domingo, 4 de agosto de 2024

Análisis

¿Pueden las mujeres cambiar la política?

La exministra dice que es hora de cuestionar la forma como se ejercen la política y el poder bajo el dominio de los hombres. Analiza los casos de Kamala Harris, Claudia Sheinbaum y María Corina Machado.

Como sucede cada vez que miramos a Colombia, encontramos que estos diagnósticos se aplican perfectamente en nuestro país, con el agravante de un conflicto interno que se atomiza y cuya solución se hace cada vez más compleja.
La relación entre democracia y política es innegable. Como lo afirma un documento del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, “la democracia es una forma de hacer política, de tomar decisiones colectivas o aplicables para toda una sociedad”. Es decir, es un modo de gobernar. Por consiguiente, si la democracia no está funcionando es evidente que hay problemas muy serios en el ejercicio de la política y del poder. 
Para empezar, Odebrecht es tal vez la mayor muestra de la corrupción en la política en América Latina, que involucró a por lo menos siete presidentes, a lo que debe agregarse el diario descubrimiento del perverso uso de recursos públicos en muchos países incluyendo a Colombia.
Es evidente que llegó el momento de cuestionar seriamente la forma como se ejercen la política y el poder en esta parte del mundo, bajo el dominio de los hombres que imponen a las mujeres claros techos de cristal. Hoy se empieza a vislumbrar que esta historia puede cambiar radicalmente. La llegada de mujeres a los más altos niveles del poder político por vías distintas a las tradicionales puede ser el principio de una nueva forma de ejercer la política. Mujeres con mayor autonomía que no tienen que cambiar su esencia, sino que por el contrario el poder que han construido se sustenta precisamente en ser mujer.

Kamala: la ‘vice’ cercana

La región tiene muchos ejemplos positivos, sin embargo, no puede ignorarse lo que está sucediendo en Estados Unidos por su gran influencia en América Latina. Kamala Harris, quien entendió muy bien ese difícil papel de ser vicepresidenta, no compitió con el presidente como lo han hecho otros queriendo tener figuración propia en el momento que no toca, sino que se preparó para reemplazarlo. Su futuro no está definido, pero es evidente que muy rápidamente está compitiendo de manera positiva a pesar de tener el tiempo y otros factores en su contra. Al observar sus acciones, es esa calidez, esa cercanía con el electorado, lo que la diferencia de Trump y lo que puede llevarla al puesto político más importante del mundo.
Se le reconoce que, aunque ha sido fiel a su partido y al presidente, ha defendido posiciones más progresistas como la ampliación de la cobertura en salud, la defensa al derecho al aborto, la reducción de los impuestos a la clase media, la disminución de los precios de los medicamentos y la vivienda asequible. Esto muestra que está cerca de esos sectores de clase media y baja que tanto han perdido en los últimos años en Estados Unidos.
Al volver los ojos a nuestra región se evidencian dos casos muy distintos pero que pueden interpretarse como nuevos caminos que las mujeres están abriendo en el ejercicio de la política. Surge la posibilidad de una nueva forma de gobernar alejada de la arrogancia, de la malversación de recursos públicos, de entender el poder político como un logro personal alejado de la realidad que vive la población.

Claudia 'la aventada'

Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México, una mujer brillante, con gran formación académica y con una exitosa trayectoria en lo público, sin duda ha tenido un claro apoyo del actual presidente López Obrador, que la valoró, le dio la oportunidad de prepararse y la apoyó en su elección. Pero por lo anterior no puede subestimarse que desde muy joven mostró liderazgo, independencia y como ella afirma, “siempre he sido muy aventada”.
La presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, habla durante una conferencia de prensa en la Ciudad de México.

Claudia Sheinbaum desde muy joven mostró liderazgo, independencia.

Foto:EFE

Quienes la conocen dicen que no ha cambiado sus convicciones, sino lo que cambió fue el lugar desde donde las ejerce. Pero lo que más debe destacarse es que se reconoce que desde siempre su motivación ha sido la gente. ¿Será que la gente sí ha sido la motivación de nuestros políticos de siempre?

