Patricia Avendaño y su Fundación Segundos de Vida.
Joven anónima de luz potente, invitada
especial a Mujeres Doradas.
Patricia se ha dedicado rotundamente a
amar y a servir, su foco de atención son los niños y niñas con cáncer, se la
pasa repartiendo amor y alegría a estos niños todo el tiempo que puede, otra
parte de su valioso tiempo en los hospitales y en las funerarias.
Es dama de acero, una de esas mujeres
maravilla, que existen de carne y hueso, colombiana valiente, en una actividad
anónima de muchos años pero que vale la pena destacar.
Lo negativo siempre se ve, dicen por
ahí que los actos de bondad hay que hacerlos en silencio, pero estoy convencida
que el ejemplo positivo puede mover masas indiferentes e inspirar a personas
que al igual que Patricia trabajan en silencio; un gesto, una contribución, una
donación, todo cuenta para esta fundación que como su nombre lo indica son segundos
de vida.
1. ¿Puedes contarles a los amigos de
este espacio de cultura cuánto tiempo llevas en esta iniciativa y qué te motivó
a hacerlo?
PA/ Trabajando en pro de niños,
adolescentes y jóvenes diagnosticados con cáncer llevo aproximadamente doce
años, la iniciativa se tomó a partir de que nuestra hija en el 2018 hizo su
primera comunión y quisimos hacer una actividad a niños de escasos recursos y
que estuvieran pasando una situación de salud no muy favorable y por
cosas del destino, creo yo que por diosidencias de la vida, terminamos
celebrando la primera comunión de nuestra hija en el Instituto Nacional de
Cancerología y allí conocimos a muchos niños, en especial una chiquita, Yury
Dayana Monroy, después de dos años de volvernos muy amigas y tener un vínculo
muy cercano, me pide que le cumpla dos sueños muy grandes, uno montar en globo
pero desafortunadamente por un nódulo que tenía en el pulmón era imposible y el
otro crear una fundación para niños como ella, ese era el sueño más anhelado de
Yury que pudiéramos seguir ayudando a muchos niños y por eso nació la Fundación
Segundos de Vida.
2. ¿Cómo puedes lograr mantener la
cordura viendo cada día niños y niñas fallecer por el cáncer?
PA/ Realmente no es fácil ver a
nuestros niños partir, porque obviamente hay un apego hacia ellos, un amor muy
grande y una gran admiración, el tema es que sacamos lo bonito y lo positivo;
claramente la fundación o yo no tenemos la cura para la enfermedad pero nuestra
mayor recompensa es hacerlos felices durante el proceso, cumplirles sus sueños,
ayudar a sus familias con canasta básica familiar, asesoría jurídica, asesoría
psicológica y brindando segundos de vida en pro de la felicidad de ellos.
3. ¿Cómo es la actitud de las familias
de los niños?
PA/ Es una actitud difícil por la
situación que están viviendo, como trabajamos con niños de diferentes ciudades,
municipios y diferentes culturas es entender que no todo el mundo actúa igual
que uno, no todo el mundo tiene las mismas creencias, o tiene los mismos gustos
o agradecen de la misma forma, pero realmente nuestra función acá es hacer
felices a nuestros niños y entender la posición de cada una de estas familias
por el proceso que están pasando.
4. ¿Qué necesitas para tu fundación,
recibes realmente apoyos?
PA/ En realidad necesidades hay
muchísimas, la fundación recibe donaciones de canasta básica familiar, nosotros
también necesitamos implementos de aseo que se entregan a los pacientes y a sus
mamás o a sus acompañantes que están hospitalizados, también estamos en la
consecución de la construcción de nuestra sede propia, el año antepasado en
plena pandemia aparecieron varios ángeles y nos donaron una casa en el sector
de Galerías y hace pocos días nos dijeron que nos habían aprobado la licencia
para la construcción, toca demorar la casa y habilitarla muy bien para que los
niños puedan vivir ahí.
En nuestra súper casa van a vivir
quince niños con sus mamás durante sus procesos de tratamiento acá en Bogotá.
Necesidades como les dije anteriormente
son muchas, en el mes de noviembre si Dios lo permite vamos a llevar a quince
niños a conocer el mar, es el sueño que más predomina y también estamos en la
consecución de los recursos de las cositas que les empacamos en sus maletas, es
de las cosas que más necesitamos, normalmente pañales, pañitos, todo lo que se
les ocurra a las personas, todo lo necesitamos.
Obviamente es concientizar a las
personas para que apoyen la causa, ya sea con tiempo, con dinero, con ayudas en
especie de las cosas que ya mencioné anteriormente.
5. ¿Cómo pueden contactarse contigo
para colaborar en tan altruista propósito?
PA/ Se pueden contactar conmigo al
número 311-8517903, o pueden contactarse vía WhatsApp, si no contestamos es
porque estamos en alguna actividad y les contestaremos después o a través de
nuestras redes sociales, aparecemos cómo Segundos de Vida.
6. Un mensaje de tu parte para los
lectores de Mujeres Doradas.
PA/ Mi mensaje es de concientización,
de cuidarnos, a comer bien, a tener mejor calidad de vida, a disminuir en una
parte muy grande nuestros problemas y estrés o no hacerlos tan grandes para que
nuestro cuerpo no sufra las consecuencias de esas situaciones emocionales que
vivimos, valorar cada día y cada segundo de sus vidas, valorar las personas que
tenemos al lado y claramente ser más agradecidos con Dios y con la vida por
tener tantas bendiciones que a veces en medio del desespero y de la
negatividad en la que vivimos no vemos.
En la fundación hemos acompañado a
muchos chiquitos en su etapa final, en su proceso de deceso; también tenemos
historias muy bonitas dónde la expectativa de vida para algunos de nuestros
niños no ha sido la más larga y gracias a Dios que creyeron que se iban a sanar
y con muchas cosas positivas en su vida han logrado salir adelante y hoy en día
son niños muy sanos que cuando contamos la historia muchas personas dudarían
que hayan pasado situaciones tan fuertes y con diagnósticos no tan positivos.
Tenemos muchos casos de niños
sobrevivientes, en un país donde los niños fallecen, ni siquiera es por el
diagnóstico sino por la demora en sus tratamientos y ahí la culpa es de las
EPS’S.
Una venía con mi sombrero ante tu
trabajo y generosidad.
Por Eugenia Castaño Bohôrquez
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