martes, 5 de abril de 2022

Feminismo

Mujer: 5 claves para que la carga doméstica no te caiga a ti sola

Hace unos días publiqué este video en mi cuenta de Instagram, inquieta por la avalancha de tareas y responsabilidades que con motivo de la creencia generalizada de que las mujeres son las responsables de los cuidados y los asuntos domésticos, intensificado por la pandemia Covid19, hace que muchas tengan lo que se llama la “doble jornada laboral”, no remunerada, no agradecida, poco valorada y ni siquiera reconocida como trabajo.

¿Cómo hacemos para que esto no siga pasando?

No es una respuesta fácil porque el Estado debería dar facilidades a las familias para que tengan servicios sociales que permitan a sus miembros producir con la tranquilidad de tener a los hijos y mayores en casas de cuidados especializados. Pero como solo podemos controlar lo que tenemos en nuestro entorno, acá van algunas sugerencias que te ayuden a sobre llevar esta situación con menos estrés y fatiga.

Para lograr un balance es preciso NEGOCIAR, CONCILIAR con todos los que viven en la casa que estén en capacidad de asumir alguno de los compromisos de mantenimiento del hogar. Esto no es fácil, porque no son tareas siempre agradables, pero sí necesarias. Y para ello te quiero enseñar a pedir.

Pedir es una de las competencias que más está relacionada con el incremento de bienestar personal. Pedir incrementa tus activos, te hace ser una persona mucho más poderosa. Lejos está la idea de que si pido muestro que soy vulnerable o que si pido se van a dar cuenta de que no tengo algo o que no sé algo.

El pedir es lo que más te pone en la senda del bienestar y de la riqueza personal material, por ello es importante saber pedir. Pero además un pedir que tiene que ser eficiente, porque ¿sabes qué pasa? Seguro que, en algún momento de nuestras vidas, así como aprendimos sabiendo preguntar y después nos desestimularon a no preguntar más, probablemente en algún momento también hubo un desestímulo al pedir y probablemente tenemos asociados muchos mitos o creencias que nos hicieron pensar que mejor quedarnos calladas, mejor no decir nada, mejor aguantar y no tener que pasar por el “trago amargo” y la “humillación” de tener que pedir.

Lo que tenemos que hacer es aprender a pedir mejor porque tienes el derecho legítimo de obtener para ti lo que deseas. Confía en eso.

Siempre que yo pido hay dos posibilidades: que me digan que sí o que me digan que no. Aprobar o desaprobar es una opción de respuesta que el otro tiene, a menos que yo sea su dueña y fuerce un sí. Es decir, el otro tiene el chance de decirme que si o que no en un 50 y un 50% y le tenemos tanto pánico a ese No, que dejamos de pedir solo por el bendito no. Ahora, ¿que pasa con un No? Algunas personas dicen que les da miedo que la rechacen, pero te quiero invitar a verlo de esta manera: cuando a ti te dicen que no, no es a ti como persona, es a lo que tú estás proponiendo.

Por otro lado, es importante tener consciencia de que hay algunos juicios que nos dificultan pedir. Entre los más frecuentes tenemos el juicio de que si pido van a descubrir que no sé o que soy vulnerable; el juicio de que voy a molestar, “quién soy yo para estar pidiéndole nada a este señor que es tan importante” por ejemplo; es decir, le confiero demasiada autoridad a otras personas y entonces yo me siento así como más chiquita, me quito méritos para pedir lo que tengo que pedir.

“Quedo comprometida”, es otro de los juicios: “Dígame si yo le pido y luego tengo que pagarle el favor, mejor yo me quedo aquí tranquila” o pareciera que pedir es un acto como de orgullo, en ese modelo de las mujeres 4×4, las todo terreno, mujeres que nos creemos auto suficientes, donde el pedir se torna como una prueba palpable de incapacidad, como si el pedir dinero o favores, fuese un acto que nos ofende y nos humilla.

Te invito a darle la vuelta a la competencia del pedir y ponerla en el lado positivo de tu lista de dominios y competencias, como acto fundamental para avanzar en la vida.

Probablemente aquí te traicionan esos juicios de temor al no o al rechazo o al desmérito como estábamos viendo y probablemente la falta de foco de lo que quieres para ti. Hay que ponerse de primeras para darle valor a lo que se pide. Si tú lo quieres para ti, eso ya es suficientemente importante, pero en la medida en que minimices su valor, lo vas a posponer o aceptar cualquier cosa a cambio de tener que pasar por “ese problema de tener que pedir”.

Cada situación abre una posibilidad distinta si yo cambio mi forma de actuar y observar.

Ya vimos que pedir, es de las competencias más importantes para poder tener cosas en la vida y que parte además de la conciencia de que yo soy un ser limitado, yo no me las sé todas, yo no tengo todo y cuando sé que soy un ser limitado, con humildad, pido.

Además tenemos muy arraigado el concepto del poder desde el tener, la creencia de que el poderoso es el que tiene y por lo tanto pareciera que pedir es ponerme por debajo del poder. Si tengo esa creencia, me va a costar mucho más pedir. La idea es revisar cuanto peso tiene para mí lo que quiero pedir y cuán poderosa soy yo por atreverme a pedir lo que no tengo,. Eso sí es atrevimiento, eso sí es poder. Con mi palabra yo puedo conseguir lo que sea y puedo además llegar a quien sea.