María Corina, estratega

Sin duda la mujer latinoamericana de hoy es María Corina Machado. Empecemos su historia con una anécdota: cuando tenía 44 años y era diputada, interpeló a Hugo Chávez quien le respondió: “usted está fuera de ránking para discutir conmigo, águilas no cazan moscas”. Un caso claro de microagresión contra la mujer, situación que hoy persiste en muchos ámbitos.

Ha recorrido un camino largo, donde ella, según afirman quienes la acompañan en este histórico proceso, también ha cambiado, alejándose cada vez más de la forma tradicional de hacer política, de representar un círculo de la élite hasta llegar al corazón de esas venezolanas viejas alejadas de su familia, de esos jóvenes que solo pueden ir de vez en cuando a la escuela, de esos sectores que hoy representan el 70 % de los pobres de su país.
Es una estratega de la política, solo así hoy puede mostrar el 70 % de las actas de votación, que oculta el Consejo Nacional Electoral dominado por Nicolás Maduro. Es una mujer valiente que se niega a salir de su país aun cuando está claramente amenazada por el régimen.
María Corina Machado en la manifestación de este sábado.

María Corina Machado en la manifestación del 3 de agosto en Venezuela.

Foto:Cortesía

Es generosa porque apoya a quien sí pudo registrarse como candidato, Edmundo González Urrutia, un hombre bueno, con una hoja de vida limpia; los dos tienen a Nicolás Maduro en la mira del mundo. Es una política distinta y esa calidez que caracteriza a muchas mujeres es lo que irradia y lo que la ha convertido en la persona que puede cambiar la forma de hacer política en América Latina.
Su prioridad no es concentrar poder, porque ya lo tiene ganado en una carrera larga de lucha por los derechos de su gente. Ni dinero, ni contratos, ni puestos para los amigos, como son las prioridades de muchos de los políticos latinoamericanos desde hace mucho tiempo.
Esta no es una percepción personal. La politóloga venezolana Paola Bautista, en una entrevista reciente en el diario El País de España, anota que María Corina ha logrado construir una unidad que trasciende a las formaciones políticas y tiene amplio apoyo popular. Y hace una afirmación muy pertinente: “Antes, en los procesos electorales, el centro de la unidad eran los partidos, esa unidad se ha erosionado cuando las formaciones políticas entraron en crisis de representación. La unidad trasciende; es decir, los partidos políticos están incluidos, pero la gran movilizadora y articuladora es ella”.

Replantear la política

Lo que está sucediendo en Venezuela bajo la dirección de María Corina va más allá del debilitamiento y pérdida de legitimidad de un régimen que quiere perpetuarse. Es un replanteamiento de la manera de hacer política, y un llamado a esos partidos obsoletos, misóginos, que han perdido credibilidad y que explican en alto grado la crisis de la democracia en América Latina A pesar de tener visiones políticas distintas, estas tres mujeres, Kamala, Claudia y María Corina, tienen unas características particulares que las diferencian de otras que ya han ocupado la presidencia de sus países. Cabe entonces la pregunta: ¿pueden las mujeres cambiar la política? Independientemente del éxito inmediato o no de esta cruzada de María Corina en Venezuela, el mensaje es claro para las nuevas generaciones de mujeres que incursionen en la política. Se abrió el camino para que sean mujeres, con todo lo que eso significa, especialmente esa capacidad de acercarse a la cotidianidad de la gente y de introducir esa realidad en el contenido social de las políticas macroeconómicas, productivas, ambientales, de justicia, de paz y de todo lo que debe manejarse en altos cargos del poder político.
Seamos optimistas, se acaba así esa subordinación a las agendas masculinas y surge el reto de romper esas miradas que han permitido la corrupción de la política. Es una ventana de oportunidad que se abre y que puede reposicionar la que debe ser la más noble de todas las profesiones, la política, para que vuelva a ser el escenario donde se resuelven de manera pacífica las normales contradicciones que existen en toda sociedad.
En Colombia ya se vislumbran mujeres que entienden que llegó la hora de acelerar ese cambio. Aprovechen esta oportunidad, no desistan ante el primer fracaso, perseveren que esta golpeada sociedad colombiana y latinoamericana no solo se los reconocerá, sino que se los premiará. Ese sí es un verdadero cambio.

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