Mujeres no feministas y sororidad
El machismo es reproducido por hombres y mujeres. Quizá la represión masculina en relaciones paterno-filiales, relaciones de pareja, relaciones de autoridad eclesiástica, de autoridad educativa, relaciones de supervisión laboral y casi cualquier ámbito de conexión entre un hombre y una mujer, tenga tanto arraigo con instituciones y ejemplos tan nítidos y vigentes, que resulte menos atractivo valorar la represión machista y patriarcal que ejerce una madre sobre su hija, una maestra sobre sus alumnas, una jefa sobre una o varias empleadas, entre otras relaciones que reproducen valores alejados de una ética género sensitiva.
Pero creo que las mujeres tenemos un rol determinante en las transformaciones género equitativas y que ganar espacios de adhesión sobre el conjunto general de las mujeres, adolescentes y niñas en el planeta resulta una tarea primaria y transversal a todo el movimiento feminista.
Esto me lleva a considerar dos elementos de costo-oportunidad derivados de esta decisión. Uno, los hombres no forman parte de los avances esperables en sororidad, más allá de que los hombres puedan o no ser feministas y trabajar junto a nosotras por un mundo género igualitario. No es ninguna forma de rechazo. Es una diferencia en torno a la sororidad. La sororidad es femenina o no es. Bienvenida la sensibilidad, solidaridad y proactividad masculina en este proceso transformacional.
Dos, las mujeres, incluso las que descreen de los movimientos feministas y las que creen que el mundo es mejor sin la igualdad de género (por tanto, mujeres que se sienten cómodas en el espacio machista patriarcal y además creen que es su deber defenderlo) merecen una atención sistemática, innovadora y paciente por parte de las feministas.
Más allá de la ideología
No es razonable plantear este asunto como una simple lucha ideológica, como si mi deber de “socialdemócrata liberal” fuese convencer a los “socialistas” o mi deber “socialista-marxista” fuese convencer a los “socialcristianos”. Muchos de los esclavos que fueron formalmente liberados por cambios institucionales que hicieron ilegal la esclavitud, reaccionaron negativamente a la nueva legislación y defendieron su estatus quo dentro del régimen que los esclavizaba. Las gestiones para retrotraer la situación de estas personas a su condición natural de seres libres, implicaron en muchos casos, años de transformación educativa, con implicaciones y reminiscencias hasta la actualidad. Por ejemplo, la segregación racial fue legal hasta hace pocos años en países como Suráfrica o Estados Unidos y no es extraño que se sigan considerando las implicaciones de estos procesos en la cotidianidad de las relaciones sociales en estos países.
Necesario es plantearse un ideario básico, un centro pivote flexible del diálogo, aun considerando los extremismos religiosos o ideológicos. Porque si creemos que hombres y mujeres siendo diferentes tenemos el derecho a ser tratados como humanamente iguales, entonces la vocación de las mujeres con ciertos roles y ciertos estereotipos tiene cabida en un mundo igualitario, siempre y cuando surja realmente de su voluntad. Como ese ejercicio de voluntad es dudoso hoy en día, la pelea incluirá durante muchos años, los cambios jurídico-institucionales que harán inviables muchos de los roles que hoy se defienden, por resultar inmorales desde el punto de vista género sensitivo (por ejemplo, la poligamia o el matrimonio infantil).
Sororidad para todas
Pero nosotras, las mujeres feministas, nos debemos a un ejercicio de sororidad que va más allá del planteamiento ideológico o teológico. Necesitamos extender mucho más y durante mucho más tiempo el plan de liberación mental (y el plan político institucional, cultural y social que lo respalde) que reciba a tantas mujeres estrechadas en el cerco machista y patriarcal, para que más y más niñas y mujeres puedan dar el paso adelante que haga, de cada una de ellas, centros autónomos de decisión personal, familiar y comunal, plenas de poder, autónomas para decidir.
Proximidad más que distancia. Centro común, más que extremo divergente. Innovación más que discurso único. Hagamos de la sororidad un acto común y global sin limitaciones ni fronteras. Hablemos con todas.
Interesante artículo, algo complicado de comprender por las comparaciones que hace, yo solo preguntaría, no sería suficiente con decir que los seres humanos tenemos "la obligación" de ser buenas personas y entrar a definir qué es ser una "buena persona"? En mi opinión, esta visión estaría por encima de consideraciones de género, políticas y demás que puedan surgir o ocurrir. Este artículo invita a ampliar la reflexión sobre el tema.Saludos desde ekoradio: Otra forma de hacer radio
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