchan expresiones despectivas como "el servicio", "la muchacha", "la mucama", "la sirvienta" o "la cachifa".
Por ejemplo, en México es considerado discriminatorio llamarles "Empleadas domésticas" porque es como si se refirieran a animales, que después de un proceso de educación, pueden convivir en una casa (domesticar), por eso usan el término "Trabajadoras del hogar". En Argentina y Chile se les llama "Trabajadoras de casas particulares" y en Colombia "Empleadas del hogar".
Marcelina Bautista, trabajadora del hogar, activista y fundadora del Centro Nacional para la Capacitación Profesional y Liderazgo de las Empleadas del Hogar (CACEH) y del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar en México.
Escucha la historia y los logros de Marcelina en este episodio del podcast "Más allá del rosa"
Hablemos con números:
- Según la OIT, de los 75,6 millones de trabajadores domésticos en todo el mundo, el 76,2% son mujeres.
- El 81% de las personas que hacen trabajos del hogar está en situación de irregularidad (sin un contrato y sin acceso a seguridad social)
- De acuerdo a cifras de la CEPAL, en América Latina y el Caribe, entre 11 y 18 millones de personas se dedican al trabajo doméstico remunerado. De ellas el 93% son mujeres.
- 72,2% de las trabajadoras del hogar en España son de origen extranjero, siendo mayoría mujeres latinoamericanas y asiáticas.
Ver para entender
En esta galería te compartimos una lista de series, películas y documentales que abordan el tema del trabajo del hogar.
Remunerado no, romantizado sí
Como hemos explicado hasta ahora, las actividades del hogar son UN trabajo que en definitiva es extenuante y que además, nunca acaba. Si bien hay mujeres que reciben una remuneración por ello, también hay millones que no lo hacen porque llevan a cabo estas labores en su propio hogar donde muchas veces la palabra "corresponsabilidad" no existe, excusándose en el amor que las mujeres que son esposas, madres o hijas pueden llegar a sentir por su familia.
Estas tareas consumen una gran cantidad de tiempo y energía, lo que a menudo reduce la disponibilidad de las mujeres para trabajar fuera de casa. Como resultado, tienen menos oportunidades de participar en el mercado laboral remunerado, lo que a su vez reduce su autonomía financiera y las puede condenar a la pobreza.
Como bien estableció la escritora y activista Kate Millett en los años 70, "lo personal es político" y lo que ocurre dentro de los hogares afecta a toda la sociedad. Si lo analizamos con lentes morados por supuesto que tiene un fundamento patriarcal: el hombre está en la esfera pública generando ingresos y la mujer se queda en casa cuidando y criando, priorizando a otros, llegando así a comprometer su salud mental y física.
Pero incluso aquellas mujeres que sí tienen un trabajo remunerado fuera de la casa se ven con una doble o triple jornada laboral pues además de sus obligaciones para con la empresa deben hacer la mayoría, sino todas, las tareas de la casa, incluso aquellas que no se ven como la planificación de las cosas.
Sara Moreno Colom, profesora de sociología e investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona (España)
Si bien cada vez más mujeres rechazan este modelo tradicional de relación por la desigualdad histórica y el peligro que representa, en redes vemos con preocupación discursos que avalan el estilo de vida de las típicas esposas de los años 50 o aquellas que dicen querer ser una "esposa trofeo".
Lograr un cambio social que permita la verdadera corresponsabilidad, conciliación y redistribución de los quehaceres del hogar es una de las luchas feministas que más auge ha tomado en los últimos años. Necesitamos que los Estados, las empresas, las familias y las comunidades busquen soluciones efectivas que contribuyan a la erradicación de esta discriminación basada en el sexo.
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