El atreverme es romper toda esa serie de juicios y no empezar a ver la petición como un acto que me degrada sino más bien como un acto que me da una escala, que sube un escalón más arriba.

Por lo menos en el 90% de las situaciones en las que te dicen que no a lo que pides se da a causa de una petición mal formulada. Hay maneras de aprender a pedir para que te digan que sí.

Te daré 5 recomendaciones para pedir mejor

Lo primero es dar contexto, es decir, darle a la otra persona información acerca de por qué pides lo que pides. En la medida en que compartas tus inquietudes con aquel a quien le estás pidiendo algo, ese otro va a tener más claro por qué tú quieres lo que quieres o por qué es tan importante para ti. Incluso dicen que en la medida en que prepares un excelente contexto, el otro te va a ofrecer ese algo que querías.

Mira este ejemplo: “Oye, tú sabes que estoy tan liada con mi trabajo y mis hijos, tengo que llegar a las 9 de la noche todas las noches a revisarles las tareas y ellos todos cansados porque no tengo alguien que me ayude”. Puede ser que de pronto escuches como respuesta: “yo puedo hacerlo”. Como ves, ya ni siquiera tuve que llegar a la petición concreta para conseguir lo que quería porque hice un buen contexto que dejó clara mi situación.

Lo segundo, es que quede claro quién pide lo que pide, porque a veces no está claro si eso que pides es para ti, si es para alguien más. Y al mismo tiempo, tener cuidado de pedir a quien tiene la respuesta posible para mí. Pasa muchas veces que se le piden cosas a una persona que no tiene en sus manos resolver nada. Entonces tengo que dejar muy claro que soy yo, primera persona, me responsabilizo por lo que pido, que es para mí y que es a ti a quien se lo estoy pidiendo. Eso funciona porque fija las responsabilidades donde tienen que estar. No se queda en el aire.

A veces decimos cosas como: “¿alguien puede barrer la sala por favor?”; eso no es una petición, es un deseo lanzado al aire y lo más probable es que cuando termine el día nos encontremos con la sorpresa de que nadie barrió el piso porque alguien pensó que el otro lo haría. Por no haber precisado bien a quien le estoy pidiendo lo que pido, me quedo sin lo que deseaba.

En tercer lugar, hay que definir qué es lo que se quiere específicamente en forma de acciones futuras y con las condiciones de satisfacción bien concretas y detalladas. Para mí esta es la parte más importante de la petición.

¿A qué se refiere eso? Es poder precisar con todo lujo de detalle cómo quiero lo que quiero. Veamos este ejemplo de petición: “El bebé debe ser alimentado a las 12 del mediodía, al terminar de comer cambiarle el pañal, botar el que está sucio a la papelera, lavar el tetero y ponerle a dormir en el cuarto con el aire acondicionado a temperatura moderada”. ¿Qué me estoy asegurando con eso? Que la persona a la que le estoy haciendo la petición tenga toda la información a mano para poder hacer lo que le estoy pidiendo.

Las probabilidades de que esa persona falle son mucho menores a que cuando digo por ejemplo: “Hay que atender al bebé ¿tú te encargas?” Así, sin más información, sin cómo quiero lo que quiero, sin tiempos establecidos, cosa que es fundamental en la petición, porque de pronto alguien te dice que sí lo puede hacer, pero no sabes si es para esta tarde, si es para mañana, si es dentro de un mes.

Las imprecisiones no te permiten hacerle un buen seguimiento a lo que pides y el otro queda también en el aire. Por ello, tanto las condiciones de satisfacción como el tiempo de entrega o cumplimiento tienes que precisarlo muy bien.

En cuarto lugar, está el tema de los verbos: hay verbos que no piden, hay expresiones que no son peticiones aunque pareciera que sí. Por ejemplo: “yo necesito ayuda”, eso no es una petición, tú no le estás hablando a nadie en particular. Eso es como una carta al niño Jesús, al niño Dios, esperando a ver si alguien se apiada de ti.

Hay que usar verbos directos: “dale de comer al bebé, bota el pañal, ponlo a dormir”. Esa es una petición mucho más concreta, mucho más eficiente.

coaching para atrevidas

Y por último, la emoción. La emoción de la petición tiene que ser positiva, una disposición asertiva para que vayas dispuesta a conseguir un sí. Porque si internamente vas con tu conversación privada diciendo: “no, que fastidiosa soy, seguro me va a decir que no, a +el no le gusta hacer nada de la casa”. Tu cuerpo le hace caso a tu conversación privada y en lo que te sientes ahí tu estructura de coherencia ¡va a estar tan dislocada!, mente, cuerpo y emoción cada uno por su lado, por lo que el resultado no va a ser bueno.

Entonces la emoción con la que pides tiene que ser la ambición de que te digan que sí. Recuerda que las emociones se contagian, por lo que si contagias desánimo y resignación, eso es lo que vas a obtener de vuelta.

Un plus para tí:

Una buena herramienta para redistribuir esa carga doméstica consiste en llenar este cuadro donde se colocan todas las tareas que se deben hacer repartidas en los días de la semana y todos los que viven en la casa. Una vez a la semana se sientan a rellenarlo y después de negociado a partes iguales, se coloca en lugar visible. Esto ahorra tener que estar recordando a cada quien sus obligaciones.  Puedes tomar este como un formato modificable según tus necesidades:

conciliacion

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