El trabajo doméstico es trabajo, y punto.
El trabajo doméstico es trabajo, y punto.
Durante siglos se ha intentado minimizarlo con frases como “es una ayuda” o “son cosas pequeñas”, pero la verdad es que el trabajo doméstico sostiene la vida y la economía.

No es una ayuda:
Es una responsabilidad que debe compartirse.

No son actividades menores:
Sin ellas, ningún hogar ni sociedad funciona.

No es el sacrificio “natural” de madres, abuelas o mujeres de la familia:
Es un trabajo que merece valor, respeto y corresponsabilidad.

No es una tarea propia o exclusiva de las mujeres:
Es responsabilidad de todas las personas que habitan el hogar.

Reconocerlo como trabajo es el primer paso para que se reparta de forma justa y deje de ser una carga invisible que recae sobre las mujeres.
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